𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗗𝗢𝗦.
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Cᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ Dᴏs: Eɴᴇᴍɪsᴛᴀᴅ.
——— Venus. ————————
Corrí con gran velocidad para llegar hasta la bola, si podía lograrlo huyendo era mejor.
Di un par de brincos para despistar a la enorme anguila, solo que en un momento sentí una nueva ráfaga de viento aventar mi cabello hacía delante.
Giré la cabeza sorprendida, y lo único que pude ver fue la boca abierta de la bestia.
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— Entonces, tienes que cuidar esto con mucho cuidado.
Una joven rubia llevaba de la mano a su hija menor, cada que pasaban por un pasillo del hogar les llegaban comentarios de las demás chicas alabando el parecido de la menor a su madre, la cuál era extremadamente hermosa, quien incluso llegó a tener una que otra cita con personas de otras grandes familias.
— ¿Por qué, mamá?
Ambas permanecieron frente a una vitrina totalmente cuidada, en su interior yacía una larga lanza de oro que brillaba con los reflejos del sol.
— Es mía. —su progenitora abrió la vitrina con suma delicadeza, la niña incluso pudo notar como le temblaban las manos a la rubia—. Cuando seas mayor podrás utilizarla para buenos fines, al igual que yo.
Al instante de que el arma sintiera el calor del cuerpo de la joven, se encendió, comenzando desde el mango de esta hasta la punta.
La niña miró con asombro e intentó agarrar el artefacto, pero la mujer lo colocó nuevamente en la vitrina.
— Ya sabes las reglas. —acarició su cabeza y la volvió a tomar de la mano para llevarla consigo a otra parte—. Cuando estés lista para manejarla, podrás aprender de ella, y ella de ti.
Miró con un brillo en los ojos a su madre, y asintió con emoción.
— No te defraudaré, mamá.
— Nunca lo harás, cariño. —le dio una sonrisa amable—. Ahora tienes que ir a merendar con Aurora, seguro está esperando en el jardín junto a...
Antes de que pudiera completar la oración, la madre de la niña comenzó a toser con fuerza, llegando a soltar a la menor para tapar su boca con el codo.
— ¡Lady Gyeong! —varias personas del personal se acercaron a la joven, tanto que la niña fue empujada hasta la vitrina.
Por un hueco entre más personas, pudo ver cómo su madre tosía bastante sangre sin parar, justo al instante en qué sintió calor detrás de ella volteó con miedo, notando como el arma brillaba sin parar.
— ¡Señorita Venus! —llegó una señora ya mayor y cargó con rapidez a la mencionada—. Tenemos que ir a merendar, por favor no se preocupe.
La señora caminó con prisa hacía un pasillo para alejarse de la desgracia. Venus siguió con la mirada a la lanza que dejaba de brillar, luego pasó a ver a su madre que estaba siendo cargada por el personal para sacarla de ahí.
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Había sido tragada por la criatura.
Con agilidad, hice prender la lanza para observar donde estaba.
La lengua.
Encajé con fuerza la punta de mi arma y me dejé resbalar por los fluidos de la anguila, llevándome así desde su garganta hasta la mitad de esta. Había cortado la mitad del cuerpo del monstruo, así que por el final de la cortada, quemé parte de su piel para hacer un orificio y salir por ahí.
Estaba viscosa y con sangre, pero eso no me detuvo para correr con fuerza a la bola.
Unos segundos antes de llegar a la bola, agarré vuelo y coloqué mi lanza por encima de mis brazos, abrí la boca y grité por la frustración.
Unos segundos antes de golpearla, miré hacía adelante y noté la mirada de Headon, él se limitó a asentir. Al instante de que mi lanza se convirtiera en luz y golpeara la bola, sentí cómo mi cuerpo flotaba en el aire.
¿Pasé la prueba?
Abrí los ojos rápidamente por el sonido de una bocina que sonó con intensidad.
— ¡Bienvenidos! ¡Saludos a todos los regulares nuevos de la torre! Les damos una gran bienvenida al segundo piso, ¡el piso de Evankhell!
Me levanté igual de rápido como abrí los ojos, agarré con fuerza mi arma y la colgué en su funda, la cuál la cargaba en mi espalda.
¿Piso de Evankhell? Eso significa que pasé...
— ¡Les presentamos el piso de Evankhell, también conocido como el piso de las pruebas! ¡Aquí realizamos la prueba final para averiguar quiénes podrán seguir subiendo la torre!
Escuché con atención las reglas que indicó aquella voz que resonaba en el cielo, mientras analizaba con detenimiento la zona llena de hierbas.
¡¿De 400 regulares a 200?!
Miré nerviosa al micrófono que pude ver en un punto del cielo. Maldecí internamente por lo complicado que me parecía.
Mordí mis uñas que había cuidado antes de entrar a la torre, no sabía muy bien como reaccionar.
— Parezco una cobarde cuando hace unos minutos acabo de destrozar a la mitad a una anguila enorme. —me di una palmada en la cien.
Antes de que pudiera reaccionar, una presencia se hizo notar detrás de mí, parecía más grande que yo por la sombra que reflejaba.
Me giré con lentitud y volteé hacía arriba.
Parecía un dinosaurio, solo que con mezcla de un canguro o algo por el estilo, consigo llevaba una espada gigante llena de raspones y casi desgastada.
— Eres afortunada de ser mi primera presa, cara bonita. —alzó la espada y me miró con lujuria y sed de sangre—. Una lástima que terminarás muerta.
Con un salto, llegué a la cima de una roca.
— Disculpe, pero usted ataca de una manera asquerosa y tramposa. — Saqué con delicadeza mi lanza dorada. Había de admitir que aún me daba pena relacionarme con los demás, o siquiera demostrar mi fuerza.
Al momento en que notó mi arma y su reluciente color, me miró con más sed de sangre.
— ¿Asquerosa y tramposa? —se acercaba con sigilo—. Lo dice una niña que robó un arma de tal belleza, tus fachas de blusa elegante y falda corta, me hacen ver qué eres una cualquiera de las que hacen ese tipo de trampa.
Mis cejas se hundieron al escuchar tales palabras insensatas, por lo que apunté hacía él con enojo. Mi pena se había esfumado.
— Es de mala educación hablarle así a una joven. —cargué energía solar en la punta y lo miré—. Y un consejo para su próxima vida. No juzgue a las personas por su apariencia.
Con eso tuve para disparar la bola de energía contra su cuerpo, que con el toque del cuerpo del animal, hizo que se hiciera cenizas y cayeran al suelo.
Suspiré y miré mi falda.
Esto no me define.
Ya que maté a una “persona” supongo que me tengo que dejar llevar y seguir matando a los demás, aunque no es muy necesario... Y tampoco quiero seguir haciéndolo.
Bueno, que más da, puedo terminar esto rápido.
Di brincos más grandes para mirar hacía abajo y ver si había alguien con poder alto para tener una pelea justa. Cuando de repente mis ojos se abrieron del asombro, miré hacía abajo y noté la gran cantidad de fuerza brutal que provenía de...
¿Cuál de los tres?
Ahí está.
O es el cocodrilo enorme o la espada del chico de cabello marrón.
Me dejé caer, a lo que mi sombra fue visible para los tres, así que alzaron la mirada y me vieron llegar.
Coloqué mi lanza para atacar con fuerza a la criatura más grande, ya que toqué su arma contra la mía, ambos fuimos lanzados hacía atrás.
— Oh... No apunté con la punta. —suspiré cuando caí de pie a la tierra, el chico de cabello marrón y el de azul me miraron con los ojos bien abiertos.
Choqué miradas con el primero a mi alcance, el de cabello castaño con rostro inocente. Algo se sacudió dentro de mí cuerpo desde aquel momento, y no pude evitar sentirme atraída hacia su presencia, noté de la misma manera el como se me quedó observando asombrado y con un pequeño sonrojo.
Mientras tanto, apenas el cocodrilo se iba levantando, ya que cayó de espaldas por la fuerza de ambos artefactos.
— ¿Por qué atacas a la mascota del chico? —preguntó el de azul.
Lo miré y luego al otro.
— Seguí la fuerza de alguno de ustedes. —me acerqué con mi lanza en manos, a lo que ellos se alejaron unos pasos hacía atrás—. Pero creo que no es él.
— Bueno, podemos dejar las batallas... —el chico de azul fue interrumpido por el animal enorme.
— ¡¿Cómo te atreves a lanzarme pedazo de tortuga dorada?! —se acercó a mí con grandes zancadas.
— Me equivoqué, tú no eres el de la fuerza. —lo miré con pena—. Solo busco a personas fuertes, así que es a él. —apunté al castaño, al instante se volvió a sonrojar cuando notó como lo apunté con un dedo.
— ¡Es mi presa! —me gritó el cocodrilo.
— No te pertenece. —alcé una ceja.
— ¡Claro que sí! ¡Yo llegué antes que tú!
Ambos nos pusimos a discutir, de fondo los dos chicos nos observan con rareza.
— ¡Señorita! —el de la espada llamó mi atención.
— Dime. —di un brinco y quedé frente a él a escazos centímetros de su rostro. No podía evitar sentir curiosidad sobre él.
— ¿Cómo usted se llama?
Mi rostro se puso un poco rojo por la atención, pero luego recordé la fuerza que él llevaba encima.
— Venus, ¿y usted, joven?
— Baam 25th, un gusto Venus. —sonrió gentilmente.
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