➛ ⌈12⌋ 'Cometer errores es de humanos'
❝COMETER ERRORES
ES DE HUMANOS❞
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DEREK HALE:
Solía creer que jamás encontraría a alguien a quien amar con tanta garra como mi padre solía hacerlo con mi madre. Era una pareja soñada para cualquiera, pero yo no podía creer que alguien aguantaría estar a mi lado luego de conocer todo de mí. Después de conocer aquella bestia que conviviría conmigo hasta el día de mi muerte. Ni siquiera yo podía hacerme la idea de que en algún punto de mi vida podría despegarme de ello.
Era imposible.
Pero todo cambió el día en que conocí a Lena, y supe, desde el inicio, que mis ojos nunca volverían a experimentar una conexión similar a lo que experimenté con los de ella. No sabía ni como explicármelo a mí mismo, pero no podía quitármela de la cabeza. No cuando estaba profundamente convencido de que era la indicada, y si no era ella, no sería nadie más.
Dejé el trozo de papel amarillo adentro de la guantera en lo que suspiraba con nostalgia.
Encendí el motor cuando me percaté de mi tardanza.
Debía volver a Beacon Hills cuanto antes.
SELENA MCCALL:
Scott y Isaac desaparecieron al subir las escaleras, pero estaba segura de que aún seguían lo suficientemente cerca como para seguir escuchando. Y, por la mirada que les dio Derek, sabía que él estaba pensando exactamente lo mismo. Aún así, su mirada no me abandonó en ningún momento. Incluso me siguió cuando me senté en la esquina del sofá, unos pasos alejada de él.
Intenté mirar hacia otro lado. Pensé en la televisión frente a mí o en las cortinas que parecían estar más arrugadas de lo normal. Pero noté en sus ojos una clara súplica que me impidió hacer caso a mis pensamientos y desviar la atención de él.
Derek caminó hasta quedar enfrente mío. Agachó la cabeza para seguir mirándome pese a la diferencia de altura hasta que comenzó a descender lentamente. Cuando al fin se arrodilló en el suelo, reposó sus grandes manos en mis piernas y me dio un apretón con delicadeza, como si buscara calmarme de alguna forma.
—Creí que te habías molestado conmigo —admití en voz baja.
Escuché un «¿Qué?» escapar de sus labios como un susurro. Su mano se aferró con más fuerza a mi pierna, mientras su ceño se fruncía. Noté cómo mis palabras lo sorprendieron, y casi pude ver una pizca de molestia en el brillo de sus ojos. Sin embargo, algo me decía que esa reacción no era en mi contra.
—Yo no... —Apretó sus labios—. No estoy molesto contigo, Sele.
—¿Entonces? —pregunté.
—Ahora mismo, me odio por como traté a Isaac —admitió luego de un momento de silencio—. Y me odio por hacerte creer que podría enojarme contigo de esta forma. De hecho, estoy seguro de que odio cada versión de mí, excepto en la que me convierto cuando estoy junto a ti.
Sin esperármelo, Derek se inclinó un poco hacia mí y me besó. Sus labios se sintieron como un sueño tan profundo que mis párpados se cerraron de forma instantánea. Tan cálidos y tan suaves que me dieron la impresión de estar en un hogar inimaginable para mí. Sentirme amada y deseada de la única forma en que Derek era capaz de hacerlo, me reconfortaba mucho más de lo que esperaba. No tenía idea de cuánto necesitaba tenerlo a él conmigo. No sabía que mi corazón latía a son de su voz y que mi cuerpo gritaba por su toque y lloraba por su ausencia.
Derek era mi refugio. Era el hombre con el que soñé tantas veces, pero nunca conocí su rostro hasta el día en que lo vi en el bosque.
Me asustó por un tiempo que sus sentimientos por mí fueran tan fuertes que yo no fuera capaz de seguir sus pasos. Sin embargo, Derek me hizo creer, más de una vez, que estaba dispuesto a esperarme. Ahora solo temía ser incapaz de controlar esa avalancha de emociones nuevas para mí y que me habían arrastrado hacía un mar desconocido.
Los labios de Derek parecían penetrar mi alma con cada movimiento y yo no pude quedarme atrás.
Estaba a punto de perder la noción del tiempo con el sabor delicioso de su boca, cuando, de repente, escuché un golpe seco detrás de nosotros. Me había olvidado por completo que Scott e Isaac estaban escuchándolo todo.
Me voltee y Derek se paró inmediatamente, aunque una de sus manos pasó de mi pierna a sostenerme por mi hombro izquierdo en alerta. Aunque la tensión de nuestros cuerpos se disipó en cuanto vimos a Scott en el suelo junto a las escaleras y a Isaac bajándolas de zancadas.
—Nosotros no... Lo siento —susurró Isaac.
—Queríamos salir con discreción, pero tropecé —excusó Scott, poniéndose de pie. Sospeché que mentía cuando clavó su mirada fulminante sobre Isaac.
—Bien —alargué dudosa—. Por cierto, Isaac, Derek quiere hablar contigo.
—¿Eso quiere? —preguntó Isaac sorprendido.
—¿Eso quiero? —preguntó Derek del mismo modo.
—Sí —les aseguré a ambos.
Me acerqué a Scott y lo tomé del brazo para que camináramos hacia el sofá. Apenas segundos después, le hice un gesto a Derek para que me prestara atención. Sé que quiso protestar, pero se tragó sus palabras y, sin emitir un sonido, le indicó a Isaac con la mirada que lo siguiera escaleras arriba.
[...]
DEREK HALE:
—¿Cómo te fue con él? —preguntó Lena luego de que Isaac y Scott decidieran dejarnos solos en la casa. Lo cierto era que había sobornado a Isaac para que convenciera de algún modo a Scott para que se fueran. Aunque se lo había llevado casi a los tirones—. Lo vi algo contento.
«Por supuesto —pensé—. Le había dicho que lo dejaría manejar mi auto si se iban».
—Me gusta verlo sonreír —comentó con tranquilidad, sentándose junto a mí en el sofá.
La vi de reojo y noté cómo sus labios se curvaban ligeramente hacia arriba; había algo especial en su manera de ser que me atrapaba y me atraía aún más a ella, como si, de algún modo descabellado, eso fuese posible.
No había manera. No existían palabras para describir el torbellino de sentimientos que provocaba ella en mí.
Cuando no vi ni un rastro de terror en sus ojos al verme convertido en un monstruo, supe que nadie podría reemplazar a una chica tan pura como lo era ella.
Solo hubiese deseado que pudiera recordar cuánto la amaba en realidad.
—¿Por qué me miras tanto? —preguntó de repente, volteando a verme con una sonrisa divertida—. Me desgastas la belleza.
Me reí.
—Eso es algo imposible —dije.
Lena se sentó en mi regazo con delicadeza, soltando un largo suspiro suave. Mis manos se posaron a los lados de sus muslos, sin apartar la vista de sus ojos profundos. Casi podía sentir un lazo invisible que nos unía, y cuando acarició mi cabello con sus dedos suaves, una pequeña descarga eléctrica recorrió mi estómago. La sensación era extraña, pero también agradable. ¿Era esta la famosa sensación que solían describir como "mariposas en el estómago"?
Deslizó su mano hasta llegar a mi mentón, en donde acarició con dulzura la comisura de mi labio inferior.
Inconscientemente mis ojos descendieron hasta su vientre en donde el diminuto bulto de su embarazo se había formado. Era muy pequeño el cambio, así que me sorprendió haberlo notado tan rápido.
Aguanté el aire en mis pulmones.
Parecía un sueño hecho realidad del que temía despertar en cualquier momento.
—¿Puedes creerlo? —murmuró—. Yo no. Pero quiero aferrarme a esto tanto como pueda.
Sin apartar la mirada de ella y con la lujuria a punto de desbordarse por mis ojos, dejé escapar en un susurro su apodo, que resonó como un eco interminable en mi mente. Debería confesar que fue un error o que no era mi intención pronunciarlo en absoluto. Pero eso sería una mentira rotunda, porque lo cierto era que moría de ganas de llamarla «Lena» con cada fibra de mi ser.
Se sintió como si, de repente, las cadenas heladas y punzantes que me rodeaban, terminarán por hacerse polvo.
Lena arrugó su entrecejo, pero no se veía disgustada en lo absoluto. Pareció haberle agradado, en realidad.
—Te necesito más de lo que puedo tenerte —dije casi como si le estuviera confesando mi más oscuro secreto.
Ella se inclinó hasta que sus labios rozaron el lóbulo mi oreja. Su respiración quemaba mi piel y solo podía pedir internamente que mi autocontrol no me fallara.
—Puedes tenerme tanto como quieras, Derek —susurró, y seguido de eso, acercó su rostro al mío para poder besarme.
Atrapé sus labios con los míos, como si necesitara de ella para poder respirar. Selena se deslizó sobre mis piernas y se acomodó sobre mí, consciente de lo que estaba logrando. Le di una mirada de advertencia que ni siquiera se molestó en ver, solo continuó ejerciendo presión entre los cuerpos de ambos.
Sin dejar de moverse de atrás hacia adelante, Selena volvió a devorar mis labios apasionadamente.
Un tenso nudo se formó en mi pecho y en mi estómago, intensificando los latidos desenfrenados de mi corazón, que retumbaban dentro de mi cabeza. Era maravillosa y peligrosa la forma en que ella lograba convertirme en una persona vulnerable con solo su tacto.
Tomé con fuerza sus muslos para generar más fricción en nuestros movimientos.
Cuando Lena despegó sus labios de los míos, sentí que me arrancaba una parte de mi cuerpo. Su pecho subía y bajaba mientras luchaba por recobrar el ritmo de su respiración.
La deseaba más que nunca.
—Selena —pronuncié como súplica.
Ella se deshizo de su camisa con una agilidad sorprendente que me dejó sin palabras. Luego, comenzó a jugar con el borde de la mía, y no pude resistir el impulso de quitármela de inmediato. Besé su cuello con una pasión casi desenfrenada y la tomé con firmeza por la cintura, alzándola ligeramente antes de recostarla suavemente en el sofá.
Descendí mi boca desde sus labios hasta la piel de su clavícula, dejándole un rastro de besos húmedos y marcas que, sin duda, le durarían días. Recordé aquel sentimiento antiguo que surgió en mí la primera vez que el deseo de tener su cuerpo me mantuvo desvelado durante semanas.
Lena arqueó su espalda, pidiendo más. Los jadeos que se escapaban de su boca eran tan excitantes que los vellos de mi cuerpo se erizaban, hasta quedar casi puntiagudos. La besé nuevamente, ahogando sus palabras sin sentido.
Reposé mi frente en la suya y cerré mis ojos solo por un instante. Nuestras respiraciones jadeantes resonaban en el silencio de la sala, pero yo era el único que, además, podía oír los latidos de nuestros corazones.
Lena recorrió mi torso desnudo hasta que sus dedos hallaron la cremallera de mi pantalón. Comenzó a bajarla con una lentitud que se sintió como una tortura.
Abrí mis ojos.
—¿Estás segura? —pregunté.
Ella solo asintió.
Le ayudé a quitarse el pantalón que llevaba puesto y su ropa interior con tanta delicadeza como me fuera posible. Luego coloqué ambas manos en sus caderas y la sujeté con firmeza, anhelando que mis huellas quedaran grabadas en su piel, así como las de ella en la mía.
Bajé un poco mi pantalón y me acomodé entre sus piernas desnudas. Me froté sobre ella mientras volvía a atacar sus labios que ya se encontraban rojos e hinchados. Lena entrelazó sus manos en mi cabello, tirando de él con intensidad en el momento en que me sumergí en su interior. Arqueó aún más su espalda mientras gimió llena de satisfacción, como si hubiese estado esperando por esto mucho tiempo (aunque no era así). La sostuve con más fuerza de las caderas y comencé con las embestidas.
Amaba la forma en que me besaba y me tocaba.
Amaba el sonido de su voz jadeante pronunciando mi nombre.
Amaba sentirla.
La amaba tanto como a la idea de pertenecerle en cuerpo y alma. Lena era la única persona por la que dejaría de respirar sin siquiera llegar a dudarlo.
Rodeó mi cintura con sus piernas y me tomó por los hombros, acelerando la velocidad y el contacto entre nuestros cuerpos. Tocar su piel no era suficiente; necesitaba sentirla más allá de lo que era posible. Así que me senté en el sofá completamente agitado y Lena se subió en mi regazo una vez más. Sonrió con una mezcla de emoción y diversión en su rostro, levantándose ligeramente antes de deslizarse suavemente sobre mi miembro hasta lograr sentarse por completo. Su pecho subía y bajaba frenéticamente mientras saltaba sobre mí.
Una corriente eléctrica recorrió mi espina dorsal cuando Lena clavó sus uñas en mi espalda. Pude sentir la manera en que el rastro de líneas rojas que ella me dejaba iban desapareciendo de inmediato, debido a la curación sobrenatural que poseía. Me enfadé por ello.
Acercó su rostro y apoyó su frente contra la mía, entrelazando nuestras respiraciones. Sus mejillas estaban tan calientes que su piel comenzó a tornarse de un colorado intenso. Saltó sobre mí, aumentando el ritmo y la profundidad de los movimientos que ya comenzaban a volverse torpes. Ni siquiera sabía cómo describirlo en ese instante, pero Lena lograba quitarme el aliento con cada gemido que salía disparado de su boca. Y no solo eso, el brillo de sus ojos me provocaba un vuelco en el estómago que me hacía preguntarme: "¿Cómo seré capaz de mantener viva aquella chispa en ella?".
Le dije que la amaba. Casi sin aire, era lo único que pude decirle. Sé que ella también me lo dijo varias veces, y de la misma manera.
La tomé del cuello con una de mis manos y embestí con más fuerza cuando me lo pidió. En poco tiempo, ambos terminamos agotados en el sofá. Lena se recostó sobre mi pecho mientras luchábamos por recuperar el aliento.
Me besó por toda la cara antes de sonreír enormemente.
—Necesito dormir —suspiró.
—Te haré compañía —le dije.
[...]
NARRADOR:
La oscuridad de aquel lugar parecía estar a punto de ahogar al joven que se encontraba arrodillado junto a un cadáver. La lluvia de una tormenta feroz describía a la perfección el sentimiento de angustia y aflicción que él estaba afrontando en ese momento. Sin embargo, la noche se desapareció en un parpadeo.
Él volteó en el mismo lugar y se encontró una escena que lo tomó por sorpresa, pero de una manera que terminó por provocarle lágrimas de emoción. Caminó con pasos lentos por todo el cuarto blanco hasta detenerse frente a un lobo negro. Se arrodilló y, cautelosamente, fue acercando su mano hasta lograr acariciar su pelaje oscuro. Los ojos de aquella criatura brillaron de un rojo escarlata poderoso, fue cuando la duda se disipó de su cuerpo: se trataba de Talia Hale, su madre.
En sus ojos, Derek se vio reflejado como su versión joven. Pero no como aquel niño que estaba completamente aterrorizado por lo que pudiera suceder con la vida de la niña que amaba, sino que se veía como el chico que tuvo que armarse de valor y construir una barrera de piedra que le impidiera derrumbarse nuevamente.
La mujer lobo no movió su boca en lo absoluto, pero Derek escuchó su voz dentro de su cabeza, casi como un susurro lejano.
"Serán dos, Derek".
—¿Qué? —preguntó desconcertado.
"Dos, pero solo uno será iluminado por la luz de la luna".
Talia desapareció, transformándose en un polvo negro que terminó esparcido en el suelo blanco. Aplastó las palmas de sus manos sobre las cenizas y tomó un puñado, luchando por retenerla consigo, aunque, de igual forma, se le escapara de entre los dedos por una ráfaga de viento instantánea. Derek sintió que el aire le arrebató la última oportunidad de abrazar a su madre en solo un instante.
—Espera... Espera. ¡Mamá!
Derek abrió los ojos completamente desorientado. Su cuerpo se encontraba cubierto de sudor, aún cuando desde la ventana entraba la brisa fresca de la mañana. Cerró sus ojos tratando de recomponerse de aquel sueño que lo había perturbado por completo. No entendía por qué su madre le había querido decir. Estaba confundido, pero, a la misma vez, temía lo que sus palabras podrían llegar a significar.
Entonces, se percató de como su mano derecha subía y descendía tan despacio que apenas daba la sensación de que se moviera. Una vez más, Derek abrió los ojos solo para posar su mirada en el vientre de Selena, en donde su mano temblorosa se encontraba. Fue entonces cuando lo comprendió por completo.
Dos.
Dos, se repitió.
Un par.
Gemelos.
¿O mellizos?
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