34. La invitación de Peter
❝La invitación de Peter❞
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NARRADOR:
Peter Hale sabía perfectamente lo que hacía cuando colocó uno de sus brazos por encima de los hombros de Selena. La mirada de Derek se clavó en cada uno de sus movimientos mientras ignoraba lo que ella decía. Incluso Paige, quién también era parte de la conversación, se dio cuenta de lo que pasaba. Su corazón apretó contra su pecho de forma inmediata porque no podía ignorar el hecho de que mientras ella estaba perdidamente enamorada de Derek, el corazón de él latía más fuerte por alguien más.
Bajó la mirada justo cuando Selena dejó de hablar y se dio cuenta de que nadie la escuchaba debido al silencio.
Resopló mientras se cruzaba de brazos.
—Es increíble como mis aventuras llegan a aburrirlos más que las clases de matemáticas —dijo ella—. Vamos, acabo de contarles como un lobo estuvo mirándome más de dos minutos, no es mucho, pero aún así es raro.
Peter resopló logrando que Derek saliera de su trance.
—No hay lobos en California, Lena.
Derek volvió a mirarlo y Peter lo observó de reojo con
una pequeña sonrisa ladina. Otra cosa de la que Peter era consciente, era que muy pocos la llamaban Lena y entre esa minoría no entraba él, aunque claro, lo cercano que se había vuelto para Selena no la hizo sentirse incómoda ante la mención de su apodo.
—Digánme loca, pero mi obsesión con los vampiros es enorme. —Selena se volteó hacia Peter y lo señaló.
Los tres fruncieron el ceño.
—¿Y cuál es la conexión entre los vampiros y el que un lobo te mire por dos minutos? —preguntó Paige, alzando una de sus cejas.
Selena volteó a verla como si fuera demasiado fácil entender de lo que hablaba.
—Porque si existen los vampiros (de los cuales no tengo duda, por cierto), también existen los hombres lobos —explicó con simpleza—. Al menos dentro de mi lógica, claro.
Mientras Paige soltaba una carcajada que logró la atención de Selena, Derek y Peter, por otro lado, compartieron una mirada distinta esa vez al momento en que sus cuerpos se tensaban. Aun no habían sido completamente sinceros con ambas y en lo que a Derek respectaba, aún no estaba seguro de serlo, mientras que Peter, por otro lado, insistía en que debían saberlo.
—Tienes catorce años, Lena, deja de fantasear. —Paige volteó los ojos y luego revisó la hora en su reloj—. Bonita charla alocada, pero debo ir a hacer mis prácticas de Chelo. Nos vemos.
Besó a Derek en la mejilla, como lo hacia con habitualidad siendo su amigo más cercano, y luego saludó a Selena y a Peter con la mano. Mientras los ánimos de Selena parecían decaer repentinamente, Peter quitó su brazo de encima de sus hombros y la volteó hacia él con una sonrisa divertida.
—Debo irme también. Mi visita es corta, pero gracias a Dios acabé la preparatoria hace mucho —les recordó mientras besaba la frente de la chica obligándola a sonreír—. De todos modos, las veré esta noche.
Selena frunció el ceño casi al instante volteando a ver a Derek.
—¿Está noche? ¿Por qué? —cuestionó.
—Derek te lo dirá, debo irme.
Peter se alejó de Selena y al pasar junto a Derek le guiñó el ojo con complicidad mientras se llevaba las manos al bolsillo. Derek volteó hacia Selena quién aún lo miraba ceñida.
—Espérame un segundo —le pidió a la chica mientras corría en dirección a Peter.
Selena colocó un vaso de café encima del mostrador ganándose una enorme y brillante sonrisa por parte de su madre hasta que se le borró de forma instantánea al ver qué apoyaba una caja de cervezas del otro lado.
—No son para mí... bueno, sólo una, pero recuerda que estoy planeando mi fiesta de cumpleaños. —Selena apoyó sus codos encima del mostrador junto a las cosas y le sonrió a su madre de oreja a oreja—. Aún no sé quiénes serán los invitados, pero estoy segura de que tú no serás una.
Melissa se señaló ofendida mientras abría la boca.
—¿Por qué no? Soy tu madre.
—Exacto. —chasqueó la lengua—. No quiero que mi madre sea testigo del desastre que haré en nuestra casa.
Melissa soltó una pequeña risilla y agarró el café sin quitarle la mirada a su hija.
—Mientras limpies todo para cuando llegue sabes que no habrá problema.
—¡Gracias! —Selena se abalanzó con emoción por encima de las cosas y le dio un abrazo rápido y desastroso a su madre—. Ahora dime, ¿cómo ha estado tu día?
Al escuchar la pregunta de su hija, Melissa soltó un suspiro pesado mientras dejaba el vaso en el mostrador.
—¿Recuerdas a Erica? —preguntó su madre y luego de ver como su hija asentía levemente, siguió:—. Ha vuelto, ha tenido otro ataque de epilepsia en la preparatoria.
Selena se mordió el labio inferior mientras daba leves golpecitos con las yemas de sus dedos por encima del mostrador. Erica era de las pocas pacientes de su madre con las que mantienia una conversación y eso se debía a sus visitas concurridas al hospital por su enfermedad. Fue de gran ayuda para Erica la presencia de Selena en cada chequeo mientras era menor ya que lograba tranquilizarla cuando sus padres no podían acompañarla. En verdad, Selena fue oyente de muchas cosas horribles que sus compañeros le hacían por el simple hecho de tener sus ataques y logró comprender su angustia de inmediato porque Selena no recordaba tener muy buenos momentos en la escuela tampoco.
—Podría ir a hablar con ella un rato. —Ella se encogió de hombros mientras formaba una leve mueca—. Y tal vez termine siendo de mis primeras invitadas.
Melissa sonrió de lado sin quitarle la mirada a su hija.
—Sabes que no debes tardar —murmuró cómplice—. Está donde siempre.
Selena se dio la vuelta y caminó en dirección al cuarto en donde encontraría a Erica, Melissa, por otra parte, se quedó viendo fijamente la espalda de su hija mientras su mente divagaba entre recuerdos que ella hubiese preferido borrar... o al menos superar.
La mujer luchó una vez más con su alborotado cabello sin poder darle forma a sus rulos mientras su mirada se mantenía fija enfrente del espejo. En pocos segundos escuchó la puerta principal abrirse mientras varias voces indundaban el silencio de la casa. Melissa salió del baño y luego caminó hacia las escaleras con rapidez, bajó hasta la mitad cuando logró distinguir la silueta de su hija.
Selena volteó con una tímida sonrisa en su rostro mientras Paige se detenia detrás de ella saludando a su madre con la mano.
—Hola —saludó la mujer, aunque se encontraba bastante confundida—. ¿Qué sucede? —Terminó de bajar las escaleras hasta toparse con la puerta abierta y dos chicos afuera, aunque notó enseguida que uno de ellos era mayor al resto.
—Justo iba a pedirte permiso...
—¿Para qué? —la mujer se cruzó de brazos interrumpiendo lo que su hija estaba por decirle—. ¿Quiénes son ellos?
—Bueno, Paige es...
—Sé quién es Paige, Lena —volvió a interrumpir su madre—. Me refiero a los dos postes de afuera que aún ni siquiera me han saludado.
El menor de ellos, Derek, se apresuró a entrar a la casa y formar una de sus más encantadoras sonrisas mientras le extendía la mano a la mujer en forma de saludo. Melissa le recibió la mano agitandola levevente por el aire, pero al instante en que la soltó, su mirada le advirtió para que saliera de la casa nuevamente. Derek bajó la mirada mientras retrocedía con seriedad, pudo escuchar una pequeña risa burlezca por parte de su tío quien estaba parado a su lado.
—Bien, mamá, ellos son Derek y Peter Hale.
—Ahora lo sé —dijo Melissa con una pequeña sonrisa demostrándole a su hija que no era difícil saludarla—. ¿Cuál es el permiso que pides?
—Bueno, Derek me ha invitado a su casa junto a Paige. Prometo regresar antes de que anochezca. —Su hija suplicó juntando las palmas de sus manos.
—¿Sus padres estarán en casa? —dudosa, Melissa alzó una ceja.
Todos voltearon al escuchar una voz masculina aclararse la garganta y se encontraron con el mayor quién comenzaba a acercarse a la puerta. Se detuvo justo antes de entrar y se cruzó de brazos.
—Lamento informarle que el padre del ya nombrado murió —comentó Peter señalando a su sobrino y creando incomodidad en el ambiente—. Por suerte su madre sólo fue a hacer unas compras y yo estaré cuidándolos mientras ella tarda en regresar.
Derek le dio un golpe en la costilla cuando Melissa volteó a ver a su hija.
—O-okay, te daré permiso, pero ya lo prometiste: antes de que anochezca estarás en casa.
Selena asintió enseguida mientras volteaba a ver a Derek con una enorme sonrisa en su rostro que lo dejo encantado.
—Aunque aún no me convence la responsabilidad de tu tío, Derek. —La mujer volteó hacia ambos demostrando su inconformidad—. Debo decir que a pesar de lucir más grande que ustedes, parece tener su misma mentalidad.
—Tengo un alma joven, señorita, la edad tampoco importa (por lo menos para nuestra familia), en lo que a nosotros concierne contamos nuestras vueltas al sol de forma diferente —explicó Peter con simpleza y restándole importancia haciendo un desdén con la mano—. Pero para hacerlo más fácil, lo dejo en que estoy en mis veintitantos.
Melissa esbozó una sonrisa.
Selena soltó un cortó suspiro antes de entrar al cuarto, aunque segundos más tardes habría preferido no ir al hospital en lo absoluto. Unos ojos rojos se fijaron en ella tan pronto como entró al lugar mientras ella sentía como su cuerpo se paralizaba.
—¿Qué mierda te pasa? -soltó Selena, observando la sangre esparcida por la camilla y por la boca de Derek.
Se apresuró a llegar hacia Erica, quién estaba recostada quejándose un poco del dolor. Derek dio un paso hacia atrás instintivamente cuando Selena clavó la mirada furiosa hacia él una vez más.
—¿Qué haces aquí? —alcanzó a cuestionar Derek, aunque Selena lo ignoró por completo mientras intentaba hablar con Erica—. Selena.
Los dedos de ella comenzaron a temblar cuando vio la mordida de Derek cerca del hombro de Erica; la forma de sus dientes se había quedado impregnada en la piel blanca de la chica. Sus ojos amenazaron con llorar en ese instante, pero Selena se mantuvo firme mientras pasaba sus manos cerca de las heridas intentando pensar en algo que podría ayudarla, aunque era consciente de que ya no había vuelta atrás.
—¡¿Qué haces aquí?! —insistió Derek, acercándose a ella con rapidez. La tomó por los hombros y la giró hacia él.
—¿Vas a morderme a mi también, Derek? ¿O prefieres matarme? —preguntó Selena con molestia mientras se quitaba las manos de Derek de encima con brusquedad.
—¿Quieres escucharme por un segundo?
—¡No! No quiero seguir escuchando. Lo hice varias veces y te di la oportunidad de dejar esto a un lado, pero sigues con lo mismo y eres tan estúpido por eso que ni siquiera te das cuenta de que harás que te maten.
Derek la miró ceñudo mientras volvía a retroceder.
—¿Sabes que de todos modos terminaría muerto? Ser un Alfa no me convierte en alguien invencible, yo tengo que crear mi propia manada si quiero sobrevivir, al menos por un tiempo —dijo Derek sin quitarle la mirada y viendo de reojo como Erica comenzaba a moverse—. Ellos serán el principio, pero planeo que alguien más se una a mí.
Selena dio un paso hacia atrás al darse cuenta de lo que a Derek se refería.
—Tú quieres que él se una a tu manada —murmuró desconcertada—. Tú quieres a Scott.
[...]
—¡Sele! ¡Vamos!
Selena se volteó al oír los llamados de su hermano y bajó rápidamente las escaleras mientras se ponía una chaqueta y murmuraba algunas palabras en voz baja. Al salir de la casa, vio a su hermano dentro del auto de su mamá, haciendo señas para que se apresurara. Ella abrió la puerta rápidamente y se metió en el auto en cuestión de segundos. Scott aceleró sin demora.
—Bueno, ¿qué le sucedió exactamente a Stiles? —preguntó Selena.
Scott resopló, tratando de encontrar la mejor forma de contarle a su hermana lo que sabía sin abrumarla.
—Bueno, ¿sabes que lo que mató al padre de Isaac era algo más? —preguntó, volteando a ver a su hermano y recibiendo un asentimiento—. Bueno, no tenemos idea de qué es ni quién es, pero hoy atacó a alguien más y Stiles estaba allí.
—¿Dónde fue?
—En el taller mecánico.
Un poco más tarde, Scott estacionó junto a las ambulancias, esperando a que Stiles terminara de hablar con su padre. Selena, distraída, empezó a jugar con sus dedos sin prestar atención a lo que sucedía.
—Tengo que preguntarte algo —dijo Scott de repente, llamando la atención de su hermana—. Sé que no es el momento adecuado, pero no puedo seguir ignorándolo.
Selena lo miró confundida, pero asintió rápidamente.
—Sí, claro.
—Estás enferma, ¿verdad? —preguntó de repente, tomando por sorpresa a Selena—. Cada vez que estoy cerca de ti, ese olor me persigue. Me advierte que estás enferma.
El rostro de Selena palideció, pero no podía apartar la mirada de su hermano.
—Hablé con Deaton —comenzó Scott—. Me lo mostró con los perros. Me dijo que el olfato no falla, y si hay algo mal alguien, lo sabría de inmediato. Estoy contigo y lo sé, sólo que no logro entender qué es lo que tienes.
Selena bajó la mirada y sintió que la punta de sus dedos se helaban mientras su lengua se paralizaba. No sabía qué responder o decir; nunca esperó que esa conversación que había estado evitando durante años se diera de esa manera.
La mano de su hermano se acercó lentamente a la de Selena, y justo antes de tocarla, él dijo:
—¿Te duele, verdad?
Logró tocar su piel, y una pequeña lágrima cayó de los ojos de Selena mientras negaba. Scott no pudo sentir nada.
—No duele —susurró—. Al menos no siempre.
—¿Qué es? —la voz de su hermano se quebró.
—Diabetes.
—¿Mamá lo sabe?
—Mamá lo sabe todo.
Los ojos de Scott se llenaron de lágrimas de inmediato, y se abalanzó hacia su hermana para abrazarla, algo que ella no pudo negar. Ambos se acariciaron la espalda en busca de consuelo, intentando contener las lágrimas.
—No voy a morir, Scott —dijo Selena con un nudo en la garganta.
—Que no te mate no significa que no debamos tomarlo en serio —dijo Scott, alejándose un poco del abrazo y observando el rostro pálido de su hermana—. Me preocupa todo lo que te pase, Selena, todo. No importa cuán insignificante pueda parecerte a ti, cualquier cosa que te suceda está en el mismo nivel de importancia para mí.
—No quiero que te preocupes, he estado lidiando con esto sola todos estos años.
—Bueno, ya no tendrás que hacerlo sola, porque me tienes a mí. Ahora podré ayudarte en lugar de ser una carga.
Selena lo miró como si estuviera loco.
—Nunca has sido una carga para mí, Scott. Siempre has sido mi hermano.
No sé que decir, sólo les dejo esto:
Bye!
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