04. Le... Tú

Le... Tú❞

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  SELENA MCCALL:

  Al escuchar unos ruidos raros provenientes del cuarto de Scott, dejé de acomodar mis carpetas y salí de mi habitación. Estaba bastante atrasada con mis tareas, pero si estudiaba toda la noche, tal vez lograría aprobar con la nota mínima, al menos. Era todo lo que necesitaba, aunque sea para sentirme bien conmigo misma y no un completo fracaso que deambulaba hacia ningún camino en concreto.

  Le había pedido el auto a mi madre para salir al día siguiente temprano y llevar mis papeles a la universidad. No era de las mejores, ni la más prestigiosa, pero era algo y, con eso,.yo tenía más que suficiente. No podía pedir demasiado tampoco, porque era algo que pagaba yo misma y con la ayuda del fondo universitario que había guardado mi madre. Aunque a veces me pedía para sacar de ahí, no me negaba, nos mantenía después de todo.

  Caminé hasta el cuarto de Scott y me apoyé en el marco de la puerta cruzándome de brazos. Estaba concentrado en desordenar casi toda la ropa de su armario. Me resultó divertido verlo, ya que no había demasiada ropa que esparcir y no era porque no tenía para comprarse, sino que él simplemente no quería tener más de lo que, según él, necesitaba. Decía que con dos prendas de cada cosa, sobreviviría. Ahora estaba viendo las consecuencias de creer eso.

  —Si quieres te presto mi ropa. Sé que te quedará espectacular —bromee.

  —No es momento de bromas, Sele, tengo una cita y no tengo idea de que ponerme.

  —Bueno, Scott, la próxima vez compráte ropa y no estarás batallando... Un momento, ¿has dicho "cita"? —Lo miré incrédula, pero con una sonrisa asomándose en mis labios—. No te creo.

  —Pero es cierto. —Se detuvo para verme con una camisa arrugada en sus manos. Ni siquiera él parecía creerlo.

  —¿Cuál es su nombre?

  —Allison —repitió el mismo nombre de la noche anterior.

  La sonrisa en mi rostro terminó por formarse al ver qué él también sonrió luego de mencionarlo. Enseguida supe que estaba hablando de verdad y no era ninguna broma. Mi hermano realmente estaba por tener su primera cita y no sería con su mejor amigo.

  Era motivo de festejo.

  Para despejarme un poco de mis tareas decidí ayudarlo a escoger su ropa. Estaba emocionada por el cambio que Scott se había propuesto en su nuevo año y era más alentador aún que lo estuviera logrando. Por otra parte, yo debía seguir sus pasos y también darme, al menos, una meta. Después de todo, tenía fe en que no sería algo imposible.

  [...]

  Mamá se había ido de guardia y yo me había quedado cuidando la casa. Scott ya se había ido con esa chica, Allison. Aún no la conocía, pero debía admitir que me moría de ganas por hacerlo. Al final de cuentas, era el motivo por el cual mi hermano había decidido comprarse ropa nueva, cosa que ni mi madre ni yo pudimos lograr en años.

  Estaba bastante relajada en el sofá cuando algo me incomodó. Tenía la ligera sensación de haber pasado por alto algo importante, haberlo olvidado...

  Abrí mis ojos y me tiré de panza en busca de mi teléfono. Cuando lo tuve entre mis manos marqué el número de mi jefe tan rápido como mis torpes dedos me lo permitieron.

  —Espero una buena excusa —se escuchaba la música de fondo—. Sé que tienes muchas cosas que hacer, pero esto es una responsabilidad y pierdo dinero.

  —Lo siento mucho, de verdad, te prometo que en una hora estoy ahí —prometí casi sin pensarlo. No podía perder ese trabajo, era lo único que tenía de medio tiempo que me ayudaba con mis ahorros lo suficiente.

  Oí su suspiro del otro lado y me puse nerviosa. Él me había ayudado demasiado, incluso cuando debía ir al colegio.

  —Está bien, solo una hora. Ni un minuto más —impuso y luego me colgó.

  Tiré el teléfono de nuevo en el sofá y corrí a mi habitación para arreglarme. Por suerte, me había duchado por la tarde así que no estaba tan mal y eso daría una buena impresión. Aparte de ser mesera, también debía dar una "buena imagen" y, con esas palabras, solo me refería a atraer hombres o a mujeres. Mientras mejor te presentabas más clientes venían; era así y no podía quejarme, al terminar las horas, era lo que me daba de comer.

  Cuando terminé de vestirme con un pantalón corto y una blusa de fiesta, me puse los zapatos. Estaba lista para salir de mi cuarto cuando escuché la puerta principal de la casa abrirse. Me quedé quieta en mi lugar esperando el "llegué" de mi madre o las pizadas apresuradas de mi hermano, pero no hubo nada más que silencio. Estaba segura que la puerta estaba cerrada lo suficientemente bien como para que el viento fuera capaz de abrirla.

  Algo andaba mal.

  Agarré el bate de béisbol que estaba junto a la puerta de mi cuarto con fuerza y di varios pasos tratando de no hacer demasiado ruido con los tacones. Nunca habia jugado béisbol y estaba segura de que mi madre y hermano tampoco, pero dolía bastante cuando te golpeaban con eso. Lo descubrí a los trece años, cuando, accidentalmente, mi hermano me confundió con un ladrón.

  Mi corazón estuvo a punto de explotar cuando oí algunos pasos cerca de la sala. Tragué grueso intentando sobrellevar la respiración pesada.

  ¿No podía ocurrir mientras estaba mi hermano en casa? me pregunté saliendo del cuarto, O bueno, alguien que de verdad fuera útil.

  Terminé de bajar las escaleras y caminé con cuidado hacia la entrada. No quería emitir ni un sonido, pero cuando vi a un hombre parado de espaldas en la entrada, gimotee y di un paso hacia atrás. Él se giró hacia mí y lo reconocí de inmediato.

  —Sé que nos metimos en tu propiedad, pero podrías dejarlo morir, ¿no? —solté mientras me acercaba a él—. Fuera de mi casa, acosador y posible asesino.

  Alcé el bate mientras era vista por sus divertidos ojos verdes. Parecía que no lo había espantado ni un poco. Como vi que no se movía ni decía una palabra, amagué con golpearlo, pero ni siquiera la expresión tranquila de su rostro de inmutó.

  —¿Acaso tengo que golpearte para que salgas de mi casa? —pregunté molesta—. Vete.

  —Le... Tú, ¿Dónde está tu hermano?

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