12 | MI MÁS HERMOSO AMOR

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Amelia camina por la acera de las calles de Dallas con el paraguas en sus manos. La lluvia empezó a caer más rápido de lo que pensó. Planea llegar a casa y descansar con es debido, en especial por la reunión aparatosa que tuvo con su familia. Se sintió extraño volver a ver a su padre, después de todo lo que pasó en 2019, sin embargo, le alegra en cierta parte que siga siendo el mismo egoísta y duro hombre que los crió.

Amelia entra al callejón, a punto de llegar a la puerta. Escucha un sonido, por lo que mira y no hay nadie. Quizás fue su imaginación, últimamente está desconcertada con todas las cosas de las que se ha enterado. Se gira, pero dos figuras varoniles se cruzan en su camino y le apuntan con armas, haciéndola retroceder.

Tira su paraguas al suelo cuando empiezan a disparar y se esconde detrás del bote de basura. Ella sabía que en algún momento vendrían por ella, no quedaron contentos con su ataque en el psiquiátrico, además de que La Encargada debió advertirles para que Cinco aceptara el contrato con apuro. Amelia aprovecha el momento donde recargan sus armas y le tira la tapa de la basura en la cara, saltando hacia ellos para pelear cuerpo contra cuerpo.

Quiso correr a la puerta y pedir ayuda, sin embargo, los suecos se cruzaron en su camino, listos para dispararle. Cuando la bala a está a punto de tocarla, sus ojos se ponen blancos y humo negro sale disparado hacia ellos, golpeándolos contra la pared. Amelia se sobresalta y mira sus manos, las cuales sale un leve color negro, sonríe orgullosa y alza la vista, sin encontrar a sus atacantes. Han escapado.

Se apresura en entrar al edificio e intenta encontrar a alguno de sus hermanos, sin embargo, no están. Se quita su chaqueta empapada y va a su habitación, cambiándose de ropa. Una vez terminó, se concentró con sus poderes, hasta que apareció frente a ella su libro de hechizos. Busca entre las páginas hasta encontrar el correcto, moviendo su mano para pronunciarlo.

Des enfers j'apporte ce que j'ai sauvé avec amour— Aparece una bola de negra la cual suelta una luz brillante y desaparece convirtiéndose en polvo. — ¡Calvin!

El perro ladra viniendo yendo hacia ella con felicidad, lamiendo su rostro.

—No sabes cuánto te extrañé. — dice sonriéndole. — ven, vamos a dormir.

Amelia se acuesta en la cama, tapándose con la cobija debido al frío, al igual que su mascota, quien se acurruca en sus pies. 

Pasa media hora donde no para de dar vueltas en la cama sin sueño, se imagina que es por la felicidad de haber recuperado las cosas que perdió. Una luz se hace presente en la habitación, mira un poco dándose cuenta que Cinco había llegado. Calvin reacciona y se tira encima de él.

— Mierda. — maldice cuando el perro comienza a lamer toda su cara.

— ¿Estás bien? — ella le pregunta, riéndose.

— Si no tuviera a un perro casi de mi tamaño encima mía, estuviese mejor. — contesta sarcástico. Se levanta limpiando su ropa. — espera... ¿Cómo es que el perro está...? ¿no lo habías...?

— Cinco, ya recuperé mis poderes.

— Eso es bueno, al menos algo mejor desde que estamos aquí. — le sonríe levemente— vine a buscar unas almohadas, dormiré en el sofá. Ahora la casa está llena así que se robaron mi habitación.

— ¿En el sofá?

— Sí. — afirma sin importancia.

— Vamos, no te hagas el idiota. Ven.

Amelia le da un espacio a su lado. Ambos son algo bajos, así que caben perfectamente en la cama. Cinco se quita la chaqueta y los zapatos, acostándose a su lado. Ambos se miran un rato, hasta que Número Ocho recuerda un detalle importante de su conversación que se le había pasado.

— Cinco, no quiero que te enojes pero... Tengo algo más qué decirte— empieza, un poco nerviosa.

— No me enojaré sino me desobedeciste.

— Puede que yo, accidentalmente, haya escuchado tu charla con La Encargada del trato y sobre mi muerte. Te prometo que no me volveré loca y tampoco te reclamaré— explica, hablando con lentitud. Lo que menos quiere es exagerar la situación.

— Ya sabía que estabas ahí.

— ¿Qué? — abre sus ojos un poco.

— Sabes pelear bien pero no eres muy ágil en cuestión de los escondites, además de que escucho tus sonidos de confusión a mil metros de distancia. A mí no me engañas.

— Entonces... ¿Matarás a la Junta Directiva? — quiso confirmar. Sabe que para Cinco no es nada difícil cumplir uno de esos trabajos, pero no le gusta que, después de todo lo que pasó, esté nuevamente dependiendo de la Comisión.

Él suspira. — voy a aceptar, Amelia... Realmente me gustaría tener más opciones pero es la única que tengo si quiero que volvamos a nuestra línea de tiempo y que estés bien.

— Dijiste que matar no te satisfacía.

— No lo hace, pero aveces tengo que hacer cosas de las cuales no estoy orgulloso. 

Él acerca su mano a su rostro, apartando un mechón de pelo que cubría sus ojos.

— Quiero protegerte y esta es la única forma, haciendo algo que no me gustaría hacer, pero sabiendo que es por algo que anhelo tener... 

Amelia le da una sonrisa melancólica y decide inclinarse a él, dándole un beso cariñoso. Posa sus labios sobre los suyos de forma delicada y los mueve lentamente. Sabe que no le gusta hacer esas cosas, pero él sacrifica todo por su familia y eso es lo que más le gusta de él. Cinco separa sus labios, manteniendo el agarre en el mentón de su pareja.

— Amelia, no sabes lo que estoy pensando... Pero prefiero esperar a que tengamos la misma edad — susurra.

— Sí, lo siento... — él le sonríe, girándose en el colchón, observando el techo. Amelia toca con la yema de sus dedos el hoyuelo que se forma en su mejilla junto con sus lunares, que opina que lo hacen ver más que adorable, aunque sea un asesino serial. — Oh... Los suecos me persiguieron hoy.

— ¿Qué? — arruga las cejas.

— Sí, estaba viniendo a casa y me tomaron por sorpresa, lo bueno es que gracias a ellos tengo mis poderes. — intenta tranquilizarlo.

— Debes tener más cuidado ¿y si no los hubieras recuperado? no estuvieses aquí conmigo. — advierte, algo preocupado.

— Casi lo olvido ¿puedo saber qué hablaste con papá? — interroga con interés. Reginald es tan infrecuente que Amelia esperaría cualquier cosa de él.

— Le pedí su ayuda, la cual no obtuve, sigue siendo el mismo egocéntrico que conocí. Sin embargo, me dió un par de consejos — ella se quedó mirándolo, queriendo saber más sobre aquella charla — todo puede cambiar en cuestión de segundos, un imperio puede ser atacado, puedes enamorarte... Debo viajar segundos, no décadas.

— Me parece un buen consejo, después de todo, eso es lo que te ha presentado dificultades todo este tiempo.

— Tampoco me ha presentado tantos problemas que digamos.

Niega, un tanto indignado, no obstante, se calla al darse cuenta que Amelia ya está dormida. No tarda mucho en escuchar su respiración lenta. Cinco suelta un suspiro, volteando a verla, tal vez para admirarla un poco mientras descansa.

Pasa sus dedos por sus brazos y sube la cobija hasta sus hombros, cubriéndola mejor del frío. Cinco es de las personas que hace lo que sea por los que ama, incluso daría su vida para salvar la de su amada, entre muchas otras cosas. Su persona especial tiene una faceta de él que quiere que sea exclusivamente para ella, pero al mismo tiempo, le da miedo lo que pueda causarle esa debilidad.

Sale de sus pensamientos cuando Amelia hace una mueca que le parece adorable, rascándose la nariz dormida, entrecierra sus labios rosados y delgados.

Cinco se incorpora en la cama, volviendo a vestirse. Hace nudos fuertes sus zapatos y se transporta de ahí, hasta su nuevo destino. Sube las escaleras del hotel hasta llegar al piso correcto, donde la mujer le abre, dándole una sonrisa engreída al darse cuenta de su presencia.

— Te estaba esperando, sabía que vendrías tarde o temprano. — dice La Encargada tomando un vaso con alcohol para después acostarse en la cama en medio del cuarto.

— Basta de rodeos— la calla— Entonces... Si mato a la Junta Directiva, me darás un maletín para volver con mi familia y no habrán Apocalipsis ni aquí ni en 2019. Además de eso me dirás quién asesina a Amelia y me ayudarás con mi cuerpo.

— Exactamente, Cinco.

Él traga en seco pensando, pero no lo hace mucho — acepto, con una condición... Vas a decirle a esos suecos que dejen de perseguirnos.

La Encargada vuelve a sonreír y saca un papel el cual le entrega. Él lo toma leyendo una dirección y teniendo un año en concreto. La mira por última vez y se transporta a la calle solitaria, listo para cumplir con su deber de sicario.

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