07 | ÉL ES MALO
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— Joven Amelia, te busca en la entrada de la academia un muchacho llamado Dylan, dice que es urgente —me anuncia Pogo llegando al cuarto
Amelia cierra su libro de hechizos con rapidez y se apresura en ir a la puerta principal. Su herida del otro día logró sanarse gracias a algunas cremas que usó, sin embargo, no iba a dejar pasarlo por una segunda vez y le pediría explicaciones a su pareja. Solo esperaba que alguno de sus hermanos no se diera cuenta de su presencia y notara que algo andaba mal, ya que probablemente vendrían problemas.
— Fui a tu apartamento, hoy tampoco estabas allí así que decidí venir, no estaba muy seguro de que estarías aquí pero no estoy sorprendido. Últimamente pasas más tiempo metida en esta academia que conmigo — dice serio, sin siquiera saludar.
—Ahora mismo estoy en algo importante junto con mi familia, necesito estar con ellos, no perdiendo mi tiempo contigo cuando ni siquiera sé por qué me tratas así. — responde segura, él frunce su ceño. Eso le había dolido bastante.
— ¿No tienes tiempo para mí pero sí para esos fenómenos que llamas tus hermanos?— ataca.
— Dylan, por favor, no hagas un escándalo justo aquí. Si ellos te escuchan, no dudarán en ve...
—¿Quieres saber por qué te trato así? — le interrumpe, tomándola del brazo con fuerza y aproximándose a su rostro para hablarle — podrás tener cara de ángel pero eres una completa amenaza ¿a quién quieres engañar? Por más buena persona que intentes ser, nunca lo lograrás. Acéptalo.
— Dylan, suéltame, por favor. Me lastimas. — intenta quitar su agarre.
— ¿No tengo razón? ¿por qué crees que ningún chico ha querido salir contigo? Los asustas por el simple hecho de ser un fenómeno como el resto de tu loca familia. Ahora entiendo por qué mis amigos me decían que me alejara de ti. Lo único que buscas es hacer daño. — Amelia lo mira con los ojos llorosos, sus palabras le dolían, pero tenía razón. — escucha bien, porque no lo volveré a repetir... El don que tienes no es una bendición, como muchos lo llaman. Es una maldición. Y al final terminarás haciéndole daño a todos. Incluso a los que amas.
—¿Qué no la escuchaste? —Cinco aparece en medio de ambos, empujando al chico con fuerza, alejándolo de ella— te dijo que la sueltes, imbécil. No vuelvas a tocarla.
—¿Y tu quién eres?
—Alguien no tan cobarde como tú para tratar así a una chica.
Dylan le mira fulminante y aprieta sus puños. Cinco se mantiene firme en frente de Amelia. Desde pequeños, él siempre había sido la persona que la defendía de lo que sea, por más mínima que fuera, si le causaba dolor a ella, él también lo sentía.
—Y ahora, ¿por qué no te vas de aquí? no quiero volver a verte cerca de ella y ya no es tu novia a partir de hoy, ¿me entiendes? ¿o en tu diminuta cabeza no cabe eso?
Dylan estaba por avanzar hacia él, sin embargo, Luther apareció, haciéndolo echar atrás. Obviamente le transmitía miedo debido a su altura y complexión. Allison también llegó, apoyando la situación.
—Mejor vete de aquí antes de que te echemos a patadas. No mereces a nuestra hermana— le dice Número Tres.
Dylan decide no decir o hacer más nada, simplemente le da una mirada llena de odio a Amelia y se retira hecho un cascarrabias, azotando la reja de la academia. Luther cierra la puerta, regresando al interior. Los tres miran a Amelia, esperando que dijese algo.
— Perdón, Amelia, tomamos una decisión en tu relación pero ese tipo es un loco. Lo lamen...
— Era lo mejor— interrumpe a su hermana, ella le sonríe levemente, feliz de que sepa que la mejor opción es apartarse de una persona así, de una vez por todas. — muchas gracias, de verdad.
Número Tres le da un abrazo reconfortante al igual que Número Uno y ambos se retiran para dejarla a solas con Cinco. Se quedan unos segundos en silencio, con la mirada del chico encima de ella, sabiendo que analizaba cada detalle en su cabeza.
—Él te hizo ese golpe ¿verdad? — no le responde, por lo que lo toma como un sí — ¿creíste que no me daría cuenta?
— Lo siento. — murmura apenada.
— No te disculpes, no tienes por qué. No conmigo. — Número Ocho alza sus ojos, viendo los suyos en ella. Su mirada era suave, con un toque de dulzura y lástima, pero no dejaba de verla de la manera tan profunda en que lo hacía— si alguna vez necesitas ayuda no dudes en pedírmela, Am. No sabes lo mucho que me importas.
— No quiero molestar, menos en estos momentos...
— Si alguna vez piensas que eres una molestia para mi, borra ese pensamiento de tu cabeza. Tú jamás lo serías. — Amelia sonríe muy poco. No se había dado cuenta hasta ese momento de lo mucho que extrañó su compañía.
Toma su mano, llevándola arriba inesperadamente. Al llegar al último piso de la academia, donde están sus habitaciones una frente a la otra, se dirigen a la del chico. Él no dice nada y se dedica a escribir en las paredes con tiza. Amelia no entiende lo que hace, eso no es lo suyo. Decide quedarse y se sienta, esperando que él le dijese algo.
Pasa su mirada por el cuarto, completamente igual a hace 17 años. Hasta que su vista cae en el maniquí. Abre los ojos al darse cuenta que le falta medio cuerpo y no tiene pelo. Lo más extraño que ha visto en mucho tiempo.
— ¿Puedo preguntar...? ¿Por qué tienes un maniquí que llevas a todas partes? — la curiosidad le gana.
—No es un simple maniquí... Se llama Dolores, es mi amiga desde que viajé al futuro, es muy importante—responde concentrado en sus cálculos — Me recuerda a ti. También le gusta la ropa de los ochenta y las lentejuelas.
Amelia ladea su cabeza totalmente confundida, preguntándose si tiene al maniquí porque tiene valor sentimental y le recuerda a ella o realmente está loco e imagina que es real. Opta por la primera opción para no creer que su mejor amigo realmente tiene un tornillo suelto. Evita soltar una risa por la situación pero vuelve a ser neutral cuando Cinco se acerca a ella.
—Hice estos cálculos para saber qué personas podrían ser las causantes del Apocalipsis, lo haré en la noche por lo que necesitaré tu ayuda con tu habilidad esa para hallar personas.
—¿Hablas de mi eco localización por la luna?... No la uso desde hace mucho tiempo, pero podría intentarlo.
— Antes te gustaba mucho ver lo que hacían las personas, durante la madrugada ¿hay alguna razón por la que lo dejaste? — cuestiona, buscando algo debajo de la cama.
Número Ocho no habla mucho del tema de sus poderes, ya que prefiere ignorar que los tiene, principalmente por las miles de razones que Dylan mencionó hoy. No se enorgullece de tenerlos. Sin embargo, Cinco es una persona de su entera confianza.
— Cuando desapareciste, papá me pidió durante varios años que te buscara, así que... Usaba mi eco localización. Obviamente nunca hubieron resultados positivos, por lo que siempre me repetía que no estaba dando todo de mi. Por eso lo olvidé cuando dejó de insistirme. También porque tenía miedo de encontrarte. No lo sé. Una parte de mí le daba miedo usarlos y de repente encontrarte. Era absurdo. — se sincera
— ¿Podrías dejar de mirarme así? —ella alza las cejas, sin entenderle.
—¿Así cómo?
— Con tus ojos grandes y redondos que tienen mucha intriga sobre lo que yo hago. No es que no me guste, simplemente me incomoda porque así es como me mirabas antes.
— Lo siento — mira a otra parte, un poco avergonzada— A mis ojos siempre le gustaban mirarte.
La puerta se abre, hallando a Luther, quien se echa para atrás al notar la presencia de su hermana en la habitación de Número Cinco.
— Perdón, volveré más tarde, lamento interrumpirlos— dice apenado.
—Descuida, puedes entrar. — accede Cinco, aún sin mirarlo, solo manteniendo sus ojos en Amelia. Claramente había escuchado lo que dijo al final de su conversación, pero no era el momento para hablar de eso.
—Oh, bien... —pasa al cuarto dejando la puerta abierta, observa todo el cuarto dándose cuenta de las paredes pintadas.— ¿qué pasó aquí?
—Es un mapa de probabilidad de personas que podrían ser las causantes del Apocalipsis, las reduje a cuatro— responde el chico, desviando su mirada al grandulón — cada evento sucede por algo, y lo más mínimo podría tener grandes efectos en la continuidad temporal, como el efecto mariposa. Lo único que debo hacer es encontrar a quien tenga mayor posibilidad de continuidad temporal y... Matarla.
—¿Dices que alguna de esas persona podría ser quien ocasiona el apocalipsis?
—Más específicamente: alguna de sus muertes podría evitarlo— analiza unos segundos — Creo que encontré algo más— Cinco vuelve a subirse en la cama y continúa con sus ecuaciones.
— ¿Milton Green? ¿quién es? ¿un terrorista o algo así? — pregunta Luther acercándose más a la pared
—Es un jardinero, creo.
Número Uno le mira inmediatamente, levemente espantado — oye, esto es una locura, digo... Espera ¿de dónde sacaste eso?
Amelia voltea a su izquierda, viendo a Cinco sacando un rifle. « ¿Qué diablos? »
— Era de papá. Creo que lo usó para matar a un rinoceronte, es casi el mismo modelo que utilizaba en mi trabajo. Es cómodo y confiable. — dice alistando el arma.
—Ese hombre es inocente.
—Es matemática básica. Su muerte podría salvar a miles de millones de vidas, y aún así, si no lo matase, moriría en cuatro días. El Apocalipsis no perdona a nadie.
—Nosotros no hacemos esto. No dejaré que lo hagas. — se niega Luther, girándose a su hermana — Amelia, ¿no le vas a decir algo? ¡está loco!
Cinco no la deja hablar cuando toma su mano para irse, sin embargo, Luther toma a Dolores, colgándola de la ventana. El chico le apunta con su arma.
—Suéltala— amenaza con voz dura.
— Es ella o el arma junto con Amelia. Sé cuánto te importa.
— Chicos, por favor.
El robusto suelta al maniquí, pero Número Cinco se teletransporta y la atrapa justo a tiempo. Luther toma el arma. Ambos se mantienen en su posición, analizando cómo mira al objeto, con temor a que le pasase algo. Al parecer, era más importante para él de lo que Amelia pensaba. Más allá de apreciación material.
—Sé que sigues siendo una buena persona o no te hubieras arriesgado tanto para venir a salvarnos a todos, pero ya no estás por tu cuenta.— recuerda el líder. Deja el rifle a un lado — debe haber una manera diferente para poder arreglar esto. Piensa. Eres el cerebro de la familia.
Cinco se mantiene en silencio unos segundos, hasta que tiene una idea desprevenida. — Hay una manera... Pero no sé si funcione.
— Hay que intentarlo, al menos — le anima Amelia, el chico asiente, dispuesto a hacerlo.
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Amelia descansa su mentón con la vista puesta en la ventana, admirando los gigantes campos y el hermoso cielo azul que hay en la carretera en la que está junto a Cinco y Luther. El plan del chico es usar a Cha-cha y Hazel como medios de comunicación para llegar a La Encargada ya que, según él, es la única persona que puede ayudarlos en esos momentos.
El coche se detiene, y se mantienen en su posición, mirando a no muy lejos de la carretera el auto de los asesinos con máscaras. Amelia suspira, se siente un poco nerviosa, pues Cinco les advirtió que no eran personas confiables.
— Nunca lo disfruté. —habla el chico, tomando la palabra y dejando desprevenidos a los demás — no disfrutaba matar. No voy a mentir, era bueno y me enorgullecía. Todos esos años solo... La soledad te hace volver loco.
—Tú te fuiste durante mucho tiempo, solo duré cuatro años en la luna y me bastaron. Estar solo te estropea...
Cinco suspira igual segundos después, listo mentalmente para empezar — andando.
Los tres se bajan del coche, quedándose en medio de la carretera uno al lado del otro.
—Esto va a funcionar, lo tengo por seguro, pero... ¿Qué pasaría si no? —pregunta la chica con curiosidad y miedo, observando de reojo el maletín falso lleno de herramientas.
—Bueno, si la Comisión se entera que perdieron el maletín será un gran problema para ellos sin contar que tendrán que quedarse aquí hasta que lo recuperen. Otra alternativa es que se enteren que ese no es su maletín, todavía estando nosotros aquí, y nos maten—ella traga en seco — es una broma... No te preocupes, no dejaré que te toquen.
Cinco camina, yéndose por la carretera. Luther se ríe en voz baja de forma interna, ganándose el ceño fruncido de la pequeña, sin entender por qué.
— Al menos tú le importas.
Esperan unos minutos a que su hermano hable con Cha-cha y Hazel. Al volver, se recuesta en el automóvil, indicando que la situación podría volverse algo demorada.
Pasa una media hora, donde esperan bajo el sol caliente de la tarde y el pavimento duro de concreto que expulsa calor. Amelia no quita la mirada de aquellas personas, pues ellos también se mantienen vigilándolos, murmurando entre sí y aveces gritándose. No confía en ellos. Cinco les dijo que dejasen sus armas, no obstante, debe estar alerta en caso de una mala jugada.
Un sonido dulce se oye a las lejanías, todos girándose por la calle, notando un carrito de helados que se acercaba. Los Hargreeves se sorprenden al darse cuenta que son Klaus y Diego, con Número Cuatro saludando alegremente una vez pasan a su lado.
—¡Es una trampa! — grita Cha-cha comenzando a disparar al carro que se aproxima hacia ellos.
Hazel toma un arma y dispara, Luther se pone al frente de sus hermanos. En un abrir y cerrar de ojos, la bala choca con el vidrio y Número Cinco desapareció. Los chicos atropellan a los asesinos y, de paso, se chocan contra su coche.
—¿Lo quieren? ¡vengan por él! — les grita Número Uno y tira el maletín lejos para ganar tiempo, volteando a ver a su hermana—quédate aquí, enciende el auto ¡rápido!
Amelia recibe las llaves y se sube al asiento del piloto, encendiéndolo de una vez. Espera a que todos estén arriba para arrancar a toda velocidad y huir de allí.
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