04 | DESDE NIÑOS

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— Cinco — Amelia apareció en la habitación de Número Cinco, limpiando sus manos en la falda del uniforme — Perdón, estaba ocupada ayudando a mamá con el almuerzo ¿Me necesitas para algo?

Tomó asiento a su lado, en la cama. Tenía la pierna cruzada por encima de su rodilla y se notaba pensativo. Número Ocho esperó unos segundos y le miró con gracia, sin entender por qué tanto silencio. Estaba por reclamarle, hasta que abrió la boca.

— Quiero decirte algo muy importante.— ella lo miró con atención, dispuesta a escucharle — Sé que crecimos juntos, y que nos educaron como si fuésemos hermanos de sangre pero últimamente me siento diferente, y yo... — cortó su oración, dudoso de decir algo incorrecto— no puedo decirlo.

— Solo hazlo— él subió su mirada a sus ojos, aquellos que siempre le miraban de la misma manera, esos que lo habían enamorado, sin intención de eso.

Cinco se inclinó hacia ella, dejando un casto beso en sus labios, solamente haciendo presión en ellos. Se sintió como una eternidad, a pesar de haber sido pocos segundos. Amelia se limitó a mantenerse quieta, confundida por esa acción, pero no lo apartó, solo cerró sus ojos hasta que él regresó a su lugar.

— Mmm — intentó buscar las palabras correctas, lo que menos quería era lastimarlo — te agradezco mucho por tu sinceridad, Cinco, en serio... Somos niños y... No creo que sea lo correcto, pero...

— Entiendo— le interrumpió, sin querer escuchar nada más. Su rostro reflejaba ansiedad, estrés y decepción, a pesar de que intentaba estar pacífico. Lo conoce tan bien como para saber que él era tan seguro de si mismo hasta el punto de pensar que algo llegaría a pasar con seguridad — olvídalo, fue error mío... Vámonos.

Se fue apenas escuchó la campana de su madre llamándolos para comer. Amelia quiso decir algo más, pero ya se había ido, y comprendía que quizás necesitaba tiempo para pensar. Después de todo, le había "rechazado", y eso es algo que hiere en profundidad.

Amelia pegó su vista al pedazo de carne en su plato como si fuese lo más interesante del mundo. Alzó su mirada hacia Número Cinco, sentado a su frente, quien jugaba con sus tenedores, sin indicios de hambre. Por lo general, se concentraba en comer, terminaba con rapidez y subía nuevamente a su habitación para continuar con cualquier tontería nerd que se le ocurriera, pero esa vez no tenía prisa en irse. Por lo menos no en ese tiempo.

Un estruendo la sobresaltó al igual que a sus hermanos, sacándola de sus pensamientos. Cinco había clavado el cuchillo en la mesa, con aspecto serio.

— Tengo una pregunta.

— El conocimiento es una meta admirable, Número Cinco, pero sabes que está prohibido hablar durante la comida. Interrumpes a Her Carlson. — le negó la palabra, sin embargo, hizo caso omiso.

— Quiero viajar en el tiempo.

— No.

— Estoy listo. Practiqué los saltos espaciales, como me dijiste. — usó sus poderes, apareciendo al lado de su padre — ¿lo ves?

— Un salto espacial es insignificante comparado con las incógnitas del viaje en el tiempo. Uno es como deslizarse por el hielo, el otro es como descender a ciegas a las profundidades del agua helada y reaparecer como una bellota.

— No lo entiendo.

— Y por eso que no estás listo.

Cinco miró a Vanya, y ella le negó. Además de Amelia, ella era una de las hermanas que más tenía aprecio.

— No tengo miedo. — siguió insistiendo.

— No es el caso. Los efectos que tendría en tu cuerpo y mente son impredecibles. Escucha, te prohíbo que vuelvas a hablar sobre esto. — habló Reginald con mano dura.

Todos conocían muy bien a Cinco, y sabían que jamás escuchaba las opiniones de los demás. Incluso si eran para su propio bien. Es por eso que se dió la vuelta y escapó de casa. Una parte de Amelia le decía que fuese detrás de él, pero no era la mejor opción, así que se quedó y estuvo 17 años sin ver a su mejor amigo.

(—☪️—)

Amelia camina por la calle con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, intentando llegar a la academia lo más rápido que podía al enterarse que habría una reunión familiar. No ha visto Cinco desde la mañana en que se fue, quizás está ocupado haciendo lo suyo, metido en su problema de salvar a la humanidad del fin del mundo. No es que ella no le crea acerca del apocalipsis, pero no sabe si él realmente está en sus casillas para poder decir cosas así.

Entra a la academia una vez llega y se dirige directamente a la sala donde se encuentran todos, excepto su mejor amigo. Decide no interrumpir la habladuría y se posiciona al lado de Klaus, encontrando un televisor que repetía una y otra vez la misma escena: su madre, una taza de té y su padre agonizando en su cama.

—Mamá no pudo haberlo hecho.

—No estuviste durante muchísimo tiempo, Vanya. Quizás Grace cambió en estos tiempos que no estuvimos. Sola, en esta gigantesca casa, debió volverse loca.

— Esperen ¿creen que mamá envenenó a papá? — preguntó Amelia sin poder creérselo, llamando la atención de sus hermanos, dándose cuenta que estaba ahí — ¿Qué no se supone que fue un infarto común y corriente?

—Sí, pero Luther cree lo contrario. Si hubiese sido envenenado, habría aparecido en el informe forense y nos lo hubiera informado el médico, ¿no crees? —cuestiona Diego con lógica.

—No necesito un informe forense cuando lo estoy viendo con mis propios ojos. Claramente le hizo algo.¿Qué más pruebas necesitan para darse cuenta? ¿Eh? — se opone Número Uno.

—Quizás la baja gravedad del espacio te arruinó la vista— Número Dos se acerca a la pantalla, señalando un punto específico — justo ahí sale mamá con el monóculo, ella se levanta y se lo quita. No lo envenenó, tal vez lo cogió para limpiarlo o algo así.

—¿Entonces dónde está el monóculo? registré toda la casa, incluso las cosas de mamá y no lo tiene.

Diego se cruza de brazos y nos mira a todos. —puede que me lo haya llevado después del funeral, pero lo deseché. Sabía que si se lo descubrías a mamá, te volverías loco, Luther, como lo estás haciendo ahora.

Diego se puso en posición de pelea cuando el Número Uno se acercó a él muy enojado. Vanya se puso en medio, tomando la palabra —Oigan, sé que papá no era del todo un libro abierto y nos ocultó muchas cosas... Pero sí recuerdo algo que dijo: mamá fue diseñada para cuidarnos a todos, como una madre, pero también para protegernos en caso de algún peligro.

—Entonces si su hardware está dañado... Tenemos que apagarla.

— Oye, oye, espera un segundo. No se trata de una aspiradora que puedes apagar y encender cuando quieras. Ella tiene sentimientos y es la que nos cuidó desde pequeños, no puedes hacer algo así — Diego salta en defensa.

— Ella no hizo nada cuando papá se moría, es un claro ejemplo de que está averiada si no detectó su muerte como algo malo.

—Estoy con Luther— apoya Allison.

—Qué sorpresa.

— Cierra la boca— le calla.

Todos miran a Vanya, que no sabe qué decir, pero al final apoya a Diego.

— ¿Klaus? — buscan su opinión.

—Ah, ahora sí me necesitan, pero antes decían "no, Klaus, entra a la furgoneta, no, no, sal, es mucho mejor"— nadie entendió sus palabras— ¡en fin! Estoy con Diego porque al carajo contigo, Luther. Y si Ben estuviese aquí, opinaría lo mismo.

—Yo también estoy con Diego, Luther. Mamá no merece ser apagada así como así, tal vez haya una explicación para todo esto que debemos averiguar y... Sinceramente, me parece muy cruel lo que quieren hacerle — habla Número Ocho, un poco desanimada por su decisión. Ella ama mucho a su madre, siempre cocinaban juntas y fue quien le enseñó los quehaceres básicos de pequeña.

— El voto de Cinco no servirá para nada, pero si quieren esperarlo, allá ustedes.— es lo último que dice Diego, dando por finalizada la conversación.

Todos se retiran de la sala, uno a uno. Amelia suspira profundamente y decide irse a trabajar, no sin antes darse cuenta de Diego y su madre, quien al parecer había escuchado todo, sin embargo, se notaba muy distraída como para saber de qué hablaban. No podía evitar pensar si había tomado la decisión correcta o una vez más se dejó llevar por sus sentimientos.

Al llegar a Griddy's, encuentra autos de mecánica y uno de policial estacionados afuera. Frunce su ceño y camina con rapidez al interior, sorprendiéndose al ver algo de desorden, lámparas rotas y mesas destruidas que estaban siendo arregladas.

— ¿Señora Agnes? ¿Qué sucedió? — le preguntó asustada, pensando lo peor. Acercándose a ella en la barra. — ¿intentaron robarle? ¿Está bien?

— No te preocupes, Amelia. Lo que sucedió fue una locura. Cuando te fuiste, unos hombres entraron armados y empezaron a dispararse entre sí. Me pude esconder en la oficina. Cuando salí, estaban todos muertos. — La chica se tapa la boca, impactada.

— No puede ser... Es horrible ¿está segura que no le pasó nada?

— Agradezco tu preocupación, pero estoy bien. Por suerte tú no estabas y pudiste salir temprano. — le acaricia las manos para tranquilizarla —Descansa un rato. Ya casi terminan con el mantenimiento, abriremos para el almuerzo.

— ¿Amelia Hargreeves? — escucha detrás suya, se gira encontrando a una policía, quien le enseña su placa — detective Eudora Patch ¿puedo hacerte unas preguntas sobre lo sucedido en el tiroteo?

Número Ocho asintió sin problemas. Ambas se dirigieron a una mesa alejada de la gente y tomaron asiento para hacer el pequeño interrogatorio.

— ¿Desde hace cuánto trabajas aquí?

— Hace varios años. La señora Agnes me contrató.

— ¿Siempre tienes el mismo horario? — le asiente — ¿no habías notado nada extraño anteriormente? ¿Alguien comportándose de manera extraña o personas nuevas llegando a la cafetería?

— La mayoría de personas que nos visitan son gente muy trabajadora y humilde, nunca se comportaron de forma rara. No tanto como para ocasionar un tiroteo.

— La señora Agnes me comentó que tú fuiste la que atendió a los últimos clientes esa noche, un hombre y un niño ¿los reconoces? ¿Son clientes frecuentes, quizás? — Amelia traga en seco. No quiere meter en problemas a Cinco, y también porque no entiende qué tendría que ver con este hecho. Por lo tanto, niega con su cabeza, negando conocerlo — Eres hermana de Diego ¿no es cierto?

— Sí ¿sabe quién es? — alza las cejas.

— Somos conocidos. — le sonríe un poco. Se levanta y Amelia hace lo mismo— gracias por tu sinceridad. Si vuelve a suceder algo o notas una actitud rara de alguien, no dudes en llamar.

— Muchas gracias.

La detective se da la vuelta, yéndose de una vez. Amelia suspira, soltando el aire en sus pulmones. Definitivamente no entiende nada de lo que está pasando. Decide irse y ayudar a arreglar el local para volver a abrir lo más rápido posible.

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