03 | EL CHICO Y EL DIABLO

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Era una noche más en Griddy's. El turno de esa hora siempre era tranquilo, llegaban muy pocas personas a comprar, y es por eso que Amelia se entretenía limpiando algunos muebles para el día siguiente de trabajo. Enciende la máquina de las donas después de calcular la temperatura correcta a la que debe estar.

Saca su teléfono de la falda del uniforme rosa una vez que suena indicando una nueva notificación. Un mensaje de Allison pidiendo un desayuno juntas, invitación que niega al tener trabajo temprano. Suspira vigilando las donas calentándose dentro del horno, y se dispone a esperar para sacarlas.

—Amelia. —le llama la señora Agnes, asomándose por la puerta con una sonrisa dulce— llegaron dos nuevos clientes, ¿podrías atenderlos mientras que sigo con esto? me están llamando y no quiero hacerlos esperar. Puedo encargarme del horno unos minutos.

—Sí, claro, no se preocupe. Hable tranquila. —acepta sin problema.

—Gracias, cariño.

La señora Agnes es un amor de persona, le ha tomado aprecio. Aveces le presta dinero para pagar la renta porque sabe que todo el trabajo que Amelia realiza no es suficiente, solo lo necesario para vivir.

—Hola, bienvenidos, ¿qué van a querer? — pregunta amable al llegar al frente de los comensales y quita su sonrisa al ver a Cinco sentado al lado del hombre—¿qué haces aquí?

—No sabía que trabajabas aquí— murmura, dándole un vistazo a su uniforme, hecho que la hace sentir observada de más y decide ignorarlo.

—¿Qué quiere, señor? — desvía su mirada al hombre para atenderlo primero.

— Una dona de chocolate, por favor.

Vuelve a mirar a Cinco, quien le da una sonrisa, comprendiendo lo que desea. Se da la vuelta a la vitrina para tomar una dona y se la sirve al hombre en un pequeño plato. Se ocupa con el café de Cinco, con azúcar, así como le gusta. Siente la mirada del chico en su espalda, hasta que vuelve a él, dándole su bebida.

—Yo invito al chico— habla el señor, pagándole el dinero correspondiente.

Amelia se retira para ver cómo va Agnes, oyendo cómo los dos hablan, sin prestarles mucha atención. Al ver que todo está bien con el horno, regresa a recepción, encontrando solo a Cinco, el hombre ya se había ido. Mira el reloj de la pared, dándose cuenta que su turno ya había acabado, pero irse la haría parecer grosera. Una de las tantas cosas que ella no es.

—¿Por qué trabajas aquí? ¿Por qué no te fuiste con alguno de los chicos?— interrogó, sin entender del todo su historia. Desde pequeña, ella había sido una de las más dependientes de sus hermanos, era temerosa y no hacía nada sola. Es por eso que él siempre estaba ahí para ella.

—No quería ser más una carga para ellos. Tuve que aprender a controlar mis poderes por mí misma cuando me fuí. Fue difícil pero pude lograrlo. — respondió, acomodando con delicadeza las servilletas.

— No debió haber sido fácil... Contando el hecho de que tienes esa clase de poderes que podrías destruir el mundo —Amelia quitó la mirada de la barra y la llevó hacia él.

—Pude sobrellevar todo cuando te fuiste— Cinco bajó la mirada a su café, sintiéndose aún más arrepentido. Lo había estado durante 45 años, pero que ella se lo dijera directamente, le rompe aún más el alma.

Amelia recoge su taza una vez termina su bebida. Le deja una nota a Agnes indicándole las tareas que había realizado y toma su bolso y chaqueta que cuelgan en un costado de la vitrina. Iba a salir, sin embargo, se dió la vuelta, encontrándose nuevamente con los ojos de Cinco encima suya.

— No creas que tengo algún tipo de rencor contigo. Sigues siendo alguien muy especial para mi, y nada podría cambiar eso — aclara, él asiente levemente y, con una pequeña sonrisa, Amelia sale de Griddy's.

Desde pequeño, Cinco le demostró que es más que un egocéntrico ignorante. En realidad solo busca proteger a las personas que ama, y eso es algo que admira de él, a pesar de que sus hermanos no logren darse cuenta de ello. Por ello no hay manera de que logre juzgarlo, a pesar de todo, ella siempre fue la única persona que logró conocerlo realmente, y sería egoísta sentir algún tipo de sentimiento negativo hacia él.

Amelia subió las escaleras de su edificio una vez llegó a casa. Calmó sus pasos al ver una nota pegada en la puerta de Dylan, su pareja. Al parecer estuvo esperándola. Ha estado actuando raro, sin embargo, no ha logrado prestarle mucha atención después de todo lo que ha pasado con los Hargreeves.

De un momento a otro, escucha a Calvin ladrando, por lo que se apresura en abrir la puerta y pasa al interior del apartamento, encontrando a Cinco sentado en el sofá de la sala mientras el perro le gruñe y ladra desde lejos.

—No pensé que tuvieras un perro, especialmente uno tan salvaje. Siempre opiné que eras más de gatos o conejos por tu forma tan tranquila y dulce de ser —dice Cinco desde su lugar, con aire calmado.

—¿Cómo llegaste aquí?— pregunta extrañada, acariciando a Calvin para calmarlo y hacerle saber que no hay problema.

— Te seguí, tu casa no está tan lejos de Griddy's. A propósito, te sugiero que cierres las ventanas. Igual que Vanya. Los violadores trepan. — Amelia frunce su ceño, dejando su chaqueta a un lado.

—¿Eso es sangre? — señala el cuello de su camisa, que está un poco manchada por el líquido. También nota un poco en su brazo derecho.

—Vanya me ha curado... Ignora eso, he venido a hablar. — la castaña asiente y toma asiento en el sofá frente a él, pero no podía concentrarse con la sangre en su vestimenta. Cinco suspira. — te dije que no te preocuparas.

— Trabajo de niñera, a cada rato tengo que estar lidiando con niños lastimados por caídas o golpes, además, si no lo fuera, no sería una buena niñera — sonríe un poco, y suelta el aire en sus pulmones, dispuesta a escucharlo —¿y? ¿qué me vas a contar?

Cinco se mantiene callado unos segundos, pensando en las palabras correctas.

— Estoy aquí porque eres la única persona en la que confío plenamente, y, bueno, quizás también un poco en Vanya — Amelia asiente lentamente, sin imaginar el tema al que podría referirse— ¿Sabes qué encontré cuando viajé al futuro? nada, absolutamente nada. En ocho días el mundo se acabará. Encontré la fecha en la que sucede y por eso volví para detener a lo que sea que es lo que lo ocasiona.

— ¿De qué hablas? — murmuró impactada, un poco rara, pero Cinco no es de jugar. — Espera, papá siempre decía que nos preparaba para algo más grande... ¿Cómo pudo acabarse el mundo? ¿Dónde estábamos nosotros?

— Muertos, con la academia hecha pedazos... — Aún recuerda ese sentimiento de temor, al verlos sin vida, sus manos temblaron y no podía respirar. Esa imagen quedó en su cabeza y no pudo borrarla ni en los casi cincuenta años que estuvo atrapado.

Amelia notó su tristeza. Quizás irse lo había afectado más de lo que pensaba.

— Eso pasó porque yo no estaba para advertirles, pero ahora que lo estoy, las cosas pueden ser diferentes... pero necesito saber, si en algún momento te necesito, tú estarás ahí. — la miró a los ojos, ella sólo asintió, con miles de dudas, pero siempre confiando en él — bien.

Calvin aparece nuevamente, acercándose al chico, oliendo su uniforme y molestándole. Cinco no es fanático de las mascotas, a duras penas puede cuidarse a sí mismo. Aprovechando el momento, Amelia se dirige a su habitación, buscando unas mantas. Sabe que tiene la academia y puede quedarse allá, pero quizás no quiere estar solo en esos momentos.

—¿Quién es él? — Cinco le pregunta, mostrándole el cuadro que estaba analizando en la sala.

— Mi pareja, Dylan. Trabaja en una empresa audiovisual. Estamos juntos hace unos dos años. — Cinco ladea la cabeza pensativo. No le da buena espina, él es muy bueno sabiendo las intenciones de la gente con sólo verlas.

—No se ve muy agradable... —susurra dejando el cuadro en su lugar, volteando a verla — solo necesito saber si es bueno contigo.

— Sí, no te preocupes. —Sí es cierto que Dylan ha estado distanciado de ella y ha sido un poco atacante verbalmente en los últimos días, no sabe exactamente la razón, pero, dentro de lo que cabe, está siendo un novio aceptable —Supongo que no saldrás más por ahora así que... No tengo habitación de invitados pero ¿por qué no duermes en el sillón? te puedo ofrecer esto y una taza de café por la mañana.

—Me parece aceptable. — acepta sin problema metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón corto—supongo que te veré mañana entonces.

—Sí, necesito dormir, estoy algo cansada. Tú también deberías. — se despide yendo al cuarto, toma la manija de la puerta y ve por última vez a Cinco— Buenas noches.

—Buenas noches. — Amelia le sonríe y cierra la puerta.

Semanas antes.

El reloj tocó las tres de la mañana. Nuestros padres siempre nos han contado la misma historia: esa hora es la perfecta para que los demonios salgan en busca de nuevas almas, o simplemente asustar a cualquier niño escurridizo que no quiera dormir.

Era una noche lluviosa, Amelia y Dylan dormían como siempre. Pocas veces se quedaba con ella, ya que su trabajo estaba cerca a su hogar, pero pasaron tiempo de calidad juntos viendo una película y se quedó a dormir. Y, por alguna razón extraña, casi nunca podía conciliar correctamente el sueño. Sentía que algo lo observaba, o más bien... Alguien.

Dió otra vuelta en la cama, rascándose los ojos, y decidió levantarse por un vaso de leche. Llegó a la cocina y se sirvió bastante cantidad, probando si era lo suficiente para poder descansar de una vez por todas. Sintió la brisa fría chocar con su espalda y una sensación extraña. Miró a la sala, la lámpara parpadeó unos segundos, hasta que dejó de hacerlo, y giró su vista al pasillo, llevándose un pequeño susto.

— Ah, eres tú... ¿Todo bien? — se tranquilizó un poco al ver a Amelia en la entrada del baño. Al parecer lo ignoró y caminó a paso lento hasta la habitación nuevamente, desapareciendo de su vista. Él sólo frunció su ceño sin entender.

Dylan terminó su vaso de leche y volvió al cuarto, viendo a Amelia dormida en la cama. Se arropó con las sábanas, sin embargo, aquella certeza de que algo pasaba no desaparecía, lo cual le impedía cerrar los ojos tranquilamente.

Suspiró, descansando su cabeza en su brazo, hasta que cayó en cuenta de una figura detrás de la puerta. Se quedó quieto, confundido, al notar que era Amelia, o bueno, lo parecía. Giró su vista a su lado, viéndola dormida, sabiendo que no era ella. Hecho que lo espantó. Cuando quiso volver sus ojos, ahora estaba frente a él, con piel pálida y cabello muy oscuro. Le hizo una seña de silencio con una sonrisa y sus ojos se volvieron blancos, con el humo negro rodeando su cabeza.

Desde esa noche, Dylan confirmó que estaba durmiendo con el diablo.

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