02 | VERTE OTRA VEZ
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Amelia se detuvo abruptamente cuando su escritorio tembló, sus accesorios volaron hacia las paredes y una luz azul cegadora entró por la ventana. Permaneció quieta, pensando, sabiendo que conocía ese color azul perfectamente, era el mismo que la deslumbraba cada vez que aparecía de repente en su habitación y la hacía querer vomitar.
Fue tanto su asombro que no se dió cuenta en qué momento volvió a desaparecer, decidió salir e investigar con sus hermanos qué había pasado. Bajó las escaleras principales, escuchando sus voces que hablaban al unisono. Al parecer, había pasado algo. Cruzó por la biblioteca y paró en seco al encontrarlos de frente, sin embargo, no estaban solos.
Cinco estaba con ellos, con los demás persiguiéndolo, haciéndole preguntas.
Inmediatamente todos guardaron silencio, mirándose entre sí, esperando que dijeran algo. Amelia trataba de procesar si realmente eso estaba pasando o simplemente era su cabeza jugando con ella, en shock.
— Esperaremos en la cocina— Allison rompió el silencio, siendo seguida por el resto. Para nadie era un secreto que entre Cinco y Amelia había algo más, pero jamás lo aceptaron. O al menos ella nunca lo hizo.
En ningún momento Cinco le quitó los ojos de encima. Lucía exactamente igual a aquella vez que la vió en el futuro, con la academia destruida, pero estaba viva. Y eso lo hacía sentir vivo a él.
— Am. — murmuró, acercándose con lentitud. Le daba miedo asustarla y que se fuera. Él entendía que quizás puede estar molesta con él, después de todo el desastre que pasaron — lo siento.
Amelia lo ignoró, lo que menos le importaba era que le pidiese perdón. Se supone que debía ser al revés. Ella se sentía culpable por su desaparición. Simplemente se aproximó a él y le dió un abrazo que tardó en corresponder, pero era porque se le hacía complicado pensar en volver a verla.
— Creí que no volvería a verte, incluso llegué a pensar que estabas... — sacudió su cabeza dejando de lado esos pensamientos y lo miró con atención, cayendo en cuenta de su cambio físico — ¿Qué te pasó?
— Es una larga historia. — suspiró, pasando su mirada con lentitud en ella. — tú estás muy... diferente.
— Bueno, más que tú sí. — él puso los ojos en blanco con una sonrisa leve.
— Sigues siendo igual — Amelia bajó la mirada con timidez. Cinco suspiró profundo para hablar, ella levantó la vista a él, sabiendo que quería decirle algo importante. Siempre lo es. — perdóname, desaparecí cuando más me necesitabas.
— No te culpo por eso... Pensé que habías decidido irte por mi. Te lastimé, que no querías saber nada de mi nunca más y eso fue lo que te impulsó a tomar esa decisión. — murmuró un poco desanimada.
— Créeme que en ningún momento dejé de pensar en ti. — confesó en voz baja, con sus ojos puestos en los suyos, los cuales brillaron al oírlo.
Amelia sonrió un poco— yo tampoco.
— No volveré a irme. — asiente, convencida de su promesa. Él posicionó su mano en su hombro levemente, guiándola — ven aquí.
No se sentía satisfecho con lo poco que le dijo a Amelia, quería explicarle cada detalle de lo que pasó, pero ella no es muy curiosa que digamos, así que iba a darle las suficientes respuestas a su familia, ellos querían saberlo todo. Si Amelia no iba a preguntarle, por lo menos escucharía lo que él le diría a sus hermanos.
Una vez llegaron a la cocina, la dejó sentarse en la primera fila de la mesa. Todos se miraron entre sí, Allison con una mirada cómplice y divertida hacia su hermana y el resto confundidos o emocionados (el único emocionado era Klaus). Inmediatamente, Cinco empezó a prepararse un sándwich. Los viajes en el tiempo le abrían el apetito.
— ¿Qué fecha es hoy? — cuestionó, decidido a empezar una conversación.
— 24 de marzo — respondió Vanya.
— ¿Vamos a hablar sobre lo que pasó? — inquirió Luther, viéndolo más concentrado en hacer su comida que otra cosa— han pasado 17 años.
— Pasó mucho más tiempo que eso— corrigió, transportándose para tomar un ingrediente que le faltaba.
— ¿A dónde fuiste? — siguió Diego.
— Al futuro, y es una mierda, por cierto. — Klaus apoyó la idea de Cinco con un "se los dije" — debí hacerle caso al viejo... Ya saben, viajar en el espacio es una cosa, pero viajar en el tiempo es una lotería— alzó la vista— linda falda.
— Danke — agradeció Número Cuatro.
— Espera ¿Cómo volviste? — Vanya ignoró el alago.
— Al final tuve que proyectar mi consciencia hacia una versión suspendida y en estado cuántico de mi mismo que existe en cada posible instancia de tiempo— respondió con facilidad, ante la mirada confusa de todos, sin entenderle ni una palabra. Ni siquiera Amelia pudo hacerlo, teniendo en cuenta que, de pequeños, a cada rato decía cosas así. Se supone que debe estar acostumbrada.
— Eso no tiene sentido...
— Si fueses más listo, lo tendría.
Luther detuvo a Diego, molesto por su ego. — ¿cuánto tiempo estuviste allí?
— Cuarenta y Cinco años, más o menos.
— ¿Tienes 58?— Número Ocho abrió los ojos como platos, sorprendida.
— No, mi consciencia tiene 58. Mi cuerpo, al parecer, tiene 13 otra vez.— corrigió, comiendo su sándwich con completa tranquilidad, mientras sus hermanos estaban más que impactados— Delores insistía en que la ecuación estaba mal. Ahora debe estar riéndose.
《 ¿Delores? 》 pensó Amelia.
— Me perdí el funeral — dice con el periódico en mano.
— ¿Cómo sabes eso?
— ¿Qué parte de viajar en el tiempo no entendiste? — respondió obvio— un infarto ¿eh?
— Sí/no— discutieron Número Uno y Dos
—Veo que todo sigue igual.— los dejó, caminando hacia la salida de la cocina.
— ¿Ya está? ¿Es todo lo que dirás? — reclamó Allison.
— ¿Qué más quieres que diga? Así es la vida.
Amelia no entendía nada. Ayer estaba de lo más tranquila en su apartamento, comiendo de su cena favorita, y al día siguiente está reunida con su vieja familia para el funeral de su padre, hablando con su ex mejor amigo, quien no había visto en más de 17 años y volvió a aparecer como la última vez que lo vió.
Se hizo de tarde, la lluvia no tardó en aparecer. La familia Hargreeves se reunió en el patio, listos para velar a su padre. Amelia miró hacia arriba, notando las nubes oscuras que escondían el sol. Amaba la lluvia. De pequeña, se la pasaba horas jugando con los charcos de agua, aunque mamá la regañaba por eso.
Se giró a su derecha, sintiendo una presencia. Cinco tenía los ojos puestos en ella con una expresión neutral. Ella parpadeó un poco incómoda ¿acaso tenía algo en la cara?
— ¿Qué sucede? — murmuró insegura, él no dijo nada durante unos segundos y miró a otro lado, dejándola con intriga y nerviosismo. Una respuesta habría sido mejor para no hacerla sentir así.
— ¿Pasó algo malo? — la pregunta de mamá la sacó de sus pensamientos.
— ¿No recuerdas? Papá murió. — dijo Allison extrañada — ¿mamá está bien?
— Sí, sí, no te preocupes, solo le hace falta... carga. — responde Diego.
— Cuando estés listo, muchacho. — dió permiso, Pogo.
Luther esperó unos segundos antes de voltear las cenizas de su padre, las cuales cayeron a la tierra sin más.— Hubiese sido mejor con viento.
— ¿Alguno desea decir unas palabras? — la familia se quedó en silencio, dando a entender un rotundo no. El chimpancé suspiró dispuesto a hablar. — en todo sentido, Sir Reginald Hargreeves me convirtió en lo que soy ahora. Solo por eso, mantendré siempre una gran deuda con él. Era mi amo y también mi gran amigo. Lo voy a echar mucho de menos... Con su partida deja un complicado legado...
— Era un monstruo — el moreno interrumpió — una mala persona y un peor padre. El mundo está mejor sin él.
— Diego.
— Mi nombre es Número Dos ¿Sabes por qué? Porque nuestro padre no se molestó en ponernos nombres reales. Mamá tuvo que hacerlo.
— ¿Quieren algo de comer? — cuestionó la mujer con una sonrisa.
— No, está bien, mamá.
— Si quieren presentar sus respetos hacia él, háganlo, pero reconozcan la clase de persona que era— siguió Diego.
— Deja de hablar ya.— le calló el líder.
— Tú más que nadie deberías estar de mi lado, Número Uno ¿Después de todo lo que hizo? Tuvo que enviarte a un millón de kilómetros de aquí, todo porque no soportaba el hecho de verte.
Ambos empezaron una pelea a golpes. Pogo se retiró, sin soportar la actitud de ambos. Cinco hizo lo mismo. Realmente le importaba poco los problemas que hubieran además de los suyos propios. Tenía cosas más importantes qué hacer. De pronto, en un mal movimiento, Luther golpeó la estatua de Ben, la cual cayó en el suelo, partiendo su cabeza.
Amelia se acercó, un poco preocupada. Esa estatua era lo único de su físico que tenía para recordarlo, y había llegado a tomarle valor sentimental. De pequeña, al morir, se sentaba ahí en las tardes, a leer libros, sus favoritos, y podía sonar extraño, pero siempre sentía su compañía. Incluso cuando no lo necesitaba.
La pelea acabó cuando Diego lanzó su cuchillo, lastimando a Luther, quien, se fue con una actitud extrañada. Amelia no dudó en ir con Número Dos, mirándolo con seriedad.
— ¿Qué? — dice, ella en total silencio. Rueda los ojos al darse cuenta de el por qué de su molestia. La estatua.— lo siento, no era mi intención.
— Espero estés feliz.
Número Ocho se dió la vuelta y se fue. Diego sabía que cualquier cosa que tuviese que ver con Ben era muy preciado para Amelia, y se sentía mal por herirla. En realidad, era la única persona con la que sentía la necesidad de disculparse.
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