𝘀𝗲𝘃𝗲𝗻. 𝒦iss

⌈𝕿𝖍𝖊 𝕱𝖎𝖗𝖘𝖙 𝕮𝖍𝖎𝖒𝖊𝖗𝖆⌋

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  𝓐𝒅𝒅𝒊𝒔𝒐𝒏 𝒜𝒓𝒈𝒆𝒏𝒕 :

  —¿Addison? ¿Addison, me escuchas?

  Parpadee varias veces como si acabara de despertar de un sueño profundo, aunque lo cierto era que no podía dejar de pensar en lo que me había ocurrido la noche anterior.

  Volteé la cabeza en dirección a Lydia y noté una leve expresión de confusión en su rostro. Durante el día, también había observado que parecía distraída. Me atrevería a decir que su actitud se tornaba tensa y cautelosa cuando estaba cerca de mí. Por la mañana, al llegar a la preparatoria, la encontré sentada en su auto, incapaz de apartar las manos del volante o moverse, como si estuviera sumida en un trance. Por supuesto, me acerqué a ella y le pregunté si algo le sucedía, incluso mencioné si se debía a alguna especie de presentimiento Banshee. Ella lo negó y continuó actuando como si nada ocurriera, aunque era casi imposible fingirlo conmigo.

  Miré al frente y me encontré con que ya habíamos llegado a casa de Scott. Desde que me subí al auto de Lydia, no tuve noción del tiempo en lo absoluto. No tenía ánimos de ir, pero Scott y Stiles insistieron para que todos leyeramos el libro de «Los Doctores del Miedo», aunque noté una mayor preocupación en la mirada de mi mejor amigo. No pude resistirme, y sabía que no me dejaría estar sola en mi casa de todos modos.

  Suspiré antes de devolver la mirada a Lydia.

  —No pude dormir en toda la noche —confesé sin más. Los ojos de Lydia me observaron con curiosidad mientras yo buscaba la forma de hablar sin que la voz me fallara—. Vi a Allison.

  Lydia se giró por completo en mi dirección.

  —Espera, ¿qué?

  —No preguntes el porqué, porque no tengo la menor idea, pero la ví. —Señalé al frente, recordando lo que había pasado—. Estaba de pie en medio de la carretera. Vestía la misma ropa que aquella noche. No sé si fue así, pero creo haberla visto con el carcaj y el arco también. Se veía asustada..., desorientada.

  Contuve la respiración mientras me decidía en si decirle con quién estaba o quedarme callada; sin embargo, sabía que era incapaz de seguir conteniéndome. Guardar detalles nunca resultaba bien.

  —Si no fuese por Theo, habría muerto ahí mismo —la aseguré.

  —¿Él estaba contigo?

  Rodee los ojos hacia ella.

  —Él insistió en llevarme a casa.

  Lydia mantuvo un silencio que se alargó por unos segundos mientras dirigía su mirada hacia el frente, apretando con fuerza el volante. Se relamió el labio inferior, como si estuviera sopesando cuidadosamente sus palabras. Antes de preguntarle si me había escuchado, me dirigió una mirada cargada de congoja y pesadumbre. Al igual que yo momentos antes, parecía que Lydia también tenía algo importante que decirme.

  —Addison, también la vi anoche —admitió luego de un momento—. Quiero decir, soñé con ella, pero exactamente igual que como la acabas de describir. La cosa es que... —dejó de hablar y bajó la mirada.

  —¿Qué? ¿Qué fue lo que pasó? —insistí.

  Lydia suspiró profundamente y volteó a verme una vez más.

  —Estabas ahí también, Addison. Ella pedía tu ayuda a gritos, pero tú no eras capaz de oírla. —Contuvo la respiración por unos escasos segundos y soltó todo el aire de sus pulmones para intentar tranquilizarse—. Yo no pude contenerme, Addison. No pude seguir escuchando sus lamentos, así que grité por encima de todo. No era un simple grito, era el de una Banshee. Al hacerlo, algo comenzó a quebrarse entre ustedes. Era como una pared de cristal, la misma que te impedía percibir la presencia de tu hermana.

  Alcé mi mano derecha y la apoyé con fuerza en mi pecho. La conversación me dolía como el infierno. Me sumergí en mis pensamientos por un momento, recordando lo que había sucedido anoche y lo que Lydia me había contado en paralelo.

  —Creí que había enloquecido —admití en voz baja—. Pero tal vez sea ella, en verdad.

  Cuando devolví la mirada a Lydia, noté que me observaba con preocupación. Sin embargo, al darse cuenta de que la miraba, relajó su expresión.

  —Creo que será mejor hablarlo con Scott, ¿no? —dijo, mientras se quitaba el cinturón de seguridad—. Lo que sea que esté pasando, lo vamos a averiguar.

  Asentí, aunque ni siquiera podía imaginar esperar un segundo más sin alguna clase de explicación.

  Había visto a Allison, mi hermana. Y Lydia también.

  Entonces, ¿qué estaba ocurriendo exactamente?

  [...]

  Alguien tocó la puerta.

  Dejé los libros sobre la mesita de la sala y fui a atender yo. La mayoría se encontraban ocupados, así que ninguno alcanzó a escucharlo. Aunque todo siguiera siendo algo incómodo entre las dos, esperaba con todas mis fuerzas que fuera Kira y no Theo.

  Pero cuando abrí la puerta, la pizca de esperanza se terminó de desvanecer por completo.

  —Argent —saludó Theo con un asentimiento de cabeza.

  Que buena suerte cargaba conmigo.

   Había estado intentando evitarlo en cada una de mis clases para no tener que responder a ninguna de sus preguntas sobre la noche anterior. Ni siquiera quería que lo mencionara. Además, no sabía que era lo que tenía, pero siempre me ocurrían esas clases de cosas cuando estaba junto a él. Y en lo absoluto era mi deseo quedar de esa forma vulnerable frente a él.

  —Raeken —saludé del mismo modo.

  Justo cuando me di la vuelta para dejarlo entrar, Theo dio un paso adelante y, con firmeza pero sin ser brusco, me tomó del brazo. Me detuve desconcertada y me devolví para mirarlo. Solo así, Theo me soltó; sin embargo, una vez que lo hizo, sentí que la piel se me enfrió repentinamente, como si su tacto me hubiese emanado calidez al cuerpo en tan solo unos segundos.

 —Espera —dijo Theo, su voz cargada de preocupación—. Sé que me has estado evitando por esta razón, pero necesito preguntarte: ¿estás bien? No he podido estar tranquilo desde anoche, después de lo que me dijiste.

  Fruncí el entrecejo, confundida por sus palabras.

  —¿Eso te perturbó? —pregunté, casi incrédula—. ¿Por qué?

  Theo me miró, también con el entrecejo fruncido, y pasó una mano por su cabello, como si no pudiera comprender mi reacción.

  —Bueno —respondió—, ver a tu hermana muerta no es algo normal, ¿no crees?

  Sus palabras me golpearon como un balde de agua fría, y una vez más, me enfrenté a la dura realidad.

  En ese momento, noté el evidente arrepentimiento en su mirada. Si Theo tenía la intención de disculparse por lo que había dicho, no se lo permití.

  —Agradezco tu preocupación, Theo —le respondí—. Estoy bien, pero no tengo deseos de tener esta conversación.

  Él asintió, pero no dijo nada.

  Me hice a un lado para que Theo pudiera entrar, y una vez que lo hizo, cerré la puerta tras él.

  Ambos caminamos hacia la sala, donde ya todos estaban de pie alrededor de la mesita donde había dejado los libros.

  Me situé junto a Scott, mientras que Theo continuó hasta detenerse al lado de Malia y de Stiles. Nuestras miradas se cruzaron justo antes de que Lydia comenzara a hablar.
 
  —El club de lectura de mi mamá tiene más vino —comentó Lydia observando los libros de esparcidos por la mesa.

  —Bueno, no leen libros que provocan alucinaciones —dijo Stiles con su típico tono irónico.

  —Por eso Malia está aquí. —Señaló Scott—. Para que ninguno salga corriendo hacia el tráfico. El caso es que no nos tiene que pasar algo peor.

  Confundida, voltee hacia Malia, pero ella permaneció con la mirada en los libros.

  —Como lo que le pasó a Judy —murmuró ella—. Capítulo 15 —aclaró rápidamente.

  El silencio invadió la sala mientras que Lydia agarraba uno de los libros y lo observaba durante unos segundos.

  —Tal vez debería decirle a mi mamá que lo lea. Quizás recuerde a una chica con una cola, saltando del techo... e intentado matarnos.

  —Si es que funciona —dije.

  —Tiene que —murmuró ella—. Creo que los ví durante mi operación. —Se quedó en silencio un momento—. Cuando veo la portada del libro, es casi como...

  —Un recuerdo tratando de salir —interrumpió Theo terminando lo que Lydia trataba de explicar.

  Clavé mis ojos nuevamente en él, y aunque todos voltearon a verlo también, Theo mantuvo la mirada en el suelo, como si algo lo perturbara.

  —Si ellos me hicieron algo quiero saber qué fue —terminó Lydia, agarrando un libro.

  Todos repetimos su acción y nos sentamos a leerlo en la sala.

  [...]

  A pesar de que habían pasado casi tres horas, ninguno parecía ser capaz de acabar el libro. Personalmente, sentía que me agotaba cada vez que avanzaba unas pocas páginas. Pero, al darle un vistazo a todos, Kira parecía estar pasándola peor que los demás con solo decir que ni siquiera había acabado con el primer capítulo. Estaba a tan solo unos minutos de caer rendida en el sofá.

  Scott, Lydia y Theo permanecían leyendo en silencio, pero Malia y Stiles habían decidido ir a la cocina.

  —¿Alguien está sintiendo algo? —preguntó Scott de repente.

  —Cansancio —respondió Kira.

  —Hambre —añadió Lydia.

  —Frío —murmuré casi sin pensarlo.

  Sentí la mirada de Lydia, aunque mi atención se desvió hacia Theo cuando habló.

  —Creo que se refiere al libro —dijo él, lanzándome una mirada.

  Me aclaré la garganta y me puse de pie.

  —Voy a preparar algo de café —anuncié—. ¿Alguien quiere?

  Theo alzó la mano sin dejar de mirarme.

  —Por supuesto —musité al darme la vuelta para dirigirme a la cocina.

  Al entrar a la cocina, me percaté de que solo estaba Stiles tomándose un café mientras ojeaba el libro con pesadez. Busqué a Malia con la mirada, pero no la vi por ningún lado. Seguramente había ido al baño, nada por lo qué preocuparse.

  Pasé por atrás de Stiles y fui directo a tomar dos tazas para servirme un poco de café. Por suerte, había quedado de lo que había hecho él y aún seguía caliente. No tenía demasiadas ganas de prepararlo yo misma, estaba a solo unos segundos de cerrar mis ojos hasta el día siguiente.

  Mis ojos recayeron una vez más en Stiles antes de que terminara de servir el café sobrante en la segunda taza. Entonces me di cuenta de que sobaba su hombro con frecuencia, como si esa zona le estuviera doliendo.

  —¿Qué fue lo que te pasó? —pregunté, y cuando se dio la vuelta, señalé su hombro.

  —Nada —respondió con desdén—. Solo estaba arreglando el jeep, se me cayó el capó encima y me lastimé un poco —explicó, regresando su atención al libro—. Eso es todo.

  —No te creo.

  —Lo digo de verdad —desplazó el libro sobre la mesa y se puso de pie—. No tengo por qué mentirte sobre eso—. ¿Pero a ti, qué te pasa? Anoche te llamé y no contestaste.

  —¿Anoche? —repetí confundida tratando de recordar algo más allá de lo ocurrido en la carretera—. No recibí ninguna llamada tuya.

  Entrecerró sus ojos como si no creyera en lo que decía. Dio unos cortos pasos hacia mí mientras se cruzaba de brazos.

  —Lo sabes porque me cortaste la llamada como dos veces, Addison —mencionó con obviedad.

  —No lo recuerdo —murmuré confundida.

  Instintivamente, mis ojos se dirigieron hasta la sala en donde se encontraba Theo, sentado de espaldas, con la cabeza un poco inclinada en nuestra dirección y con una de sus manos apoyando su sien. Algo dentro de mí me advirtió al instante que él estaba escuchando nuestra conversación.

  Tomé las tazas en las que había servido nuestro café. El sonido de la cerámica, al ser ligeramente golpeada, junto con mis pasos, debió alertarle de mi llegada, ya que enseguida enderezó la espalda y fingió continuar su lectura, como si hubiera cerrado los ojos por unos instantes.

  Me detuve enfrente de él, y sin dejar de mirarlo a los ojos, extendí mi brazo y le entregué el café. Theo asintió en modo de agradecimiento, pero yo no formé ni siquiera un gesto mientras caminaba de vuelta a mi lugar. Tomé asiento mientras mis pensamientos colapsaban con diferentes preguntas sobre una misma persona.

  ¿Qué quiere en realidad Theo Raeken?

  𝓝𝒂𝒓𝒓𝒂𝒅𝒐𝒓:

  Addison, junto a todos los demás, continuó leyendo por un rato más. Sin embargo, su mente se sentía tan cansada que le era casi imposible continuar leyendo. A medida que avanzaban los minutos, la lectura se iba tornando pesada y apenas era capaz de entender lo que leía. Las palabras se enredaban, confundiéndola más de la cuenta, y sus párpados pesaban tanto que se acordaba de los días en Eichen House en donde solían administrarle tanta medicación que terminaban dopándola por completo.

  Y no funcionaba en lo absoluto, porque al dormir, soñaba con el mismo recuerdo que terminó internándola allí.

  Una y otra vez. El rostro herido de su hermana se había grabado en su memoria en solo días.

  Eichen House fue una pesadilla constante.

  Addison dejó el libro en la mesa de la sala y se acomodó en el sofá, girando su cuerpo hacia Scott. Su amigo volteó a verla con atención.

   —¿Puedo subir a tu cuarto? —preguntó Addison, frotándose los ojos con cansancio—. No puedo soportar ni un segundo más, si te soy sincera.

  —Sí, por supuesto, no hay problema —respondió Scott, sonriendo con calidez—. Quédate esta noche, no quiero que estés sola en casa —añadió, tomando su mano por un instante, transmitiéndole un sentimiento de confort.

  Addison le agradeció a su amigo con una sonrisa antes de acariciar su mano y luego ponerse de pie.

  Una vez que lo hizo, se cruzó con la mirada neutra de Theo. Se notaba bastante serio, pero por alguna razón, Addison presentía que él luchaba por no decirle algo. Decidió que era mejor ignorarlo y se fue a la habitación de Scott para acostarse, tratando de dejar todos los pensamientos a un lado.

  Poco a poco, sus párpados cayeron rendidos, sumergiéndola en un sueño profundo.

  𝓣𝒉𝒆𝒐 𝓡𝒂𝒆𝒌𝒆𝒏:

  La imagen de Scott acariciándole la mano a Addison se retorció dentro mi cabeza repetidas veces. Me causó un conflicto interno que no fui capaz de comprender, lo que me provocó un fuerte dolor de cabeza. Yo siempre sabía absolutamente todo.

  Sin embargo, la ferviente sangre recorriendo mis venas me hizo comprender que estaba algo molesto por eso. Cuando Addison subió las escaleras seguida por mi mirada, tuve la sensación de que un par de ojos me estaban observando con interés. Al voltear la cabeza, me di cuenta de que era Scott quien me miraba con el ceño fruncido, pero de inmediato, se aclaró la garganta y regresó su atención al libro.

  Por un instante creí que Scott se había dado cuenta de mi enfado, pero sabía que no podía mostrar mis emociones. Tenía que mantener la fachada de control y frialdad, aunque en mi interior estuviera ardiendo de emoción.

  Cuando llegué a Beacon Hills ni siquiera creí que debía tenerla en cuenta para mi plan. Al investigarlos a todos, de ella solo encontré que estaba internada en la casa Eichen a causa de la muerte de su hermana. Pensé que se quedaría más tiempo allí adentro, pero me equivoqué. Yo me equivoqué.

  Suspiré con fastidio pues era algo que casi nunca sucedía. De solo pensarlo me dejaba un horrible sabor en la boca.

  Seguí dándole miradas a los demás hasta que quedaron inevitablemente dormidos.

  Al pasar de unos minutos —luego de que todos se durmieran—, Kira comenzó a susurrar en japonés. Me acerqué, sigilosamente, para grabar lo que decía. Sabía que podía ser útil en el futuro. Al terminar, me levanté y sentí la necesidad de ver a Addison de cerca. Sabía que estaba siendo imprudente, pero no podía resistirme a aquel deseo que crecía dentro mío.

  Subí las escaleras con cautela y entré en la habitación de Scott, encontrándola dormida plácidamente. Me arrodillé a su lado, mirándola fijamente, y sentí una atracción inexplicable hacia ella. El impulso de acariciarla me atravesó, y lo hice, pero me arrepentí a mitad de camino. Mi mano estaba tendida en el aire mientras me repetía que era una mala idea siquiera rozar mi piel.

  Me levanté y me alejé de la cama, sintiendo cómo mi corazón latía con más intensidad. Comprendí que estaba perdiendo el control, lo que me hacía sentir inseguro. No estaba acostumbrado a experimentar esas emociones, pero sabía que no podía permitir que nada arruinara mi plan.

  Justo cuando estaba a punto de salir del cuarto, su voz me detuvo.

  —¿Qué haces aquí?

  Bajé mis hombros, relajando mis músculos, y cerré la puerta del cuarto lentamente. Me di la vuelta en su dirección mientras acariciaba mi cuello con una de las manos.

  —Todos están dormidos —respondí—, y quería asegurarme de que tú estabas bien.

  —Te dije que estaba bien. No tienes que preocuparte —dijo—. Además, tampoco tienes que observarme mientras duermo —añadió.

  Entrecerré los ojos y una diminuta sonrisa se asomó en mis labios.

  —¿Te diste cuenta? —pregunté mientras me invadía más la curiosidad sobre ella.

  Addison también sonrió, pero se le notó mucho más divertida que a mí.

  —Que no se te olvide nunca que fui entrenada para ser cazadora, Raeken. No tengo sueño pesado en absoluto.

  El silencio invadió la habitación mientras yo me apoyaba contra la pared con los brazos cruzados.

  —No sé si no te das cuenta, pero eres raro. —Pasó las manos por encima de sus ojos—. Tal vez por eso Stiles desconfía de ti.

  Sus últimas palabras hicieron un ruido molesto en mi cabeza.

  —No. Stiles desconfía de mí desde que me vió por primera vez sin ninguna razón. Realmente no tiene ni una prueba que respalde su desconfianza. —Ladee mi cabeza—. Tal vez por eso me odia: porque no puede conseguir nada malo sobre mí.

  —Por ahora —remarcó ella y luego se puso de pie—. Realmente no tienes idea de a quiénes te estás enfrentando.

  Levanté mis manos en defensa.

  —No confundas las cosas, yo no los estoy enfrentando, intento ser uno de ustedes.

  —Pues, intentas mal.

  —Eres muy descortés con la persona que te salvó de morir trágicamente anoche.

  —No pedí un héroe —murmuró algo avergonzada.

  —Bien, porque no lo soy —le aseguré—. Solo vine por una manada porque era un Omega, y tú, más que nadie, sabes que un hombre lobo solitario no sobrevive por mucho tiempo. En especial, cuando hay familias como la tuya que se dedican a cazarnos.

  Addison apretó los dientes marcando su mandíbula mientras mantenía su mentón alzado.

  —Ya no cazamos. Y no, los Omegas no viven por mucho tiempo. Ellos mueren y eso te pasará a ti si le haces daño a uno de mis amigos.

  Alcé una de mis cejas.

  —¿Es una amenaza?

  Addison sonrió.

  —Es una advertencia.

  —Bien, lo entiendo. Conmigo no funciona tu papel de chica mala. —Me enderecé y caminé hacia ella—. Tus "advertencias" no me intimidan y mucho menos me asustan. Solo ten en claro una cosa —dije, y me di cuenta de que ella había retrocedido lo mismo en lo que yo me acercaba, así que en poco tiempo terminó apoyada contra la pared y encerrada entre mis brazos—: Yo vine por una manada a Beacon Hills y ni tú, ni Stiles, ni nadie, va a impedir que eso suceda. Todo está en las manos de Scott.

𝓝𝒂𝒓𝒓𝒂𝒅𝒐𝒓:

  La fresca respiración acariciaba la piel de su rostro mientras miraba con furia a Theo, quien se defendía de sus acciones.

  —¿Realmente esperas que confíe en ti actuando de esa manera? —preguntó Addison, con una mirada fría.

  —¿Actuando cómo? —replicó Theo, ladeando la cabeza—. Me estoy defendiendo de tus amenazas, ¿acaso eso es malo?

  —Fue una advertencia —respondió Addison—. Si no tienes malas intenciones, no deberías sentirte amenazado.

  Theo se alejó, dándole la espalda a Addison mientras soltaba una pequeña risa.

  —Eres realmente indescifrable, Argent. ¿Alguien te lo ha dicho antes? —se giró y la miró con curiosidad—. Te veo diferente.

  Addison se cruzó de brazos, intrigada.

  —¿Y cómo se supone que me ves?

  —Como un misterio.

  —¿Y eso?

  —Los misterios se resuelven, se averigua qué esconden, Addison —replicó Theo, señalándola con el dedo—. Quiero saber quién eres.

  Addison bajó la mirada y su voz se tornó más suave.

  —Tal vez te decepcione saber que no soy interesante.

  Theo negó lentamente con la cabeza.

  —No lo creo.

  Addison lo miró atónita, aunque intentaba mantener su postura.

  —¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que crees tú?

  —Creo... No. Déjame corregirme: estoy seguro —dijo Theo, acercándose— que eres mucho más de lo que demuestras. Algún día te quitarás la máscara de la chica ruda y me dejarás ver a la persona dañada que hay detrás.

  Sin pensarlo dos veces, Addison lo empujó, alejándolo un poco de ella.

  —Trato de entenderte —dijo Theo.

  —Estás loco —respondió Addison, exasperada.

  Theo se acercó nuevamente a ella.

  —Realmente no sé a qué estás jugando, Raeken, pero será mejor que te detengas antes de que... —Addison fue interrumpida cuando Theo la tomó de los hombros y la empujó contra la pared.

  —¿Antes de qué?

  Addison lo miró desafiante.

  —Antes de que te golpee tan fuerte que tendrás que despedirte de tus futuros hijos.

  Theo sonrió, divertido.

  —Te reto.

  Addison lo miró con furia.

  —Si no me sueltas, voy a matarte.

  Las pupilas de Theo parecieron dilatarse de placer al oír esa amenaza.

  —Te desafío, Argent, hazme daño —dijo Theo con un tono provocador.

  —¿Qué?

  Theo se inclinó y susurró en su oído una orden, lo que provocó un escalofrío en su cuerpo:

  —Hazme daño.

  La respuesta de Addison no se hizo esperar y lanzó un golpe directo a la cara de Theo, dejándolo con la nariz sangrando en solo segundos. Sin embargo, lo que sucedió después, tomó por sorpresa a Addison.

   Theo sonrió, tomándola del cuello, y luego la besó con un tipo de intensidad que ella no esperaba recibir por parte de él. Addison perdió la noción del tiempo y del espacio, dejándose llevar por el momento.

  Con el beso, una fuerza indescriptible se liberó dentro de ella, sintiéndose más cercana a Theo como nunca lo hubiese imaginado. La pasión aumentaba con cada segundo y ella respondía a cada uno de sus movimientos. Los labios y las manos de Theo quemaban la piel de Addison, quien sintió que su cuerpo comenzaba a pedir más; pero ella sabía que debía poner un límite. Así que rompió el contacto de manera abrupta, quitando las manos de Theo que parecían a punto de derretir las zonas de su piel en donde él la había estado sujetándola con fuerza.

  —¿Por qué hiciste eso? —preguntó Addison, todavía aturdida.

  —¿Yo? —bufó—. Un beso no es de una sola persona —respondió Theo con una sonrisa llena de astucia.

  —Lo que tienes de atractivo lo tienes de imbécil.

  —Opino lo mismo.

  Addison dio un corto paso hacia atrás y negó mientras se mordía el labio inferior sin poder creer el descaro de Theo. No tenía intenciones de decir una sola palabra más. No necesitaba hacerlo. Así que decidió que debía darse la vuelta y dejarlo en el cuarto de Scott; sin embargo, tan rápido como alcanzó a abrir la puerta, Stiles apareció en el campo de visión de ambos.

  Addison se quedó congelada mientras que Theo endureció su expresión y se cruzó de brazos, como si algo de esa situación lo estuviese molestando más de lo que le gustaría.

  —¿Qué sucede? ¿Por qué Theo está aquí contigo? —Inquirió Stiles, entrecerrando sus ojos.

  Addison no contestó.

  Theo forzó una sonrisa, aunque no parecía tener el mismo encanto que solía poseer.

  —Estaba asegurándome de que estuviera bien —le aseguró sin más.

  Stiles no dejó de fruncir el ceño.

  —Yo la veo despierta y bastante bien.

  —Gracias —dijo Theo, dejando a Stiles aún más confundido.

  Addison volteó a verlo con seriedad y luego regresó la mirada hasta su amigo.

  —Me estaba yendo. Necesito dar un paseo.

  Stiles quedó atónito ante sus palabras, y Theo igual, aunque Addison ni siquiera se percató.

  —Es más de medianoche, Addison. Creí que Scott te había pedido que te quedaras aquí.

  Addison se encogió de hombros con simpleza.

  —No moriré, volveré —le aseguró y luego pasó por su lado para salir del cuarto.

  Stiles le dio una última mirada con recelo a Theo, antes de darse la vuelta y seguir a su amiga hasta afuera.

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