𝗣𝗥𝗢𝗟𝗢𝗚𝗢









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〘 ✰.༄☼ 𝓹𝓻𝓸𝓵𝓸𝓰𝓸 ☼༄.✰ 〙

-- maldición --

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EN LAS PROFUNDIDADES DE UN ESPESO BOSQUE UNA PEQUEÑA DE CABELLERA rojiza hacia todo lo posible para concentrarse y dar en el blanco.

Su mirada estaba fija en el objetivo,
su mente completamente despejada mientras sostenia con suavidad aquel fino hilo entre sus pequeños dedos.

Buscaba el momento exacto para soltar la flecha que sujetaba con delicadeza. Y después de un suspiro la dejó ir...

Una sensación de alivio recorrió todo
su ser en cuanto la flecha rompió el aire, llevandose consigo esa sensación de pesadez y todas sus preocupaciones.

Justo como todas las veces en que se ponía a practicar, la flecha se incrustó con fuerza en el tiro al blanco que la niña tenía puesto en el tronco de un viejo árbol.

Al ver como su puntería dió donde quería una sonrisita ladina apareció
en sus labios llena de satisfacción.

Llevaba practicando desde que era más pequeña, cuando su padre le enseñó a defenderse de los animales salvajes que acechaban entre las profundidades del bosque. A los seis años ya sabía como disparar un arco y ahora con diez años era más experta que su propio padre.


No terminaba de comprender porqué amaba tanto aquel deporte, lo unico que sabía es que lo llevaba en la sangre de alguna manera.

Sonriente se giró hacía donde estaba su padre, quien la observaba desde aquella vueja banca en el porche de su pequeña cabaña.

-¿¡Viste eso, papá!? -exclamó la niña con emoción apuntando al tiro al blanco desde su posición.

El padre dejó de lado la taza que llevaba en sus manos y a pasos lentos se acercó a su pequeña, orgulloso de su hazaña.

-¿Verdad que lo hice bien?

-Diane, hija eres la mejor arquera
que he conocido -mencionó haciendola sonreir enormemente -. Nunca dudes de eso, mi pequeña guerrera.

-¿Crees que algún día llegue a ser tan buena arquera como ella? -cuestionó ella aún sonriente, su padre solo asintió.

-Te aseguro que serás incluso mejor.

Diane observó como en los ojos de
su padre esa chispa que siempre solían tener parecía comenzar a apagarse.

Se conocían tan bien el uno al otro que al instante supo que algo andaba mal.

-Papá, ¿qué ocurre?

El hombre solo soltó un suspiro en el que claramente dejaba salir todas sus frustraciones y lentamente descendió hasta quedar apoyado en una de sus rodillas, justo a la altura de su hija.

Lo que le diría a continuación no era algo que fuera fácil de digerir y menos para una pequeña de diez años.

-Hija, ¿sabes que te amo más que nada en el mundo, cierto? -comenzó a decir el hombre, ella no dudó en asentir -. Yo haría lo que fuera por protegerte. Es por eso mismo, porque te quiero tanto que tenemos que mudarnos a la ciudad.

En ese momento aquellos hermosos
ojos verdes comenzaron a cristalizarse, lo que era una mala señal.

-¿Quieres que nos vayamos del bosque? -cuestionó Diane sin poder creelo, a lo que su padre asintió -. Pero este ha sido nuestro hogar por años.

-El bosque ya no es seguro...

-¿Cómo que el bosque no es seguro? ¿A que te refieres?

-No puedo contartelo ahora
pero cuando estes mas calmada lo hablaremos, ¿entendido? -explicó
el hombre obteniendo un incomodo
silencio por parte de la pelirroja -.
Se que es díficil pero es por tu bien.

-No quiero irme -sentenció firme la pelirroja apesar del terrible intento que hacia por mantenerse serena -. Yo no quiero irme, no es justo.

-Yo tampoco pero te aseguro que
las cosas mejoraran, cariño -musitó
su padre intentando convencerla -. Tendremos una vida mejor, iras a la
escuela, conoceras gente maravillosa...

-Me niego, no quiero -musitó Diane sintiendo una impotencia enorme recorrer su pequeño cuerpo -. No voy a irme de aquí, ¿¡oiste!? ¡Es injusto!

Y antes de poder controlarse ya tenía
los ojos completamente húmedos por las gotas saladas que emanaban estos.

-Diane...

Damien intentó estrecharla entre sus brazos para reconfortarla, pues sabía lo difícil que sería esta noticia para ella pero se vió rechazado de forma grosera.

-¡Dejame en paz! -exclamó furiosa, zafandose de aquel abrazo antes de tomar sus cosas y salir corriendo a las profundidades del bosque.

-¡Diane, vuelve!

Pero para cuando intentó ir por ella,
ya la había perdido de vista. Algo que era común de Diane Gagnon es que cuando estaba enojada o triste solía desaparecer un rato en el bosque, hasta que estuviera más tranquila y volvía a la cabaña como si nada hubiera pasado.

Y aunque sonará mal, no intentó seguirla más adentro. Sabía que necesitaba su espacio.






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La noche ya cubría el firmamento,
lo unico que iluminaba el bosque era
la luna llena en el cielo y las estrellas, sus fieles acompañantes. No había nada de ruido, a escepción de los grillos.

Ya había pasado unas horas desde que Diane se introdujó en el bosque con la esperanza de que eso la tranquilizará y como siempre lo consiguió.

Ahora se encontraba recostada en el tronco de un árbol, el que siempre la acompañaba en sus peores momentos mientras jugueteaba con una flecha.

Sus ojos escozían lueho de pasar un buen rato llorando de la impotencia y el enojo. Pero ahora estaba ya un poco más tranquila con respecto a la situación.

Tenía tantas cosas en la mente que no podía pensar las cosas con claridad. Su padre quería mudarse a la ciudad y ni siquiera le explicó la repentina decisión, y lo peor es que no contó con ella en ese momento.

El bosque siempre había sido su hogar y ahora él quería abandonarlo. ¿Pero por qué? ¿A que se refería con qué el bosque ya no era un lugar seguro? Necesitaba respuestas y con urgencia.

Todo se vió interrumpido cuando de entre los arbustos salió una pequeña criatura que logró embelesarla por completo.

-¿Un conejo? -cuestionó para sí misma, mientras se acercaba a él y lo tomaba con delicadeza -. Eres tan tierno, pequeñín. Creo que te llemaré copito.

El animalito solo movió su naricita y
eso de cierta forma logró levantar sus animos. Sacandole una sonrisa.

-Será mejor irnos, papá debe estar preocupado -musitó tomando sus cosas y a su nueva mascota con rápidez.

Lo que no sabía es que en las profundidades del bosque una mujer de cabellera roja, cual ardiente fuego la observaba con sigilo desde las sombras.

Aunque Diane no lo supiera, ella siempre había estado observandola, cuidandola y protegiendola.



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-Diane, ¿estás ahí? -preguntó Damien desde afuera de la habitación en espera de una respuesta -. ¿Puedo pasar?

-Sí, pasa.

Sin esperar obtener permiso el hombre se metió entre las sabanas de su hija y la abrazo suavemente.

-Diane hay tantas cosas que me gustaría confesar pero es complicado
-comenzó a decir enrrollando uno
de sus mechones entre sus dedos -.
Ahora eres muy joven para entender
pero tarde o temprano lo harás. Ahora
solo te pido que confies en papá.

-Perdón, no debí reaccionar de esa forma -musitó ella entre sollozos para luego sorprenderlo con un abrazo -. Es solo que tengo miedo a lo que sea que nos deparé el destino.

-Tranquila hija, mientras estemos juntos vamos a estar bien -respondió apartandola con suavidad para luego quitar las lagrimas que estaban cayendo de sus ojos -. Te lo prometo.

-Ojalá mamá estuviera aquí con nosotros -comentó ella, logrando que se les cristalizaran los ojos a Damien.

-Ella siempre esta con nosotros aunque no podamos verla, mi pequeña -fue lo unico que dijo antds de abrazarla con fuerza.


















































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PRÓLOGO PUBLICADO

AHHHHH, MIS AMORCITOOOS.
Hola, ¿cómo los trata la vida, eh? De la patada lo se. En fin <3

Hace mucho que no me pasaba por aquí, hehe. Si, se que he tenido muy abandonada esta historia y la mayoría de mis fics. No me culpen es culpa de la prepa :( Si no estoy ocupada en eso, me bloqueo y aghr es estresante querer escribir y que no tenga nada en mi cabezita.

Se que estuvo bien cortito pero pronto lo editaré. Tengo muchas ideas para este fic pero no se como dividir mi tiempo e inspiración.

But, espero les haya gustado. Ya
luego publicaré el cap one. Por ahora les dejo de tarea comentar, votar y agrrgar este fanfic a sus listas de lectura. Hasta entonces beibis ;)

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