𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭: 𝗗𝗶𝗹𝗲𝗺𝗮 𝗮𝗺𝗼𝗿𝗼𝘀𝗼
Galletas. Eso era lo único que podía calmar el corazón roto, desgarrado por las mentiras del ruso. Promesas de amor eterno que, en el fondo, eran solo ecos vacíos. Sigma lo sabía; veía la infidelidad de su pareja con Nikolai sin necesidad de palabras. No lo disimulaban. Era como si todo el mundo estuviera en la misma página menos él.
¡Te odio! Pensaba mientras se hundía en la oscuridad de sus propios pensamientos. El dueño del casino nunca había experimentado el verdadero amor, siempre a la sombra de relaciones rotas, de amores fugaces que solo dejaban cicatrices. Usado, nunca visto, nunca querido primero.
En un arranque de frustración, salió del apartamento de su pareja, decidido a escapar de todo, pero su mente seguía atrapada, dando vueltas en un espiral que parecía no tener fin. ¿Qué debía hacer? No lo sabía.
Entonces, como si el universo hubiera decidido que ya era suficiente, una voz familiar lo sorprendió.
—¡Sigma! Buenos días~, ¿Has visto una Macarena voladora?
Sigma levantó la vista, encontrando a Dazai suspendido en un árbol, colgado con la facilidad de quien no tiene un solo cuidado en el mundo. Sus ojos brillaban con una chispa juguetona, pero algo en su mirada, una calidez oculta, hacía que Sigma se sintiera... incómodo. Como si, en medio de su tormenta personal, Dazai estuviera intentando abrir una pequeña ventana a la calma.
— ¿Macarena voladora? —preguntó, casi sin pensarlo, con una risa cansada, como si ese absurdo fuera lo más sensato que había escuchado en días. —Eh, eres idiota Dazai, las Macarenas no vuelan.
—Pero, ¿cómo sabes si no vuela? Si nunca has visto una —replicó Dazai, con una sonrisa tan despreocupada que, por un segundo, Sigma olvidó la angustia que lo atenazaba.
—Eh, pues, supongo que es por... ¿qué hago haciéndote caso? —Sigma se cruzó de brazos, el dolor en su pecho comenzando a tornarse más soportable, solo un poco.
Dazai permaneció colgado, como si el mundo entero pudiera venirse abajo y él ni siquiera lo notara. La risa en su voz era tan ligera, tan sin peso, que Sigma no pudo evitar sentirse atraído por esa despreocupación. Aun así, no quería pensar en eso. No quería admitir que, en ese instante, la agitación dentro de él parecía calmada, o al menos, contenida.
—Lo que estoy intentando decir es que quizás... no todo está perdido, ¿sabes? —dijo Dazai, su tono cambiando sutilmente. La sonrisa se desvaneció un poco, y por primera vez, Sigma pudo ver la seriedad en sus ojos, como si de alguna manera, entendiera la tormenta que él llevaba dentro. Era algo más que una broma, algo que, por alguna razón, hacía que Sigma lo mirara por un segundo más de lo que habría querido.
Sigma no supo qué decir. La rabia y el dolor seguían ahí, presionando sobre su pecho, pero algo en las palabras de Dazai, algo en esa mirada tranquila, hizo que su ira se desvaneciera, aunque solo fuera por un instante.
—¿De qué hablas? Si mi vida está yendo bien, patrañas —respondió, con voz firme, como si al decirlo pudiera convencer tanto a Dazai como a sí mismo. Se dio la vuelta rápidamente, como si de ese modo pudiera dejar atrás la vulnerabilidad que había brotado de su interior.
Pero mientras caminaba, algo en su mente retumbó. Dazai... ¿Por qué le había dicho eso? ¿Por qué parecía tan preocupado por él, un hombre que ni siquiera lo conocía bien? Sigma no lo entendía, y tampoco quería hacerlo.
Dazai, aún colgado del árbol, observó cómo Sigma se alejaba. La imagen de él, erguido en su soledad, parecía haberse grabado en su mente. Por un momento, su sonrisa se desvaneció, y una pequeña chispa de preocupación se encendió en su pecho. No iba a dejar que Sigma se hundiera en la oscuridad de esa manera. No mientras él tuviera algo que decir al respecto.
—No te preocupes, Sigma —susurró para sí mismo, como si estuviera haciendo una promesa, no solo al hombre que acababa de conocer, sino a sí mismo.
Dazai sonrió nuevamente, pero esta vez con una determinación silenciosa. El dueño del casino aún no lo sabía, pero a partir de ese momento, Dazai haría todo lo posible para asegurarse de que no caminara solo en su tormenta.
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— Cariño, ¿podrías ayudarme? Estas cajas pesan —pidió Sigma con una voz tenue, cargada de cansancio. Había salido a una "cita" con Fyodor, aunque la palabra "cita" ya se sentía como un mal chiste.
— Es tu culpa. ¿Por qué compras tanto? —respondió Fyodor con una indiferencia helada, ni siquiera volviendo la mirada hacia Sigma. Su mente estaba en otra parte, probablemente con Nikolai. Esa hipocresía suya, ese juego de fingir una relación que ya estaba rota, era como veneno lento para Sigma.
— No te preocupes, puedo cargarlas yo solo —murmuró Sigma, intentando no dejar ver el temblor en su voz.
Pero Fyodor ya no estaba. Se había alejado con paso ligero, como si nada lo atara a ese momento. Sigma, en su distracción y con las cajas en los brazos, no notó la piedra frente a él. Tropieza, y aunque logra mantener el equilibrio, las cajas caen con un ruido seco al suelo.
— Sigma, hola otra vez. ¿Necesitas ayuda? —La voz de Dazai irrumpió en la escena, tan ligera y despreocupada como siempre, pero con una suavidad que hizo eco en el corazón roto de Sigma. Antes de que este pudiera responder, Dazai ya lo sostenía entre sus brazos, con un gesto decidido pero gentil, como si se tratara de algo natural.
— Eh, yo... es que Fyodor... tenía prisa, creo —balbuceó Sigma, sintiendo el calor en sus mejillas. Habían pasado años desde que alguien lo había hecho sentir cuidado, especial. Algo que, irónicamente, Fyodor había olvidado cómo hacer.
Dazai lo observó, sus ojos oscuros y profundos captando cada matiz del rostro de Sigma, como si pudiera ver más allá de su fachada.
— Qué descuidado de su parte dejarte así. Pero no te preocupes, Sigma. Ahora estoy aquí —dijo Dazai con una sonrisa que, a pesar de su ligereza, parecía llevar la promesa de algo más sólido, algo real.
Sigma miró a Dazai, intentando no perderse en sus palabras, pero sintió que algo dentro de él se encendía, algo que creía haber perdido para siempre: esperanza.
— Ah, Dazai... Esto es para ti, por lo del otro día —dijo Sigma, extendiendo tímidamente una bolsa de papel. Sus mejillas se sonrojaron apenas, pero la expresión en su rostro cambió al abrir la bolsa y notar el desastre. — No... Soy tan estúpido. Cuando caí, se aplastaron.
Dentro de la bolsa, las galletas que Sigma había preparado con tanto cuidado no eran más que migajas. Se mordió el labio con frustración, pensando en todo el tiempo que había dedicado, solo para que terminara así.
Pero antes de que pudiera decir algo más, Dazai metió la mano en la bolsa, tomó un puñado de migajas y las probó. Su expresión se iluminó al instante, con una sonrisa amplia y genuina.
— Umm, oye, son deliciosas. Sí que sabes hacer galletitas —comentó mientras saboreaba las diminutas piezas. Era como si ni siquiera importara que estuvieran deshechas; para Dazai, el sabor lo decía todo.
Sigma lo miró con incredulidad. No estaba acostumbrado a que alguien valorara sus esfuerzos. Se rascó la nuca, incómodo, pero un pequeño atisbo de alivio cruzó su rostro.
— Gracias... La última vez le hice a Fyodor, pero... las echó a la basura —confesó con un susurro, desviando la mirada hacia el suelo. Luego intentó sonreír, aunque no le salió del todo natural. — Me alegro de que alguien las aprecie.
Dazai, aún masticando, alzó una ceja con un brillo pícaro en los ojos.
— Oye, Sigma, no le hagas caso a tu novio. ¿Y si te robo este día para mí? —dijo con una mezcla de descaro y ternura, inclinándose hacia él como si fuera un secreto entre ambos.
Sigma parpadeó, confuso, pero su corazón se aceleró ante la inesperada cercanía.
— No... tengo que volver a preparar la cena —dijo, apretando la bolsa entre sus manos como un escudo, tratando de ignorar el calor que le subía al rostro.
Dazai lo observó, inclinando la cabeza como un gato curioso, pero no insistió. En cambio, se llevó otra migaja a la boca, como si cada pequeño trozo fuera un tesoro que no quería desperdiciar.
— Bueno, entonces prometo que algún día yo te haré galletas a ti. Pero, ya sabes, no garantizo que sean tan buenas como las tuyas —respondió, dejando que sus palabras se colaran como un rayo de luz en el día nublado de Sigma.
Y aunque Sigma trató de no darle importancia, no pudo evitar pensar en la posibilidad de un día distinto, uno en el que su esfuerzo fuera realmente valorado. Tal vez, solo tal vez, el castaño alegre, era la pieza inesperada que hacía falta en su vida fragmentada.
Continuará...
La verdad, me sorprendió cuando tuve la idea para el fanfic, nunca había escrito de una infidelidad, o una relación tóxica, quería escribir algo nuevo, de otro ship, tal vez me ayude a tener inspiración para los que me faltan, me sorprendió mucho que yo haya escrito esto, pero bueno, fanfic nuevo.
¿Qué les pareció el cap 1? ¿Algún consejo para mejorar?
¿Cómo creen qué acabe esto?
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