1.4

Fight so dirty, but your love's so sweet
Talk so pretty, but your heart got teeth
Late night devil, put your hands on me
And never, never, never ever let go

Era juego sucio.

Dazai lo sabía, al igual que seguramente lo supiese Chuuya. Pero al pelirrojo no le importaba, y Dazai sentía su voluntad doblegarse ante sus labios.

No era justo que fuera Chuuya siempre el encargado de encontrarle, de hacerle la vida imposible, de desaparecer cuando le viniese en gana y pretendiese que estuviese dispuesto para él cuando quisiese.

Habían pasado dos semanas desde su último encuentro. Dazai había llegado a pensar que Chuuya había decidido desvanecerse tan repentinamente como había llegado a su vida. No contestaba las llamadas, no volvió a aparecer de repente en un lugar inesperado.

Pero de la misma manera había regresado. Sin dar explicaciones, sin siquiera decir por qué se había esfumado y vuelto a aparecer, un buen día se lo encontró dentro de su coche, con las llaves girando en uno de sus dedos y su habitual sonrisa de superioridad.

—¿Me has extrañado mucho, Dazai? —rio.

Dazai hubiera querido decirle que no, pero en el tiempo en el que quiso encontrar las palabras, Chuuya tiró del cuello de su camisa y le besó.

Nadie creería que el jefe de una de las empresas más exitosas del país podría ser tan débil ante unos labios y unos desafiantes ojos azules. Pero así era, y Dazai no podía evitarlo.

Sabía que Chuuya había decidido tomarse ese tiempo como un juego personal para ver cuánto tiempo resistía sin él a su lado cada noche. Dazai había contemplado muchas posibilidades en esas dos semanas, todas relacionadas con métodos de encontrar al pelirrojo.

Como siempre, no había podido hacerlo.

—Veo que sí —murmuró divertido, otra vez sonriente mientras cortaba el beso.

—No te haces una idea —dijo casi sin aliento, deslizando sus manos por debajo de la camisa del pelirrojo.

Dazai pensó que iba a alejarse de él, pero fue al contrario. Chuuya se acercó a su oreja, dejando que sintiera el olor de su perfume y el cosquilleo de su cabello rozando su mejilla.

—¿Sabes qué? Yo también —susurró, su aliento cálido chocando contra su piel y provocándole un escalofrío.

Pocas veces hablaba así, como si fuese sincero. Dazai no lo esperaba, puesto que él tampoco lo era con Chuuya. Sin embargo, cuando lo hacía, en dos simples palabras podía derrumbar todas y cada una de sus defensas.

A veces sentía que le quería. Otras, que su corazón era incapaz de ello.

Pero no le importaba. En realidad, pocas cosas realmente importaban en el momento en el que sus manos tocaban su cuerpo, en el momento en el que sus labios se deslizaban hacia su cuello y le hacía sentir como si se ahogase dentro de su propia piel.

En esos momentos, solo podía pedir en silencio que nunca le dejase ir.

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