1.3
Call me in the morning to apologize
Every little lie gives me butterflies
Something in the way you're looking through my eyes
Don't know if I'm gonna make it out alive
Cuando Chuuya le llamaba, nunca era con el mismo teléfono.
Dazai nunca debería haber confiado en alguien que ocultaba tan bien sus rastros incluso para su mejor equipo de investigadores, pero ¿acaso podía alguien culparle? Sucumbir ante esos ojos azules, esa mirada desafiante, esa sonrisa arrogante, había sido más fácil que sumar dos más dos.
Y él nunca había sido una persona guiada por las pasiones más que por la lógica, pero con Chuuya todo lo establecido se rompía, todo lo que creía conocer se desvanecía.
Como jamás quería ser encontrado, el hecho de que Dazai recibiese tan espontáneamente su número de teléfono hacía que sospechase. Pero cuando sonó, cuando descolgó, sonó la voz de Chuuya disculpándose.
Siempre lo hacía. Llevaban un año de esa manera, viéndose casi todas las noches, pero siempre llamaba a la mañana siguiente para pedirle disculpas por lo sucedido. Dazai sabía que no tenía necesidad de hacerlo —no le importaba ser rechazado mientras después le aceptase—, pero no se lo impedía a Chuuya, incluso cuando sabía que siempre mentía.
«Lo siento»
La voz de Chuuya al mentir era diferente. Sonaba manso, tranquilo, cuando él era tormenta y movimiento. Sin embargo, a Dazai le encantaba esa dulce voz que le invitaba a creer cada una de sus palabras, de sus mentiras.
Era quizá la única persona a la que Dazai permitía mentirle repetidas veces sin que le importase en lo absoluto.
La única diferencia de esta con las anteriores ocasiones fue que ya no ponía «número privado», sino la inicial del nombre de Chuuya. Y a Dazai le gustaba.
«Es la última vez»
Ambos sabían que lo que estaban haciendo estaba mal. Dazai no conocía nada de Chuuya, pero a veces, solo cuando el pelirrojo dejaba caer la máscara de arrogancia que siempre llevaba puesta, distinguía la culpa en sus ojos azules.
Seguramente, Chuuya se disculpase siempre porque se sentía mejor. Le mentía de esa manera porque se sentía mejor.
Pero los dos sabían que esa noche se volverían a ver. Porque siempre lo hacían. Dazai no estaba seguro si era Chuuya quien lo maquinaba o simplemente era el destino, pero sus caminos siempre se cruzaban en un lugar inesperado, bien podía ser a la salida de un bar o bien en una avenida principal.
No sabía cómo se las arreglaba para llamar siempre su atención. Quizá era su cabello rojo, tal vez sus ojos azules, brillantes como zafiros. Posiblemente fuera su presencia, que le hacía destacar sobre todos los demás.
Esa noche no fue la excepción. Sus miradas chocaron en la salida de un restaurante en el cual Dazai había tenido una cena de negocios.
Sonreía. Claro que lo hacía. Siempre jugaba así con él. Le miraba con esa fiereza característica de él, esa que le hacía pensar que no volvería a ver la luz del sol si se iba con él.
Y le fascinaba.
«No volverá a pasar»
Mentiras. Dulces, pero mentiras.
Si Dazai no lo supiese mejor, juraría que sentía las famosas mariposas en el estómago cuando Chuuya mentía de esa manera tan descarada.
Porque, en su caso, una mentira repetida mil veces nunca se volvía verdad.
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