𝗔𝗖𝗧𝗢 𝗨𝗡𝗢: 𝗧𝗥𝗔𝗧𝗢

⤾ · ˚ ༘ ◡̈ ꒰ ❤ 🖤 ꒱ ؘ ࿐ ࿔ *: ・ ゚

Tu y tus sonrisas brillantes y
palabras dulces. Solo lo
hicieron más difícil ’



















































































































EL DESTINO TIRO UNAS MUY MALAS CARTAS PARA BRENNA, pues había una gran brecha entre ser una bailarina ambulante a ser la amante del príncipe Efrit, y una mucho más grande entre eso y ser la nueva concubina de Jaider de Secramise, el emperador y sol del imperio de Arbezela.

¡Pero que suerte!

Ahora Brenna tenía a una concubina loca que la odiaba, una emperatriz consorte que la consideraba peor que escoria y una princesa mimada que la quería ver muerta. Todo en un solo lugar a consecuencia del trato que ella y Timothee hicieron con el duque krytiel poco después de que este volviera de sus viajes.

— ¿Esta todo bien, lady Brenna?

Ella río. El sonido fue seco algo confuso para el chico — No soy ninguna lady, príncipe Haveron.

— Es la nueva concubina de mi padre, eso debería convertirla en una mujer, bueno, más...

— ¿De más clase? — dijo ella, continuando lo que el pobre pelirrojo no pudo. El príncipe asintió no muy convencido y dio una bocanada de aire, intentando volver a reunir toda esa valentía que lo impulso a hablar con la nueva concubina de su padre — No soy una prostituta, nunca lo fui.

El ojiverde tembló de pies a cabeza y se apresuró a disculparse mientras el poco valor que volvió a el lo abandonaba una vez más — ¡Perdóneme lady Brenna!¡No era mi intención ofenderla!

La rubia sonrió enternecida por lo dulce y tímido que era el joven pecoso y le dio unas suaves palmadas en el hombro para que se calmara. Haveron sintió como la sangre le subía a la cabeza mientras un tinte rosado invadió sus mejillas por el contacto de la joven mujer — No se preocupe su majestad. No podría ofenderme ni aunque realmente lo intentará.

— Y que su padre se fijará en mi no me hace de la nobleza — aclaro ella mientras tomaba un macarrón de grasa de la mesa de aperitivos y postres — Solo dice que los gustos del emperador realmente son variados.

El silencio se instalo entre los dos. Ella no tenía molesta alguna, pero deseaba que el chico dijera alguna otra cosa para distraerla de las miradas escudriñantes de la alta sociedad. El más joven suspiró antes de hacer una nueva pregunta, todo con el fin de conocerla mejor.

— ¿Realmente es del imperio de Ancage? — su mirada pasaba del rostro angelical de la rubia sus pies, más tímido de lo usual — ¿Cómo es? Mi padre nunca me dejó visitarlo, dijo que no era un lugar para mí.

Sonrió, recordando al imperio de las penumbras y lo que presenció durante su infancia — Y me temo contradecir al emperador, pero Ancage es de los lugares más maravillosos que puedas imaginar Haveron. La música siempre está presente en las calles como la más fina y dulce de las caricias. Los colores cálidos te hacen recordar a la hermosa y floreciente primavera. El agua tan cristalina y pura que puedes ver tu reflejo en ella, o al menos eso es en El Solsticio, la ciudad capital.

— Se escucha como una ciudad maravillosa — el pelirrojo sonrió, feliz por la dulce expresión en el rostro de Brenna.

— Lo es. Lastima que ella no podrá verlo, lo más seguro es que su padre no la deje ir a la capital de las penumbras, igual que como hizo contigo — la rubia comió una galleta de mantequilla con nueces y ahogó un gemido de satisfacción — ¡Son exquisitas!

— B-Brenna — la voz del joven temblaba mientras sus palmas no hacían más que sudar en el calor repentinamente sofocante de sus guantes — ¿Amas a mi padre?

— No — respondió inmediatamente — Nunca lo haré, pero el tampoco me ama, solo me desea. Igual que todos.

La rubia miró al suelo tras un repentino golpe de culpa por su engaño al príncipe de Xek y el reciente abandono del hombre que creía era su alma gemela. De ahora en adelante volvía a estar sola en un ambiente donde tenía que cuidarse por su cuenta.

— Yo la quiero lady Brenna, más allá de algo carnal. Realmente la amo — Haveron miro a los ojos a la rubia, quien lo observó en silencio con una triste y pequeña sonrisa.

— Abrázame por favor — susurro cuando las lagrimas amenazaron con salir de sus ojos y delatar su debilidad ante el mundo — Tengo miedo.

El joven príncipe envolvió a la bailarina entre sus brazos, guardando su confesión de amor en lo más profundo de su corazón. Haveron amaba a Brenna, más allá de algún término de amistad y sentimiento de comprensión, realmente la amaba.

— Jamás te dejaré sola Brenna — murmuró en su oído, sellando así su destino.

Amaba a la mujer que llevaba al bebé de su padre en aquel vientre que apenas y delataba los tres meses de embarazo.

— Efrit, concéntrate — exigió el duque Phantom — Esta noche estas con la princesa, no con Brenna.

El príncipe rojo de Xek no tuvo más opción que obedecer a regañadientes. Deseando ser el quien rubiera a Brenna entre sus brazos y no aquel niño. Rezando para que el emperador Jaider no pusiera otra mano sobre la bailarina. Si no, que Astotellia nos libre.

Pues el príncipe de fuego no la ama como antes, pero no soporta la idea de que ella este con alguien más.

No soporta que lleve al hijo de otro.












































































































































































































































































































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