CAPÍTULO VEINTISÉIS: MINHO IN LOVE
Minho llegó a su apartamento cerca de las once de la noche, siendo saludado por Frida y Seulgi, procediendo a echarles su cena luego de que estos le hicieran ojitos de hambre.
Se sentó en su sofá caro, con una copa de vino, observando las luces de la ciudad desde su ventana. Aunque no lo pareciera, estaba muy preocupado por Ha-ri. Teme que Seung le haga daño de alguna forma. Viviendo sola y siendo una omega, no tiene quién la defienda. Ahora, su deber es cuidarla. Si su vida está en riesgo por culpa de su hermano, se sentiría culpable de ello.
Le dió otro sorbo a su bebida, con miles de millones de pensamientos en la cabeza e inquietudes que probablemente no lo dejarían dormir. Miró de reojo su teléfono tirado en el sillón y lo agarró entrando a los mensajes, directamente al chat de la pelinegra.
"Ha-ri ¿sigues despierta?"
Dudó bastante en si enviarlo o no. Al final no lo hizo. Quizás la preocuparía que de repente le escribiese a media noche, ya que, conociéndola, probablemente le llamaría de inmediato a saber qué sucede y no está de ánimos para hablar de Seung. Mucho menos en lo trágico e idiota que está siendo en esos momentos.
Rascó su cabeza un tanto estresado y terminó su copa, al darse cuenta que la botella había sido acabada, se levantó en busca de otra a su despensa de licores. Se quedó pensando en cuál escoger. Necesitaba desahogarse, soltar esas inquietudes y molestias que Seung le ha proporcionado solo por el hecho de haberlo amenazado con Ha-ri.
Porque aunque no lo parezca, le preocupa más lo que pueda pasarle a ella que a él mismo.
— Ha-ri ¿Qué me estás haciendo? — susurró tirado en el sofá, con la botella de alcohol casi vacía y ropa desordenada. Más que ebrio— ¿por qué cada vez que pienso en tí mi corazón se acelera, Ha-ri? ¿Por qué me haces esto?
Recordó el regalo de la señora Jung, por lo que alzó la cabeza viendo la bolsa y no dudó en abrirla, hallando un marco para fotos hecho a mano con perlas. Buscó en el fondo y sacó una hoja, confuso. La señora Jung siempre ha sido muy misteriosa en todos los aspectos, ella prefiere que las personas se den cuenta por sí mismos de sus errores o despistes, pero cuando se refiere a su nieta, hace todo por ella.
"Señor Lee, hay algo que debe saber..."
Mientras tanto, la omega yacía en su cama, durmiendo plácidamente para ir a trabajar al día siguiente. Hasta que su celular sonó interrumpiendo su descanso. Se quejó a más no poder y atendió, quedándose con la almohada en la cara y el sueño invadiendo su alma.
— Ha-ri, cariño— ella frunció su ceño al oír la voz de su jefe, un tanto flojo.
— Minho ¿Acaso no sabes qué hora es? ¿Por qué no estás en la cama?
— Porque no estoy contigo, cariño— Ha-ri se sentó de repente en su colchón ¿está hablando con Lee Know? ¿Su jefe insoportable y seco que no soporta los truenos? — no puedo dejar de pensar en tí, me quita el sueño no poder estar a tu lado cada noche ¿cómo puedo vivir así?
— Minho ¿Estás borracho? — se aguantó la risa. Realmente esperó muchas cosas de él, pero nunca que la llamara ebrio a esa hora — Sé que estás en tu casa porque escuché los ladridos de Seulgi asi que deja de decir tantas tonterías y anda a dormir. Mañana hay trabajo.
— No son tonterías— afirmó seguro. Ella rodó sus ojos cansada.
— ¿Entonces? ¿Para qué me llamas?
— Quería hablar contigo, escuchar tu dulce voz y pensar en lo delicioso que hueles porque te tengo lejos — tal vez debería dejarlo hablar y no prestarle mucha atención, por lo que, mientras balbuceaba, salió de su cuarto yendo a la cocina — ¿Quieres saber qué son las cosas que más me gustan de tí?
— A ver, te escucho— rió divertida dejando el aparato a un lado con el altavoz y sirviéndose un vaso de leche.
— Me gusta mucho tu cabello, es muy largo, suave, negro... También tus ojos. Son pequeños y me gusta que desaparecen cuando ríes y son lindos ¡como tus labios! Son carnosos y me gusta besarlos cuando tienen labial rojo que sabes que amo, pero... A pesar de todo eso... Hay algo que me encanta de tí. Siempre tienes esos olores que me gustan: fresa, vainilla, chocolate... Hueles muy distinto a otras personas y siempre es dulce. Amo los dulces porque tú hueles así y yo... Cuando te acercas a mí, mis manos tiemblan y siento que me paralizo.
Ha-ri se mantuvo en silencio, observando el celular, impactada. Sin saber exactamente qué decir.
— Eres tan hermosa que, desde que estuvimos juntos nuestra primera noche, no he podido querer a alguien más que no seas tú en todos los sentidos.
— Está loco... — susurró para sí misma, bebiendo de su taza con un evidente sonrojo en su rostro.
— No sé qué me estás haciendo, Jung Ha-ri... pero me gusta lo que está pasando entre nosotros.
Mentiría si dijera que aquella última frase no la hizo emocionarse, por alguna extraña razón, era todo lo que necesitaba escuchar esa noche por parte de Minho.
Se acercó al teléfono, tomándolo en sus manos. Iba a hablar, hasta que oyó los ronquidos leves de su jefe a través de la línea, indicándole que había caído rendido. Sonrió.
— Dulces sueños, señor Lee.
(—🍓—)
Al día siguiente, Minho no pudo ni levantarse de su cama. La resaca atacó su cabeza apenas abrió los ojos pero no podía darse el lujo de quedarse a casa sabiendo el montón de trabajo que tiene. Caminó por Kats con unas gafas de sol oscuras con su rostro cansado y porte desanimado, rogando para volver a su casa de inmediato. Realmente quería morirse.
— ¡Buenos días señor Lee! — Ye-ji apareció de repente cuando iba entrando a la oficina, dándole un susto.
— Maldita sea, Hwang ¡deja de gritar o te voy a arrancar esa lengua! — regañó.
— Ay, perdón. Amanece peor cada día — se disculpó con una mueca por su actitud más irritante que nunca — mire, le llegaron estas cartas. Se las iba a entregar a la señorita Jung pero aún no ha llegado, algunas son del banco, otras de unos negocios y facturas que...
— Ha-ri — susurró bajo sin prestarle atención a su recepcionista, preguntándose por qué no ha llegado su omega.
Ye-ji frunció su ceño viéndolo irse sin más y miró a sus compañeros, quienes estaban igual de confundidos. Aunque era fácil saber que su noche había sido pesada y se había pasado de copas, algo no muy común de él. Ya que Lee Know es de las personas que no comete ese tipo de tonterías continuamente.
Se sentó en su escritorio, quitándose las gafas y quedándose pensando seriamente en lo que hizo el día anterior. Se dió un golpe en la frente con la vergüenza comiéndole el cuerpo ¿cómo pudo ser tan boca floja? Ella ha de estar odiándolo en esos momentos. Quizás por eso no ha decidido llegar. Sus acciones la han incomodado.
— Carajo, Lee Minho, eres un imbécil de primera. Qué buena idea tuviste. Llamarla y quedar como un idiota para que al final no se te ocurriese nada para que esté segura de Seung
— se tiró en la silla mordiéndose la uña. Tocaron la puerta — ¿Qué quieres?
Al ver a Ha-ri entrar, se puso de pie en un segundo, con una expresión un tanto asombrada— ¡Ha-ri! Estás aquí.
— Eh... sí, señor Lee. He venido a trabajar — respondió, soltó una risa al final. Él la miró expectante ¿por qué no se ve molesta? — vine a avisarle que llegué tarde porque... Bueno, no pude dormir mucho.
— Por favor, discúlpame. Mi intención no era incomodarte.
— No te preocupes, no me has incomodado, en realidad... Fuiste muy dulce. Te agradezco por eso. Nunca nadie me había dicho cosas tan tiernas — sonrió contenta. Ladeó su cabeza borrando aquella expresión — ¿Te sientes bien? te noto cansado ¿por qué no vas a descansar hoy?
— Hay mucho trabajo, yo...
— Minho, no seas terco — regaña. Él la mira rendido y asiente haciéndole caso ¿se estaba dejando mandar de ella? Eso es nuevo —Yo me ocupo de los papeles y demás ¿okey? Si necesito algo, no dudaré en llamarte.
Él suelta un gruñido y agarra su maleta de mala gana dirigiéndose a la puerta, donde, antes de salir, Ha-ri lo detuvo, tocando su rostro.
— Estás caliente, ojalá no te enfermes. Lo mejor es que te vayas, tu semblante luce muy mal— se puso en cuclillas dándole un beso en la mejilla como despedida — eso te ayudará a mejorar.
Minho no pudo evitar sonreír un poco antes de salir de una vez por todas de la oficina de regreso a su hogar. Ha-ri suspiró con los ánimos al cielo y miró su mesa, viéndola desordenada, lo cual la hacía sentir ansiedad, así que se dispuso a organizarla y dejar todo impecable.
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