𝗎𝗇𝖽𝖾𝗌𝗂𝗋𝖺𝖻𝗅𝖾 𝖿𝖺𝗆𝗂𝗅𝗒 𝖻𝖺𝗇𝗊𝗎𝖾𝗍𝗌

Los primeros rayos del sol se colaban suavemente por el balcón, las cortinas estaban ligeramente abiertas, así es como se daban cuenta de que la mañana ya estaba llegando.

Las manos de Aerea se apoyaron en el pecho desnudo de Aegon, lo arañó con suavidad mientras seguía meneándose sobre él. Por su parte, Aegon sostenía su cadera con fuerza, ayudándola a mantener el ritmo, los únicos ruidos audibles dentro de sus aposentos eran los inminentes gemidos provenientes de ambos, junto con el de sus cuerpos chocando el uno contra el otro.

— Aegon.— Suspiró con deleite al sentir como las manos de su esposo se habían posado sobre sus pechos.

Aegon esbozó una sonrisa altanera al escucharla, los estrujó con ligereza, aquella acción provocó un gran gemido por parte de Aerea. Sintió como ella comenzaba a moverse con mayor intensidad, estaba a punto de terminar, sus manos volvieron a sus caderas, se empujó salvajemente contra ella y pronto sintió como su interior apretaba con fuerza su erección, había llegado al orgasmo.

No se contuvo más y terminó derramándose dentro de ella, la sintió temblar mientras lo hacía, sus respiraciones estaban erráticas y ellos estaban agotados. Aerea se movió con lentitud, sintió un escalofrío recorrerla cuando Aegon finalmente estuvo fuera de ella, se recostó a su lado, usando su brazo como almohada.

— ¿Cansada? — Preguntó con burla. Ella le dio un ligero golpe en el pecho como respuesta.— ¡Auch!

— Cansada no, satisfecha.— Aclaró con una sonrisa.

Aegon se rió de sus palabras y depositó un rápido beso sobre su frente.

— Lo hicimos durante toda la noche.— Recordó.— Estaría preocupado y ofendido si no estuvieras satisfecha.

— No creo que debas preocuparte por eso.— Le respondió mientras se acurrucaba junto a él.— Sorprendentemente siempre logras satisfacerme.

— Debería dejarte en abstinencia.— Dijo con cierta molestia.

— Eso también sería un castigo para ti.— Habló con gracia.— Difícilmente puedes mantenerte lejos de mi coño.

Aegon se dio la vuelta, quedando justo frente a ella, se apoyó en su brazo y la observó con una sonrisa que Aerea conocía demasiado bien, de repente una sensación eléctrica y familiar la recorrió por completo. Él tomó su mentón y la hizo observarlo fijamente, su mirada color avellana se enfrentaba a la violeta de su marido.

— No uses un lenguaje tan vulgar conmigo.— Respondió con una sonrisa.— Harás que se me pare de nuevo.

Ella sonrió con diversión mientras se inclinaba hasta él, rozando sus labios contra los suyos, era una caricia sutil pero provocativa.

— Te estuve follando toda la noche.— Murmuró contra sus labios.— ¿Y aún quieres más?

Unos golpes en la puerta interrumpieron el momento, Aegon se apartó de ella con molestia y Aerea se enderezó con pesar sobre la cama.

— ¿Qué pasa? — Habló lo suficientemente fuerte como para que la persona en la puerta la escuchara.

— Soy Flora, princesa.— Era su doncella.— La reina pide por su presencia.

Rodó los ojos y suspiró con pesar, salió de la cama y tomó su camisón del suelo, se lo puso antes de caminar hacia la puerta y abrirla.

— Princesa.— Le brindó un saludo cortés.

— El sol apenas está saliendo.— Se quejó Aerea.

— Me disculpo, princesa.— La chica bajó la mirada.— Pero la reina insiste en verla ahora.

— ¿Te dijo para qué? — La vio negar y eso sólo irritó aún más a Aerea. Volvió su visita a Aegon y él seguía tranquilamente acostado sobre la cama.— Prepáranos un baño.

Ella asintió y se despidió de con otra ligera reverencia. Cerró nuevamente la puerta y caminó de regreso a la cama, Aegon abrió un ojo al sentir como ella volvía a acostarse.

— ¿Qué? — Le preguntó al ver que sólo lo estaba observando.

— Se terminó el té de luna.— Respondió con una sonrisa divertida.

Aegon se rió al escucharla y se enderezó sobre la cama para observarla. El primer embarazo de Aerea casi la mata, los maestres consideraban un milagro que se hubiese recuperado de la fiebre, después de ese suceso ambos llegaron a un acuerdo con el maestre Orwyle, el hombre les proporcionaría té de luna para que ellos pudieran continuar con sus actividades matrimoniales sin el peligro de terminar engendrando otro niño.

— Le pediré a Orwyle que nos prepare más.— Ella asintió en respuesta.

Nuevos golpes en la puerta se hicieron presentes, Aerea no tuvo más opción que volver a levantarse, dio la orden de que entraran y pronto un montón de sirvientes ingresaron a la habitación, sólo cuatro de ellos se encargaban de llevar la tina que usarían para su baño y los demás cargaban el agua tibia.

— Nosotros nos haremos cargo.— Habló Aegon mientras salía de la cama con una sábana enrollada en su cintura.— Los llamáremos cuando los necesitemos.

Los sirvientes se despidieron y se apresuraron a dejarlos solos. Aerea se quitó el camisón quedando así completamente desnuda y Aegon la imitó tirando la sábana al suelo, ambos ingresaron a la tina llena de agua, Aerea se colocó entre las piernas de Aegon con su espalda apoyada en su pecho.

— Tengo el presentimiento de que hoy será un día demasiado ajetreado.— Comentó con cansancio.

Aegon depositó un beso sobre su nuca y se apoyó contra la tina mientras suspiraba con resignación.

— Bueno, definitivamente será una mierda.

La enfermedad que acomplejaba al rey se había agravado con el pasar de los años, ahora difícilmente podía mantenerse fuera de la cama, en consecuencia, su madre junto a su abuelo se habían estado haciendo cargo de los asuntos del reino. La problemática más reciente incluía a la Casa Velaryon o más específicamente a Ser Vaemon Velaryon, el hombre encontraba sumamente indignante e inaudito que Corlys permitiera que un sucio bastardo se quedara con Marcaderiva.

— ¿No podemos huir de esto? — Se quejó Aerea.

— Ojalá pudiéramos.— Aegon se lamentó.

Continuaron lamentándose por el día que les esperaba mientras terminaban de lavarse, su madre seguramente estaría ocupada y estresada con todo el asunto de la audiencia solicitada por Vaemond Velaryon, lamentablemente no podían escapar de eso.







Jacaerys se apoyó con frustración contra la mesa frente a él, su vista seguía fija en el enorme libro que reposaba ahí. Su destreza para dominar la lengua de sus ancestros era casi nula, confundía palabras y empleaba mal otras al momento de intentar pronunciar alguna oración.

— Tenga paciencia, mi príncipe.— Lo ánimo el maestre que se encontraba con él.

— Estoy cerca de lograrlo.— Insistió él.— Aegon y sus hermanas los talaron...? ¡Eso, ellos lo talaron! — Mencionó con emoción el castaño.

— Cortaron.— Lo corrigió su madre apenas entró a la sala.— La palabra es parecida, pero tu traducción es incorrecta.

Jace apoyó la frente contra la mesa en un ataque de frustración, Rhaenyra sonrió con algo de diversión al ver la reacción de su primogénito.

— Está bien, Jace.— Habló ella mientras se acercaba a él.— No espero que te vuelvas diestro en lengua, el Alto Valyrio es complicado.

Intentó consolarlo, sabía lo mucho que se estaba esforzando para cumplir con sus expectativas, pero lo que ella menos deseaba era presionarlo.

— Necesito hacer esto.— Insistió el príncipe.— ¿Qué clase de rey no honra a sus antepasados?

Sus palabras quedaron dentro de su boca, Daemon había entrado a la sala y no portaba una buena expresión. Se giró hacía Jace y le dio una pequeña sonrisa antes de caminar hasta su esposo, quien simplemente le entregó un papel.

— Viene de Desembarco del Rey.— Le informó el hombre.

La expresión en el rostro de Rhaenyra se volvió  más seria, temía por el contenido de aquel papel.

— Déjenos.— Le ordenó a los presentes. Jace se llevó a Joffrey y entonces sólo quedaron ellos dos en la inmensa sala.— ¿Son malas noticias?

— Deberías leerlo por ti misma.— Respondió Daemon.

La respuesta de Daemon no hizo más que poner ansiosa a Rhaenyra, no recibían cartas de la capital con frecuencia. Desenrolló el papel y comenzó a leer el contenido del mismo, su nerviosismo aumentaba conforme leía lo que se encontraba escrito.

— Vaemond Velaryon está cuestionando el reclamo de Luke sobre Marcaderiva.— Soltó con derrota.— Y por consiguiente el reclamo de Jace y mí propio reclamo sobre el trono.

Pasó su mano por su vientre embarazado en un intento por tranquilizarse, Daemon colocó su propia mano sobre la de Rhaenyra.

— ¿Qué quieres hacer? — Le preguntó mientras la observaba.

— No puedo evadir la situación o más rumores se esparcirán.— No presentarse a aquella audiencia sería fatal para ella y sus hijos, al mismo tiempo, la sola idea de tener que hacerlo la asustaba.— ¿Qué más puedo hacer? Mi pobre padre se encuentra incapacitado y las personas a su alrededor no son más que unas víboras.

Daemon apretó ligeramente su mano sobre la de ella, debía ser su apoyo y estaba dispuesto a serlo.

— Entonces vayamos a Desembarco del Rey.— Respondió en un tono suave y reconfortante.

Rhaenyra le sonrió con poco entusiasmo pero sostuvo su mano con fuerza, ella agradecía su apoyo.







Estar en Desembarco del Rey nunca le era agradable, lo consideraba desagradable, el aire fresco y el agradable silencio que el Valle le proporcionaba era algo que siempre extrañaba. Tomó la mano de su esposa ayudándola así a bajar del carruaje, Helaena parecía feliz por estar de vuelta, al menos por un tiempo al que fue su hogar.

La doncella que trajeron consigo desde Piedra de las Runas sostenía a su pequeño hijo con sumo cuidado, Maelor solía removerse mucho entre los brazos de las personas que lo sostenían, a menos que se tratara de Helaena, de ser ella el niño permanecía tranquilo y se dormía con facilidad entre sus brazos.

Ingresaron al castillo y la reina ya los estaba esperando junto a los príncipes y la princesa, la mano del rey se encontraba junto a ellos, como siempre. La reina Alicent se acercó y abrazó dulcemente a su hija menor, pasaron años desde la última vez estuvieron juntas.

— Bienvenida, mi dulce amor.— Le habló con cariño.

— Madre.— Respondió Helaena con suavidad.

Aerea fue la siguiente en acercarse a abrazarla y a diferencia de cuando la reina lo hizo, Helaena correspondió al abrazo rodeado a su hermana mayor con gentileza. Ambas se sonrieron y pronto la atención de Aerea se enfocó en el bebé que trajeron con ellos.

— Por los dioses.— Habló con emoción.— Pero que lindura tenemos aquí ¿Cómo es que un bebé tan lindo puede tener un padre tan feo? — Se burló la princesa mientras tomaba en brazos al niño y observaba a Rhysand de reojo.

— ¿Quieres que empiece a hablar mal de tu esposo? — La amenazó Rhysand en tono burlón.

— ¡Ey, yo no dije nada! — Se quejó Aegon.

Aemond dejó salir una ligera sonrisa burlona y Aerea se rió sin vergüenza alguna. Alicent tomó al pequeño Maelor de los brazos de Aerea y sonrió encantada, sin embargo, el pequeño comenzó a removerse incómodo.

— Debe estar cansado.— Intervino Helaena mientras cargaba al pequeño.— Necesita dormir.

— Por supuesto, sus aposentos ya están listos.— Informó la reina.— Déjame acompañarte, cariño.

Alicent se marchó en compañía de Helaena y su doncella, Ser Criston las seguía desde atrás, las perdieron de vista por las escaleras. Sólo entonces Otto se permitió hablar, sus manos se encontraban ocupadas con algunos papeles.

— Es un honor tenerlo aquí, Lord Rhysand.— Le habló con formalidad.

— Lord Mano.— Respondió él.— Agradezco la hospitalidad mostrada a mi familia.

— No hay nada que agradecer, después de todo también somos familia ahora.— Una sonrisa autosuficiente apareció en el rostro del hombre.— Debo retirarme, aún hay asuntos que debo solucionar. Mis nietos sabrán serle de compañía.

Cuando los tres quedaron solos Aerea se dio la vuelta hacia Rhysand y le sonrió con diversión.

— ¿Aceptarías mi invitación a una inofensiva carrera? — Él alzó una ceja en confusión.

— ¿Qué clase se carrera? — Se cruzó de brazos.

— Una de dragones, por supuesto.— Intervino Aegon.— Lo hacemos a menudo, pero sería fantástico agregar a Vermithor a dicha actividad.

— Nuestra dulce hermana también está invitada, Dreamfyre no puede perderse esto.— Respondió Aerea con alegría mientras se aferraba al brazo de Aegon.

— ¿Qué hay de Vhagar? — Preguntó con la vista fija en Aemond.— Deja a los ancianos jugar un poco.

— Por supuesto que mi hermanito vendrá con nosotros.— Aerea respondió por él, lo tomó por el brazo al igual que lo estaba haciendo con Aegon.— Todos participamos.

— Entonces hagámoslo.— Rhysand estuvo de acuerdo.

— Bien, iré a cambiarme.— Los tres hombres la miraron.— ¿Qué? De ninguna manera iré a volar con este vestido, es de mis favoritos.

Aegon rodó los ojos y Rhysand simplemente se burló de ella al escucharla, seguía tan mimada como siempre.

— La ropa de jinete existe por una razón.— Aemond la defendió.

— ¡Exacto, gracias! — Apuntó ella mientras se daba vuelta y se apresuraba a subir las escaleras.— ¡No me tardó! — Les gritó.

— ¿Es idea mía o se ha vuelto más escandalosa? — El castaño lanzó la pregunta a los príncipes.

— Todo es culpa de Aegon.— Respondió Aemond.

— Yo no hice nada.— Se defendió.— Ella es más feliz así. Es más libre.

Rhysand podía comprender a lo que Aegon se refería, él mismo sentía que le había pasado lo mismo a la propia Helaena, su naturaleza tranquila y silenciosa encajaba mejor con el ambiente brindando por el Valle que la ruidosa capital.

— Entonces está bien.— Le respondió a su primo.— Iré por Helaena, tal vez quiera acompañarnos.

— Apresúrate.— Aegon le gritó de vuelta mientras los observaba perderse por las escaleras.







Las puertas del carruaje fueron abiertas por uno de los cocheros, Daemon bajó primero, le extendió una mano a Rhaenyra y la ayudó a bajar por los escalones, se encontraban frente a la Fortaleza Roja. A simple vista el panorama no parecía haber cambiado mucho, todo su séquito había arribado finalmente, algunos mediante barco y ellos en sus dragones.

Unos fuertes sonidos retumbaron desde el cielo, tan pronto como alzó la vista pudo observar que se trataban de los dragones de sus hermanos, Sunfyre iba a la cabeza, seguido de Silverwing y Dreamfyre era quien quedaba al final.

— Parece que ya todos están aquí.— Mencionó Daemon con la vista fija en los dragones que volaban sobre ellos.

— Así parece.— Respondió ella.

De repente, dos fuertes rugidos resonaron con más fuerza, todo se nubló por unos instantes, Vermithor y Vhagar también estaban ahí, fueron los últimos de la caravana en pasar.

— Entremos.— Habló Daemon.

— Parece que Rhysand decidió acompañar a Helaena.— Agregó Rhaenyra. Daemon buscaba ignorar el tema.— ¿Cuándo fue la última vez que intercambiaste cartas con él? — Ella insistió.

— No veo la necesidad de hacerlo.— Le respondió con frialdad.

— Es tu hijo.

— Tengo más hijos.

— Eso no cambia que él fuese el primero.— Daemon se detuvo y se giró a verla.— Los tiempos se complican Daemon, sólo digo que tener una buena relación con él sería más beneficioso.

— Intenté tener una buena relación con él hace años.— Su tono dejaba ver su molestia.— Y lo que gané a cambio fue que despreciara mi propuesta.

— Era una propuesta Daemon, no una orden. Tenía todo el derecho a rechazarla.— Hizo una mueca de disgusto al escucharla.

— Su mal carácter le nubla el juicio.

— En eso se parece a su padre.— Rhaenyra le respondió.

Rhaenyra dejó salir un pesado suspiro mientras lo seguía de cerca. Creía conocer a Daemon lo suficiente, tenía la sensación de que muy en el fondo le dolía ser despreciado por Rhysand, el primer hijo suele robarte el corazón y difícilmente amaras con la misma intensidad a alguien más. Su primer hijo, su legado y futuro, su exilio creó una brecha enorme entre ambos y no parecía que fuese a mejorar.

Ambos se detuvieron frente a la puerta que daba a los aposentos del rey, el guardia los saludó y abrió la puerta para permitirles la entrada. La habitación estaba oscura y olía a hierbas, doseles cubrían la gran cama, Rhaenyra se acercó con lentitud y los removió con suavidad, lo que la esperaba logró sorprenderla, sabía que su padre estaba enfermo, pero verlo en tales condiciones fue impactante para ella.

— Mi rey.— Lo llamó en tono suave.— Soy yo, Rhaenyra.

Viserys apenas y se movió cuando escuchó su voz, un quejido escapó de él. Sentía tristeza por tener que verlo en ese estado, los años dorados de su padre habían durado poco.

— Hermano.— Habló Daemon es esa ocasión.

El rey alzó la mano con lentitud mientras lo llamaba.

— Daemon...— Dijo con dificultad.— La medicina...

Se giró hasta una mesa junto a la cama y tomó una copa que se encontraba ahí, la olió y pudo percibir el fuerte aroma a amapola.

— Leche de amapola.— Le dijo a Rhaenyra.

Ella lo miró con preocupación y después desvió la mirada hasta su padre que yacía recostado y apenas consiente. Daemon lo ayudó a tomar el contenido de la copa y pronto los quejidos del rey cesaron.

La puerta volvió a abrirse y por ella entraron sus hijos menores, Rhaenyra sonrió y los llamó con un gesto para que se acercaran, Aegon y Viserys se pusieron detrás de ella.

— Padre, estos son mis hijos.— Colocó ambas manos sobre los hombros del mayor y lo empujó sutilmente hacia adelante.— El es Aegon.

El pequeño hizo una pequeña inclinación de cabeza y terminado el saludo rápidamente dio un paso atrás. Era el turno de Viserys, su madre lo empujó, aunque estuvo algo reacio, el niño no parecía estar cómodo ante la fea vista.

— Y éste es Viserys.— Exclamó la princesa con orgullo.

Eso pareció provocar una reacción en el enfermo monarca, ya que fue capaz de esbozar una ligera sonrisa.

— Viserys.— Repitió.— Es el nombre de un rey.

Daemon sonrió ligeramente mientras acariciaba cariñosamente la cabeza de su hijo menor. Cuando la medicina terminó por dormir al rey, los niños abandonaron la habitación junto a la doncella de Rhaenyra, sólo quedaron ella y Daemon en la habitación.

— Tranquila.— Daemon la tomó de la mano.

— No puedo estar tranquila en una situación como esta.— Apretó su mano de vuelta.— Toda esta confabulación me tiene harta.

Las puertas volvieron a abrirse, dándole entrada a la reina Alicent, quien sonrió al verlos ahí. Ellos sin embargo, no podían responder al gesto con el mismo entusiasmo, Rhaenyra soltó la mano de Daemon y comenzó a jugar sutilmente con sus propios anillos en su lugar.

— Princesa, nos alegra tenerlos aquí.— Musitó la mujer.

— ¿Qué más puedo hacer? Debo responder a un acto tan ridículo como ésta audiencia.— Respondió la platinada con molestia.

— Sólo estamos respondiendo de acuerdo al protocolo.— Alicent los observó a ambos.— Ser Vaemond pidió una audiencia real por algo que compete al futuro de la Casa Velaryon, no podemos simplemente ignorarlo.

Daemon dejó salir una risa cargada de burla y molestia mientras apartaba la vista de la reina.

— ¿Y con qué autoridad se lleva a cabo todo esto? — Preguntó Rhaenyra notablemente exasperada.

— Con la mía.— Respondió la reina con una sonrisa.— La audiencia se llevará a cabo en unas horas, hasta entonces espero que descansen cómodamente.— Se dio la vuelta y salió de las habitaciones.

❛ ❜

Abrió las puertas de la guardería y se topó con su hermana sentada en el suelo junto a la camas de los gemelos, parecía estar concentrada en su bordado. Jaehaerys corrió hacia ella y se aferró a sus faldas, Aerea sonrió y lo alzó en sus brazos, besó su mejilla y el pequeño príncipe soltó una risita risueña.

— Jaehaera.— La llamó. Ella parecía estar más entretenida con sus dragones de madera que en su presencia.

Caminó por la habitación aún con Jaehaerys en brazos y se detuvo cerca de Helaena, se dio cuenta de que la cuna de Maelor estaba del otro lado de la habitación, el bebé se encontraba plácidamente dormido.

— ¿Disfrutaste de la carrera? — Preguntó para ver si lograba llamar su atención. Helaena terminó apartando la vista de su bordado y le dio una suave sonrisa en respuesta.

Hizo una pequeña mueca de descontento al no obtener más respuesta que esa, la mano de Jaehaerys jugando con su collar la hizo volver a mirarlo, besó su sien y lo bajó. Tan pronto como sus pies tocaron el suelo el pequeño corrió en dirección a su hermana, quién rápidamente lo incluyó en su juego con dragones.

— Una nueva reina.— Helaena murmuró mientras seguía bordando.

Aerea se giró de vuelta a ella al escucharla murmurar algo, sonrió con algo de nostalgia, Helaena no parecía haber cambiado mucho con el paso de los años, seguía siendo tranquila y amable.

— Esposa querida.— Aegon entró a la habitación con un semblante alegre.— Hermana.— Agregó cuando se percató de la presencia de Helaena.

— No seas tan ruidoso, Maelor esta dormido.— Apuntó a la cuna. Aegon colocó su dedo índice sobre sus labios en señal de que guardaría silencio.

— Papi.— La suave voz de Jaehaera los hizo voltear a ambos. La princesita caminó hasta él, ofreciéndole uno de sus dragones de madera.

— ¿Para mí? — Preguntó con sorpresa. Jaehaera asintió.— Gracias, cariño.

Ella le sonrió y volvió hasta su hermano dando saltitos, le causa ternura ver lo unidos que son, sólo los había visto pelear una vez y el asunto se resolvió rápidamente cuando ella habló con ambos, le prometieron no volver a pelear y hasta la fecha seguían cumpliendo dicha promesa.

— ¿Qué sucede? — Le preguntó a Aegon.

— Nuestra madre requiere nuestra presencia, la de todos en realidad.— Lo dijo mientras observaba a Helaena.— La audiencia está por comenzar.

— Que emoción.— Agregó con sarcasmo.— ¿Todo el mundo lo espera con ansias no es así?

— Aemond y Rhysand fueron de los primeros en entrar.— Contó Aegon.— Ellos sólo buscan molestar a Daemon y a Lucerys.

— Es hora de irnos.— Intervino Helaena por primera vez.

— Seguramente ya vamos tarde.— A Aerea realmente no le importaba la dichosa audiencia, sabía que algún día las mentiras de Rhaenyra se volverían insostenibles y terminarían ahogándola.

— Es por eso que debemos marcharnos ya.— Dejó el juguete que su hija le había dado sobre una de las camas.— Madre no nos dejara en paz si no hacemos lo que nos pide.

Aerea suspiró fastidiada, pero cualquier cosa era mejor opción que tener que soportar a su madre y sus insufribles sermones sobre el deber y el apoyo familiar. Le tendió la mano a Helaena, nunca le habían gustado las multitudes, ella la tomó por el brazo sin objeción alguna, se despidieron de los niños y los tres caminaron a paso tranquilo hasta la sala del trono.

— He tenido un sueño recurrente.— Aerea la escuchó con atención.

— ¿Sobre qué?

— Fuego y sangre.— Le respondió ella.— Tú sangre estará en el trono.— Susurró cerca de su oído.

— ¿Qué? — La miró con confusión.

Cuando estuvieron frente a las puertas de la sala del trono Helaena apretó su agarre contra su brazo. Aegon se colocó junto a ella y observó al guardia, haciéndole una señal con la cabeza para que abriera la puerta.

Entraron en mal momento, su padre se encontraba sorprendentemente sentado en el trono de hierro y se veía molesto. Vaemond Velaryon también estaba visiblemente alterado, su entrada provocó que todo el mundo se fijara en ellos, pero no le dieron importancia, Aerea sostuvo firmemente a Helaena por el brazo y Aegon iba con la frente en alto, nada se les daba mejor como pretender, algo que posiblemente obtuvieron de su madre.

— ¿Qué tanto pasó aquí? — Le preguntó a Rhysand en un susurro. Se había colocado junto a él, lo tenía a la izquierda mientras Aegon y el resto de su familia se encontraban a su derecha.

Ser Vaemond ha expuesto el descarado engaño de la princesa delante de todos y ahora buscan silenciarlo por ello.— Le habló en Alto Valyrio. No parecía muy preocupado de que alguien más lo escuchara, considerando que había miembros de casas Valyrias en la sala.

Estas loco.— Le respondió entre risas.

Al contrario, los locos son aquellos que se aferran a una mentira tan desagradable y descarada.— Lo último no lo dijo tan discretamente. Vaemond Velaryon se había girado a verlo.

La verdad sea escuchada, muchacho.— Le dijo el hombre.— ¡Ese niño busca quedarse con tierras que no le pertenecen!

— Controle su boca, Ser.— Viserys habló.

— Usted puede permitir todas las atrocidades que desee para su casa, majestad.— Respondió el Velaryon.— Pero yo protegeré a la mía. ¡Ese no es un verdadero Velaryon! — Gritó mientras apuntaba al segundo hijo de la princesa.

Helaena se cubrió los oídos ante el estruendoso grito y se movió hacia atrás, quedando detrás de Aerea, ella se volteó sutilmente para ver a su hermana menor.

— Él lo va a cortar, él lo va a cortar.— Repetía en voz baja.

— Hel.— Le habló con suavidad pero ella seguía asustada.

— ¡Suficiente! — Gritó el rey.

— No dejaré que el destino de mi Casa termine en manos de eso.— Ser Vaemond respondió con absoluta furia.— Ya nos han arrebatado suficiente.

— Su majestad.— Toda la atención estaba puesta en Rhysand debido a su interrupción.— Logro comprender la preocupación de Ser Vaemond, pasé por una situación similar hace algunos años, es ofensivo que alguien ajeno a la familia busque hacerse de tierras que no le corresponden.— Dijo todo eso con la vista fija en Daemon.— Sin embargo, debería conservar el decoro, Ser Vaemond.

— Le pediré amablemente que no interfiera en esto, Lord Royce.— El hombre lo observó con molestia.

— Concuerdo en que todo derecho de herencia que pudiera tener el príncipe.— Remarcó la última palabra.— Se quemó hace tiempo.

— ¡Suficiente con esos desagradables rumores!

Las verdades incomodan ¿No es así? — Rhysand le respondió a Rhaenyra en la antigua lengua. El significado de sus palabras no sería comprendido por nadie de los presentes. Se rió al ver los rostros de confusión a lo largo de la sala.

— ¿Qué fue lo que dijiste? — Daemon dio unos pasos hacia adelante, su mano se aferraba fuertemente al puño de hermana oscura.

Aerea miró a su padre en busca de que interviniera en todo ese alboroto, pero Viserys estaba completamente recostado sobre el trono mientras tocaba su rostro y respiraba con notable dificultad.

¿Sobre qué? — Volvió a cambiar al Alto Valyrio. Notó como la quijada de Daemon se apretaba con furia ante su cinismo.

— Madre.— Aerea llamó a Alicent.— Padre se encuentra mal.

Alicent giró su mirada hasta el trono y se horrorizó al ver la condición en la que se encontraba Viserys, corrió hacia él sin pensarlo y entonces todos los presentes fueron testigos de cómo el rey casi se desplomaba. Los guardias se apresuraron a auxiliar al rey y seguidos por la reina abandonaron aquella sala con prisa.

Aerea aprovechó eso para acercarse a Ser Vaemond, el hombre parecía molesto de que la audiencia terminara de esa manera.

Ser Vaemond.— Le habló en Alto Valyrio.— Créame cuándo le digo que la mayoría de los presentes en esta sala comprenden y lamentan su situación, pero debe mantener la poca compostura que le queda o podía perder la cabeza.

Mi hermano tiene a sus propios bastardos, princesa.— Dichas palabras lograron sorprender genuinamente a Aerea.— Y le aseguro que no les muestra la misma devoción que a los de la princesa Rhaenyra. No dejaré que esa sangre sucia se apodere de Marcaderiva.

Tiene derecho a dos audiencias más, Ser.— Ella le recordó.— Así lo marca el protocolo real, pero no podrá presentarlas si está muerto. Vuelva a Marcaderiva junto a su familia inmediatamente.

El hombre apretó los labios con molestia pero no argumentó nada más en contra, salió de la sala con más miembros de su familia detrás. Miró hacia el lugar de sus hermanos, Helaena se escondía detrás de Aegon y Aemond, su abuelo seguía junto a ellos sin verse realmente consternado por la situación, Rhysand por su parte seguía frente a frente con Daemon, aquello no era bueno.

— Rhysand.— Lo llamó mientras lo tomaba del brazo.— Vámonos.

Padre e hijo seguían mirándose fijamente, ambos pares de ojos amatistas dejaban ver la inmensa furia que se tenían.

— Helaena no quiere estar aquí.— Le susurró.

Esas simples palabras bastaron para que él desviara la vista de Daemon momentáneamente y buscara a su esposa, la encontró escondiéndose detrás de sus hermanos.

— Sabes, estoy algo decepcionado de ti.— Se cruzó de brazos.— Siempre creí que lo único rescatable de tu horrenda personalidad era tu sinceridad. Pero viendo lo mucho que nos desprecias por no ser "puros" tu actitud benevolente y hasta protectora por los bastardos de tu esposa es bastante hipócrita.

— Te arrancare la lengua.— Lo amenazó con firmeza.

— Inténtalo.— Se burló él.— Ya tienes dos hijos varones que son completa y meramente de la sangre del dragón ¿Y me vas a decir que ahora dejarás que unos simples bastardos lleguen al trono? ¿Por qué dejarías que Baela sea reina consorte de un rey al que siempre se le cuestionara su legitimidad, cuando puedes poner a Aegon en el trono?

Rhysand pudo ver como la expresión en el rostro de Daemon cambiaba ligeramente, ya no fruncía el ceño y parecía estar llevando su mente hacia otro tipo de pensamientos. Sintió como Aerea lo jalaba y decidió que había sido suficiente, se dio la vuelta y caminó hasta su esposa.

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Las horas posteriores a la desastrosa audiencia que tuvo lugar en la sala del trono pasaron con lentitud y un rotundo silencio. La princesa Rhaenyra y su prole se habían mantenido en su lado del castillo, por su parte, Aerea y sus hermanos continuaron con sus actividades de la manera más normal posible, Rhysand y Aemond estaban en el patio de armas, Helaena volvió a su bordado mientras que Aegon y ella pasaron un rato con los gemelos.

— Me sorprendió ver a nuestro padre sentado en el trono.— Se sirvió una copa de vino.— Pensé que se caería a pedazos.

— Aegon.— Ella lo reprendió.

— Ni siquiera deberíamos asistir a ese estúpido banquete.— Terminó el contenido de la copa de un solo trago.— Él nunca cena, come o desayuna con nosotros. Nunca lo hizo ¿Qué gana con pretender lo contrario ahora?

— Sólo piensa en lo insufrible que se pondrá nuestro madre sí decidimos no asistir.— Se rió al observar el gesto de horror que se posó en el rostro de Aegon.

— Bien, eso es suficiente para convencerme.

— Entonces deberíamos ir al comedor ahora, no queremos llegar tarde otra vez.

Arropó a Jaehaerys con cuidado y besó su frente con cuidado de no despertarlo, repitió la misma acción con Jaehaera. Aerea no pudo evitar sonreír al verlo, Aegon solía mostrar ese lado de sí mismo sólo para ellos y los gemelos ciertamente disfrutaban del tiempo junto a su padre.

Lo esperó en la puerta, él la alcanzó y le ofreció su brazo para que lo sostuviera y así escoltarla hasta el salón de banquetes. Para cuando ingresaron, los sirvientes ya estaban sirviendo los diferentes platillos a lo largo de la gran mesa, Rhaenyra y su familia ya se encontraban en sus lugares.

Rhysand y Helaena fueron los siguientes en aparecer por la puerta, Aemond fue el último de sus hermanos en llegar, entró con pasos tranquilos y tomó asiento al lado de Aegon. Todos se pusieron de pie cuando los guardias entraron cargando la silla en la que su padre se encontraba sentado, de verdad era una sorpresa que los acompañara para cena.

— Que mala suerte.— Golpeó a Aegon en el costado al escucharlo susurrar aquello.

— Compórtate.— Lo regañó por lo bajo.

El ambiente se mostraba ligeramente incómodo, no podían empezar a degustar del banquete si el rey no lo hacía primero. Y su padre no parecía contar con las fuerzas o los ánimos de comer, todo debido a su enfermedad.

Para asombro de todos los presentes en la mesa, Viserys se esforzó por ponerse de pie, ayudándose de su bastón para hacerlo. Miró hacia ambos lados de la mesa, asegurándose de tener la atención de todos y sólo entonces inició con su discurso.

— Lo que pasó ésta tarde.— Comenzó con debilidad.— No debe repetirse. Somos una familia, cualquier discordia entre nosotros debe erradicarse por completo.

Todos seguían en silencio, mientras las personas del lado de Rhaenyra se mostraban apenados e incluso buscaban evitar el contacto visual con el rey, Aerea, sus hermanos e incluso su primo, mantenían los ojos puestos firmemente en Viserys. Comenzó a quitarse la máscara que cubría la mitad de su rostro y la dejó caer sobre la mesa, dejando ver lo avanzada que estaba su enfermedad.

— Les pido.— Continuó hablando.— Como su rey, padre, hermano y abuelo, que dejen toda enemistad fuera. Debemos permanecer unidos, sólo así prevaleceremos.

Apenas y pudo terminar aquel discurso antes de caer sentado de nuevo sobre su silla, la reina sostuvo su brazo mientras lo observaba con notoria preocupación. Rhaenyra se puso de pie abruptamente y alzó su copa mientras se giraba hacia su padre, Alicent la observaba con atención.

— Como hija he tenido mis fallas.— Comenzó su discurso.— Las familias deben apoyarse. No puedo evitar sentir que he fallado en promover dicho sentimiento entre mis hermanos. Y por ello tienen mis más sinceras disculpas.

— Su corazón es bondadoso, princesa.— Agregó Alicent.— Serás una buena reina.— Terminó diciendo. Rhaenyra no pudo ocultar una sonrisa al escucharla decir aquello.

Aerea pudo notar la mirada que su abuelo le dirigió a su madre debido a lo que ésta le había dicho a Rhaenyra, no parecía complacido de tener que escuchar eso.

Jacaerys fue el siguiente en ponerse de pie, miró brevemente en dirección a Aegon antes de comenzar con sus palabras.

— Me gustaría ofrecer un brindis.— Alzó su copa al aire.— Por todos aquellos buenos momentos que pase en compañía de mis tíos, difícilmente podré olvidarlos.— La última frase la dijo con la mirada puesta sobre Aemond.

Notó la mueca en el rostro de su hermano, más la incomodidad de Aegon al recordar aquellos días de burlas y pudo sentir como el sentimiento de molestia creía en ella. Se aclaró la garganta, interrumpiendo cualquier otra palabra que saliera de la boca de Jacaerys y se puso de pie mientras sonreía.

— Los buenos deseos abundan esta noche.— Miró a todos.— Brindo por la Casa Targaryen. Que los dioses nos guíen con sabiduría y hagan prevalecer a nuestro legítimo legado.

— ¡Salud! — Exclamó Aegon con una gran sonrisa.

Jace dejó de mostrar aquel semblante lleno de confianza y se sentó con lentitud. Helaena aplaudió las palabras de su hermana y pronto ella también quiso participar en la actividad de los brindis.

— Quiero proponer un brindis por Baela y Rhaena.— Las gemelas la miraron, esperando por sus palabras.— Se casaran pronto. No es tan malo, las noches están llenas de disfrute.

Aerea casi se ahoga con su vino y Aegon no tuvo reparo en contener su risa. Rhysand sonreía con orgullo, su esposa acababa de decir frente a todos que él sabía muy bien como complacerla y eso no era motivo de vergüenza.

— Que ambas gocen de un matrimonio fuerte y placentero.— Agregó Aemond.

Helaena no pudo percibir las malas intenciones en las palabras de su hermano y simplemente alzó su copa hacia él, apoyando sus "buenos" deseos en los futuros matrimonios de sus sobrinos y primas.

— Es bueno estar en familia.— Rhysand se puso de pie y le tendió la mano a su esposa.— ¿Me concedería el siguiente baile, princesa?

— Me encantaría.— Respondió Helaena con una dulce sonrisa.

La música pronto llenó la sala, la suave risa de Helaena y los pasos de Rhysand la acompañaban. Otto aplaudía para ellos y Alicent observaba con felicidad como su hija menor la pasaba bien junto a su esposo, los demás presentes en la mesa comían, conversaban y reían sobre otros temas.

— ¿Qué opinas sobre unirnos a ellos? — Aegon le habló a Aerea.— Todo el mundo nos halagó por nuestras habilidades durante nuestro primer baile como esposos, hay que mostrarles cómo se hace.

— Me agrada tu lado competitivo.— Le respondió coquetamente.— Vamos.— Extendió su mano y él la tomó gustosamente.

Ahora bailaban por la pista junto con Rhysand y Helaena, los cuatro daban vueltas y se reían felizmente disfrutando del momento. Viserys observó detenidamente a su familia, esa era la visión que le gustaría tener siempre, de todos riendo y disfrutando la compañía del otro.

Cada día que pasaba sentía como su tiempo se agotaba, no era tonto, sabía que no llegaría a vivir lo que le hubiese gustado. Sin embargo, podría irse en paz con esa imagen mental, sólo entonces se habría convencido de que a su muerte las separaciones en su familia desaparecerían y finalmente estarían unidos.

No se pudo imaginar lo equivocado que estaba.




































✨ Aparezco ✨

Holis, aquí les dejo el cap con las versiones adultas 👁️👄👁️

Desde ahora le digo que se preparen para el drama y las tragedias, el que avisa no es traidor ☝🏻

Recuerden votar y comentar, siempre los leo

Nos vemos en la próxima actualización, bye bye los tqm 🫶🏻

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