𝗍𝗁𝖾 𝗄𝗂𝗇𝗀 𝗂𝗌 𝖽𝖾𝖺𝖽; 𝗅𝗈𝗇𝗀 𝗅𝗂𝗏𝖾 𝗍𝗁𝖾 𝗄𝗂𝗇𝗀



𖥔 𝗥𝗘𝗗 𝗞𝗘𝗘𝗣
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Helaena le sonrió a su hijo quién la observaba desde la cuna con una expresión risueña, el pequeño Maelor se la pasaba balbuceando siempre que se encontraba cerca de su madre, casi como si estuviera diciéndole algo. La princesa le entregó una figura encontraba cerca de forma de dragón y el pequeño inmediatamente se la llevó a la boca, aquello hizo reír a Helaena, que tiernamente acarició los platinados cabellos de su hijo.

La puerta fue abierta y por ella ingresaron Aerea y los gemelos, Jaehaerys corrió en dirección a su pequeña espada de madera mientras que Jaehaera se encontraba entre los brazos de su madre. Aerea le sonrió a su hermana a manera de saludo y colocó con suavidad a Jaehaera sobre una de las almohadas que se encontraban en el suelo.

— Los niños recién terminan su desayuno.— Le explicó a su hermana.

— Han crecido mucho.— Agregó Helaena en tono suave. Su expresión cambió a una mucho más seria después de decir aquello, Aerea la miró con intriga.

— ¿Está todo bien, Hel? — Hacía sólo unos segundos ella se veía feliz.

Helaena volvió a sonreír, aunque Aerea podía notar que no era una expresión genuina. Se distrajo de volver a preguntarle si realmente todo estaba bien cuando sintió como Jaehaera tiraba ligeramente de la falda de su vestido.

— Mami.— La llamó mientras alzaba sus manitas. Aerea la tomó y la sentó sobre su regazo, peinando dulcemente el cabello de su hija.

— ¿Rhysand y tú se irán hoy? — Le preguntó a su hermana en busca de iniciar alguna conversación.

— A nuestra madre le gustaría que me quedara un poco más, pero aún no decidimos nada.— Helaena respondió tranquilamente. Retomó el bordado que había dejado sobre la mesita a su lado.

— También creo que sería bueno tenerte aquí por más tiempo.— Le confesó felizmente.

Helaena respondió a sus palabras con otra sonrisa más genuina que la anterior y aquello alivió a Aerea. Aún tenía la sensación de que ella ocultaba algo y aunque quería ayudarla, sabía que debía ser cuidadosa con Helaena, siempre fue diferente al resto de ellos, siempre más noble, sensible e inocente.

Su convivencia se vio interrumpida por la inesperada llegada de Alicent. La reina saludó a sus hijas y besó la mejilla de su nieta mientras esbozaba una pequeña sonrisa para ella.

— Rhaenyra y su familia se han marchado.— Les informó. Su mirada se enfocó en la menor de sus hijas.— Insisto en que me gustaría que te quedaras algunos días más aquí.

— Rhysand y yo lo pensaremos, te daremos una respuesta para antes de la cena.— La respuesta de Helaena pareció contentar a su madre quien inmediatamente le sonrió al escucharla.

— ¿Cómo se encuentra el rey? — Aerea decidió preguntarle a su madre sobre el estado de Viserys, la noche anterior no había podido hacerlo y después de su "conversación" con él no había estado más que inquieta.

— El maestre lo revisó esta mañana.— Alicent suspiró con cansancio.— Pero difícilmente mostrará alguna mejoría.

Aerea no pudo reprimir que una mueca de incomodidad se asomara por su rostro, sentía algo de remordimiento por cómo terminó su charla con Viserys la noche anterior, salió de la habitación, ignorando los quejosos llamados de su moribundo padre. Todos eran conscientes de que no le quedaba mucho tiempo, el arrepentimiento siempre llega tarde, ella no confiaba en que las disculpas de Viserys fueran sinceras y después de tantos años las razones le sobraban.

— ¿Dónde está Aegon? — Alicent preguntó mientras su mirada viajaba por la habitación.

— No está aquí.— Aerea le respondió a su madre con obviedad.

— Dijo que vendría a ver a los niños.— La reina se mostró confundida.

— Tal vez salieron a volar.— Helaena agregó suavemente.— Rhysand mencionó por la mañana que deseaba volar, probablemente estén juntos.

— ¿Tienes algo que discutir con Aegon? — Aerea desvió su atención a Alicent.— No sueles llamarlo a menos que sea para reprenderlo.

Alicent se movió algo incómoda, sus dedos juguetearon con la madera del dosel de una de las camas de los gemelos.

— La salud del rey no va a mejorar.— Alicent les recordó.— Deberíamos permanecer juntos en sus últimos momentos. Por eso me gustaría que se mantuviera cerca de la fortaleza, no sabemos cuando pasará lo inevitable.

— ¿Entonces porqué dejas que Rhaenyra se vaya? — Aerea le cuestionó.

Los ojos color avellana de Alicent se clavaron severamente sobre ella, una mirada de advertencia que recibió algunas veces durante su infancia y adolescencia. Aegon estaba más acostumbrado a ellas, así que el efecto no era tan severo en él, sin embargo, para Aerea esas miradas la hacían sentir ansiosa.

— Sólo hagan lo que les pido, no es muy difícil.— Fue lo último que les dijo a ambas antes de retirarse, dejándolas solas en compañía de los niños y sus sirvientas.

— Ella parece ansiosa.— Helaena habló.

— ¿Y cuando no lo ha estado? — Se burló Aerea. Notó como Jaehaera se aferraba a ella ahora dormida.

Se puso de pie con cuidado y acomodó a su hija entre sus brazos mientras caminaba hasta su cama, se aseguró de acomodarla con cuidado y buscó con la mirada a Jaehaerys, ahora parecía estar jugando con sus figuras de madera.

— Tres reinas.— Helaena susurró mientras sus manos seguían ocupadas bordando.— Negro, verde y plateado. Un solo rey.

Ajena a las palabras de su hermana, Aerea terminó de arropar apropiadamente a Jaehaera antes de volver a fijarse en Helaena. Volvió a tomar asiento a su lado y sonrió al verla tan concentrada en el hilo y bordado, pensó por un momento en si interrumpirla.

— Hel ¿Te gustaría acompañarme en un pequeño paseo por los jardines?

Ella pareció pensarlo brevemente antes de que una ligera sonrisa emergiera sobre su rostro, asintió suavemente y Aerea le devolvió el gesto. Helaena era su única hermana y al igual que su madre, la había extrañado mucho durante su ausencia, pasar tiempo con ella disiparía esa sensación.

















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Los pasos de Aegon se detuvieron en cuanto se percató de que Rhysand estaba delante de él, mantenía una charla con uno de los guardianes de dragones. El castaño volteó en su dirección cuando lo escuchó llegar, el guardián lo saludó con una inclinación y se apartó de ambos.

— Parece que no fui el único con la idea de tomar un vuelo matutino.— Aegon se acercó un poco más a su primo.

— Es un pensamiento común para aquellos que contamos con el privilegio de tener un dragón.— Rhysand le respondió con una sonrisa presumida.

— ¿Te apetece una pequeña carrera? — El príncipe lo retó con entusiasmo.

— Sería fantástico.— Admitió.— Es un lástima que Vermithor tenga otros planes.

— ¿A qué te refieres? — Una expresión de confusión acompañó la pregunta hecha por Aegon.

— El viejo está muy ocupado cogiéndose al dragón de tu esposa.— Comenzó a quitarse los guantes mientras caminaba hacia la salida de pozo dragón.

El rostro de Aegon se convirtió en una mueca ante la imagen que se instaló en su cabeza al escuchar lo dicho por su primo ¿Hasta qué edad conservaban el libido los dragones?

— De verdad que no aprecio la imagen que acabas de poner en mi cabeza.— Se quejó mientras se daba la vuelta y lo veía encaminarse a la salida.

— Yo no puse nada.— Se detuvo y se giró para enfrentarlo.— Eso te lo imaginaste tu solito.

No pudo debatir nada en contra, pero sí él no hubiese mencionado nada entonces no se lo habría imaginado, ahora quería limpiar su mente. Rhysand soltó una risa burlona al ver su expresión, hablar con Aegon siempre fue fácil, no le importaba atraerlo con alianzas o favores, la convivencia siempre fue genuina, familiar.

— Como sea.— El platinado caminó hasta él y colocó una de sus manos sobre su hombro.— ¿Lo hacemos a la antigua?

El Royce alzó una ceja interrogante al cambio de planes hecho por Aegon. Siempre había tenido el pensamiento de que Aegon odiaba estar solo; siempre al lado de Aerea y cuando no era ella solía ir en busca de Aemond.

— ¿Qué tienes planeado? — Inquirió.

— Tomar un par de caballos y salir a dar un paseo.— Ofreció el príncipe.

— ¿El príncipe no tiene nada mejor que hacer? — Preguntó con mofa.

— Intento ser amable contigo, desgraciado.

Otra risa plagada de diversión escapó de Rhysand, no tenía hermanos, pero incluso desde antes de su boda con Helaena ya sentía una extraña conexión con Aegon.

— ¿Cuándo fue la última vez que anduviste a caballo?

— Ni siquiera lo recuerdo. Supongo que dejé de hacerlo una vez que reclamé a Sunfyre.

— Entonces ha pasado un tiempo.— Rhysand lo miró por unos instantes.— Quiero preguntarte algo.

— ¿Por qué de repente nos ponemos serios? Me asustas.— Aegon intentó bromear, pero la expresión en el rostro de su primo le dejó en claro que no era momento para eso.— Bien, pregunta de una vez.

— Bueno, tú fuiste padre antes que yo...— Comenzó a sentir que la pena lo invadía.— ¿Nunca te ha asustado terminar siendo como tú padre? ¿Cómo lidias con las dudas? Tienes el doble de hijos que yo e incluso ellos le doblan la edad al mío.

Estaba comenzando a arrepentirse de su estúpida pregunta al ver la expresión en el rostro de Aegon. Debió mantener la boca cerrada, justo ahora debía verse jodidamente patético ¿Cuándo se ha visto a un lord pedirle consejos sobre paternidad a un príncipe?

— Olvídalo...

— Da miedo.— Aegon lo interrumpió.— Aerea y yo contábamos con apenas quince onomásticos. Ella estuvo a punto de morir después del parto y me aterraba la idea de perderla y no saber que hacer con los gemelos.

Rhysand podía comprender la preocupación que agobiaba a Aegon. Helaena era apenas dos años mayor que Aerea cuando fue su turno de dar a luz a Maelor, ese había sido un día estresante para él, el fantasma de lo que había ocurrido con su propia madre lo atormentó durante todo el proceso y estaba seguro de que lo seguiría haciendo en embarazos futuros.

— Niños teniendo niños.— Agregó el castaño.— Era lo que solía decir mi tío ante las demandas del rey, hubo un tiempo en que los cuervos no dejaban de llegar desde la capital, todos preguntando por cuándo llegaría un heredero de nuestra parte.

— Él siempre ha sido así.— Aegon respondió con disgusto.— Todos somos prescindibles, él sólo necesita que lo demos todo pero nunca recibimos nada a cambio. No creo que nos considere familia, apunta a nuestras fallas mientras encubre las de Daemon y Rhaenyra.

— Me pregunto que diría el rey Jaehaerys si viera toda esta situación.— Exclamó con diversión.— Debe estar retorciéndose en los siete infiernos.

Aegon se rió de eso, con Rhysand el tiempo parecía detenerse, sin importar la cantidad de años que estuvieron distanciados su relación seguía siendo la misma, dos primos que gustaban de molestarse mutuamente.

— Siguiendo con el tema de la paternidad y sus complicaciones.— Abordó el tema de nuevo.— No te preocupes mucho por eso, serás un buen padre Rhys. Digo, a diferencia de Daemon tú no has abandonado a tu hijo para irte con putas. Sólo conozco a dos hombres capaces de hacerle competencia en la categoría de peor padre y esos son el rey y su lord mano.

— Bueno, con esas comparaciones parecemos bastante decentes.— Ambos terminaron compartiendo una sonora risa cargada de complicidad.— ¿La propuesta de la cabalgata sigue en pie?

— Por supuesto querido primo.

Siguieron conversando mientras tomaban camino a la salida, las caballerizas reales eran su siguiente destino, después de todo el día apenas comenzaba.



























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El sonido de la madera crujiendo entre el fuego de la chimenea era lo único que se podía escuchar dentro de los aposentos de la reina. Alicent se encontraba leyendo uno de los varios libros puestos sobre su escritorio, habían sido traídos por su padre y todos ellos contenían información sobre el reino, algunos datos se remontaban al reinado del conciliador.

Debería estar durmiendo, pero difícilmente podría conciliar el sueño ahora. Después de la cena en compañía de sus hijos se había quedado inquieta, podía sentir la mirada de su padre siempre sobre ella, esperando a que les dijera algo, no se sentía lista.

— Debes preparar a Aegon, pronto deberá tomar el trono. Después de todos los años de servicio que le hemos brindado al reino y la corona, el trono es lo mínimo que nos merecemos.

— Viserys aún no ha muerto.— Musitó con suavidad mientras mordisqueaba sus uñas.

— Deja eso, ya no eres una niña Alicent.— Otto la reprendió.— Sabes tan bien cómo yo que la única manera de mantenernos a salvo es tomando el trono. Te lo advertí años atrás, Rhaenyra no tendrá piedad de tus hijos, la prueba la tuviste aquella noche en Marcaderiva.

Dejó salir un suspiro cargado de cansancio y colocó el libro de nuevo sobre el escritorio, masajeó sus cienes y se levantó de la silla en busca de algo de vino. El sonido de unos golpes en la puerta llamaron su atención, pronto la figura de Talya apareció frente a ella, la saludó con una leve reverencia y habló con algo de nerviosismo.

— Su gracia.— Su tono era algo inseguro.— El maestre Orwyle ha solicitado su presencia en los aposentos del rey.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Alicent. Orwyle solía visitar a Viserys durante las noches sólo para revisar su estado, por lo general le informaba de cualquier cambio temprano por la mañana, nunca esa misma noche.

— Iré de inmediato.— Respondió con firmeza.

Alicent salió de sus habitaciones tan pronto cómo Talya terminó de ayudarla a vestirse y se dirigió a los aposentos privados del rey. El guardia en la puerta le abrió camino, se topó con la habitación sutilmente iluminada por las innumerables velas y el fuerte aroma a incienso no tardó en llegar a ella.

— Mi reina.— Orwyle la saludó.— Lamento molestarla a estas horas.

— Si es una emergencia no puede evitarse.— Volteó en dirección a la cama.— ¿Qué ha sucedido?

— Me temo que hemos llegado al punto en el que la salud de su majestad el rey sólo irá en descenso.— El hombre se tomó un momento antes de continuar.— Podría no sobrevivir la noche.

— ¿Se lo ha informado a alguien más? — Le cuestionó mientras lo miraba.

— A nadie más, su majestad.

— La mano del rey debería saberlo.— Agregó ella.

Los quejidos emitidos por Viserys llamaron la atención de ambos. Orwyle se aproximó a la cama, hizo el cortinaje a un lado, la respiración del rey era entrecortada, sonidos de dolor e incomodidad seguían saliendo de él.

— Leche de amapola.— Mencionó la reina.— ¿No pueden darle un poco más?

— A este punto no estoy seguro de si hace algún efecto.— Afirmó el maestre.— Me temo que tendrá que soportar el dolor hasta el final.

Alicent volvió a suspirar, no había mucho que pudieran hacer por Viserys ahora. Orwyle aseguraba que tenía pocas posibilidades de llegar al día siguiente, apuntó su vista de vuelta a la cama.

— Se pudrió en vida.— Alicent recalcó con tono indiferente.

— Aegon...— La quejumbrosa voz del rey se hizo oír con dificultad.

— Su majestad.— El maestre Orwyle se acercó a él.

— El trono de Aegon...— La débil mano del hombre se aferraba a su pecho mientras su pecho subía y bajaba con rapidez.

— Viserys.— Alicent se acercó a la cama y tomó la mano de su esposo entre la suyas.

— Hielo y fuego.— Gimió con dolor mientras su mano se aferraba con fuerza a la de Alicent.— Los dragones...

— Sigue desvariando.— Orwyle mencionó.

— Su mente ya no funciona.— Soltó la mano de su esposo y caminó algunos pasos lejos de la cama.— Avísale de esto personalmente a la mano del rey.

El hombre asintió con lentitud, retirándose después de una leve reverencia hacia la reina. Alicent comenzó a caminar por los alrededores de la habitación y observó el modelo de la antigua Valyria a la que Viserys le había puesto tanto empeño con el pasar de los años.

— Que inservible.— Murmuró para si misma. Tomó una de las pequeñas figuras esculpidas y la estudió con atención, encontraba las fascinaciones de su esposo algo infantiles.

Volvió a dejar todo en su lugar, el momento por el que su familia había esperado tanto tiempo estaba a punto de llegar, pronto, la paciencia y los innumerables sacrificios que habían realizado probarían no haber sido en vano. El sonido de una respiración ahogada la hizo volver a acercarse a su esposo, el rostro de Viserys había perdido aún más color, su mano se encontraba ahora extendida al aire, como si quisiera alcanzar algo.

Su mirada indiferente seguía aún sobre él, tal y como lo había mencionado el maestre Orwyle, no podían hacer nada por él, su muerte era un suceso inevitable. No pasó mucho tiempo antes de que su mano cayera desplomada sobre la cama, sus quejidos cesaron y la respiración irregular también se detuvo, Viserys había muerto, finalmente.

— El rey ha muerto.— Habló con tranquilidad. El cadáver de su esposo se encontraba delante de ella y lo único que podía sentir ahora era alivio.

No dio aviso a nadie, Orwyle había ido en busca de su padre, el concejo no se reuniría hasta que ella los llamara y nadie dentro del castillo debía entrarse aún. La puerta se abrió, Otto caminó hasta quedar junto a su hija y observó con cierta incredulidad el cuerpo inerte del rey.

— El rey está...— Desvío su atención a Alicent, quien se limitaba a mantener la mirada fija en el cuerpo de Viserys.

— Muerto.— Confirmó.— Tus anhelos están a punto de volverse realidad, padre. Verás a tu sangre sentarse en ese maldito trono.

— Hay que enviar algunos cuervos con urgencia.— Los expresivos ojos de su hija se posaron en él.— La coronación de Aegon debe prepararse rápidamente. Cuento contigo para que se lo hagas saber, todos debemos estar preparados para lo que sigue.

Lo observó en silencio, le dio la espalda sin responder a sus palabras y salió de aquellos aposentos con tanta tranquilidad que nadie habría sospechado sobre lo que en realidad había ocurrido dentro. Si había algo en lo que era buena eso era en fingir que todo estaba bien, incluso si en el fondo todo parecía estar a punto de derrumbarse, debía darse prisa y preparar a Aegon y a Aerea, para cuando Rhaenyra y su prole se percataran de lo que habían hecho ya sería demasiado tarde.

















































He regresado después de mil años 🥸

¿Cómo han estado? Espero que bien

¿Les gustó el cap? Estamos próximos a entrar en la guerra y tengo miedo 😭

¿Quieren un consejo? No se encariñen con nadie

Recuerden que sus lecturas, votos y comentarios siempre son bienvenidos, los tqm y nos vemos en la próxima actualización 🫶🏻

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