𝗆𝖾𝗆𝗈𝗋𝗂𝖾𝗌 𝗈𝖿 𝖺 𝗄𝗂𝗇𝗀
Alicent siguió observando cómo sus hijos se desplazaban por la pista, bailaban con alegría, hasta su dulce Helaena esbozaba una brillante sonrisa mientras era rodeada por los brazos de su esposo. Un quejido proveniente de Viserys la hizo girar el rostro, su esposo se cubría el rostro mientras continuaba emitiendo quejas.
— Tal vez sería bueno regresar a sus aposentos, mi rey.— Le habló con suavidad.
— No, deseo quedarme un poco más.— Respondió con algo de dificultad. Su único ojo se enfocó en sus hijos y sobrino, quienes aún seguían bailando.
Su mente comenzó a vagar hacia el pasado, cuando su abuelo el rey Jaehaerys aún seguía vivo y la corte solía llenarse banquetes en su honor, Viserys era joven, pero recordaba vívidamente cómo su padre solía bailar con su madre, haciéndola girar y reír, aveces sin ningún ritmo en específico, era desastroso, pero ambos siempre lo disfrutaban.
Le hubiese encantado poder bailar en ese momento, pero sus fuerzas no le daban abasto. Con gran esfuerzo y algunas objeciones por parte de Alicent insistió en ponerse de pie, odiaba la sensación de tener que ser una carga para todo el mundo, incapaz de caminar largas distancias, no podía ni siquiera comer por su cuenta.
La música se detuvo cuando él comenzó a moverse con retardo, asistido por el bastón que había sido su fiel compañero durante los últimos años. Sus piernas estaban comenzando a resentir sus acciones, cada paso que daba era seguido de un ligero temblor en ellas, sus rodillas se doblaron, cediendo al cansancio, esperó caer desastrosamente al frío y duro suelo, pero aquello no sucedió.
— Tío.— Rhysand había logrado atraparlo a tiempo.
Aerea se aproximó unos cuantos pasos algo preocupada por él, de alguna manera verlo en esa condición le causó pena. Lo tomó cuidadosamente del único brazo que le quedaba y le dirigió una mirada a su madre, ya todos estaban de pie, sintió como la mano de su padre se aferraba a ella con fuerza, volvió a mirarlo sólo para toparse con su expresión cansada y enferma.
— Madre.— Habló Viserys en un tono melancólico.— Madre volviste.
Todos permanecieron en completo silencio al escucharlo. Rhysand incómodo por la situación intentó intervenir para lograr que Viserys volviera a la realidad.
— Su majestad, debe estar cansado.— Les hizo una señal a los mismos guardias que lo habían cargado hasta el banquete.— Debería volver a sus aposentos.
El rey negó e intentó volver a ponerse de pie, sólo para tambalearse una vez más. Daemon se acercó desde la mesa y colocó una mano sobre la espalda de su hermano.
— Hermano, deja que te lleven a descansar.— Intentó hacerlo entrar en razón.
— Daemon. No, no puedo irme ahora, mira...nuestros padres están aquí.— Apenas y fue capaz de pronunciar aquello.
Daemon observó a Aerea y a Rhysand, ambos mantenían su vista sobre el delirante Viserys, dejó escapar un gran suspiro antes de dirigirse a su hermano una vez más.
— Lo sé, los estoy viendo.— Le siguió el juego.
Viserys sonrió levemente al escuchar la afirmativa de Daemon. En la mesa, Rhaenyra acariciaba su vientre embarazado en busca de consuelo, le dolía ver a su padre en una situación tan vulnerable.
— Será mejor que todos nos retiremos.— Le habló a sus hijos y a las gemelas.
Alicent se acercó a Viserys seguida de los guardias que ya llevaban lista la silla en la que el rey había entrado. Lograron sentarlo con ayuda de Daemon, pero Viserys continuaba insistiendo en quedarse.
— Aún no quiero irme.— Apretó la mano de Daemon.
— Tranquilo, yo te acompaño hermano.— Los guardias lo cargaron y emprendieron camino a los aposentos del rey.
Alicent permaneció en el lugar al ver que Daemon era quien acompañaba a Viserys, miró a Rhaenyra quién también tenía su vista puesta en ella. Ambas compartieron en silencio una mirada preocupada, la princesa fue la primera en acercarse.
— Él parecía bastante feliz durante la cena.— Comentó con una tenue sonrisa.
— Eso es bueno.— Alicent se limitó a responder.— Fue un día agotador para todos.
— Debería comenzar a preparar todo lo necesario para nuestro regreso a Rocadragón.— Las manos de Rhaenyra seguían puestas sobre su vientre.
Alicent asintió y con una última sonrisa la princesa se dio la vuelta para volver junto a sus hijos e hijastras. Otto tomó lugar a su lado, se había mantenido en silencio durante todo lo sucedido y sólo ahora parecía tener algo que decir.
— Parece que la situación del rey empeora.— Habló en tono tranquilo.
— Sólo era cuestión de tiempo.— Suspiró la reina.— Aunque sigue siendo igual de mortificante.
Aegon observaba como su abuelo parecía estar hablando con su madre, se acercó a su esposa y primo. Tanto Aerea como Rhysand parecían aún confusos, le dió un ligero codazo a su primo llamado así su atención.
— No le hagan mucho caso, a esta edad son tremendos.— Mencionó en un tono bromista. Lo único que se ganó fue una mala mirada por parte de su esposa.— Bueno, olviden lo que dije.
Caminó de nuevo a la mesa y tomó su copa de vino, bebiendo lo que aún contenía, Aemond lo observó desde su asiento, fue el único que permaneció en su lugar.
— ¿El banquete fue de tu agrado, hermanito? — Aegon le preguntó mientras se reía.
— Fue un espectáculo sumamente lamentable.— Le respondió Aemond con cierta burla.
— Concuerdo absolutamente contigo.— Continuó él, volviendo a llenar su copa.
Su conversación se vio interrumpida por Alicent, quien los miraba a ambos con desaprobación.
— Suficiente.— Les dijo con severidad.— Nosotros también deberíamos retirarnos ahora.
— Que descanses, madre.— Añadió Aegon antes de terminar su copa de un solo trago.
Alicent se retiró con Otto siguiéndola de cerca, Rhysand volvió junto a Helaena y juntos se retiraron a sus aposentos. Aerea caminó hasta la mesa y le arrebató la copa a Aegon.
— Suficiente vino por hoy, querido.— Podía notar como ya estaba algo borracho.
Aegon esbozó una boba sonrisa y asintió con lentitud, la tomó del brazo y comenzó a tirar de ella suavemente. A Aerea le parecía graciosa la manera en la que Aegon solía actuar cuando estaba borracho, se ponía más estúpido de lo normal.
— Que tengas buena noche, hermanito.— Se despidió de Aemond quién asintió al escucharla, se aferró al brazo de Aegon y ambos salieron del salón de banquetes.
Mantuvo su único ojo puesto en sus hermanos mayores, podía escuchar a la distancia como Aerea se reía de alguna tontería dicha por Aegon. Cuando los perdió completamente de vista fue que procedió a ponerse de pie, bebió una última vez de su copa y finalmente se marchó.
— ¿Crees que el rey ha perdido la razón? — Baela lanzó la pregunta, haciendo que los demás se giraran en su dirección.
— Está enfermo.— Respondió su hermana.— Y todos sabemos que es grave, podemos verlo.
Baela se alzó de hombros y volvió a dejar la copa que sostenía sobre la mesita más cercana a ella. Luke se movió nervioso por la habitación, vio a su hermano mayor sentado en el sofá con la mirada perdida.
— Jace.— El mayor alzó la vista hacia su hermano, topándose con la mirada ansiosa de Luke.
— Partiremos mañana temprano, deberíamos irnos a dormir ya.— Se puso de pie, con su vista puesta en Luke y en las gemelas.— Ahora salgan de mi habitación.
Baela rodó los ojos mientras pasaba a su lado, Rhaena siguió a su hermana y ambas dejaron a los castaños solos. La mirada oscura de Jace se posó en su hermano quién aún seguía en la habitación.
— Tú también Luke, quiero dormir.
— Todo se tornará más complicado ¿No es así? — Preguntó en un tono ansioso.
— Luke de verdad.— Suspiró con cansancio.— ¿Podemos hablar de esto después? Todos hemos tenido un día largo.
— ¿Tú has tenido un día largo? — Le replicó con burla.— ¡No es tu reclamo el que fue cuestionado delante de toda la corte!
Su voz estaba cargada de molestia y frustración, sus manos se volvieron puños y podía sentir como sus uñas se clavaban en sus palmas. Jace frunció el ceño estando notablemente molesto por el arrebato de su hermano.
— ¡Aún no! — Le gritó de vuelta.— ¿Crees que no lo harán?
Luke se quedó en silencio, observando fijamente cómo el rostro de su hermano se contraía con furia. Claro que a él le pasaría lo mismo, Jacaerys era el heredero de su madre, su lugar estaba en el trono, si es que algún día lograba llegar a el.
— No será sencillo, para ninguno de los tres.— Terminó de hablar. Se dio la vuelta y tomó asiento en la orilla de la cama.
Un silencio pesado se instaló en la habitación. Ambos sabían que sus caminos no serían fáciles, los rumores de sus orígenes los perseguirían hasta el último de sus días.
— Descansa, Jace.— Se despidió de su hermano y abandonó los aposentos sin recibir una respuesta.
Se desplomó contra el suave colchón y llevó ambas manos hasta su rostro, frotándolo con frustración. Toda la situación acontecida con Vaemond Velaryon lo puso a pensar en que tarde o temprano él pasaría por algo parecido, sabía que la gente los observaba, algunos susurraban sin vergüenza alguna apenas los veían a él o a sus hermanos y lo odiaba.
Tomó una de las almohadas y la abrazó mientras se daba la vuelta, ni siquiera tenía las energías para cambiar sus ropas a unas más cómodas, se acurrucó en posición fetal y cerró los ojos para intentar dormir.
❛ ❜
Daemon ingresó a los aposentos con una expresión derrotada en el rostro, se topó con Rhaenyra aún despierta y esperando por él sentada en la cama. Le dio una tenue sonrisa, tomó asiento en el sofá y comenzó a quitarse las botas, sentía como si la cabeza fuese a explotarle.
— ¿Cómo está? — Preguntó Rhaenyra con delicadeza.
La observó unos momentos antes de soltar un suspiro. Podía notar la preocupación en su rostro, no quería preocuparla aún más pero la condición en la que se encontraba Viserys era posible de ignorar.
— Está bien ahora.— Respondió con calma mientras caminaba a la cama.— Necesita descansar.
Ella asintió no muy convencida de las palabras de Daemon, pero intentó tranquilizarse frotando su mano sobre su vientre embarazado.
— Nunca lo había escuchado decir que Aerea le recordaba a su madre.— Musitó la princesa con cierta impresión.— La verdad es que nunca lo escuché hablar de ella.
— Aún éramos muy jóvenes cuando nuestra madre murió.— Daemon agregó.— La mayoría de los recuerdos son borrosos, al menos para mí.
— ¿También les encuentras parecido? — Preguntó Rhaenyra llena de curiosidad.— ¿Crees que Aerea y Rhysand se parecen a tus padres?
— Tal vez un poco.— Admitió con una sonrisa apenas visible.
Rhaenyra sonrió al ver la expresión de alegría involuntaria que surcó en el rostro de Daemon. Era probable que la comparación que hizo su padre entre Rhysand y el difunto príncipe Baelon lo haya enorgullecido, aunque no lo admitiera abiertamente.
— ¿Tuviste oportunidad de conocer al bebé? — El hijo de Rhysand y Helaena había llegado al mundo hace dos años. Sin embargo, ellos aún no lo conocían.
— Él jamás lo permitiría.— Respondió sin mucha importancia.— Me odia.
Rhaenyra hizo una mueca y colocó una mano sobre su hombro, frotándolo para brindarle algo de consuelo.
— Es tu primer nieto.— Le recordó.— Si lo deseas podría hablar con Helaena para que ella te permita conocer al niño.
Él negó, descartando las buenas intenciones de su esposa. Se acostó a su lado y colocó una de sus manos sobre el vientre de Rhaenyra, acariciandolo con cariño.
— No, déjalo así.— Se movió, fijando su vista en el techo.— Algunas cosas es mejor dejarlas como están.
Ella no estaba muy de acuerdo con su pensar, pero tampoco podía obligarlo a acercarse, intentó darle un empujón, pero si Daemon no ponía de su parte todo era inútil, así que simplemente lo dejó ser.
Las noches de insomnio eran una molestia para ella. El maestre Orwyle le había ofrecido tés medicinales que la ayudarían a conciliar el sueño, pero el sabor era desagradable, así que no los tomaba.
Saludó al guardia que custodiaba la guardería e ingresó haciendo el menor ruido posible. Flora quien estaba medio dormida en el sofá se puso de pie rápidamente en cuanto la vio, Aerea le dio una señal de que estaba bien y que se mantuviera callada.
— Princesa.— La saludó en voz baja.
— Sólo vine a verlos por un momento.— Habló refiriéndose a los gemelos.— No puedo dormir.
La doncella asintió y se hizo a un lado. Aerea sonrió al ver las camas conjuntas de los gemelos, ambos estaban profundamente dormidos, acarició sus mejillas y se despidió de ellos con un beso en la frente.
Al lado de las camas se encontraba la cuna en dónde se encontraba el hijo de Helaena, se acercó para verlo y le provocó ternura el ver como el pequeño chupaba su pulgar mientras dormía.
— Duerme un poco Flora.— Le susurró.— El guardia en la puerta no dejará que nadie entre.
— Si princesa.— Respondió la mujer con agradecimiento.
Aerea le sonrió y se dio la vuelta para salir de la guardería. Ahora debía volver a sus propios aposentos e intentar dormir un poco, tal vez si bebía algo de vino podría llegar a dormir.
Después de lo ocurrido en la cena sus pensamientos habían estado plagados con la escena tan lamentable que su padre había protagonizado. Sabía que estaba enfermo y que era grave, cualquiera podía notar eso, pero no esperaba que las alucinaciones fuesen un padecimiento más.
Sus pies se detuvieron en medio del pasillo semi iluminado por las antorchas que habían en las paredes, seguramente su madre ya estaría durmiendo y no podría preguntarle por el estado de su padre. Lo debatió por unos instantes, pero terminó cediendo a lo que su conciencia le decía, pronto se encontró tomando camino a los aposentos del rey.
El guardia real se inclinó ante su llegada, ella respondió con un pequeño movimiento de cabeza y pidió entrar para ver a su padre, el hombre pareció dudarlo debido a que ya era tarde, pero ella insistió en que sólo estaba ahí para verlo. Finalmente accedió a las oscuras habitaciones, todo el lugar estaba plagado al intenso aroma de inciensos, era molesto y causaba un ligero ardor en la nariz, casi sentía como si estuviera a punto de estornudar.
Caminó hasta la cama y movió suavemente la tela que cubría el dosel. Entonces se topó con la lamentable imagen de su padre, podía ver como su pecho subía y baja con lentitud, una señal de que apenas y respiraba con normalidad, decidió acercarse un poco más, hasta quedar justo a su lado de la cama.
Lo vio girar la cabeza en su dirección, esbozó lo que Aerea catalogó como una especie de sonrisa e intentó alzar la mano para tocarla. Ella la observó, tomándola y sintiendo como él la apretaba al sentir su contacto.
— Su majestad.— Lo nombró con suavidad.
— Madre...— Habló con un quejido. Aerea tomó la mano de Viserys entre las suyas.
— No, su majestad. Soy yo, Aerea.— Lo corrigió pacientemente.
Viserys lanzó otro leve quejido mientras el agarre de su mano se afianzaba aún más a la de Aerea.
— Aerea...— Repitió.— Dulce niña. Siempre tan obediente...
Sintió una punzada al escucharlo. Nunca lo había escuchado llamarla por algún apodo cariñoso, era la primera vez.
— Por favor...perdóname.— Sus palabras se entrecortaban.— Todos, por favor...perdón.
Lo observó en silencio, con la sensación de lagrimas acumulándose en sus ojos listas para ser derramadas. Ni siquiera sabía porqué lloraba ¿Era por el estado de su padre? ¿O porqué era la primera vez que lo escuchaba disculparse por todo lo que les había hecho pasar? Podrían ser ambas, fue entonces que comenzó a sentirse sumamente molesta con él ¿De qué servía disculparse ahora? Lo hacía sólo para limpiar mínimamente su conciencia, porque sabía que iba a morir.
— Fuiste un mal padre.— Le dijo mientras intentaba contener el llanto.
El ceño de Viserys se frunció levemente ante sus palabras, más sonidos de dolor escapaban de su boca. Su cuerpo se removía con incomodidad y notable disgusto.
— Mis hijos...— Otro sonido plagado de dolor.— Los amo...a todos.
Apartó sus manos de la de su padre y dio un paso atrás. Limpió rápidamente las lágrimas que podía sentir descender por sus mejillas, no le gustaba llorar, no quería hacerlo por él, se sentía como una tonta al hacerlo.
— Aerea...— Volvió a llamarla.
Pero ella ya no quería seguir ahí, se marchó ignorando así los leves llamados que su padre hacía. Abrió abruptamente la puerta e ignoró también la mirada desconcertada del guardia, retomó el camino que daba a los aposentos que compartía con Aegon.
Ser Jasver la vio entrar pero no dijo nada cuando notó las leves lágrimas en su rostro, Aerea agradecía aquello, no le apetecía dar explicaciones sobre lo que había pasado. Era por eso que también agradecía que Aegon se hubiese emborrachado durante el banquete, gracias a eso ahora se encontraba profundamente dormido.
Entró a la cama, acurrucándose al cálido cuerpo de Aegon. Se sintió mejor cuando él pasó uno de sus brazos por su cintura y ambos terminaron abrazados, fue entre los brazos de Aegon que ella se sentía protegida y en paz. Fue con esa sensación recorriendo su cuerpo que terminó completamente dormida.
¡Volví!
Consideren ésta actualización como un regalo de navidad adelantado jajajaja.
Espero que disfruten del capítulo ✨
Ya saben que siempre estoy leyendo sus comentarios, así que déjenlos sin pena alguna.
Sus lecturas y votos también son bien recibidos.
Nos veremos en el próximo capítulo. Espero que pasen una feliz navidad y un buen fin de año.
¡bye bye, los tqm! 🫶🏻
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top