𝖽𝖾𝖾𝗉 𝖼𝗈𝗇𝗏𝖾𝗋𝗌𝖺𝗍𝗂𝗈𝗇𝗌 𝖺𝗇𝖽 𝖿𝗂𝗋𝗌𝗍 𝗍𝗂𝗆𝖾𝗌

Se había despertado más temprano de lo esperado, pero le apetecía volar en compañía de Sunfyre. La noche anterior Aerea había regresado a sus aposentos algo tarde y parecía sumida en sus pensamientos, intentó preguntar si algo malo pasaba pero ella le respondió que no era nada.

Sabía que estaba mintiendo, la conocía como a la palma de su mano, sin embargo, no insistió en una respuesta y la dejó ser.

Los guardianes en pozo dragón lo saludaron con una ligera inclinación de cabeza, estaba anticipando la llegada hasta su dragón cuando notó que alguien más estaba ahí, las cuevas solían estar rodeadas de penumbra, así que era algo complicado distinguir figuras. Además los únicos jinetes que quedaban en la fortaleza eran él y sus hermanos, y aquella figura era demasiado alta y corpulenta para ser de alguno de ellos.

Se sorprendió cuando aquella misteriosa figura se dio vuelta y caminó hasta él, revelando que se trataba de su padre. Aegon se puso rígido, de todos los lugares no esperaba encontrárselo ahí, lo saludó con una leve inclinación.

— Su majestad.— Después de todo lo sucedido en Marcaderiva se rehusaba a llamarlo padre.

— Aegon.— Viserys le ofreció una suave sonrisa.— Me gustaría hablar contigo.

— ¿Aquí y ahora? — No solía llamarlo para hablar, la primera y última ocasión en la que lo hizo fue cuando recién había cumplido doce días del nombre y le notificó que se casaría con Aerea.

Ese antecedente le dejó saber que posiblemente aquella sería una situación similar ¿Qué más quería de ellos? Ya los había casado usando la tradición como excusa.

— No, es un asunto delicado y éste no es el lugar adecuado.— Viserys se acercó hasta él con ayuda de su bastón.— Vamos, el carruaje nos llevará de vuelta a la Fortaleza.

Aegon apretó el puño conteniendo su frustración, planeaba tener una buena mañana en compañía de Sunfyre y en lugar de eso ahora debía escuchar algún sermón por parte de su padre. Se dio la vuelta y comenzó a caminar junto al hombre hasta el carruaje que ya se encontraba listo para llevarlos.

El trayecto de regreso fue silenciosamente incómodo, Aegon fingía que la vista a través de la ventana era de lo más interesante, mientras tanto Viserys se preguntaba a sí mismo cómo iniciar algún tipo de conversación. Al final, ninguno de los dos dio el primer paso para una conversación, simplemente permanecieron en silencio hasta que estuvieron frente a la Fortaleza.

Siguió al hombre sin emitir palabra alguna, pronto se percató de que estaban tomando el camino hasta la sala del trono. Pronto estuvieron frente a una clase de altar que se encontraba justo debajo del enorme craneo del que fue alguna vez "El terror negro".

— ¿Qué crees que nuestra casa representa para el reino?

Aegon no esperaba que Viserys le fuese a hacer una pregunta y mucho menos una de ese tipo.

— ¿Se me permite responder con sinceridad? — El rey asintió.— Poder. Los lords alrededor del reino nos buscan por lo que ofrecemos, nunca sabes si todos esos halagos excesivamente endulzados son sinceros o no.

— Sin embargo, siempre debes buscar a alguien en quién puedas confirmar.— Viserys dio algunas pasos hasta el altar.— Vivir siempre con el pensamiento de que alguien te va a traicionar en cualquier momento no hará más que entorpecerte la mente.

— ¿No es peor la ignorancia? — Si su padre realmente pensaba así ahora entendía porque su abuelo creía que era un buen rey, era estúpidamente manipulable.

— Ambas cosas son malas.— Admitió el rey con una sonrisa cansina.— Y difíciles de dejar.

Podía entender que era lo que Viserys intentaba decirle, como rey era difícil poder confiar ciegamente en la gente a su alrededor, pero su padre elegía vivir en la ignorancia con algunos cuantos. Un ejemplo perfecto era su abuelo, cualquiera podría notar lo ambicioso que era Otto y sin embargo, su padre seguía confiado en él, pese a sus diferencias en el pasado.

— Te aferras a lo que conoces.— Respondió, ganándose una mirada por parte de Viserys.

— Sí, así es.— Se giró y encendió una vela.— ¿Hay algo a lo que tú te aferres?

Lo pensó por un momento, no tenía muchas pertenencias que él considerara especialmente valiosas, ropas con finas sedas, joyas, comida exquisita y buen vino, eran demasiado banales. Sólo pudo pensar en el propio Sunfyre, el resto de lords podían alardear de ropas y comidas, pero sólo ellos poseían algo tan invaluable como los dragones.

— Supongo que a mi dragón.

— Es de hecho una buena respuesta.— Viserys estuvo de acuerdo.— ¿Pero eso es todo?

Aegon frunció el ceño ligeramente, su reacción hizo que Viserys caminara hasta quedar frente a él.

— ¿Sunfyre es tu única posesión preciada? — Aegon genuinamente no sabía que responder.— ¿Qué hay de Aerea? ¿Del resto de tu familia?

— Por supuesto que son preciados para mí.— Se defendió.— Mi madre y mis hermanos, son mi familia.

Viserys pasó por alto el que no lo mencionara como alguien importante para él, en el fondo sabía que se merecía ese desprecio.

— Llegó la hora de que te aferres a algo aún más preciado.— Continuó el rey.— Una familia propia.

— ¿Mi propia familia? — El verdadero significado de aquellas palabras lo golpeó rápidamente.— Me estás pidiendo que tenga hijos con Aerea.

No era una pregunta, era simplemente la verdadera intención detrás de toda aquella charla.

— No pueden huir de su deber por siempre.— Viserys lo observó fijamente.— Tu madre ya debió de haber hablado con tu hermana sobre el asunto.

Ahora comprendía la actitud tan extraña que Aerea demostró la noche anterior, todo era debido a las demandas de su padre.

— No creo que estemos listos para eso.— ¿Cómo iban a estarlo? Quince casi dieciséis onomásticos y ya les estaban exigiendo ser padres.

— Lo están.— Le respondió su padre con simpleza.— Aerea posee la misma naturaleza de tu madre. Es elogiada por las septas durante sus lecciones, todas están de acuerdo con que será una madre maravillosa.

Él de todas las personas conocía mejor a Aerea y aunque estaba de acuerdo en que sería una madre maravillosa no creía que ella estuviera lista para serlo y menos si los estaban prácticamente forzando a ello.

— Quedamos pocos.— El viejo siguió hablando.— La casa Targaryen debe prevalecer, asegurar nuestro legado es una obligación. Y ha llegado el momento de que Aerea y tú cumplan con la suya.

No respondió, simplemente no tenía caso, si se negaba y empezaba una discusión con él terminaría en un problema mayor. Su mirada se mantuvo fija en la de su padre, Viserys simplemente lo observaba con una expresión que pedía comprensión.

— Realmente no tengo opciones.— Le respondió con derrota.— Cumpliremos con lo que nos pide, su majestad.

Viserys asintió una vez en respuesta. Al ver que el asunto ya se había dado por terminado, Aegon se dio la media vuelta y salió de la sala dejando al rey ahí.

— Es por el bien de mi familia.— Mencionó el monarca en voz alta para sí mismo, se tenía que convencer de eso.







Su rutina por las mañanas consistía en asistir a sus lecciones con las septas por algunas horas y después era libre de hacer lo que quisiera. Se había topado con Helaena y decidió pasar algo de tiempo con ella, era su única hermana y no la frecuentaba mucho, era más tranquila que el resto de ellos.

— Esto no funciona, mi hilo volvió a enredarse.— Mencionó con frustración mientras dejaba su bordado sobre la mesa.

Helaena esbozó una pequeña sonrisa al escuchar su queja, alzó la vista buscando la de su hermana.

— Necesitas un poco más de práctica.

— ¿Cómo es que eres tan buena en esto? — La observó seguir con su patrón de bordado, una hermosa manta en color verde con detalles en hilo dorado.— Es preciosa.

Su hermana tenía talento para dicha actividad, ella por otra parte era simplemente un desastre.

— La estoy haciendo para ti.— Le respondió Helaena con suavidad, casi en un susurro.— Terminé la otra hace unos días.

Aerea frunció el ceño y se acercó aún más a Helaena, sabía que no le gustaba mucho el contacto físico, pero ella le permitía acercarse lo suficiente.

— ¿Hiciste dos? — Ella asintió a su pregunta.— ¿Por qué?

— Dos dragones.— Murmuró.— Nacidos del oro y de la plata.— Cuando Helaena comenzaba con sus murmullos era una señal de que se encontraba sumida en sus propios pensamientos y todo lo demás le era ajeno.

Aerea suspiró y se puso de pie, caminando hasta le mesa que se encontraba cerca de los sofás, tomó una de las uvas que se encontraban en el cuenco y se la llevó a la boca, observó en silencio como su hermana seguía bordando. Unos golpes en la puerta y el sonido de la misma abriéndose la hizo girar en aquella dirección, su madre acababa de entrar.

La conversación de la noche anterior seguía fresca en su memoria, Alicent le dio una ligera sonrisa y caminó hasta ella, acomodó uno de sus mechones platinados con delicadeza. Aerea podía notar cierta preocupación en el rostro de su madre, algo la tenía nerviosa.

— ¿Ha pasado algo? — Preguntó con preocupación.

Alicent le dio un rápido vistazo a Helaena quien seguía con su atención puesta sobre el hilo y la aguja, después de aquello volvió a fijarse en ella.

— Tu padre parece estar realmente preocupado por el futuro de la familia.— Aerea pudo percibir la molestia en sus palabras.— Les pide a Aegon y a ti tener hijos, y ahora también compromete a tu hermana con el hijo de Daemon.

— ¿Con Rhysand? — Se encontraba realmente sorprendida.— ¿Por qué él?

— Dice que es por Daemon.— Alicent se veía notablemente disgustada.— Pero la verdadera razón debe ser por lo que pasó en Marcaderiva. Aquella noche dos cosas fueron muy claras, que Viserys sólo tapara los errores de Rhaenyra sin importar lo obvios y descarados que sean y que Rhysand no soporta a Daemon y a las gemelas.

Aerea recordó vagamente que el día que se llevó a cabo el funeral de Laena Velaryon, Rhysand les había dicho que fue prácticamente obligado a asistir. No lo vio darle las condolencias a nadie, ni a su padre, medias hermanas o a la princesa Rhaenys o lord Corlys quienes eran los anfitriones.

— Helaena estará bien.— Intentó calmar la angustia de su madre.— Rhysand no es Daemon, él sabrá respetar a Helaena incluso si no hay amor entre ellos.

— Ella sigue siendo demasiado joven.— Expresó la reina con preocupación.

Aerea tuvo que aguantar el disgusto de escucharla decir aquellas palabras. Ella era un año menor que Helaena cuando la casaron con Aegon, por supuesto que sabía que su madre probablemente no estuvo de acuerdo, pero nunca la escuchó abogar por ella o su hermano.

— Ella estará bien.— Volvió a repetir, casi mordiéndose la lengua para evitar expresar su molestia.

Alicent observó en silencio a su hija mayor, quería confiar en la palabra de Aerea, pero no podía evitar preocuparse por Helaena y su bienestar, si se casaba con Rhysand tendría que mudarse al Valle y no se sentía lista para eso.

— ¿Cómo estás tú, mi niña? — Preguntó mientras acariciaba una de sus mejillas.

— Si te refieres al asunto de la consumación, aún no ha pasado nada.— Alicent le brindó una sonrisa para consolarla.

— Ya pasará.

Alicent se dio la vuelta, acercándose a Helaena tomando asiento junto a ella. Su madre ahora le ayudaba a su hermana con su actividad aburrida y complicada, se dio cuenta de como las doncellas a su alrededor también parecían muy atentas a los consejos que Alicent le daba sobre el bordado.

Rodó los ojos con fastidio y se dio la vuelta para salir de ahí, no tenía caso quedarse en ese lugar si sus habilidades con el bordado eran inferiores a las de su hermana menor. Se fue sin despedirse, Ser Jasver la estaba esperando en la puerta, como siempre.

— ¿Qué tal el bordado, princesa?

— Horrible, no tengo el talento o la paciencia para ello.— Admitió con una sonrisa.— Espero que no esté decepcionado de mí, Ser.

El caballero sonrió al escucharla y negó suavemente en dos ocasiones.

— Jamás me decepcionaría de usted, princesa.

— Es un alivio escuchar eso.

Consideraba a Ser Jasver como a uno de los pocos hombres en los que podía confiar, era leal y sincero, además de que su preocupación por ella era genuina. De camino a sus aposentos se percató de que no había visto a Aegon en todo el día, fue una sorpresa para ella el haber despertado sola en la cama aquella mañana.

— ¿Y el príncipe Aegon? — Le preguntó al caballero.

— Salió temprano por la mañana junto a Ser Arryk.

Le restó importancia al asunto, seguramente había ido a ver a Sunfyre, si ese era el caso no volvería hasta muy tarde, Aegon siempre perdía la noción del tiempo cuando se trataba de su dragón.









Abandonó la sala del trono con la molestia recorriendo su ser, el rey le había enviado una carta ese día por la mañana, fue el primer cuervo que recibió y ya que se trataba de algo enviado por la corona decidió atender ese llamado como prioridad. Partió de Piedra de las Runas poco después de la hora del almuerzo y algunas horas después ya se encontraba en la Fortaleza.

El rey le repitió la misma propuesta que le había sido enviada a su tío, desposar a la princesa Helaena. Lo había debatido con su tío y sus lords de confianza, todos concluyeron en que sería una alianza beneficiosa para la Casa Royce, así que lejos de rechazarla la aceptó.

Su respuesta fue bien recibida por el monarca, le había dicho lo mucho que lo alegraba una unión entre su sobrino y su hija más joven, Rhysand se había limitado a sonreír, era menos desagradable para él el tener que casarse con su prima que con alguna de sus medias hermanas.

Sin embargo, el ánimo decayó notablemente cuando el rey le dijo que esperaba celebrar la boda dentro de tres lunas, eso lo tomó por sorpresa y se negó, le explicó al rey su plan de desposar a la princesa una vez que ésta fuese un poco más mayor, pero Viserys había desestimado sus buenas intenciones. Si la Casa Royce quería asegurar esa alianza con la familia real, debían casarse dentro del tiempo dado por Viserys, a Rhysand no le había quedado más que morderse la lengua para no maldecirlo ahí mismo, su tío resultó ser igual de nefasto que su padre.

— Ambos son unos desgraciados.— Mencionó con molestia mientras caminaba por los pasillos de la Fortaleza.

— ¿A quienes maldecimos? — Habló Aegon. Rhysand se sorprendió, no lo había escuchado acercarse.

— ¿De dónde diablos saliste tú?

— Es un secreto.— Respondió el platinado. Se rió al ver la expresión fastidiada de su primo.— Bien, te lo diré.

Pasó uno de sus brazos por los hombros del castaño y lo guió hasta una de las paredes, se aseguró de que nadie más estuviera cerca y empujando con fuerza un ladrillo en específico la pared se abrió como si fuese una puerta. Rhysand lo observó con asombro, los rumores hablaban sobre los interminables pasadizos que el rey Maegor había mandado a construir dentro de la Fortaleza, pero no creía que fuese cierto, hasta ahora.

— ¿Usas esto para escabullirte del castillo, no es así? — Aegon lo observó con una sonrisa juguetona.

— ¿Quieres venir conmigo? — Vio la duda en sus ojos.— Vamos, será sólo una noche.

— Pronto oscurecerá y yo debo volver al Valle.

— Te puedes quedar aquí.— Le ofreció el príncipe.

— No puedo, el rey no me ha invitado.

— Bueno, eso es lo de menos. Te invito yo.

Rhysand sonrió al ver lo tonto que era Aegon, aunque ambos sabían que él no podía darse el lujo de hacer ese tipo de invitaciones él agradecía el intento de su primo por incluirlo en sus actividades nocturnas.

— No puedes invitarme tú.— Aegon rodó los ojos con fastidio.

— ¿No deseas divertirte al menos por una vez? — Continuó insistiendo.— Dudo mucho que en el Valle encuentres lo mismo que aquí.

— Putas hay en todos lados, Aegon.— Mencionó con desinterés.

El príncipe no pudo evitar reír al escucharlo, se preguntaba si su querido primo tenía a alguna mujer secreta en el Valle.

— ¿Tienes una?

— No, ya no.— Respondió mientras lo observaba.— Me voy a casar con tu hermana, así que debo dejarla.

Aegon parecía confundido ¿Rhysand se iba a casar con su hermana?

— Aerea es mía.— Le dijo con el ceño fruncido.

— No hablo de ella, imbécil.— Le pareció gracioso el como de repente se había puesto más serio y posesivo.— Me refiero a Helaena.

— Oh, eso lo explica todo.— Se sintió aliviado.— Bueno pero con más razón deberíamos salir a divertirnos, tú te casaras pronto y yo debo ponerme a engendrar hijos, tómalo como nuestra última noche de libertad.

Decidió pasar por alto el dato innecesario de que Aegon debía embarazar a su hermana/esposa y se concentró en el resto de sus palabras, podía tener algo de razón. Sus planes a largo plazo se habían arruinado y ahora todo pasaría con mayor rapidez, tal vez por hoy sería buena idea seguir los planes de Aegon.

— De acuerdo, vamos.

El príncipe sonrió victorioso, le pidió a Rhysand que lo esperara justo ahí y se apresuró a ir a su lugar secreto. La habitación de Daeron había quedado vacía desde que fue enviado a Antigua, Aegon solía usarla como escondite, ahí guardaba las capas que usaba para sus salidas nocturnas y de vez en cuando dormía en ese lugar para calmar sus resacas.

Tomó lo que necesitaba y salió de ahí asegurándose de que nadie más lo viera, se metería en problemas si Ser Arryk lo encontraba, con lo que le había costado escaparse de él.

— Toma.— Le extendió una de las capas.— Nadie puede reconocernos.

Rhysand tomó la capa que Aegon le ofrecía y se la colocó asegurándose de cubrirse bien. Aegon fue el primero en entrar por el pasadizo, había dejado una antorcha ahí con anterioridad, así que no tendrían problemas con la oscuridad.

— Sígueme y no te pierdas.

Estuvieron caminando y doblando por un momento de pasillos, había telarañas por todos lados y el ambiente desprendía una sensación de humedad, Aegon se detuvo frente a un muro en específico y repitiendo la acción de empujarlo con fuerza éste se abrió, dejando ver que ahora se encontraba fuera del castillo.

— ¿Qué tan seguido haces esto? — Rhysand le preguntó con curiosidad.— Eres un puto experto.

— Sólo unas cuantas veces a la semana.— Aegon le respondió sin mucho interés.— De acuerdo, ahora escúchame. Una vez que lleguemos a la calle de la seda no te separes de mí, ya que es tu primera vez ahí te puedes sorprender.

— Como ordene capitán.— Respondió con burla.

— Lo digo enserio, no quiero tener que andar buscando tu culo por todas partes. Si te pierdes te dejaré ahí.— Lo amenazó mientras le lanzaba una mirada seria.

— Bien, lo entiendo.

Sin más, comenzaron a caminar con destino a la calle de la seda, conforme se acercaban a dicho lugar las calles comenzaban a ponerse peor junto a los desagradables olores. Pronto llegaron a la puerta de un establecimiento, teniendo en cuenta el escándalo que provenía del lugar parecía ser una taberna.

Ingresaron al lugar, Aegon iba delante de él. Pese a la desaliñada visión del lugar por fuera, el interior era distinto, había muchas mesas distribuidas por todo el lugar, el olor a alcohol y a diferentes platillos se expandía por el recinto y ni hablar de las personas que se encontraban ahí, reían, conversaban y algunos otros cantaban a todo pulmón debido a su estado de embriaguez.

Todas las mesas pequeñas ya se encontraban ocupadas, Aegon optó por tomar asiento en una de las grandes mesas rectangulares, Rhysand lo imitó sentándose justo a su lado. Los hombres que ya se encontraban sentados ahí les pasaron dos tarros llenos de cerveza, ni siquiera les habían dirigido una palabra y ya los recibían con entusiasmo.

Aegon fue el primero de los dos en darle un gran trago al tarro, él lo siguió después. Hizo una mueca al sentir el sabor de la cerveza bajar por su garganta, estaba tan acostumbrado al vino que cualquier otro alcohol le sabía a mierda. Alzó la mirada al sentir que uno de los hombres sentado frente a ellos lo observaba con atención.

— ¿Sabes por qué brindamos esta noche? — Le había preguntado. Se notaba lo borracho que estaba.

— No tengo idea.— Respondió él.

— Brindamos.— Un eructo lo interrumpió.— Porque por fin le pateamos el culo a uno de esos capas doradas.

Aegon se burló antes de volver a beber, Rhysand lo vio volver a empinarse el tarro, tenía el presentimiento de que sería él quien terminaría cuidando del culo de Aegon y no al revés.

— ¿No son esos tipos los que siguen las órdenes del príncipe Daemon?.— Si quería escuchar la historia debía fingir que no conocía a Daemon.

— Ese príncipe de mierda.— Murmuró con resentimiento otro de los hombres.

— Shhh.— Dijo otro.— ¿Quieres que te corten la lengua?

— ¿Qué hice? No dije nada malo.— Se defendió.— Es por culpa de ese tipo que los capas doradas se creen intocables. Van por ahí amenazando y tomando cuotas.

— ¿Cuotas? — Rhysand les preguntó en tono confundido.

— Esos bastardos nos piden monedas a cambio de proteger nuestros puestos.— Bebió del tarro una vez más.— Si te niegas, ellos se encargan de destruir todo.

— Eso es terrible.— Rhysand miró con cierta pena al hombre.— ¿Por qué no se lo dicen al rey mediante una audiencia?

El hombre negó con la cabeza mientras seguía tomando de su tarro casi vacío.

— El rey no hará nada ¿Crees que es la primera vez que el príncipe y sus perros causan problemas?

— Lo protege porque son familia, no lo castigará sólo para brindarle justicia a hombres como nosotros.— Respondió otro de los hombres.

Era consciente de que el rey difícilmente reprendía la malas acciones de su padre, pero jamás pensó que incluso las personas comunes estarían al tanto de eso. Una parte de él encontraba satisfactorio que vieran a su tío como un rey deficiente y a su padre como una basura, por otro lado, sabía que eso algún día traería problemas graves a la corona.

— Tengan fe, señores.— Habló Rhysand mientras alzaba su tarro de cerveza.— Llegará el día en que Daemon Targaryen pagara por todas sus fechorías.

— Que los dioses te escuchen, muchacho.— Le respondió felizmente el hombre mientras lo imitaba y también alzaba su tarro.

El resto de personas en la mesa los siguió en su brindis, Aegon quien ya estaba más ebrio que sobrio hizo lo mismo, aunque no tuviese idea de lo que hablaban. Las horas comenzaron a transcurrir y ellos seguían pasándola bien en compañía de aquellos extraños, hubo un momento en el que todas las personas presentes en la taberna comenzaron a bailar y a cantar.

Dejándose llevar por el animado ambiente Rhysand se unió a ellos, cantaron mientras se abrazaban por los hombros y bailaban sobre las mesas. Cuando sintió que el alcohol le estaba nublando la vista decidió que era hora de irse, les sería imposible el volver a la Fortaleza si ambos estaban borrachos.

Vio a Aegon tirado a un lado de una de las mesas, se rió al verlo en ese estado, deberían haber apostado algo, habría ganado sin duda. Se acercó a su primo y lo movió con el pie, Aegon se quejó mientras se movía un poco, al menos seguía vivo.

Lo levantó e hizo que se apoyara en él, se aseguró de sujetarlo bien y comenzó a caminar directo a la salida. Se encargó de dejar algunas monedas sobre la mesa antes de despedirse de aquellos hombres con los que había estado bebiendo.

Llevar a Aegon a rastras era más difícil de lo que creía, estaba casi inconsciente y se movía con dificultad. Se detuvo un momento para descansar, no faltaba mucho, en poco tiempo estaría llegando a la Fortaleza.

Detuvo su andar cuando frente a él apareció la figura de Ser Arryk, también llevaba una capa en lugar de su habitual armadura. El hombre lo observó de arriba a abajo, la capa de Aegon se había caído y su cabello platinado ahora era visible, removió su propia capa revelando así su identidad frente a Ser.

— Lord Rhysand.— Mencionó con impresión.

— El príncipe es pesado, Ser Arryk.— El hombre entendió su pedido y pronto se apresuró a tomar a Aegon.

Siguieron el camino hasta la Fortaleza en silencio, el viento frío de la madrugada lo mantenía despierto, aún debía encontrar en dónde pasar la noche ¿Sería muy imprudente el viajar en dragón a esa hora? Vermithor debía estar dormido, no quería despertarlo.

Cuando el castillo apareció frente a ellos Rhysand se sintió aliviado, nadie, a excepción de Ser Arryk se había percatado de su salida nocturna. Confiaba en que el caballero no diría nada, si quería proteger a Aegon y evitarle una reprimenda por parte de la reina se quedaría callado.

Entraron por una de las puertas de servicio, era la entrada a las cocinas, todo estaba oscuro y en silencio, ya todos los sirvientes debían estar descansando. Atravesaron por pasillos que Ser Arryk sabía se encontraban libres de guardias, pronto estuvieron frente a los aposentos de Aegon.

Antes de que alguien dijera algo la puerta se abrió repentinamente, Aerea los observaba con los brazos cruzados, Rhysand le sonrió con nerviosismo, la princesa suspiró con resignación mientras se apartaba de la puerta.

— Déjelo sobre la cama, Ser Arryk.— Le dio la orden y el hombre se apresuró a cumplirla.

Cuando Aegon estuvo acostado sobre la cómoda cama, Aerea caminó hasta el cuenco de agua que se encontraba sobre la mesa más cercana y se lo lanzó en la cara a su hermano. Aegon se enderezó rápidamente mientras sus manos frotaban sus ojos buscando aclarar su vista, estuvo a punto de gritar pero se detuvo en cuanto vio a Aerea frente a él.

— Mierda.— Respondió en un murmullo.

— Ustedes dos, salgan.— Se dirigió a Rhysand y a Ser Arryk.

— Lo haría con gusto, pero en mi condición no puedo volar al Valle y no tengo en dónde quedarme.

Aerea lo miró con fastidio, después enfocó su vista en el caballero junto a él.

— Ser Arryk, por favor escolta lord Rhysand hasta los aposentos del príncipe Daeron, deben ser las únicas habitaciones decentes para que te quedes en ellas justo ahora.

— Como ordene, princesa.— Respondió cortésmente.— Mi lord, por favor sígame.

Rhysand se despidió de Aerea con un gesto y salió rápidamente de aquella habitación, que los dioses se apiadaran de Aegon.

— Hola, esposa.— Aegon podía notar la molestia de Aerea.

La vio moverse hasta él, subiéndose a la cama y quedando sentada justo a su lado. Miraba directamente a la chimenea y no decía nada, ni siquiera le había gritado como Aegon pensó que lo haría.

Ella se giró, observándolo por unos momentos. Aegon se estaba empezando a sentir incómodo, ella nunca estaba tan callada y actuaba tan extraño. Cuando estaba a punto de preguntarle que diablos pasaba sintió como sus labios se presionaban sobre los suyos, se quedó helado mientras sentía como ella lo besaba.

— Sabes a vino.— Le respondió.— ¿Cuánto bebiste?

— Lo necesario.— Ahora que la veía bien, sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas y podía notar por su mirada que se encontraba algo borracha.

— ¿Te emborrachaste para poder besarme? — Preguntó con burla. Él también había bebido y mucho, pero el agua que le había tirado encima y ese beso habían borrado todo índice de ebriedad.

— No.— Respondió tajante.— Me emborrache para poder acostarme contigo.

La expresión burlona se esfumó del rostro de Aegon, le había respondido con demasiada honestidad. Volvió a mirarla, entonces se dio cuenta de que llevaba un camisón diferente a los que solía usar.

— Aerea no tienes que hacer esto.

— Pero quiero.— Él la miró con asombro.— Me gustó besarte.

Aegon pudo sentir como una sensación burbujeante se extendía por su cuerpo hasta la punta de los dedos de sus pies. Aerea volvió a besarlo, esta vez poniéndose a horcajadas sobre él, los brazos de Aegon la rodearon, asegurándose de que no se alejara.

Se apartaron por un momento, sus miradas fijas en la del otro, a ese puntos ambos podían notar el deseo que ardía dentro de ellos, tampoco parecían dispuestos a contenerlo. Sus labios volvieron a unirse en un beso más demandante y desesperado, aquello sólo fue el comienzo de una noche llena de caricias y nuevas experiencias, esa noche dieron por consumada su unión.



























¡Hola hola! Aparezco con nuevo capítulo 🙏🏻

Pasaron muchas cositas en este cap 👀

Despídanse de las versiones "chiquitas" porque este fue el último capítulo con ellas, a partir del capítulo 4 aparecerán las versiones adultas

Recuerden que yo siempre agradezco sus lecturas, votos y comentarios, así que déjenlos sin pena 🦦

Nos vemos en la siguiente actualización, bye bye 🫶🏻

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top