𝘛𝘩𝘦 𝘴𝘩𝘢𝘥𝘰𝘸 𝘰𝘯𝘦 (Sky: CotL)
✦Fandom: Sky: Children of the Light.
✦¿Contiene spoilers?: No.
✦¿Contiene escenas +18 o escenas violentas?: No.
✦¿A qué género pertenece?: Fantasía (relato corto)
Hacía mucho que habían regresado al mundo que la corrupción les hizo abandonar. Todo había cambiado mucho desde que llegaron, en su primera vida.
El mundo casi no parecía ni el mismo. Algunas constelaciones eran iguales, con incluso su característica alegría del pasado. Pero era una alegría marchita, superficial. Una alegría que dejaba pasar el recuerdo de un tiempo muy duro que aún no había superado.
Y eso los niños lo sabían. Y la Mega Ave también.
Aún así, los niños regresaron. Regresaron porque tenían una misión: devolver la luz perdida, encontrar esas estrellas caídas, esos recuerdos olvidados en el tiempo.
Así lo hicieron los niños. Desplegaron sus alas, volaron, encontraron las estrellas. Devolvieron sus recuerdos a los espíritus perdidos y regresaron la luz a los que cayeron en lo más hondo e inhóspito del Edén.
Todos lo hicieron, todos por igual, en una o en otra vida. Todos, incluido ese niño que ese día fue al bosque de la lluvia perpetua, donde al principio, nadie sabe que la lluvia corrompe.
Eso al menos es lo que cuentan las leyendas.
El niño sabía lo de aquella lluvia, sabía que estaba perdiendo luz, notaba cómo bajaba en su cuerpo, cómo su capa la dejaba marchar. Pero siguió avanzando por el bosque, como hipnotizado por algo.
Algunos niños cuentan que le vieron, que le vieron como un niño normal. Su cuerpo emanaba luz, su capa roja resplandecía con los rayos de sol que atravesaban las copas de los árboles. Era otro niño más, pero que no se acercaba a la luz de las velas ese día. Que no se recargaba. Solo dejaba perder su luz y nadie sabía por qué.
Y caminaba hipnotizado, como si solo él pudiese ver algo que escapase a la vista de todos.
Y en efecto, así era.
O eso es al menos lo que cuentan las leyendas.
El niño llegó solo al final del sendero. Un sendero que seguía lluvioso, junto a una construcción derrumbada. Se detuvo frente a la criatura olvidada que reposaba dentro de la construcción. Del animal ya solo quedaban los huesos. Pero eso bastaba.
Eso bastó.
El niño de luz, con esos ojos, observó el bosque una última vez por encima de la construcción.
Vio el Templo a lo lejos, bordeado por una larga hilera de pájaros blancos. Vio la luz del sol y la lluvia que terminó por agotar la suya propia.
Pero el niño no atravesó el camino final cuando esto sucedió.
El niño no se volvió a reunir con la Mega Ave que le llevó allí.
El niño no volvió con nadie, ni siquiera con los que eran iguales que él.
Cuando la luz abandonó su cuerpo, algo ocupó su lugar, impidiéndole marchar. Era una fuerza poderosa, ancestral.
Esa fuerza que les hizo abandonar el mundo.
El niño salió de la construcción.
Avanzó por el bosque sin miedo, la lluvia ya no podía hacerle nada. La lluvia no tenía luz que poder quitarle, porque la había perdido toda.
Los niños que le vieron, cuentan que no era un niño normal.
Su apariencia era tan negra como la mirada que dirigía al frente. Su capa, raída, de blanco roto, no brillaba. Emanaba una atmósfera turbia, negra y azul.
Era un alma en pena, que no debía estar ahí. Era como un olvidado.
No era un niño normal, no era un niño de luz. La sombra le había consumido y ahora, dejaba un rastro de ella por dónde pasaba.
No tardó en dejar el bosque.
Los niños que le vieron, cuentan que jamás le volvieron a ver.
Lo único que quedó de él fue ese rastro de oscuridad que dejó. Ese rastro de extrañas plantas que el resto de niños, traídos por la Mega Ave derriten, creyendo que es corrupción de su propio mundo.
Los niños que vieron a ese niño de sombra, ya casi no se acuerdan de él.
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