Capítulo dos
“Sabía que ibas a venir a mi, y aquí estás, pero es mejor que escojas con cuidado porque yo soy capaz de cualquier cosa” dark horse.
La alfa besó la nariz de su esposo, disfrutando de su sutil aroma a vainilla. Le encantaba, se sentía como drogada por el olor de su Omega.
¿O quizá era el alcohol en sus venas que le daban ese efecto?
De la forma que fuere, YoonGi era perfecto para ella.
—Alfa, ¿Quieres que subamos al cuarto?—preguntó bajito, teniendo miedo de que si elevaba la voz, ésta pudiera retumbar en la silenciosa casa.
La mujer sonrió, acunando su rostro entre sus manos, tocando delicadamente con sus dedos pulgares los labios finos del chico.
—Creo que, Yoonie, yo…
—¿Si?—preguntó con dulzura.
—Voy a vo-vomitar—murmuró riéndose, para segundo luegos, sin dejar a su esposo reaccionar, vomitar hacia la izquierda.
El omega hizo una mueca de asco, levantándose del regazo de la mujer de inmediato. El olor a vino era repugnante, intensificado la bilis, y a YoonGi le provocó náuseas.
»—Lo si-siento omega—susrró apenas audiblemente, cerrando los ojos.
—No te preocupes amor, ya regreso a limpiar
La puerta principal se abrió, dándole paso al alfa peli-rubio. YoonGi ni siquiera volteó a verlo, corriendo escaleras arriba en busca de, primero, lavarse la cara y quitarse el olor de la nariz.
—¡Qué puto asco, mamá!—se quejó viendo el desastre que ella era.
No esperaría que el bueno para nada de YoonGi regresará para limpiar, prefirió cargar a su madre como un costal de papas al hombro y dejarla dormir en la habitación de huéspedes que se encontraba después del lavadero en la misma planta en la que estaban. Una vez se cercioró de que dormiría bien durante toda la noche restante, regresó al living encontrando al omega agachado pasando el trapo de piso.
Tragó grueso recordando la semana anterior, cuando aún se encontraban en la isla Jeju.
Jisoo dormía la siesta tirada en el pasto sobre su toallón, bajo la sombrilla junto a la casona. Sus tíos habían salido a caminar con sus primos, y él en verdad tenía un calor del demonio. Odiaba meterse a la alberca, pero odiaba aún más tener calor y sinceramente ya no estaba soportando.
Solo sería un clavado para refrescarse y volvería a resguardarse en su habitación con sus videojuegos.
Se aplicó protector solar y sin más se dirigió hasta la orilla, dando una mirada al agua cristalina antes de tirarse. El agua fría envolvió por completo su cuerpo caliente, dándole la satisfacción que él buscaba
Como había previsto en su cabeza, solo fue un chapuzón y salió de nuevo a meterse en su habitación, mientras en el trayecto se secaba un poco el cabello con el toallón.
Subiendo al segundo piso, miró con desinterés hacia el sauna. Nunca le había llamado realmente la atención, y tampoco entendía cómo se usaba esa cosa, pero algo le hizo acercarse. Quizá el hecho de que, según tenía entendido, no quedaba nadie más que él y su madre en el hotel.
En silencio entró, topandose con una nube blanca de vapor, similar a la niebla pero un poco menos densa y mucho más caliente. La luz estaba apagada, y sin sus lentes no es que su vista fuera la mejor, pero aún si quería averiguar quién estaba ahí con él, no preguntó absolutamente nada.
Vió una figura, no muy lejos de sí mismo, estaba de espaldas adentrándose hasta el fondo de la sala, tal vez para tomar asiento en los muebles de la orilla. Torpemente, sus ojostas hicieron ruido al pegarse en el suelo, poniéndolo en evidencia. ¡Si tan solo las hubiera dejado fuera!
La figura, que obvio no podía ser tan estúpida, frenó en seco y se dió vuelta. Pero silenciosa, solo se quedó ahí, intentando también mirar a su nuevo acompañante.
La bata que cubría el cuerpo cayó al suelo, dejando a la borrosa vista un cuerpo delgado, muy parecido al de una dama. Una dama con cabello muy corto y cuerpo de reloj de arena. No podía ser ninguna Park, por qué todas eran más bajas y un tanto más rechonchitas; Jimin conocía la complexión física de su familia, por qué de todos, su madre y él eran los dos más altos.
La figura se volteó, tosiendo un poco. Y se agachó para tomar del suelo la bata.
Jimin volvió a tragar saliva cuando YoonGi movió las caderas, cambiando el peso de un pié al otro, casi acabando de limpiar con el trapeador. El pantalón del pijama apretado hacía resaltar sus curvas, y estaba seguro que se trataba de la misma puta figura que, estaba aún más seguro, había dejado caer la bata de baño adrede.
Y mierda, tenía que aceptar que YoonGi en verdad tenía un culo precioso.
—¿Tú le diste vino?—preguntó, rompiendo el silencio sepulcral para recuperar la cordura.
El omega no sé inmutó demasiado como el rubio hubiera querido, y en cambio, tras soltar un suspiro y enderezarse para meter el trapo y el secador de piso en el balde, se volteó hacia el menor.
—¿Me vez cara de qué, chico?
—Te veo de que sí, que eres bastante idiota. ¿Conoces tanto a tu esposa? Deberías saber que le hace muy mal beber vino, y además puro.
—No vengas a decirme cosas que sé de sobra, Jimin. Si se ha emborrachado, fue por qué se le dieron las ganas, no puedo hacer nada por sobre su voluntad. Y si al menos estuvieras durante el día, verías como pasan las cosas en realidad.
—Imbecil—murmuró, haciendo al contrario reírse. Odiaba tanto lo ridículo que el omega lo hacía sentir.
Jimin entró a la cocina, buscando en primer lugar huir de su padrastro, y en segundo, algo con lo que llenar su estómago.
—No sobró comida—dijo de mala gana, entrando segundos después.
—¿Por qué simplemente no te vas a dormir y me dejas en paz?
—No vine por ti, idiota—se acercó a la heladera en busca de huevos, cebolla y carne picada—, muero de hambre. Muévete —lo empujó con su cuerpo, puesto que el rubio estaba apoyando su peso en la cocina y era justo lo que necesitaba usar.
—¿No cenaron?—le pareció extraño al notar la bolsa con carne.
—Le preparé pasta con salsa a tu madre—sonrió. Pero el alfa no pareció satisfecho con la respuesta.
—Entonces te pregunto de nuevo, YoonGi. ¿Cenaste?
—N-no…
—Dame eso—le quitó de un tirón las cosas de las manos—, ve a sentarte.
—Pe-pero Jimin…
—¡Antes de que me arrepienta!—amenazó con un cucharón de madera en la mano derecha.
El omega aceptó en silencio y tomó asiento tras él mini-bar, que dividía el comedor de la cocina, en una de las banquetas altas. Y sentado desde ahí, observó al rubio cocinar para ambos.
—Huele rico—halagó viendo su plato. Era una mezcla de aros de cebolla, huevo revuelto y carne picada condimentada de una manera especial que Min desconocía.
—Ajá—una pequeña sonrisa hizo el amago de aparecer—. Anda, come.
Cenaron en silencio, el reloj estaba a nada de dar las doce de la noche, y Jimin estuvo a nada de preguntarle si era él quién estaba en el sauna y si le había llegado a ver. Pero prefirió elegir otro momento.
—Oye…—el alfa lo miró, bajando los pies para levantarse con intenciones de irse a su habitación—, gracias por cocinar.
—No te acostumbres, idiota.
—Imbécil.
Los dos se rieron.
Espero les haya gustado el cap. Nos leemos el proximo domingo. Cuídense mucho 💛
©ʏᴏᴏɴɴɪᴇxᴊɪᴍɪɴɪᴇ5
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