ೃ✭ Capítulo 9 ೃ✭

A ver si lo he entendido bien… —balbuceó YoonGi, atónito—. ¿Dices que quieres que nos casemos?

—Así Jeongguk se convertirá automáticamente en mi hijo legítimo de acuerdo con la legislación.

—Eso da igual, cualquiera que sepa su edad sabrá que nació cuando tú estabas casado —comentó.

—No importa. El resultado final será el que yo quiero, que Jeongguk sea considerado mi hijo y que sea mi heredero legítimo insistió Seok Jin—. Es su derecho natural y así quiero que sea.

—¿Aunque tengas que casarte conmigo para conseguirlo? —preguntó YoonGi con incredulidad.

—Tú te casarás conmigo por el bien del niño y yo lo haré por el mismo motivo. Ambos somos responsables de su nacimiento y debemos anteponerlo a todo lo demás —dijo él—. Se lo debemos.

El menor siguió desconcertado, temblando.

Mucho tiempo atrás había soñado con que su relación fuese como un cuento de hadas, pero la realidad había hecho que pusiese los pies en el suelo. Le costaba trabajo aceptar que Seok Jin le estuviese hablando de matrimonio, porque era como volver a abrirle la puerta al tonto cuento de hadas. YoonGi se abrazó y le preguntó:

—¿Estás seguro de que no hay otra manera de asegurar que Jeongguk sea tu heredero?

—Podría intentar redactar un documento en el que reconociese que es mi hijo, pero lo mejor es el matrimonio con su papá. En el caso contrario, siempre podría haber alguna laguna y los abogados saben bien cómo encontrarlas y hacer una reclamación.

—¿Quién va a querer hacer una reclamación? —preguntó.

—¿Tienes idea de lo rico que soy? —le dijo él en voz baja—. ¿O de lo que la gente poderosa está dispuesta a hacer para enriquecerse todavía más?

—Supongo que no —admitió, sabiendo que pertenecían a dos mundos completamente diferentes.

—Cuando yo tenía catorce años, mi madrastra intentó que me desheredaran y que su hijo, que tenía ocho, pasara a ser el beneficiario del fideicomiso familiar. La reclamación solo se desestimó cuando mi abuelo demostró que el hijo de mi madrastra no era su nieto —le explicó Seok Jin.

YoonGi estaba sorprendido, no sabía que Seok Jin hubiese tenido aquellos problemas. Se preguntó cómo habría sido su niñez con semejante madrastra y empezó a entender que quisiese hacer lo mejor para Jeongguk.

—Podemos casarnos en cuestión de días —le dijo él, como si se hubiese dado cuenta de que había ganado la batalla—. Después de la ceremonia, nos iremos a Corea del Sur y te presentaré a mi familia como mi esposo y mi hijo.

Incapaz de creer que le estuviese ocurriendo aquello, YoonGi se levantó de donde estaba sentado y se acercó a la ventana.

—Eso sería una locura, intentar fingir que soy tu esposo… ¡No podemos hacerlo!

—Serás mi esposo, no tendrás que fingir. Solo tienes que preguntarte… ¿Cuánto quieres a tu hijo? —inquirió Seok Jin casi con crueldad.

YoonGi se puso rígido.

—¡Eso no es justo!

—¿No? Tú sólo decidiste ser el único responsable de Jeongguk y de su felicidad. Y yo te estoy pidiendo que enmiendes tus errores y te asegures de que recibe todo lo que tiene derecho a recibir por ser mi hijo.

A YoonGi no le gustó oír que había cometido un grave error por haberle ocultado a Seok Jin la existencia del niño, pero oír hablar de marcharse a otro lugar hizo que sus pensamientos siguiesen otro rumbo.

—¿Si el matrimonio es una mera formalidad, para qué quieres que te acompañe a Corea?

—¿Permitirías que me llevase a Jeongguk sin que vinieses tú? —le preguntó él sorprendido.

—¡No! —exclamó el al instante.

—Y aunque a ti el matrimonio te pueda parecer una mera formalidad —continuó Seok Jin en tono razonable—, tendrá que parecer un matrimonio normal.

YoonGi volvió a abrazarse. Se sentía amenazado y acorralado.

—¿Para qué? —preguntó.

—¿Quieres que tu hijo se sienta culpable cuando sea mayor y sepa que tuvimos que casarnos por su bien?

El frunció el ceño.

—Por supuesto que no…

—En ese caso, tenemos que hacer que parezca un matrimonio normal — insistió Seok Jin, manipulando todo lo posible la conversación—. Cuantas más personas piensen que estamos casados de verdad, menos preguntas incómodas nos harán y menos comentarios se generarán.

—¡Nadie va a creerse que has decidido libremente casarte con tu amante! — replicó YoonGi enfadado.

No le gustó hablar así de sí mismo, pero lo hizo para obligar a Seok Jin a entrar en razón.

—Tú y yo somos los únicos que sabemos que eras mi amante. Por suerte, no hicimos pública nuestra relación. Y, aunque ahora tengamos un hijo, lo único que eso demuestra es que hemos estado juntos.

YoonGi lo miró a los ojos, tenía el corazón acelerado.

—Lo único que eso demuestra es que tuvimos, al menos, una aventura de una noche.

—¡Diablos!… Tú no eres un chico de una noche y cualquier hombre que te vea sabrá que una noche contigo no es suficiente, gatito —murmuró él, tomando sus manos para acercarlo a su cuerpo—. Serás mi esposo y el papá de mi hijo. Y no tendrás de qué avergonzarte…

YoonGi no pudo evitar que le gustase la idea, al fin y al cabo, siempre le había avergonzado la relación que había mantenido con Seok Jin. Este no había sido su príncipe azul ni el había sido su amor verdadero. Solo había tenido poder sobre él en la cama, y reconocerlo había hecho que se sintiese mal. ¿Qué clase de persona se conformaba con semejante relación? Le temblaron las manos entre las de él.

Aunque fuesen a casarse solo por el bien de Jeongguk, aunque no fuesen a hacerlo por amor, era lo mejor que podía tener.

—No puedo dejar a Suran sola, ni tampoco puedo dejar la tienda —comentó de repente—. Es imposible. La tienda es mi modo de vida y no puedo…

Seok Jin lo abrazó y el apoyó una mano en su musculoso torso mientras que la otra subía, como si tuviese voluntad propia, hasta enredarse en su pelo.

—Yo me encargaré de todo.

—Necesito ser independiente —insistió YoonGi en un murmullo, con la voz temblorosa.

Seok Jin pasó la lengua por sus labios.

—Escúchame —le pidió el más bajo mientras le acariciaba el pelo.

Él lo besó apasionadamente, consciente de que ambos estaban locos de deseo.

—Jeongguk es mi hijo. Es mi deber cuidar de los dos.

En un desesperado esfuerzo por controlarse, YoonGi se apartó de él y de la tentación.

—Vende la tienda, o permíteme que contrate a alguien para que la lleve. Escoge la opción que te venga mejor —le dijo él con impaciencia.

YoonGi lo miró con incredulidad.

—Seok Jin… he trabajado muy duro para montar mi negocio. No puedes esperar que lo deje así como así…

—¿Ni siquiera por Jeongguk? —le preguntó él, mirando al niño, que se estaba aferrado a sus pantalones vaqueros y mirándolos a ambos—. Nuestro hijo nos necesita a los dos y quiero que tenga una familia normal. Como poco, tendrás que organizar tu vida en Londres, para que pueda estar con él.

Aquello volvió a desconcertar a YoonGi, que sabía que Seok Jin pasaba la mayor parte de su tiempo fuera del país. Se dio cuenta de que, en realidad, no le estaba ofreciendo un matrimonio normal, ya que estaba dando por hecho que estarían la mayor parte separados, pero que compartirían la custodia de su hijo. Palideció y se sintió como si le acabase de dar una bofetada.

¿Cómo podía haber pensado que iban a poder tener una vida de pareja normal?

—Tengo que pensarlo —le dijo—. Todo lo que me estás proponiendo va a poner mi vida patas arriba.

—La mía también —admitió él—. Yo tampoco tenía nada de esto planeado.

Aquello fue para YoonGi como una segunda bofetada. No necesitaba que Seok Jin le recordase que jamás se habría casado con el si Jeongguk no hubiese nacido.

Aquella realidad estaba clavada en su alma, porque Seok Jin ya lo había rechazado una vez para casarse con Hana. Se inclinó y tomó a Jeongguk en brazos, y se reconfortó en su suavidad y en su calor.

—Tengo que cambiarlo —dijo, tomando la bolsa en la que estaban sus cosas y llevándoselo a la habitación más cercana.

Seok Jin se preguntó, frustrado, por qué eran tan complicadas las personas. Le había ofrecido a YoonGi lo que siempre había querido, pero este se comportaba como si le hubiese propuesto un trato sucio.

¿Qué era lo que tenía que pensarse?¿Cuántos se habrían ido a cambiar un pañal antes de decidir si querían o no casarse con un multimillonario? ¿Era posible que YoonGi sospechase que había algo más que no le había contado?

Tuvo que admitir que, en realidad, no le había dicho toda la verdad y que no podía decírselo. Él estaba luchando por lo que creía, luchando por lo que Jeongguk necesitaba.

En toda batalla había ganadores y perdedores y él no tenía pensado perder. Pero YoonGi no conocía la rudeza de su mundo, ni que Jeongguk se iba a convertir en el objetivo de personas despiadadas y codiciosas y que el menor no sabría cómo protegerlo de aquello. No obstante, Jin sabría cómo y lo haría.

YoonGi se quedó un poco más en el baño mientras Jeongguk gateaba por el suelo y se ponía en pie agarrándose a la bañera. Estaba hecho un lío y tenía miedo, no lo podía evitar. Seok Jin quería que se casaran por el bien de Jeongguk y el quería darle a su hijo todo lo mejor, pero sabía que tendría que pagar un precio muy alto por ello.

Socialmente, sabía que avergonzaría a Seok Jin y a su familia, aunque estaba convencido de que Seok Jin se desharía de el en cuanto todos los papeles estuviesen en regla. Así que no sería un matrimonio de verdad y Seok Jin saldría completamente de su vida cuando Jeongguk fuese lo suficientemente mayor para poder ir a visitar a su padre solo.

Todo transcurriría tal y como Seok Jin quería porque era un hombre que jamás dejaba nada al azar. Y a el le aterró pensar que tenía tan poco poder sobre las cosas, que iba a tener que sacrificar su casa y su negocio.

Se preguntó si tenía elección. ¿Podía confiar a Seok Jin el futuro bienestar de su hijo?

Con Jeongguk apoyado en la cadera, YoonGi volvió al salón. Seok Jin se había quitado la chaqueta, se había aflojado la corbata y se había remangado la camisa, que se pegaba a los músculos de su pecho. Clavó la mirada en él y no pudo frenar los recuerdos. Se le encogió el estómago y se reprendió en silencio. Seok Jin terminó de hablar por teléfono y dejó el aparato.

—Está bien, me casaré contigo —le dijo con las mejillas coloradas—, pero eso significa que confío en que nunca harás nada que nos perjudique ni a Jeongguk ni a mí. Si me entero de que no puedo confiar en ti… te dejaré.

Seok Jin sonrió. YoonGi jamás volvería a dejarlo, a no ser que estuviese dispuesto a dejar también a su hijo. Todavía no lo sabía, pero no podría volver a huir.

—Y me tendrás que ser completamente fiel —decretó YoonGi.

—Siempre te fui fiel —respondió él airadamente.

—Pero dicen que cuando un hombre se casa con su amante, se queda un puesto libre —comentó.

—A mí me parece que mi vida ya es lo suficientemente complicada —le respondió él.

Además, su matrimonio no duraría eternamente. YoonGi sabía que Seok Jin le pondría fin en cuanto se aburriese de el, pero intentó que la idea no le hiciese todavía más daño.

—Ahora que ya tienes lo que quieres ¿puedo volver a casa? —le preguntó.

—Quiero que te quedes aquí. Supongo que querrás organizar la boda —le dijo, arqueando una ceja—. Será algo íntimo y la ceremonia tendrá lugar en una iglesia ortodoxa a la que voy en Londres. Ya he pedido los permisos necesarios.

—Así que dabas por hecho que lo ibas a conseguir —comentó enfadado.

—¿Por qué ibas a negarte a casarte conmigo, si era lo que querías hace dos años?

YoonGi se ruborizó, sintió vergüenza.

—Pero ya no creo en los cuentos de hadas.

—No obstante, yo quiero un cuento de hadas, gatito —le aseguró, confundiendolo  todavía más—. Quiero que te compres un traje bonito y todo lo demás.

—¿Para qué? ¿Para las fotos?

YoonGi se obligó a apartar la mirada de él porque le dolía saber que jamás tendría el cuento de hadas. Al fin y al cabo, no tenía lo esencial, que era el amor de Seok Jin. También le dolía que él hubiese estado tan seguro de que aceptaría a casarse con él después de haber estado casado con otra persona.

Para él, su amor no había significado nada, aunque el lo había amado sin pedirle nada a cambio.

¿Era justo juzgarlo tan duramente por no poder corresponderlo?

—Para que tengamos un matrimonio normal —le recordó él—. Es lo que quiero y lo que será.

Su arrogancia puso a YoonGi de los nervios. Seok Jin estaba divorciado, pero seguía sin tenerle miedo a un posible fracaso matrimonial. Aunque lo que quería era tenerlos a Jeongguk y a el y, además, conociéndolo, era probable que para él fuese más importante la libido que el amor.

Se preguntó si habría querido a Hana o si solo la había deseado. ¿Por qué habría puesto fin a su relación con la mujer? ¿Y qué le importaba a el? Al fin y al cabo, solo iba a casarse con él de rebote.


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