ೃ✭ Capítulo 5 ೃ✭
El dolor de aquella realidad lo traspasó y, de repente, no pudo soportarlo más. No quiso seguir pareciendo civilizado, puso ambas manos encima de la mesa y se levantó de manera brusca.
—¡No puedo hacer esto! —protestó—. ¡Quiero irme a casa ahora mismo!
Sorprendido, él se levantó también, con el ceño fruncido y curiosidad en el rostro.
—¿Qué te pasa?
—¡Cómo es posible que me hagas esa pregunta, dadas las circunstancias! —exclamó YoonGi—. No quería volver a verte nunca jamás. ¡No quiero que nada me recuerde el pasado!
—YoonGi... —murmuró Seok Jin, agarrando sus temblorosos hombros y mirándolo a los ojos—. Cálmate...
—No puedo... No soy como tú... Nunca lo he sido. ¡No se me da bien fingir!
Respiró con dificultad, tenía ganas de llorar y eso lo aterró, porque en el pasado siempre había conseguido ocultarle sus crisis emocionales a Seok Jin y se sentía orgulloso de cómo se había controlado a pesar de lo mucho que había sufrido.
—No deberías estar aquí... Tenías que haberme dejado en paz, con mi nueva vida.
Seok Jin pasó un dedo por su labio inferior.
—Lo haría si pudiese, pero tenía que volver a verte.
—¿Por qué?
—Porque cuando te marchaste todavía no habíamos acabado.
YoonGi se sintió dolido y frustrado.
—Por supuesto que habíamos acabado, ¡te ibas a casar! —le recordó.
—Tenía que volver a verte para averiguar si todavía te seguía deseando —le explicó Seok Jin, tomando su rostro con ambas manos—. Y la respuesta es que sí.
YoonGi apartó el rostro bruscamente de sus manos.
—Eso no significa nada.
—¡Para mí significa mucho más de lo que piensas! —rugió Jin, perdiendo la paciencia porque se encontraba en una situación desconocida para él.
—¡No lo suficiente como para que puedan cambiar las cosas! —replicó YoonGi, conteniendo el impulso de salir corriendo hacia la puerta como un niño asustado.
Seok Jin lo apresó entre sus brazos en un movimiento rápido y lo miró fijamente con sus ojos oscuros.
—Es más que suficiente para los dos —lo contradijo, sorprendido de que YoonGi siguiese rechazándolo, cuando lo normal era que fuese él quién tuviese que quitarse a todos de encima.
—¡Déjame ir!
—No. No quiero que vuelvas a desaparecer, no puedo permitirte que vuelvas a hacer semejante estupidez.
—No puedes obligarme a hacer nada que yo no quiera hacer...
—¿Y si es algo que sí quieres hacer? —le respondió él con picardía, inclinando la cabeza para pasar la lengua por sus labios.
Sorprendido, YoonGi se echó hacia atrás, pero el aliento caliente de Seok Jin le acarició la mejilla y sus labios chocaron contra los del más bajo, impidiéndole respirar.
Los labios de Seok Jin eran suaves y lo besaron con una inusitada delicadeza, y YoonGi no pudo evitar levantar la barbilla para pedirle más.
Seok Jin sonrió contra su boca. Lo deseaba más de lo que había deseado nada o a nadie jamás e iba a luchar por el, porque sabía que así restauraría el oasis de paz que necesitaba en su vida privada. Pasó una mano por su espalda y con la otra lo agarró por la cintura. Le mordisqueó el labio inferior y después volvió a besarlo. Enterró los dedos en su pelo lacio y profundizó el beso.
El pecho de YoonGi choco contra el sólido muro de su torso. Le costaba respirar y estaba viéndose bombardeado por una serie de sensaciones que se había obligado a olvidar. Se le había olvidado lo cariñoso que Seok Jin podía ser y tenía el corazón acelerado porque hacía demasiado tiempo que no estaba con un hombre, demasiado tiempo que no se había permitido a sí mismo ser el chico apasionado que había en su interior.
Seok Jin metió la lengua entre sus labios y profundizó el beso mientras apretaba las caderas contra el cuerpo de YoonGi, que se dio cuenta de lo excitado que estaba Seok Jin a pesar de la ropa.
YoonGi notó que lo levantaba, pero estaba tan extasiado con sus besos que hizo caso omiso. El mayor era mucho más embriagador que el vino y había conseguido que a YoonGi le diese vueltas la cabeza. Notó que su espalda tocaba una superficie blanda y Seok Jin levantó su cabeza de melena oscura, lo miró fijamente y le dijo:
—La corbata me está ahogando.
Y tiró de ella y del cuello de la camisa, haciendo saltar el primer botón. Aquel era un comentario típico de él, que evitaba así un momento cargado de emoción. No obstante, YoonGi lo miró y no pudo pensar en nada más. La fuerza de la pasión lo envolvió. Seok Jin se quitó la chaqueta y, a patadas, le quitó a el los zapatos.
—No puedo volver a dejarte marchar, gatito.
—Tienes que hacerlo... no podemos... —susurró el con la respiración entrecortada, dándose cuenta de repente de que estaba tumbado en una cama.
—Bésame —le pidió él—. Dios, cómo me gusta tu boca...
«Solo un beso más», se dijo YoonGi, notando cómo su cuerpo recuperaba la vida después de mucho tiempo adormilado. El sabor de Seok Jin era delicioso. YoonGi lo agarró de los fuertes bíceps y lo besó en el cuello, chupó la sal de su piel. Seok Jin se apretó contra el y el peso de su cuerpo y el olor de su piel hicieron que volviese al pasado.
Seok Jin se tumbó de lado para quitarle el suéter y bajarle la cremallera del pantalón. Se lo bajó y acarició sus maravillosas piernas con un ansia que ya no podía controlar.
El sensual hechizo se rompió cuando Seok Jin le quitó el boxer y tomó su miembro y con la otra mano le acaricio los pezones endurecidos y después tomárlos con la boca. No podía quedarse quieto. En el fondo sabía que iba a arrepentirse de aquello, pero no era capaz de reaccionar, no era capaz de controlar la fuerza del deseo que estaba sintiendo.
Seok Jin acarició con pericia los testículos sensibles entre sus muslos y el gimió. Lo besó de manera salvaje y YoonGi clavó las uñas en su espalda. Seok Jin siguió atormentándolo con sus caricias.
—¡Deja de hacerte el tonto, Seok Jin! —le dijo de repente.
Él sonrió, se echó a reír contra sus labios y recordó que era el único hombre que lo había hecho reír en la cama. También era probable que fuese el único capaz de reducirlo al juvenil nivel de querer tener sexo con la mitad de la ropa todavía puesta.
YoonGi arqueó la espalda y se encontró con que Seok Jin ya estaba preparado para penetrarlo, y lo hizo. El gimió dolorosamente mordiendo sus labios, tratando inútilmente de retener un gritó inapropiado, echó la cabeza hacia atrás y arqueó más la espalda. Seok Jin empezó a moverse en su interior, cada vez más deprisa, YoonGi tenía los ojos humedecidos en lágrimas de lujuria, su mente se encontraba volando en bellas fantasías siendo apenas conciente de como las bolas de Seok Jin chocaban contra su pelvis, con un ritmo que todos adorarían replicar, inundaban la habitación con un delicioso sonido de chapoteo. Acompañándolos también el ruido rechinante de la cama golpeando la pared, Jin sujetaba y apretaba fuertemente las muñecas del más joven por enzima de su cabeza, mirando fascinado y fijamente como YoonGi rebotaba por las embestidas duras que le propinaba, disfrutando del calor abrazador que rodeaba su polla, el menor era todo un desastre de gemidos y balbuceos, una imagen tan erótica y sensual de YoonGi que no cambiaría ni por todas las riquezas del mundo.
«Como pude pasar tanto tiempo sin esto gatito» pensó Seok Jin, hasta que un intenso clímax sacudió ambos cuerpos «Lo siento, pero nunca te librarás de mí pequeño», fueron sus últimos pensamientos.
Un par de minutos después de haberse saciado, Seok Jin se volvió frío, se levantó de la cama, tomó la poca ropa que se había quitado y fue al cuarto de baño. Se sentía indignado y conmocionado por la intensidad de su propio deseo.
Sin duda alguna, YoonGi era especial, maravilloso en la cama, pero nada más. Porque nadie mejor que él sabía que cualquier forma de apego ponía en peligro el poder de un hombre. Podía guardar las distancias con el si quería, y podía vivir perfectamente sin el. YoonGi era un capricho, no una necesidad.
Se quitó la ropa que le quedaba puesta y se dio una ducha. Con las manos apoyadas en las baldosas de la pared, mientras intentaba recuperar el control, le vinieron a la cabeza imágenes del peor día de su vida. Desear o necesitar demasiado a alguien era una debilidad y una locura; disfrutar de un buen sexo era normal, y eso era lo que él acababa de hacer.
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