ೃ✭ Capítulo 15 ೃ✭

—Dios mío, qué casa tan grande —susurró YoonGi cuando el todoterreno se detuvo delante de una enorme casa situada en lo alto de una colina y rodeada de un maravilloso jardín tropical.

—Tenía que ser grande para que toda la familia pudiese reunirse en ella, así que casi cada nueva generación ha ido ampliándola desde que se construyó.

YoonGi se dio cuenta de que estaba tenso. Seok Jin salió del coche para desatar a Jeongguk, que iba en su sillita, mientras Irene y Yoona subían las anchas escaleras que daban a la puerta principal, que estaba abierta.

El ama de llaves los estaba esperando, pero Seok Jin no se molestó en presentarle a YoonGi y a Jeongguk, entró en la casa con paso decidido.

—¡Seok Jin! —exclamó YoonGi, intentando seguirlo—. Si va a haber mucha gente, dame a Jeongguk. Se siente incómodo cuando hay extraños...

Él apretó la mandíbula y le tendió al niño. YoonGi se lo colocó en la cadera y añadió:

—Y sonríe, por favor. No importa lo que tu familia piense de mí... vas a tener que darles tiempo...

El elegante salón estaba en proporción con la casa, era enorme, y YoonGi se sintió desconcertado al ver que estaba lleno de gente, tanto de pie como sentada. 

Seok Jin tenía una familia mucho más grande de lo que él había pensado. Cuando entraron en la habitación, todo el mundo se giró a mirarlos y a YoonGi se le encogió el estómago y tuvo que respirar hondo para intentar calmar los nervios.

—Les pedí a todos que vinieran hoy para presentarles a mi esposo —anunció Seok Jin, rompiendo el imponente silencio—. Este es YoonGi. Nos casamos ayer y...

Se oyó un ruido en un rincón y un anciano se levantó y golpeó el suelo con su bastón. Su rostro estaba rígido y habló furioso, en coreano, a Seok Jin. Este le respondió en el mismo idioma y después puso una mano en la espalda de YoonGi para dirigirlo hacia la puerta.

—Nos vamos —le dijo.

Una mujer joven, alta y esbelta, se acercó a ellos.

—¡Por favor, Seok Jin, no te marches! Soy Jisoo, su hermana pequeña. Seok Jin, ¿por qué no nos dijiste que ibas a casarte?

YoonGi dejó de andar y se cambió a Jeongguk de cadera.

—¿Seok Jin no les dijo que se iba a casar? —preguntó con incredulidad.

—No, solo nos dijo que quería darnos una sorpresa. Por eso estamos hoy aquí reunidos.

—Nos tenemos que marchar, YoonGi —le recordó él.

Pero YoonGi se dio media vuelta antes de que él abriese la puerta y dijo:

—Seok Jin tenía que haberles avisado de esto. Yo no tenía ni idea...

—YoonGi —lo interrumpió, poniendo una mano en su hombro.

—Bueno, siento tener que criticarte delante de tu familia, pero tenías que haberles avisado. Es evidente que están sorprendidos y, cuando uno se lleva una sorpresa, en ocasiones dice cosas que en realidad no piensa —comentó mirando al anciano, que debía de ser el abuelo de Seok Jin, Kim Jeongun—. No tiene ningún sentido marcharse enfadado por ese motivo.

—No estoy enfadado —gruñó Seok Jin entre dientes, indignado porque YoonGi le estaba llevando la contraria delante de su propia familia.

—Quizás deberíamos hablar de esto —admitió el anciano también en mal tono—. Tu esposo tiene razón. He hablado de manera precipitada y sin pensar.

—Te ha insultado —le contó Jin a YoonGi.

—No pasa nada. Solo me podría ofender si lo hiciera en mi idioma —respondió él. ¡Y no entiendo ni una palabra de coreano!

—Seok Jin y sus hermanas estudiaron en colegios  ingleses —contó el anciano, sonriendo de repente—. Ven a sentarte y háblame de ti. No aguanto mucho tiempo de pie.

Sorprendido, Seok Jin vio cómo YoonGi se ponía a charlar con su abuelo como si lo conociera desde hacía años, y cómo él mismo quedaba relegado a un segundo lugar.

—Perdona mi brusquedad —murmuró—. Soy el abuelo de Seok Jin, Jeongun Kim.

—Y yo soy YoonGi.

—¿Y tu hijo?

—Nuestro hijo —lo corrigió Jin orgulloso—. Tu bisnieto se llama Jeongguk Kim.

Sorprendido por la revelación, el anciano observó cómo el niño gateaba por el suelo con toda la energía de un niño pequeño que ha estado demasiado tiempo quieto.

—Jeongguk... —repitió, rompiendo el tenso silencio que inundaba la habitación—. ¿Pero se casaron ayer?

—Seok Jin se enteró de la existencia de Jeongguk hace poco tiempo —contó YoonGi—. Llevábamos varios años sin estar en contacto...

Jin apretó los dientes.

—No hay ninguna necesidad de hablar de ese tema.

—Por supuesto que sí. No quiero que nadie piense que he estado teniendo una aventura con un hombre casado —declaró YoonGi sin dudarlo.

Sabía que Seok Jin no lo entendía porque era completamente indiferente a lo que pensaran de él los demás, pero YoonGi no quería tener aquel estigma con su familia. Tal vez no le gustase Hana, pero jamás habría tenido una relación con Jin casado, con o sin el conocimiento de su esposa.

—Un bisnieto que se llama como yo...

Jeongun estaba decidido en concentrarse en lo positivo y decidió hacer caso omiso de las palabras de su nieto.

—Un niño guapo... ¡y nada tímido! —añadió riendo.

Jeongguk se había acercado a otro niño que tenía un montón de juguetes esparcidos por el suelo y había tomado el primer objeto de colores que tenía delante.

—Bueno, háblame de ti —le pidió el anciano a YoonGi.

—YoonGi no ha venido aquí para que lo entrevisten —intervino su esposo en tono frío.

—Tengo mucha sed, ¿te importaría traerme algo de beber? —le pidió YoonGi.

Como era de esperar, Seok Jin chasqueó los dedos y una camarera acudió inmediatamente.

YoonGi miró a Jeongun, que estaba sonriendo, y él esbozó una sonrisa también al darse cuenta de que su estrategia no había funcionado. Habría preferido no tener a Seok Jin a su lado, dispuesto a defenderlo en todo momento. Era la primera vez que se comportaba así y a YoonGi le sorprendió que se mostrara tan frío y reservado incluso con su familia. Aquello también lo entristeció. Seok Jin era un lobo solitario. ¿Cómo era posible ser tan cerrado y frío teniendo una familia tan grande y, al parecer, tan unida?

Jeongguk volvió a gatear hasta su papá, se agarró a sus rodillas para levantarse y después pasó a las piernas de su padre. De repente, Seok Jin se relajó y le sonrió, tomó a su hijo en brazos y lo llevó de vuelta adonde estaban los juguetes.

—Hacía mucho tiempo que no veía sonreír a Seok Jin —admitió Jeongun.

—Yo no procedo de una familia de dinero. Tenía una tienda. Soy un hombre trabajador, normal y corriente —le explicó YoonGi antes de que Seok Jin volviese y censurase la conversación—. Quiero que lo sepa desde el principio.

—Hace años, no muchos, que he aprendido que eso no tiene importancia —admitió Jeongun encogiéndose de hombros—. Y me temo que debo contradecirte en algo. Un hombre normal y corriente jamás podría lidiar con Seok Jin ni con la familia Kim con tanta tolerancia y sentido común.

Ese fue el último momento que YoonGi habló en privado con Jeongun. Después, le presentaron uno a uno a los tíos, tías y hermanas de Seok Jin, incluida, para su sorpresa, su hermanastra Jennie, a la que durante media vida no habían aceptado en la familia porque había sido el resultado de una aventura de juventud de Kim Sokhwan.

—Cuando los conoces, no son mala gente —comentó Jennie sonriendo—. Entre los hermanos hay cierta rivalidad, como es normal, pero todo el mundo adora a Seok Jin. Él me ayudó a entrar en la familia y es al primero al que llamamos todos cuando tenemos un problema. Espero que no te importe. Hana no lo soportaba.

A juzgar por varios comentarios, YoonGi tuvo la sensación de que la primera esposa de Seok Jin no había caído bien en la familia. No pudo evitar sentir curiosidad acerca de su predecesora a pesar de saber que no tenía sentido y que, además, era posible que averiguara cosas que le harían daño. Seok Jin se había casado con otra mujer. «Supéralo», se ordenó con impaciencia, decidido a no dejarse acechar por las sombras del pasado.

—Si tu esposo es la persona que parece ser, es oro macizo —le dijo su abuelo a Seok Jin.

—Con respecto a YoonGi, no necesito que nadie me dé su aprobación —replicó él en tono seco.

Un rato después, Irene se había llevado a Jeongguk a darle un baño y los invitados habían empezado a dispersarse por la enorme casa, así que YoonGi aprovechó para explorar los maravillosos jardines. Al final, se sentó a la sombra de un viejo castaño para disfrutar desde él de las increíbles vistas de la isla y del mar. 

Estaba agotado, pero contento porque la reunión con la familia de Seok Jin había ido bien.

Pensó en lo agresivo que se había puesto Jin con su propia familia, dispuesto a atacar a cualquiera que lo atacara, suspiró e intentó relajarse.

—He estado buscándote por todas partes —dijo Seok Jin, acercándose a él—. Arriba, abajo...

—Tal vez deberías ponerme un microchip para saber dónde estoy en cada momento —le contestó YoonGi.

Él hizo un esfuerzo por controlar su exasperación y espiró. YoonGi estaba muy guapo y parecía contento y él no podía explicarle que tenía miedo de que, a pesar de haber dado una imagen fantástica delante de su familia, se sintiera herido por cómo lo había recibido esta.

—¿Estás bien?

—Cansado —admitió, mirándolo a los ojos—, pero es que anoche no dormimos mucho...

Seok Jin se ruborizó ligeramente y le brillaron los ojos. Esbozó una sonrisa muy sensual y YoonGi pensó que lo quería. Lo quería demasiado.

—¿Qué es lo que te preocupa?

—No estoy preocupado —le aseguró—. Este jardín es maravilloso y lo estoy disfrutando.

Él se acordó de las plantas que YoonGi había cuidado en el apartamento y le remordió la conciencia. Recordó la sensación tan triste que le había dado al ver que, nada más marcharse YoonGi, las plantas se habían muerto. No obstante, intentó no pensar en aquel periodo de su vida.

—Tenía que haberte comprado una casa con jardín hace mucho tiempo.

—La única vez que he estado en una casa con jardín fue cuando íbamos a visitar a mi abuelo —le contó YoonGi—. Le gustaba plantar verduras para mí. Aunque eso fue antes de que empezara a jugar y a beber, y a llevar una vida mucho menos activa.

Seok Jin frunció el ceño al darse cuenta de lo poco que sabía de la niñez de su esposo. Le sorprendió no haberle preguntado nunca. Supuso que, como este le había dicho que no le quedaba familia, no había visto la necesidad de profundizar más.

—¿Era un borracho?

—No, decir eso es demasiado. Bebía para evadirse del mal humor de mi abuela, que siempre tuvo un carácter muy agrio. No obstante, aunque bebiera, mi abuelo nunca se ponía desagradable, pero pronto tuvo problemas con el riñón y estuvo enfermo durante mucho tiempo. Fue entonces cuando dejé de ir a clase, porque mi abuela no lo cuidaba como debía y yo me sentía culpable si no hacía algo por él.

—¿Y no recibisteis ninguna ayuda del Estado?

—No, a mi abuela le dijeron que no estaba lo suficientemente enfermo para que le diesen una plaza en una residencia a pesar de que tenía una enfermedad terminal. Cuando murió, me quedé solo con mi abuela... a la que nunca le había caído bien porque decía que le recordaba a mi madre.

YoonGi hizo una mueca. 

—En realidad, no le guardo rencor. Mi madre me dejó allí y no volvió jamás. Y mi abuela era una mujer negativa, a la que todo el mundo le parecía mal. Volví a estudiar, pero entonces mi abuela enfermó también y tuve que dejarlo.

Seok Jin estaba muy sorprendido con todo aquello.

—¿Y cómo es que me estoy enterando de todo esto ahora? —preguntó, casi como culpándolo de la falta de información.

—Seok Jin, hace un par de años, yo no existía para ti cuando no me tenías delante en carne y hueso —le dijo YoonGi.

—Eso no es verdad.

—¿No te acuerdas de que en una ocasión te dije que me tenías como metido en un pequeño cajón de un armario, y solo me sacabas en ocasiones especiales? Te lo dije en serio, así era como me tratabas.

Él estaba muy serio.

—Lo que me estás diciendo es que soy el individuo más egoísta del mundo.

—Estabas muy centrado en tus cosas. Siempre que estábamos juntos tú estabas pensando en el trabajo. Además, eras muy consciente de la diferencia social que había entre ambos. Y pienso que preferías que nadie te recordara que me habías conocido trabajando de limpiador —le dijo en tono amable.

—¡No puedo creer que estemos teniendo esta conversación! —espetó él enfadado—. ¡Ni qué tú tuvieses tan baja opinión de mí!

Frustrado, YoonGi cerró los ojos y contó hasta diez.

—Todo eso forma parte del pasado, Seok Jin. No te estoy atacando, solo estoy siendo sincero. Yo tampoco era perfecto. Me tenía que haber enfrentado a ti, tenía que haberte exigido más, pero era demasiado joven y aquella era mi primera relación.

—Me mentiste acerca de tu edad —le recordó.

YoonGi asintió, tranquilo, negándose a discutir con Seok Jin acerca de su pasado. 

Al fin y al cabo, todo había cambiado y estaban empezando de cero.

—Tengo que irme a trabajar —anunció él.

YoonGi sonrió, sabía que, cuando se veía amenazado emocionalmente, siempre se refugiaba en el trabajo.

—Volveré a casa contigo.

Seok Jin llevó el ordenador a la biblioteca, en la que tenía todo lo que pudiese necesitar para poder trabajar. Todavía enfadado, pensó que no era ni había sido nunca una persona egoísta. Aunque YoonGi sí tenía razón en un aspecto: no tenía sentido darle vueltas al pasado. Así que intentó concentrarse en el trabajo y lo consiguió hasta que se acordó del contrato prenupcial. Llamó al ama de llaves para preguntarle dónde estaban los objetos personales de YoonGi.

Entonces pensó que ni siquiera al diablo se le habría ocurrido redactar un documento más cruel y egoísta. Y se sorprendió a sí mismo con lo que iba a hacer a pesar de que era probable que YoonGi nunca sacara aquel documento para volver a leerlo. No obstante, estaba decidido a no correr ni el menor riesgo. 

Se dijo que antes de aquello siempre había sido honesto con él. Después, sudando, estudió las cajas en las que estaban todas las cosas de su esposo y reconoció que el contrato prenupcial podría hacerle daño a YoonGi, y se aferró a esa excusa para justificar lo que iba a hacer.

Era la primera vez que Seok Jin buscaba algo en una caja y le sorprendió ver lo bien que YoonGi lo había organizado todo. Todas las cajas tenían etiquetas detalladas de su contenido. En la tercera estaban los archivadores llenos de documentos, encontró el contrato en el segundo archivador y lo rompió, no sin antes leer sorprendido un certificado de cata de vinos y otro de arte. Y repasó todo el archivo, comprobando las fechas y enterándose de muchas cosas que tenía que haber sabido años antes.

Notó que le picaban los ojos y se sintió extrañamente vacío, como si alguien lo hubiera vaciado sin previo aviso. Volvió a dejarlo todo como lo había encontrado, a excepción del contrato, y fue a tomarse una copa. Se aseguró de destruir completamente el contrato, pero no tuvo la sensación de alivio que había esperado. Había estado leyendo documentos que no eran suyos y se merecía aquella sensación de desazón. 



Doble actualización. (~ ̄³ ̄)~

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