ೃ✭ Capítulo 11 ೃ✭


A Kim Namjoon estuvo a punto de caérsele la copa.

—¿Qué te vas a casar otra vez? —repitió con incredulidad.

Seok Jin lanzó a su mejor amigo una mirada amenazadora.

—Sí.

—¿Y conozco al afortunado? —preguntó Namjoon.

—Lo viste brevemente, en una ocasión —respondió Seok Jin a regañadientes—. Se llama YoonGi…

Namjoon vació su copa de un trago.

—No sabía… que hubiese sido tan importante en tu vida. ¿Ya lo conoce tu familia? —preguntó.

Seok Jin apretó los labios.

—No.

—¿Y cuándo va a ser la boda?

—Mañana —respondió Seok Jin, diciéndole el lugar y la hora con espectacular frialdad.

—Qué… repentino —comentó con cautela.

—Sí...

—Muy… apresurado —añadió el rubio, con creciente osadía.

—No lo suficiente —admitió Seok Jin en tono seco—. Mi hijo ya tiene quince meses.

—Oh, YoonGi, estás precioso —comentó Suran suspirando mientras estiraba con sus manos el saco de su traje de novio.

Se miró al espejo y parpadeó. Todavía no estaba acostumbrado a los lujos del apartamento que Seok Jin había alquilado para Jeongguk y el.

Ni siquiera podía creerse que fuese a casarse con él. Sobre todo, porque solo faltaba una hora para la ceremonia y ni siquiera se hablaban. ¿Cómo podía ser tan tonto?

Seok Jin los había dejado cuatro días en el hotel de Yorkshire y los había llamado varias veces y había hablado como si no hubiese ocurrido nada.

—Sabía que tenías demasiadas cosas que hacer como para acompañarme a Londres —le había dicho.

A pesar de que había pedido a una de sus secretarias que lo organizara todo.

—Y sabía que querrías despedirte de tus amigos y terminar de organizar el tema de la tienda.

Lo que no sabía Seok Jin era que YoonGi había decidido que fuese Suran quién lo acompañara hasta el altar.

—Sabía que no querrías hacer que Jeongguk volviese a cambiar de ambiente y conociese a más extraños —había opinado Seok Jin en tono complaciente.

YoonGi estaba furioso con él. De hecho, su enfado no había hecho nada más que aumentar al ver que Seok Jin actuaba como si hubiese hecho lo mejor dejándolos en Yorkshire mientras él volvía a Londres. No obstante, se miró al espejo e intentó controlar su ira. Era un traje blanco muy romántico, que remarcaba su cintura, con encaje fino y suave al final de las mangas, una corona se situaba sobre su cabeza, era pequeña y sencilla, pero elegante.

Llamaron a la puerta y, dado que la única persona que había en el apartamento era Irene, la agradable niñera de mediana edad que Seok Jin había contratado, Suran la abrió.

—Ah… —exclamó, retrocediendo al ver a Seok Jin.

YoonGi se quedó helado.

—¡Se supone que no debemos vernos antes de la boda! —exclamó consternado.

Sorprendido por la presencia de Suran, Seok Jin murmuró algo y se maldijo al sentir cómo reaccionaba su cuerpo al ver a YoonGi con aquel traje blanco. No le habría importado morirse en aquel preciso momento.

Suran salió de la habitación y cerró la puerta tras de ella, y él avanzó sin apartar la mirada de los labios rosados de YoonGi.

—Estás fantástico —le dijo con voz ronca.

Tuvo que hacer un esfuerzo para no contestarle del mismo modo. Tal vez para Seok Jin fuese una boda pequeña, aunque, para el, era algo muy grande, y el mayor había decidido ponerse un chaqué y corbata gris y negra. La chaqueta negra parecía hecha a medida y enmarcaba sus fuertes y anchos hombros a la perfección.

No podía estar más guapo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó en un susurro, poniéndose tenso—. ¿Has cambiado de idea? Si es así, no pasa nada. No voy a montar un escándalo. De todos modos, no era una boda de verdad…

—Dios… Por supuesto que no he cambiado de idea —le aseguró, ofreciéndole una caja que llevaba en la mano—. Quería darte esto…

Por un instante, Seok Jin también se preguntó qué estaba haciendo allí en realidad, aunque fuese poco habitual de si mismo, había actuado por impulso.

De camino a la iglesia se dio cuenta de que tenía que verlo antes de la ceremonia, y no había nada de malo en eso, teniendo en cuenta que iba a dar el gran paso de casarse con YoonGi. El deseo siempre era una motivación aceptable, siempre y cuando pudiese controlarlo. El sexo con el era increíble y no necesitaba ni sentía nada más.

Aturdido, YoonGi aceptó la caja, la abrió y descubrió un collar y unos pendientes de perlas. Harían juego con las perlas que había en las suelas de sus zapatos y eran mucho más bonitos que el conjunto de bisutería barato que se había comprado.

—Es precioso —murmuró mientras Seok Jin se ponía detrás de el para abrochar el collar.

—Quería regalarte algo especial.

Notó que las perlas frías se ceñian bien contra su garganta y se agachó a tomar los pendientes para ponérselos también.

—Gracias.

Pensó que Seok Jin no había cambiado nada desde que lo conoció. Seguía intentando sobornarlo y hacer que se sintiese culpable.

—No puedes hablarme con esa voz tan fría —le advirtió él muy serio—. Aunque sé que te molestó que te dejara solo en Yorkshire.

YoonGi apretó los dientes.

—¿Quieres decir que te has dado cuenta de que estaba enfadado?

—Por supuesto, en el pasado eras capaz de estar cuatro horas hablándome por teléfono —comentó él en tono irónico—. ¿Qué te pasa? Antes no eras así…

—¡Cállate si no quieres que pierda los nervios! —espetó entre dientes—. ¡Me dejaste en ese hotel con Jeongguk, con una niñera a la que no conocía y con tus guardaespaldas. Y lo hiciste a propósito porque te había retado. ¿No estabas tan interesado en conocer a tu hijo? No puedes venir aquí, regalarme unas joyas y esperar que las acepte como disculpa y como explicación —le advirtió.

—No tengo por qué disculparme. Ahora que he terminado el trabajo pendiente que tenía, tendré más tiempo para ustedes —contestó—, pero me niego a que te comportes así durante la boda. Por eso tenía que verte.

YoonGi se quedó en silencio. En esa ocasión, había sido el quién había añadido tensión a su relación.

—Entonces… ¿vamos a anularla por el momento y a irnos cada uno por nuestro camino? —susurró.

Seok Jin lo miró con incredulidad.

—Tú no vas a ir a ninguna parte sin mí.

YoonGi no supo por qué, pero, de repente, había sentido miedo. Tenía el corazón acelerado.

—Nunca jamás —continuó él en tono amenazador.

Luego lo tomó en brazos y lo llevó hasta la cama.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó YoonGi—. Seok Jin… ¡el traje!

Él se tumbó encima, aplastándolo.

—Deja de pelear… o vas a romper algo.

—Seok Jin… no podemos… —dijo, desconcertado—. Esto no va a solucionar nada.

Lo besó apasionadamente.

—Yo pienso que sí.

—Me estás estropeando el maquillaje —protestó YoonGi, pasando las manos por su pelo.

—No necesitas maquillaje —le aseguró él con voz ronca.

—Todas los novios necesitan un poco de maquillaje —argumentó YoonGi, intentando salir de debajo de él sin desarreglarse más.

Él volvió a besarlo todavía con más intensidad. Su sabor y olor lo embriagaron, haciendo que perdiese el control.

—No te estropearé el traje —le prometió Seok Jin, desabrochando su cinturón y bajandole el pantalón hasta las rodillas.

—Seok Jin… —susurró, en tono de súplica.

—YoonGi… No puedo más —le dijo él, apretando la erección contra la cuna de sus muslos.

Y empezó a derretirse por dentro.

—No podemos… no tenemos tiempo.

—Tenemos tiempo —dijo él, sacándose el teléfono del bolsillo, porque estaba sonando, y hablando con alguien en otro idioma—. Es nuestro día, el de nadie más.

Le acarició la cara interior de los muslos y YoonGi cerró los ojos y relajó la cabeza contra las almohadas mientras arqueaba la espalda. Tenía el corazón a punto de saltar del pecho. Seok Jin siguió moviendo las manos y el dejó de pensar en ese momento, le abrió un par de botones de la camisa solo lo suficiente para descubrir un pezón y lo tomó ansiosamente con la boca.

YoonGi gimió.

—Necesito saber que eres mío —le dijo.

Metió su mano por debajo de su ropa interior y enterró un dedo en su entrada. YoonGi separó las piernas casi sin darse cuenta y cuando Seok Jin acarició la parte más sensible de su cuerpo gimió y levantó las caderas para alentarlo. Lo besó apasionadamente y siguió acariciándo hasta causarle una sensación insoportable que terminó en una explosión de placer.

—Ah… —suspiró después, quedándose completamente relajado.

El teléfono de Seok Jin volvía a sonar y lo apagó con mano temblorosa. Era extraño, a pesar de que seguía estando muy excitado, la tensión interna de unos minutos antes había desaparecido. Volvío a sentirse él mismo por primera vez en cuatro días.

Ayudó a YoonGi a levantarse, le acomodó el pantalón, abotonó la camisa  y lo condujo al cuarto de baño, donde no supo que hacer con la corona medio suelta.

—¡Dios mío! —exclamó YoonGi, al ver que, además, estaba despeinado y con el maquillaje estropeado—. Seok Jin, eres toda una amenaza.

Seok Jin se lavó la cara y se peinó con envidiable calma. Llamaron a la puerta y esta se abrió.

—Los coches ya están aquí, señor Kim. No podemos llegar tarde… —dijo la voz de Chen Siwon.

—Llamaré a tu amiga para que te ayude —le dijo Seok Jin a YoonGi.

Este se miró al espejo con el ceño fruncido y se dijo, furioso, que tenía que haberse negado a aquello. El sexo siempre había sido su punto débil con Seok Jin, no era capaz de contenerse ni de resistirse a su pasión, pero estaba seguro de que este lo habría respetado más si hubiera sido menos espontáneo y más contenido.

No obstante, mientras intentaba peinarse y se retocaba el maquillaje, tuvo que reconocer que en lo que acababa de ocurrir el único beneficiado había sido el. Seok Jin reapareció en el baño un minuto después, estaba serio.

—Siwon ha mandado a tu prima y a los niños a la iglesia. Así que tú vendrás con Namjoon y conmigo.

YoonGi se giró hacia él.

—Pero se supone que ustedes tienen que llegar primero.

—Puedes esperar en el porche de la iglesia diez minutos, gatito —le propuso, mirándolo con ojos brillantes, como divertido—. ¿Por qué te tomas tan en serio esas tonterías?

YoonGi se ruborizó, levantó la barbilla.

—Supongo que todos los novios lo hacen.

Seok Jin lo agarró de la mano y lo llevó hacia el ascensor, luego lo tomó en brazos y le llevó así hasta la limusina, que estaba aparcada en la calle.

YoonGi sonrió al ver la cara de sorpresa con la que los miraba Kim Namjoon. De repente, se sintió avergonzado al recordar la única ocasión en la que había visto al amigo de Seok Jin, en la que se había enterado quién era Chanchu.

Namjoon le dio un pañuelo a Seok Jin.

—Tienes la cara manchada de labial.

La vergüenza de YoonGi volvió a aumentar. El otro hombre iba a pensar que, además de ser estúpido, era un cualquiera que no sabía cómo debía comportarse. A pesar de saber que estaba preocupándose más de lo necesario, no pudo evitarlo. 

Tengan un buen inicio de semana. Yo ya terminé de rendir finales y pase de año. Estoy tan feliz.✨🤩

Estudio enfermería por si se lo preguntan, a decir verdad me va bastante bien. 😆🤭

Estaré actualizando más seguido. Besos y abrazos para todos. No olviden votar y comentar que les gusto más de este capítulo. 😁☺️

Ternurita ❤️💞

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