ೃ✭ Capítulo 1 ೃ✭

El multimillonario del petróleo, Kim Seok Jin había organizado la fiesta del año en su casa de Londres. No obstante, en vez de socializar con sus invitados, estaba respondiendo correos electrónicos y escapando de las mujeres que no habían cesado de perseguirlo desde que la noticia de su divorcio se había hecho pública.

—He oído —murmuró una  voz femenina desde el otro lado de la puerta de la biblioteca, que se había quedado entreabierta cuando una de sus empleadas había ido a llevarle algo de beber—, que se ha deshecho de ella porque consumía drogas.

—He oído —añadió otra voz—, que la dejó con todas sus cosas en la puerta de casa de su padre en mitad de la noche.

A Seok Jin le divirtió ver lo entretenidos que estaban sus invitados con tanta especulación. En ese momento sonó su teléfono móvil y lo descolgó.

—¿Señor Kim? Soy Park Jimin de Park's Investigations...

—¿Sí? —respondió él, imaginando que el detective al que había contratado volvía a llamarlo para decirle que no tenía nada nuevo.

—Lo hemos encontrado... Al menos, en esta ocasión estoy seguro al noventa por ciento de que es el —le dijo el otro hombre, consciente del error que había cometido en el pasado—. Le he tomado una fotografía y se la he enviado por correo electrónico. Tal vez quiera comprobar que es el antes de que sigamos adelante.

De repente, Seok Jin se olvidó de lo que estaba haciendo y se puso en pie de un salto, con los hombros muy rectos, mientras volvía a abrir el correo electrónico y buscaba el correcto.

La foto no era demasiado buena, pero reconoció al instante su figura, pequeño y delgado, envuelto en un impermeable más grande, y se sintió nervioso y satisfecho al mismo tiempo.

—Le pagaré generosamente el hallazgo —le dijo al detective, con la mirada clavada en la fotografía por miedo a que desapareciese de repente, como ya había hecho en otra ocasión.

De hecho, Jin había pensado que jamás lograría encontrarlo.

—¿Dónde está? —inquirió.

—Tengo la dirección, señor Kim, pero todavía no tengo la información suficiente para hacer un informe completo —le explicó Park—. Si me da un par de días...

—Lo único que quiero es su dirección —lo interrumpió Seok Jin con impaciencia.

Y entonces se dio cuenta de que estaba sonriendo por primera vez en mucho tiempo. Por fin lo había encontrado. Eso no significaba que pretendiese perdonarlo, se dijo, apretando los generosos labios en una expresión que habría hecho temblar a sus directores ejecutivos, porque Seok Jin era un hombre duro, inflexible y testarudo, muy temido en el mundo de los negocios. Al fin y al cabo, YoonGi lo había dejado. De hecho, era el único hombre que se había atrevido a abandonarlo, pero allí estaba, su YoonGi, que seguía utilizando prendas mucho más grandes que el y todavía tenía el pelo lacio y de color castaño rojizo, aunque sus ojos estaban demasiado serios.

—No eres un anfitrión muy activo —comentó una voz desde la puerta.

Era un hombre de estatura alta, todo lo contrario a él, y rubio, mientras que Seok Jin era pelinegro, pero Kim Namjoon había sido su amigo desde el colegio.

Ambos habían nacido en familias ricas, privilegiadas y selectas, si bien disfuncionales, a ambos los habían mandado a un exclusivo internado de Inglaterra.

Cerró el ordenador portátil y miró a su amigo.

—¿Acaso esperabas otra cosa?

—Eso suena arrogante, incluso viniendo de ti —le contestó Namjoon.

—Los dos sabemos que aunque diese una fiesta sin alcohol en una cueva, estaría llena de gente —comentó él en tono seco, consciente de la importancia de su enorme riqueza.

—No sabía que ibas a dar una fiesta para celebrar tu divorcio.

—No estoy celebrando mí divorcio, sería de muy mal gusto.

—A mí no me engañas —le advirtió Namjoon.

El rostro delgado y fuerte de Seok Jin estaba desprovisto de expresión.

—Mí divorcio de Hana ha sido muy civilizado...

—Y ahora vuelves a estar en el mercado y te ves rodeado de pirañas —comentó Namjoon.

—Jamás volveré a casarme —le aseguró él muy serio.

—Nunca es demasiado tarde...

—De verdad.

Su amigo no respondió y luego intentó animar el ambiente comentando:

—Al menos Hana sabía que Chanchu no era el nombre de un caballo de carreras.

Seok Jin se puso todavía más tenso. Tenía que admitir que aquel no había sido el momento más brillante de YoonGi.

—No me extraña que te deshicieras de ella —continuó Namjoon—. ¡Vaya cabeza de chorlito!

Él no respondió. No le gustaba desnudar su alma ni siquiera con su mejor amigo.

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