𝖔. 𝖞𝖔𝖚 𝖆𝖗𝖊 𝖆𝖓𝖉 𝖆𝖑𝖜𝖆𝖞𝖘 𝖜𝖎𝖑𝖑 𝖇𝖊 𝖒𝖞 𝖘𝖎𝖘𝖙𝖊𝖗
ERES Y SIEMPRE SERÁS MÍ HERMANA
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—18, 19, ¡20! ¡Ahí voy!— gritó una niña rubia destapandose los ojos.
La pequeña comenzó a recorrer y a mirar por cada rincón de la huerta de mandarinas, buscando rastros de donde se había escondido su hermana pequeña.
Una voz suave y femenina sono entres los árboles de dicha fruta. Se había reído por como Anise la buscaba desesperada.
La rubia se giró y caminó silenciosamente hacia donde la había escuchado.
—¡Te pillé!— chilló enérgicamente la de ojos azules. Provocando que la pelirroja saliera de su escondite y corriera por el lugar, seguida por Anise.
—¡No me vas a atrapar!
—¡Eso ya lo veremos!
El dúo de niñas estuvo recorriendo todo el huerto de mandarinas durante horas, persiguiendose una a la otra. Divirtiéndose y guardando ese recuerdo en sus memorias. Hasta que la mayor de las tres, Nojiko, hizo acto de presencia.
—Nami, Anise, es hora de comer.
Las dos pararon de jugar y caminaron a la casa donde vivian junto a la peli-azul. La rubia iba detrás, estando en sus pensamientos, cuándo de repente vio como de un mandarino sobresalía la cabeza de un conejo. Un conejo ya muerto. La pequeña Anise pensó en dejar al pobre animal ahí, pero tuvo una idea mejor.
Lo sujetó de las orejas y corrió hacia la casa, abriendo la puerta y viendo ya a Nami y Nojiko con su adoptiva madre, Bell-mére.
—¡Chicas¡ ¡Mirad lo que tengo!— mostró al animal.
—¿Un conejo muerto?— dijo Nami con cierto asco.
—¡Podremos comer conejo ésta vez! ¿Verdad?— preguntó ella con entusiasmo a la peli-morada.
—Claro, pero tendrás que ayudarme con eso. Es mucho trabajo y tu eres la única que sabe cocinara parte de mí.
—¡Vale!— chilló la fémina alegre. Le encantaba todo lo que se relacionara a cocinar.
Bell-mére y Anise empezaron a preparar la comida de hoy, mientras que las otras dos niñas se sentaban en la mesa ya preparada.
—Bien, ya está la comida. ¡Ahora a comerla!— gritó la mujer con una enorme sonrisa. Feliz de que por fin estuvieran comiendo algo diferente por el logro de su hija adoptiva.
Al parecer la comida estaba tan rica que solo duró cinco minutos en acabarse. Les había sentado bien comer algo que no fuera mandarina. Agradecieron mentalmente a la pequeña Anise.
—Estaba delicioso, mamá.— halagó la rubia. Enterneciendo a la mayor.
—Tú has echo la mayoría. Serás una excelente cocinera en el futuro. Bueno, será mejor que recojamos. Hay que ir al pueblo, tengo que hacer unas cosas ahí. Además, Nami tiene que devolver una cosa al señor Genzo.
Es verdad, la pelirroja había robado un libro por la simple y mera curiosidad hacia los mapas.
Seguidamente, hicieron lo que dijo para rato después salir y caminar hacia el pueblo. Nojiko se quedó en casa mientras que Bell-mére y Anise acompañaron a la pequeña.
Nami asomó el libro por su espalda, dándoselo a Genzo en la mano. Ella prometió no robar nada de nuevo, por lo que el mayor les ofreció; también a la rubia; darles algún trabajo para pasar el tiempo.
Iban a irse, pero de repente unos gritos comenzaron a escucharse. Eran las de una mujer.
—¡Piratas! ¡Piratas en la isla!
Un grupo de seres aparecieron por la puerta de la valla. Unos extraños hombres, hombres pez.
—¿Mami, que está pasando?— preguntó la de ojos azules empezando a temblar.
—Shhh, Anise. No hables tan alto.— ordenó la peli-morada.
—¡Gente de Kokoyashi!— gritó umo de ellos.—¡Todo ésto me pertenece!
Al parecer era el jefe de aquél grupo de piratas pez. Cada uno de ellos se acercaban cada vez más a los habitantes del pueblo, comenzando a atacarlos h ellos intentado escapar.
—¡Correr niñas, vamos!— Bell-mére empujó a las pequeñas incitandoes a que corrieran.
Pocos minutos después llegaron a su casa. La mayor, sin dar una explicación a la peli-azul, las encerró en un pequeño escondite que había debajo del suelo. En eso, el ruido de un portazo se escuchó arriba.
La peli-morada, por instinto, disparó. Pero al parecer el hombre pez era más rápido, por lo que le quitó el arma.
—Son 150.000 berries por adulto.
La mujer, resignada y sin poder hacer nada, caminó hacia una de las estanterías y de un cajón sacó una pequeña caja. Se la tendió al pez llamado Arlong.
—Ten, es todo lo que tengo.
Arlong se rió y se giró para irse, pero paró al ver un detalle que lo enfureció.
—Tres platos sobre la mesa... ¿Cuántos viven aquí?
—Solo ella.— respondió el otro.— No tiene familia.
El de pelo largo se fue acercando peligrosamente hacía la mujer. Por otro lado, las niñas veían todo atemorizadas.
—¿Cuántos vivís aquí...? ¡¿Cuántos?!
—Tengo tres hijas.— murmuró lento.
—Son 50.000 berries por cada una.
—Te he dado todo lo que tengo.
—Me temo que no es suficiente.— con fuerza, la sujetó del cuello con su mano.
Anise, ya harta y asustada ppr lo que lo podría pasar a Bell-mére, salió del escondite para encararlo.
—¡Déjala en paz!
Las tres se colocaron a lado de la peli-morada.
—Oh, una reunión familiar.— sonrió hipócrita.— Que precioso.
—El dinero, ¿Te vale como tributo de mis hijas?— dijo la mujer girando y protegiendo a sus pequeñas.
—¡Mamá no!— gritó Nami.
—¿Sabes lo que estás diciendo?
—Lo sé...
—No... ¿Por qué no has mentido?— preguntó con lágrimas la rubia. Nami y Nojiko estaban igual.
—Porque sois mis hijas.— las miró.— Y eso jamás lo negaría. Merecéis una vida, plena y feliz. Siento no haber echo más.
—No mami, no digas eso.— Anise se subió los mocos. Intentando que no se cayeran.
—Buscad cosas bonitas, cocinad. Siento no haber sido una buena madre.
—¡No no, mamá no!
—Nami, Anise, Nojiko, os quiero...
Arlong poco a poco levantó el brazo y apuntó a Bell-mére con su revolver. Disparó. Provocando que la mujer cuya vida había sido arrebatada en ese momento se cayera delante de sus parecidas hijas.
En ese momento, en ese momento supieron que todo lo que conocían cambiaría. Y que esa escena, solo sería un mal recuerdo difícil de olvidar.
[•••]
Habían pasado solo dos días desde lo ocurrido.
—¡Nojiko! ¡Vamos a salir un rato!— la peli-azul asintió todavía triste y siguió con sus cosas.
El pequeño duo de niñas se alejaron poco a poco de su casa para adentrarse en el desastroso y pobre pueblo. Anise veía a los que eran sus vecinos con cajas, en una fila, con la intención de pagar lo que cuesta su vida. Si se podría decir.
—Queremos hablar contigo.— sentenció Nami al estar frente a Arlong.
—¿Y vosotras quiénes sois?
—Somo Anise y Nami, mataste a nuestra madre.— la rubia se escondió detrás de su hermana pequeña.
—Claro, la ex-marine. Era valiente, lo reconozco. ¿Y decidme, venís buscando venganza?— dijo burlón.
—Queremos unirnos a tu banda.— susurró la pelirroja, pero el hombre pez la escuchó.
—¿Por que iba a dejar a unas humanas unirse a mí?— se rió con el resto. Al parecer pensaba que era una broma de mal gusto.
—Por que tenemos algo que tú quieres.— metió su mano en su bolso marrón y sacó un papel doblado.
—¿Lo habéis dibujado vosotras?— exclamó viendo el mapa.
—Anise hizo la mayoría, pero sí.— agarró a su hermana mayor de la manga y la sacó de sus espaladas.
—Mm, el mapa es bueno. Quizá el mejor que he visto de hombre pez o humano.
—Deja que nos unamos a ti banda, y te ayudaremos.
—He matado a vuestra madre, y ahora, os apetece trabajar para mí. ¿Porqué lo hacéis?
Ésta vez, Anise respondió.— Porque tú tienes algo que nosotras queremos.
Arlong, un poco harto pero disfrutando, sonrió como un maníaco. Con eso las hermanas supieron que sus vidas irían a peor.
[•••]
Han pasado tres años desde entonces, y en ese corto de tiempo los piratas de Arlong y el mismo se habían ocupado de que Villa Cocoyashi las empezara a odiar, incluso su propia hermana. Pero les daba igual, les había dejado de importar todo desde que hicieron ese estupido trato. Por lo menos, se tenían a ellas dos.
—Anise... ¿Tienes algo que decirme?
Es verdad, la pequeña rubia había traicionado a Arlong y los demás. Solo por quitar un poco de dinero de la caja para dejárselos a los aldeanos. Era una buena persona por eso, pero era Arlong. Para él, todos eran despreciables, y ella no iba a ser la excepción.
—No... ¿Porqué?— preguntó la niña con cierto miedo de que supiera lo que estaba haciendo
—Yo creo que sí.— se dió la vuelta para mirarla. Mierda, lo sabía.
—Yo... ¡Lo siento mucho Arlong, de verdad! ¡Pero es que tenía que hacerlo! ¡Se morían de hambre y necesitaban dinero! Por favor, no les hagas nada.— suplicó la rubia poniéndose de rodillas.
—Por supuesto que no les haré nada, pero a tí sí. Sabes perfectamente que yo no tengo piedad con aquellos que me traicionan, Anise.
Nami, que se había quedado escuchando todo pegada a la puerta por preocupación por su hermana, entró alarmada.
—¡No espera!
—¡Nami!
—Hazme a mi lo que tengas que hacerle a ella.— ordenó autoritaria.
—Ya está decidido, Nami. Y no vas a poder cambiarlo. Te quiero a las tres en el monte Yuba. Ahí recibirás tu escarmiento.— dijo al fin yéndose de ahí.
—¡Anise! ¡Sabías que te pillarían, y aun así seguiste haciéndolo! ¡Por favor, no vuelvas a hacerlo!
—Está bien, tranquilízate. Todo estará bien.— le sonrió confortablemente. Eso relajó a la pelirroja.
El tiempo pasó demasiado rápido, como si solos hubieran pasado segundos.
Anise estaba muy nerviosa, no sabía que iba a hacerle Arlong. Pero estaba segura de que no era nada bueno.
En la hora correspondiente, las dos hermanas salieron de su "habitación", si se le podría decir así, y se dirigieron al monte Yuba.
Cuando ya estaban a medio camino, vieron al grupo de Arlong y a él. Estaban armados. Algo que hizo que Anise tragara saliva por el miedo y Nami la agarrara de su vestido con fuerza.
—Así que has venido, pequeña Anise. Te seré sincero, pensaba que escaparías.— habló el de pelo largo mientras zarandeaba su revolver.
—No tengo ninguna razón para hacerlo, Arlong.
—Pues deberías haberlo echo, niña. En la punta.— ordenó.
Con su pistola, apuntó a la punta que daba al precipicio, provocando que la pequeña diera un par de pasos hacia atrás. Al estar cerca, unas rocas cayeron al mar.
—¿¡Q-qué estás haciendo, Arlong?!— gritó Nami con terror en sus ojos.
—No te preocupes, Nami. No mires.— Anise ya se esperaba lo que le pasaría.
—Mmh, no pienso gastar un bala contigo.— se acercó a la rubia y colocó su pié en el pecho. Empezó a centrar su fuerza en su extremidad.
—¡No, para! ¡Arlong, no lo hagas.— la pelirroja comenzó a llorar a mares.
La de ojos azules, ya lista para afrontar la realidad, miró con ternura y cariño a su hermana menor.
—Nami... eres y siempre serás mi hermana. Aunque yo esté muerta y tú viva, siempre estaré contigo en tu corazón. Te quiero.
Y sin nada más que decir, el hombre pez empujó a Anise hacia el abismo. Para que segundos después, su cuerpo desapareciese hasta el fondo del mar.
—¡Noooo!
Nami no podía creerlo. No quería hacerlo. Había perdido a su hermana, y ella no había podido hacer nada para impedirlo.
Hace dos días habían perdido a su madre, y ahora a su hermana. No podía más.
Desde eso momento decidió no relacionarse con nadie, porque si lo hacía, podía perderlo de igual manera que a su familia. Solo le quedaba Nojiko, pero ella la odiaba.
Y ahora.
¿Cómo le contaría a Nojiko, que su hermana mayor, había muerto delante de sus ojos por el hombre con el trabajaba?
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Nahia's note:
Ya está el primer capítulo publicado 😭. Siento mucho la tardanza.
Voten y comenten plis❤️
Me haría mucha ilusión.
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