𝖎𝖎. 𝖘𝖙𝖆𝖗𝖘

ESTRELLAS
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

La muchacha tenía las mejillas más rojas que jamás en su vida, tanto que podrían confundirse con dos pequeñas brasas encendidas.

Nunca, ni en sus sueños más descabellados, había visto a alguien como él: tan guapo, tan magnético y, para colmo, tan caballeroso. Su cabello rubio brillaba como si atrapara los rayos del sol, y esa sonrisa coqueta parecía reservada solo para ella. Claro, había sonreído a sus amigas antes, pero estaba convencida de que aquello no era más que simple cortesía. A ellas no las había llamado "madame" con esa mezcla de respeto y dulzura que hacía que su corazón martilleara en el pecho como si fuera a estallar.

—¡Anise!— La voz de su capitana la devolvió a la realidad de golpe.

—¡¿Q-qué?!— balbuceó, sobresaltada. Su voz sonó más alta de lo que pretendía, lo que no ayudó a ocultar el embobamiento que acababan de delatar sus ojos clavados en un punto fijo.

—Estás completamente roja. ¿Tienes fiebre?— preguntó Jean con una inocencia desarmante. Su tono era suave, genuino, y por un segundo Anise casi creyó que se preocupaba de verdad.

La carcajada que vino después rompió toda posibilidad de tomar la situación con serenidad. La propietaria de aquella risa, una mujer de cabello bicolor, palmeó el hombro de Jean con una fuerza que casi la hizo tambalear.

—¡Qué inocente eres, Jean!— exclamó entre risas, inclinándose un poco hacia delante.— No está enferma, lo que está es… enamorada.

—¡No, no! ¡Eso es mentira!— protestó Anise con el corazón acelerado, levantando las manos como si quisiera detener esa conclusión peligrosa antes de que se propagara.— Solo… me ha parecido atractivo, nada más.— mentira. Era una mentira tan obvia que hasta ella misma podía olerla.

—Haré como que te creo.— respondió la mujer, burlona, antes de volver a su conversación con Draconis, sin dejar de sonreír.

Aquello solo logró que el sonrojo de Anise se intensificara. Era como si su rostro entero ardiera. ¿Qué le estaba pasando? Nunca había sentido algo así. Nunca antes un hombre había despertado en ella una emoción tan extraña, tan desconcertante. Sentía un nudo en el estómago y un cosquilleo en el pecho que no sabía cómo interpretar.

Y, sin embargo, había algo en esa sensación que le gustaba. Era nuevo, era inquietante, pero también era… bonito.

[•••]

La comida del día ya había terminado, y la noche había caído con su manto de estrellas. El bar, animado por risas y murmullos de marineros y aventureros, se llenaba del aroma de ron y madera húmeda.

El trío de piratas había encontrado refugio allí, disfrutando de algunas bebidas tras la jornada. Jeanette y Hydra compartían risas y conversaciones en una esquina, sumidas en algún tema que solo ellas entendían. Anise, sin embargo, se encontraba abstraída, ajena al bullicio. Estaba sentada junto a una ventana abierta, con la mirada fija en el cielo nocturno.

El firmamento era un lienzo infinito, tachonado de estrellas de todos los tamaños, brillando con una intensidad que parecía desafiar la oscuridad. La brisa salada del mar acariciaba su rostro, pero su tranquilidad se rompió al percibir una presencia a su lado. Giró la cabeza, y para su sorpresa, sus compañeras ya no estaban allí.

—¿Es un paisaje precioso, verdad?— la voz masculina llegó suave, casi como un susurro.

Anise se dio la vuelta de inmediato, y su corazón dio un vuelco al reconocerlo. Era él: el mesero... o tal vez el cocinero. No estaba del todo segura, pero lo que sí sabía era que era el dueño de los ojos que la habían desconcertado desde el primer momento en que lo vio. El chico que, sin proponérselo, se había colado en sus pensamientos más profundos.

—S-sí, son unas vistas espectaculares.— respondió, mirando de nuevo al cielo para disimular el rubor que encendía sus mejillas. No se percató de que Sanji no apartaba la mirada de ella mientras hablaba. Para él, el cielo podía ser bonito, pero no tanto como ella.

—Mi nombre es Sanji, por cierto. No había tenido el honor de presentarme, madame.— dijo, inclinándose ligeramente en un gesto elegante y galante.

—Yo soy Anise, y… por favor, puedes tutearme.— respondió con una sonrisa tímida, aunque el sonrojo seguía dominando su rostro.

—Es un nombre precioso, digno de una señorita tan encantadora.— contestó él, esbozando una sonrisa coqueta, aunque una chispa de reconocimiento cruzó por su mente al oír su nombre.

Anise no supo qué responder, y el silencio solo hizo que su rubor se intensificara.

—Por cierto.— continuó Sanji, sin querer perder la conversación.— Antes no tuve oportunidad de acercarme a vuestra mesa. He estado ocupado en la cocina. Así que… ¿qué te pareció mi plato?

—¿T-tu plato?— preguntó ella, desconcertada.

—Sí, lo he preparado yo mismo. ¿Te ha gustado?— la confianza en su voz estaba teñida de curiosidad genuina.

—¡Por supuesto, estaba buenísimo!— exclamó Anise, su entusiasmo disipando un poco la timidez inicial.— Yo también cocino. Soy la cocinera personal de la capitana Jeanette Draconis.

Sanji se quedó petrificado al escuchar esas palabras. Tragó saliva, y sus ojos se abrieron con incredulidad al mirarla.

—¡¿Eres tripulante de La Perla Negra?!— preguntó con voz entrecortada. Al ver cómo Anise asentía, pasó una mano por su cabello, intentando asimilar lo que acababa de descubrir.— Joder… Entonces eres una pirata. Y no cualquier pirata, sino compañera de la más temida del East Blue.

Anise lo miró, sin saber si aquella reacción era de sorpresa o de alarma. Pero Sanji no podía apartar los ojos de ella. El peligro que implicaba aquella revelación no disminuía lo intrigado que estaba por la misteriosa cocinera de sonrisa tímida y mirada de cielo estrellado.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top