𝟘𝟟

ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ sɪᴇᴛᴇ.


                                LAS SEMANAS SIGUIENTES a aquella salida, los rumores sobre el noviazgo de dos jóvenes fue el tema de todos los días en Nort Denver. Para muchos era un acto de lo corrompida que iba la sociedad, otros un acto de valentía y para los implicados, realmente ya no les importaba.

Al principio fue bastante complicado, el hecho de que los padres de ambos se enteraron por chismes, no fue grato para nadie, menos para Taylor, pues defenderse no se le daba demasiado bien, y menos si se trataba de su padre. Pero por el lado bueno, el padre de Vance parecía ser más comprensivo, no tragaba del todo al pecoso, pero al menos no parecía importarle mucho su estadía, sumándole al hecho de que casi nunca estaba cuando Taylor invadía el hogar de su ahora pareja.

Como todo, había momentos buenos y malos, pues no solo debían lidiar con las malas miradas, también con las constantes pesadillas de Taylor, los últimos días, un mal sentimiento invadía su pecho cada que debía salir de su hogar, o tenía que dejar a Vance solo. Era Viernes por la noche, como habían acostumbrado, Taylor se quedaba a dormir en casa de su novio, Vance no sabía exactamente qué hora eran cuando se despertó por los gritos de su pecoso.

Rápidamente se sentó en el colchón donde ambos dormían, abrazando al menor, escuchó las pasos apresurados de su madre, bajando las escaleras hasta la sala, encendiendo la luz. Vance se aferró al cuerpo tembloroso del pelinegro, bajo la mirada preocupada de la rubia mayor.

—Tranquilo...nadie puede hacerte daño ahora Pequitas. —Musitaba en un susurro Vance, mientras intentaba a duras penas calmar los espasmos de su novio. —¿La misma pesadilla de siempre?

El Ruso asintió, aferrándose a su torso, como si temiese que fuese a escapársele de las manos y desvanecerse en algún momento. Un suspiro salió de los labios de Sabrina, quien se dirigió a la cocina, para traerle algo de tomar al adolescente.

—Ya te dije que es imposible, ¿Desconfías de mis habilidades de pelea? —Alzó una ceja divertida, sacándole una sonrisa al pelinegro. —Sabes que podría patearle el culo a cualquiera.

—Lo se. —Río bajito. —Pero se sentía tan real...

Vance soltó un suspiro, acariciando su espalda con delicadeza, la rubia volvió con una taza de té para tranquilizar los nervios del Ruso. Con las horas, Taylor volvió a caer dormido en los brazos de Vance, quien solo miraba la pared con un semblante preocupado.

Su madre ya se había ido a acostar nuevamente, dejándolo solo con sus pensamientos, miró a su novio dormir, acunado entre sus brazos, ya eran varias noches que soñaba lo mismo y realmente le preocupaba, no podía imaginarse dejándolo solo, lo veía tan indefenso. Dejarlo no estaba en sus opciones, el mundo era cruel y Taylor siempre esperaba lo mejor de este.

Beso su frente, cerrando sus ojos para intentar dormir, sin soltar al pelinegro durante el resto de la madrugada.




Era Lunes 23 de septiembre, estaban a dos días de cumplir su primer mes de novios, ese día Vance no logró ver al Ruso por todo el colegio, lo cual le extrañaba bastante, pues si bien algunas veces se saltaba clases, siempre iba. Un sentimiento de incomodidad crecía en su pecho, tenía miedo pero no sabía exactamente a que; salió de la institución con dirección a su casa, sus pasos eran apresurados, pues sentía como si lo persiguieran.

Entro a su hogar tan rápido como pudo y tiro el bolso, corriendo hacia el teléfono para marcarle a su novio, tenía miedo, y no le gustaba eso. El teléfono timbró una, dos, tres veces hasta que contestaron.

—¿Hola? —Pregunto el Ruso, con voz ronca.

El aliento volvió al cuerpo de Vance cuando lo escuchó.

—Pequitas, ¿Estás bien? —Hizo una mueca, escuchando una tos seca del otro lado.

—Vance. —Se sorbió la nariz. —Lamentó no haber ido hoy, me siento faltar.

—¿Peor que cuando te obligue a subirte a la Rueda de la fortuna? —Una risa salió de la otra línea.

—Sí, peor que esa vez —Tosió con bastante fuerza.

Vance frunció su ceño escuchándolo,en serio se escuchaba muy mal.

—Oye Hopper, ¿Crees poder venir? —Preguntó con pena, escuchando una risa de burla.

—Sabes que no tienes porque pedírmelo. —Se apoyo a la pared. —¿Quieres que lleve palomitas?

—Sería perfecto.

Ambos se despidieron y Vance colgó el teléfono, tomó sus llaves junto con la billetera, dispuesto a salir, abrió la puerta, y aquel sentimiento de temor invadió de nuevo su pecho, tomando fuerzas salió de su hogar, caminando hacia la tienda.

El día estaba frío, por lo que se abrazó a si mismo mientras caminaba, recorrió un par de manzanas hasta llegar, entro tomando dos paquetes de palomitas y los pago, saliendo rápido. Volvió a emprender camino hacia la casa de su pecoso.

El camino hacia su hogar era silencioso, tanto que le estaba causando mala espina, cruzó la cuadra y divisó a un hombre tropezarse, tirando su bolsa de comida, decidió seguir adelante, pues no tenía tiempo para detenerse a ayudarlo.

—¡Oye! —Lo llamó el hombre, haciendo que se detuviera. —¿Crees poder ayudarme? Por favor.

Gruño en sus adentros y retrocedió, yendo hacia el hombre, comenzó a rejuntar todo con prisa.

—Estas apurado, ¿Verdad muchacho? —Vance contestó con un simple "Ajá" —¿Irás a ver a alguien importante?

Volvió a asentir entregándole la bolsa, miró la camioneta y luego al hombre, parecía que era un mago de medio tiempo.

—Tengo unos globos, tal vez puedas llevarle unos a esa persona.

Vance lo pensó un poco, un globo podría alegrar un poco más a su enamorado, asintió acercándose a la camioneta, no pudo contar el tiempo, cuando el hombre lo estaba ahorcando, intentando meterlo a la camioneta.

Se retorció con todas sus fuerzas, pataleó he incluso llegó a rasguñarle los brazos para zafarse, la desesperación crecía, no quería irse, no quería dejar a Taylor, a su Taylor solo, se lo había prometido.

—Quédate quieto mocoso. —El raptor apretó su agarre. —¿Como se sentiría Taylor si ve tu cuerpo desmembrado en las noticias? Pobre, apuesto a que sería un golpe duro.

Vance quedó congelado, tenía miedo, no quería que le hicieran daño, aquella distracción le dio tiempo al hombre de noquearlo, y meterlo en la camioneta.




Las horas comenzaban a pasar y Taylor estaba con los nervios a punta, miraba por la ventana cada que podía, sin importarle que su padre estuviera en la cocina, contestando el teléfono. Hacia horas que había hablando con Vance, y no sabía nada de él.

—Taylor, hijo. —Lo llamó su padre. —¿Como se llamaba tú...novio?

—Vance, Vance Hopper. —Se giró a verlo. —¿Por qué?

Su padre comenzó a narrarle la situación, y su corazón comenzó a partirse entre sus palabras, un nudo en su garganta se formó escuchando los detalles.

—Encontraron su gargantilla y unos paquetes de palomitas no muy lejos de aquí. —El hombre se acercó a su hijo abrazándolo.

Fue allí cuando se quebró, no eran llantos lo que salían, eran gritos, gritos de desespero y dolor, muy en el fondo era eso lo que temía, había deseado tanto que sus pesadillas solo fueran eso, pesadillas. Su padre se aferró a él, sintiendo el dolor de su hijo.

—¡No! ¡ES MENTIRA! —Gritaba él. —¡No le pudo pasar eso! ¡No a él!

Su cuerpo comenzó a flaquear, estaba destrozado, Vance era su primer todo, no quería creerlo.

—Dime que es mentira...por favor. —Su voz se hizo en un hilo, dejando las lágrimas caer sin descaro.

—La policía prometió encontrarlo. —Acarició sus rizos de color negro, intentando consolarlo.

La voz de su padre se hizo lejana, Taylor ya no podía escuchar nada más allá de la voz de su novio, temblando se ocultó en el pecho de su progenitor, solo podía pensar en el miedo que pudo sentir su rubio.

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