𝟘𝟜
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴄᴜᴀᴛʀᴏ.
VANCE SOLTÓ UN JADEO de dolor, cuando el alcohol hizo contacto con su ceja, gruñó viendo la expresión de diversión de su compañero.
—¿Disfrutas verme sufrir? —Sonrío burlesco.
Taylor meneó su cabeza de un lado al otro, dejando el algodón y colocándole una curita en la ceja.
—Ya deja de llorar. —Se levantó, comenzó a guardar las cosas. —Yo no te dije que les partieras la cara.
—Era necesario. —Bufó, viéndolo ir al baño y devolverse. —Alguien debía ponerlos en su sitio.
El morocho negó en silencio y se tiró en el sofá, palmeando su costado, Vance entendió de inmediato y fue a sentarse a su lado.
—Pensé que te habías incomodado. —Taylor subió sus piernas, abrazándolas.
Aquello dejó desconcertado a Vance, no entendía ¿Incomodarse por qué? Lo único que sintió fue enojo, al ver la mirada de tristeza que tenía el pecoso en esos momentos. El rubio escaneo la cara desanimada de su contrario, y como un rápido escape, buscó el control entre los cojines, encendiendo la televisión.
Una película de terror estaba siendo trasmitida, ambos adolescentes comenzaron a prestar atención en completo silencio, Taylor en algún lapso se levantó y fue a la cocina, siendo seguido por la vista de Vance, quien lo vio volver con un plato de palomitas.
—De donde las... —Taylor lo callo, metiéndole palomitas a la boca.
—Calla, viene la mejor parte. —Murmuró comiendo él también.
No se quejó, miró nuevamente el televisor, quedando absorto en la película, mientras la película avanzaba una idea se cruzó fugazmente por la mente del pelinegro, miró como su compañero estaba completamente ido en la pantalla, tomó aire y soltó un repentino grito. Vance pudo sentir como se le iba el alma cuando escuchó el grito, su corazón se aceleró por el susto y se quedó viendo el suelo, pálido.
No tardo mucho cuando la escandalosa risa de Taylor lo hizo reaccionar, giró su cabeza lentamente y miró furioso al morocho.
—Tú, maldito desgraciado. —Tomó la taza con palomitas, empezando a lanzárselas. —¡Te mataré!
De inmediato, Bartholy se levantó y comenzó a correr por la casa, siendo perseguido y atacado con palomitas, por un furioso Vance. Estuvieron de esa manera durante unos minutos hasta que su cuerpo no dio más, se acostaron en el suelo, uno al lado del otro, mirando el techo. Ninguno dijo nada, hasta que una risa desenfrenada por parte de Vance resonó por la casa, siendo contagiosa para Taylor.
El momento era único para ambos, cada minuto que pasaban junto al otro lo disfrutaban, tal vez la vida con sus padres no era buena, pero aquello no importaba, los momentos que compartían lo recompensaba por completo. Vance giró su cabeza viéndolo, haciendo que su compañero imitara su acción.
—Tus pecas. —Dijo el rubio sin dejar de verlo.
—¿Mis pecas? —Pregunto frunciendo el ceño. —¿Qué tienen?
—Son lindas. —Soltó directo.
El mundo dejó de girar para Taylor, solo miraba los ojos azules de Hopper, sintiendo como su corazón se aceleraba. Sonrío bobamente, juraría que pasaría horas viéndolos, pero el sonido de un motor los asusto a ambos.
—Es mi papá. —Taylor se levantó de un brinco al igual que Vance.
—Mierda... —Ambos adolescentes se miraban con terror.
Bartholy tomó la mano del contrario y corrió hasta su habitación, cerrando con llave al entrar.
—¿¡Que hacemos!? —Grito Vance en un susurro desesperado.
—La ventana, salte por allí. —Con rapidez le quito el seguro, escuchando como la puerta principal se abría. —¡Rápido!
Hopper sin dudarlo corrió hacia la ventana para poder salirse, antes de poner el otro pie fuera, se giró para ver al chico.
—Mañana en mi casa, después de las dos de la tarde. —El rubio salió. —Te espero.
Sin dejarle responder, apenas sus pies tocaron el suelo, comenzó a correr como alma que llevaba el diablo, otra sonrisa boba se formó en los labios del pecoso, que rápidamente desapareció cuando tocaron la puerta.
—¿Taylor? ¿Estás allí hijo?
—¡Si! Aquí estoy papá. —Trago grueso y desordeno un poco su escritorio, abriendo un libro. —¡Ya voy!
Corrió a la puerta y tomó aire para calmarse, le abrió a su mayor, mostrándole una de sus mejores sonrisas. El hombre inspeccionó su habitación y miró su escritorio.
—¿Qué demonios pasó en la cocina?
Taylor abrió los ojos asustados, había olvido ese pequeño detalle.
—Intente hacer palomitas, pero cuando las saque explotaron. —Se excusó rápido.
—Bien, recuerda limpiar antes de dormirte enano. —Antes de cerrar la puerta, olfateó el aire. —¿Te compraste una loción nueva?
Asintió rápido, si seguía haciendo preguntar se le bajaría más la presión. El hombre no dijo nada más y cerró la puerta, Taylor se tocó el pecho, respirando, agitado, casi no la cuenta.
Faltaba exactamente media hora para su encuentro con Vance, y aun así Bartholy ya estaba listo, mirando el reloj de pared, un tanto desesperado. No había logrado pegar un ojo durante toda la noche, recordando su reunión. Sin aguantar más, tomó las llaves y salió disparado de su casa, a Vance no le importaría si llegaba algo temprano ¿Verdad?
Sus pasos eran rápidos y su alegría mezclada con nervios resaltaba desde lejos, camino varias manzanas hasta que logró divisar la casa del rubio, su corazón comenzó a acelerarse al igual que sus pasos, comenzó a prácticamente correr hasta que estuvo a una distancia considerable. Se detuvo en seco y acomodó su cabello, tomó aire para caminar de forma tranquila hasta la puerta.
Levantó su mano y solo bastó dar un tenue golpe en la madera para que esta fuera abierta.
—Hola. —Saludó Taylor con una sonrisa nerviosa.
—Hola. —Vance no tardo en corresponder aquella sonrisa.
Sus ojos azules se desviaron hacia la calle, frunciendo levemente el ceño. Taylor se giró al ver su cara y ambos adolescentes lograron divisar una camioneta negra, que pasaba de una forma bastante lenta frente a ellos, un sentimiento de temor se formó en el pecho del pelinegro, que pronto desapareció cuando fue jalado hacia el interior de la casa.
—¿Ya llegó tu amigo Vance? —Una mujer salió de la cocina, con un trapo en las manos.
Los ojos de Taylor se expandieron viendo a la mayor, miró a Vance y luego a la mujer, repitiendo este patrón durante un rato. Podría jurar que si no fuese porque la adulta tenía ojos color avellana, Vance sería su vivo retrato.
—Tú debes ser Taylor. —Ella le sonrió dulcemente. —Vance no ha parado de nombrarte desde ayer.
—Si bueno, linda charla, camina. —Vance comenzó a jalarlo escaleras arriba. —¡Llámanos si ocupas algo!
El morocho se despidió con su mano de la mujer, quien solo sonreía con mucha ternura, he ilusión. El oji azul lo obligó a entrar a su habitación y cerró la puerta suspirando.
—Tu madre es agradable. —Río dejándose caer en la cama con toda confianza.
—Es demasiado metiche. —Murmuró Vance con molestia, sentándose en el suelo.
Saco una caja que estaba bajo su cama, llamando la atención del morocho, quien se giró para curiosear, un pequeño destello salió de sus ojos viendo la cantidad de cómics que había. Había tantos que con la vista no podrían contarse. Vance sonrió arrogante, viendo la reacción de su contrario, comenzando a sacar uno por uno.
—¿Son geniales, no? —Comentó el rubio. —Este es mi favorito. —De entre la caja sacó un cómic sobre el hombre araña.
—Son increíbles Vance. —Levantó su vista del cómic, viéndolo a la cara.
Y otra vez, el mundo dejó de moverse, sus ojos se conectaron y la tensión entre ambos adolescentes era notoria, no eran tontos, sabían lo que ocurría, pero ninguno tenía las agallas de cometer el acto. Vance con sigilo se acercó más, sintiendo como sus respiraciones se mezclaban poco a poco, bajaron sus ojos a los labios del otro y quitaron rápido la cara cuando la puerta se abrió de golpe.
—Hice galletas, para que bajen a comer. —La rubia les sonrió.
Hopper tensó su mandíbula y miró irritado a su madre, quien solo le sonreía con diversión.
—Dejaré la puerta abierta, si no les molesta. —Les dedicó una última sonrisa y se alejó de la puerta. —¡Apúrense o se enfrían!
Taylor sonrió con nervios, sentándose en la cama.
—Deberíamos... bajar. —Carraspeó, mirando a alguna esquina de la habitación.
El rubio asintió y se levantó, soltando pequeños bufidos mientras salía de la habitación, siendo seguido por su acompañante.
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