𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄
𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄𝐒𝐒 𝐀𝐋𝐄𝐑𝐓 | 𝐬𝐞𝐚𝐬𝐨𝐧 𝐨𝐧𝐞
❛𝐓𝐔𝐒 𝐎𝐉𝐎𝐒 𝐒𝐎𝐍 𝐏𝐑𝐄𝐂𝐈𝐎𝐒𝐎𝐒, 𝐍𝐎 𝐋𝐎𝐒 𝐌𝐈́𝐎𝐒. 𝐋𝐎𝐒 𝐌𝐈́𝐎𝐒 𝐍𝐎 𝐄𝐒𝐓𝐀́𝐍 𝐌𝐀𝐋, 𝐏𝐄𝐑𝐎 𝐋𝐎𝐒 𝐓𝐔𝐘𝐎𝐒... 𝐀𝐏𝐔𝐄𝐒𝐓𝐎 𝐀 𝐐𝐔𝐄 𝐏𝐔𝐄𝐃𝐄𝐒 𝐕𝐄𝐑 𝐂𝐎𝐍 𝐄𝐋𝐋𝐎𝐒❜
– 𝘽𝙡𝙪; 𝙧𝙞́𝙤
°𖥸°
DE UN HUECO en una de las paredes saqué un sobre bastante grande y algo pesado como para solo contener papeles. En él tenía escrito "para pajarito", haciéndome saber que era para John B, pues así solía llamarlo su padre.
En cuanto lo tuve entre mis manos, me impulsé con una de las raíces que había en la tumba y salí de allí con la ayuda de JJ, quien me agarró a la hora de bajar de la puerta.
—¿Estás bien? —me preguntó Kie preocupada, pero antes de siquiera poder responder, la voz del rubio nos interrumpió.
—¡Código rojo! ¡Código rojo! ¡Narcos! ¡Narcos! ¡Vámonos! ¡Son los que asaltaron tu casa! —exclamó, provocando que todos saliéramos corriendo a escondernos.
—¡Apagar las luces! —le ordené en un susurro alto.
—¿Creéis que son ellos? —nos preguntó Kie con la voz temblorosa, mostrando lo asustada que estaba ante la situación.
—Lleva una pistola —le informó JJ, así que Kiara y yo nos miramos de manera cómplice antes de agarrarnos las manos.
—A la mierda —murmuré antes de salir corriendo junto a ella, seguidas de los chicos.
Todos conseguimos saltar sin ningún problema, al menos hasta que fue el turno de Pope y éste se quedó colgando por los pantalones. Kiara y yo comenzamos a tirar de él para bajarlo, cosa que sus pantalones no agradecieron, pues empezaron a rasgarse,
—Los vais a romper —se quejó él y, ni un segundo después, sus pantalones dieron de sí, quedando en la verja mientras Pope caía al suelo en calzoncillos.
—Joder, Pope, es un rollito de primavera —se burló de él JJ mientras subíamos a la furgoneta.
John B nos sacó de allí sin esperar un segundo más mientras el resto nos reíamos de Pope, quién decidió taparse con mi vestido. No pareció tomárselo mal del todo, pues empezó a reírse con nosotros, disipando la tensión que había creado la pequeña carrera previa entre nosotros.
En cuanto llegamos al château, todos nos dirigimos a la sala de estar mientras JJ iba a la cocina a arrasar con todo lo que pudiera encontrar.
—Ese pan tiene moho desde hace tres días —le dejó saber Pope, ya que el rubio había decidido hacerse un sándwich.
—Le quito la parte mala y ya está. Además, el moho es bueno, es un organismo natural —respondió él, haciéndome negar la cabeza.
Como me alegraba de ser una Kook en esos momentos.
—Cari —lo llamé, así que se acercó a nosotros con su cena en la mano.
John B agarró el sobre que le había dado segundos atrás y lo abrió con ansia, sin saber qué esperar. Mientras tanto, JJ le dio un mordisco a su sándwich con moho, lo que le provocó una arcada, haciéndonos sonreír a Kiara y a mí, divertidas.
A veces podía ser tan idiota...
El moreno sacó un trozo de papel del sobre antes de abrirlo y ver que era un mapa marcado con rotulador.
—Joder.
—La X marca el lugar —comentó Pope señalando la marca que Big John había hecho en él.
—Longitud y latitud. Quizás contenga algo más —añadió John B antes de agarrar de nuevo el sobre y sacar una grabadora de él.
Eso era lo que pesaba tanto.
—¿Qué es eso? —nos preguntó JJ.
—Una grabadora, imbécil —respondió Kie antes de que JB le diera al play, sin esperar un segundo más.
—Hola, pajarito —se escuchó que decía la voz de Big John.
—¿Pajarito? —preguntó el rubio confuso.
—Mi padre me llamaba así.
—Odio decir te lo dije, pero te lo dije, y dudaste de tu padre. Me imagino que ahora mismo te sientes culpable y te odias por nuestra última pelea, pero... No te suicides de momento. Yo tampoco esperaba encontrar el Merchant —confesó, provocando que todos nos mirásemos asombrados—. Hiciste bien en enfadarte, no fui precisamente un padre ejemplar. ¿Pero qué puedo decir? Ya olía el tesoro. Espero que estemos escuchando esto en nuestra nueva casa en Costa Rica, viviendo de inversiones y servicios de construcción. Si no es así y encuentras esto en circunstancias poco agradables, en fin, para eso es el mapa. Aquí están los restos del Merchant. Si me ocurriera algo, termina lo que he empezado. Busca el oro, hijo. Te quiero, pajarito, aunque no siempre lo demostrara. Nos vemos en la otra vida.
John B se levantó de la silla de inmediato y se apartó de nosotros antes de apoyarse en el marco de la puerta y dejar salir todo ese dolor que había estado conteniendo desde que su padre había desaparecido.
—Joder. Lo consiguió. Después de todo, encontró el Merchant —comentó JJ sin creerlo.
—¿Puedes...? ¿Puedes por favor...? —le pedí furiosa.
¿Es que no veía a su mejor amigo sufriendo frente a él?
—Perdón.
Con cautela, me acerqué a mi mejor amigo y lo abracé por la espalda, mostrándole mi apoyo incondicional. Él agarró mis manos con fuerza mientras dejaba las lágrimas rodar por sus mejillas.
Los chicos salieron de la casa para darnos algo de intimidad, pues sabían que John B necesitaba desahogarse y que siempre se había sentido más seguro haciéndolo conmigo.
Mi mejor amigo se giró hacia mí y enterró su cara en mi cuello antes de sentir sus sollozos contra él, lo que me rompió el corazón. Por mucho que mi relación no fuese la mejor con Ward, no me podría imaginar como sería perderlo.
Tras unos largos minutos, JB se separó de mí, se limpió las lágrimas y tiró de mí para salir al muelle, donde nos esperaban los Pogues. Una vez allí, ambos nos sentamos, él detrás de mí y, antes de que pudiera siquiera darme cuenta, me estaba abrazando, con la barbilla apoyada en mi hombro.
Por primera vez, JJ no hizo ninguna broma de las suyas al respecto, cosa que sé que nuestro mejor amigo agradeció con el alma.
—¿Cuánto dinero había? —nos preguntó él respecto al oro.
—Cuatrocientos millones —respondió Pope sin poder ocultar su emoción.
—¿Cómo lo vamos a repartir? Y antes de que digáis a partes iguales, recordad que soy el único que puede defenderos en condiciones ante los matones que nos perseguían —intentó engañarnos el rubio, lo que me hizo sonreír mientras negaba con la cabeza.
—Eso sería si no te cagaras cada vez que los ves. Te recuerdo que fui yo la que detuvo su barco y Kiara la que abrió la ventana del château —le corregí, haciendo reír a Kiara y Pope a carcajadas.
Sé que les encantaba que pusiera a JJ en su lugar.
—¿Qué harás con tus 80 millones, Pope? —cambió de tema, haciéndonos reír aún más.
—Pagar la carrera por adelantado y los libros de texto, son muy caros, y te devolveré lo del instituto —respondió eso último mirándome a mí.
Heyward tuvo una época mala unos años atrás, así que me ofrecí a pagar la matrícula de Pope ese año, porque aunque fuese barata, seguía siendo un dinero que no podía permitirse en ese entonces.
No solo fue con él, ya que llevaba tres años pagando la de JJ, pues su padre prefería gastarse el dinero de la educación de su hijo en un polvito blanco que pudiera meterse por la nariz.
JJ jamás dijo nada al respecto, sé que se avergonzaba de su padre y de sus problemas relacionados con el alcohol y las drogas, pero no tenía que decirme nada para saber lo agradecido que estaba conmigo por todo lo que hacía por ayudarlo. Lo mismo pasaba con su mejor amigo. Big John siempre estaba tan obsesionado con sus búsquedas del tesoro, que jamás se acordaba de pagar las facturas del colegio, así que lo hacía yo. Solo que John B no sabía ese pequeño detalle.
—No, no tienes que devolverme nada. Si me voy a gastar el dinero de mi padre, prefiero que sea en algo que sirva para algo positivo, en vez de en zapatos caros y ropa de marca, como solía hacer antes de conoceros.
Aunque se lo hubiera repetido mil y una veces, sabía que me lo acabaría devolviendo. Así de cabezotas eran los Pogues.
—¿Y tú, Kie? —le preguntó el rubio intrigado.
—Sí. ¿Qué hace una socialista cuando es rica? —añadió Pope divertido.
—Sacaría un álbum doble, sobre Obx y los Pogues —respondió con una sonrisa sincera—. ¿Qué harás tú con tus 80 millones, Pey?
—Viajar, a donde sea, lejos de Outer Banks. Quizá me vaya a España —respondí, sintiendo los nervios creciendo en mi interior.
Siempre había sido mi sueño viajar por todo el mundo, y tan solo pensar que podría hacerse realidad tan pronto me hacía temblar de la emoción.
—Yo ya sé lo que haré. Comprar una mansión en Figure Eight y unirme a los Kooks —comentó JJ más que ilusionado.
—Te aseguro que no es tan divertido como parece.
—Eso lo dices porque siempre has sido una Kook —respondió él, sin saber en absoluto qué decía.
Si supiera lo que realmente significaba ser un Kook, no le haría tanta ilusión ser uno.
—¿Te vas a unir a los Kooks? —le preguntó Pope divertido ante la idea.
—Sí. Pondré una estatua de mármol mía y un estanque con carpas.
—No iré a verte —le aseguré, provocando que todos se rieran a carcajadas.
—¿Y tú qué harás, John B? —le preguntó Pope, atrayendo la atención del mencionado de vuelta a la conversación, quien seguía abrazándome.
—Por nuestra entrada en los Kooks —anunció, así que todos brindamos mientras sonreíamos.
—Oye, sabes que estoy aquí para ti, ¿verdad? —le pregunté en un susurro, ya que seguía preocupada por él.
—Lo sé —respondió de igual manera antes de darme un beso en el hombro mientras JJ hacía gestos obscenos a nuestras espaldas.
Hasta ahí llegó su empatía.
A la mañana siguiente, me desperté con la pierna del rubio sobre mi estómago, lo que me hizo gruñir por lo bajo. Tras apartarla bruscamente, me levanté y agarré uno de los dulces que Sarah les dio a los Pogues. No fue muy principesco de mi parte, pero lo engullí como si no hubiese comido en días, lo que pareció divertir a mi mejor amigo.
—Buenos días, princesa —me saludó John B con una sonrisa en su rostro.
Como respuesta, farfullé algo similar a "buenos días" mientras intentaba tragarme el bollito.
—¿Qué tal la noche con JJ?
—Mañana voy a colarme en tu cama mientras duermes —le advertí antes de darle un trago al café que alguien había dejado ahí la mañana anterior.
De algo hay que morirse.
—Puedes meterte en mi cama cuando quieras —me aseguró con una sonrisa pícara, provocando que mis mejillas se calentasen al instante—. Me encanta lo rápido que te sonrojas —me dejó saber divertido antes de darme un beso en la mejilla.
¿Dónde se había quedado el John B que se pasó la noche llorando por la muerte de su padre?
Lo miré con el ceño fruncido, pues parecía tan feliz como la mañana anterior. Casi parecía que no había descubierto que su padre estaba muerto.
Antes de que los Pogues se despertaran, John B volvió a ejercer de mi taxista y me llevó a casa de Topper, pues le había prometido a mis padres que participaría en la limpieza de la playa que se había organizado.
Topper, Aaron, Sarah, Wheezie y yo estaríamos allí junto a los amigos de Top y, aunque no era la ilusión de mi vida pasar la mañana con ellos, echaba de menos a mis amigos Kooks. Al menos a los que no me odiaban por aquel estúpido rumor que se esparció años atrás.
—¿Estás preparada para un día lleno de actividades Kook? —me preguntó Top divertido.
—¿Eso incluye fiesta nocturna en Figure Eight?
—¿Crees que me atrevería a tenerte rodeada de Kooks todo el día sin alcohol de por medio? —me preguntó como respuesta, lo que nos hizo reír.
Al aparcar su coche frente a la playa, ambos nos bajamos del coche y nos dimos las manos antes de empezar a caminar hacia nuestros amigos.
—Pero si es la pareja del año —anunció Kelce, provocando que todos alrededor empezaran a vitorear y a aplaudir.
Como respuesta les saqué el dedo corazón con una sonrisa, lo que les hizo reír.
—Es bueno verte alejada de esos Pogues de vez en cuando —comentó él, lo que borró mi sonrisa.
Podrían disimular un poquito lo mucho que los odiaban, aunque solo fuera por respeto a mí.
—¿Por qué no pruebas nuestra nueva receta? —me preguntó uno de sus amigos, pero al oler la bebida, no pude evitar fruncir la nariz.
—¿Qué es esto? —pregunté entre risas, ya que eso debía tener 90% alcohol, 10% cualquier bebida no alcohólica.
—Kelce no está jugando —me dejó saber Sarah, así que le di un gran trago al vaso antes de fruncir el ceño.
Dios, estaba fuertísimo.
Antes de que pudiera darme cuenta, Wheezie me había quitado el vaso y le había dado un trago, a lo que Sarah y yo reaccionamos rápidamente y se lo quitamos de las manos.
—¿Cuándo has empezado a beber? —le preguntó nuestra hermana con el ceño fruncido.
—Hoy.
—Muchas gracias, Kelce —le agradecí de manera sarcástica.
Todos empezamos a limpiar y entre bolsa y bolsa, le dábamos tragos a la botella de mezcla, lo que acabó dejándonos bastante contentos, así que cuando el organizador nos llamó para dar una pequeña charla, Top y yo no pudimos evitar reírnos a carcajadas.
—No le gustamos a ese tipo —señaló a un hombre que no había parado de mirarnos de manera desaprobatoria, lo que me hizo reír aún más mientras me alejaba de allí rodeada por su brazo.
—Había echado esto de menos —admití mirando al horizonte—. Poder salir sin tener que fingir ser algo que no somos, no tener que besarnos. Poder simplemente estar juntos y pasarlo bien —comenté y, tras unos segundos de silencio, Topper empezó a reírse con fuerza.
—Olvidaba lo profunda que te pones cuando te emborrachas —me explicó, haciéndome reír con él.
Un par de horas más tarde, cuando ya me había bajado el efecto del alcohol, Top me llevó a casa y, al entrar, me encontré con la maravillosa imagen de Sarah sujetándole el pelo a Wheezie mientras ésta vomitaba.
Sonreí ligeramente mientras escuchaba a la pequeña gruñir.
—¿Qué hemos aprendido? —le pregunté desde el marco de la puerta.
—Nunca mezcles Vodka con limonada en polvo —respondió antes de volver a vomitar—. Por favor, no se lo digáis a papá —nos pidió, lo que hizo sonreír a Sarah.
—No lo haré. Con una condición.
—¿Y qué es eso? —preguntó Wheeze esperándose lo peor.
—Me cubres esta noche cuando salga con Topper y Pey. Por favor —añadió a modo de súplica.
—Vale, lo prometo —accedió la pequeña antes de volver a vomitar una última vez.
Negando con la cabeza, bajé a la cocina a por un vaso de agua fría, pero al escuchar gritos procedentes de la terraza, no pude evitar acercarme.
—Hubo un huracán —se excusó Rafe de alguna cosa.
—Te diré una cosa. ¿Sabes ese Pogue al que despedí el otro día? Él era mucho más de fiar que tú —le aseguró mi padre, haciendo que mi corazón se detuviera unos segundos.
Ward no hablaba bien de la gente si realmente no lo creía, lo que me daba esperanzas de que tal vez JB pudiera recuperar su trabajo.
—Papá, sabes tan bien como yo que la única razón por la que contrataste a ese Pogue fue porque Peyton te lo pidió. Ni siquiera es tu hija y la quieres más que a nosotros. ¿Sabes que les paga el colegio a esos Pogues con los que sale? Lo paga con tu dinero —se quejó Rafe, lo que me dolió, no voy a mentir.
Por mucho que me quejase de lo mucho que me gustaría no ser una Cameron, Ward es lo más parecido que he tenido a un padre, y siempre le estaré eternamente agradecida por acogerme en su casa y tratarme como a uno de sus hijos.
—Al menos ella piensa en alguien que no sea ella misma.
—¿Por eso besó a John B? Sabe lo mucho que significa que los Thornton estén de nuestro lado.
—Esto no es sobre tu hermana, Rafe. Tienes veinte años y debes empezar a ganar tu parte —le dejó saber, dando por terminada la conversación, pero cuando Rafe se dispuso a salir, la voz de Ward lo detuvo—. Y si Peyton quisiera dejar a Topper y empezar a salir con ese Pogue, no seríamos nadie para juzgarla. No es su deber mantener esta familia a flote.
Esas palabras llegaron a lo más profundo de mi ser, no voy a mentir.
En cuanto Rafe entró en casa y me vio, se detuvo en seco. Supongo que verme allí era lo último que esperaba.
—No deberías haberte comprado la moto con el dinero de los generadores —le recordé, pues ya le habíamos advertido que no era una buena idea.
Sin responder, Rafe apretó los labios y salió de allí.
Por mucho que supiera que no le caía bien, jamás había expresado tan libremente la repulsión que sentía por mi presencia y, escucharlo me formó un nudo en el pecho de lo más desagradable.
Por suerte el alcohol de esa noche me ayudó a olvidarme de él, bueno, de eso y de cualquier otra cosa, ya que acabé tan borracha que apenas tengo recuerdos de esa noche.
—Topper —me escuché gritando mientras luchaba por no rodar por el tejado.
—¡Pey! —exclamó más que feliz de verme, pues lo había perdido de vista hacía tiempo—. ¿Te atreves?
—¿Ahora mismo? —le pregunté mirando al patio, el cual estaba repleto de Kooks animándonos a saltar a la piscina.
Antes de que pudiera darme cuenta, Topper me tenía cogida en brazos preparado para saltar mientras yo me negaba.
—Estás bien, confía en mí —me pidió, así que dejé de moverme y me agarré con fuerza de su cuello.
Con una sonrisa en su rostro, Topper saltó y ambos caímos al agua con los vitoreos de los Kooks de fondo. En cuanto mi cuerpo tocó el agua helada sentí mi cuerpo relajarse al instante. Subí a la superficie antes de que Topper me abrazara con fuerza.
—¡La chica más increíble de los Outer Banks! —exclamó señalándome, lo que me hizo reír.
Después de eso seguimos bebiendo y debí acabar muy mal, porque de un momento a otro, Topper me estaba arrastrando hasta la salida.
—¿Qué coño haces aquí, Pogue? —escuché la voz de Aaron entre el ruido.
—Basta —ordenó Topper de manera autoritaria, provocando que su hermano diera un paso atrás.
—John B —exclamé antes de prácticamente lanzarme a sus brazos, lo que le hizo reír.
—¿Cuánto has bebido, princesa? —me preguntó con una sonrisa.
—Un poco —respondí haciendo un gesto pequeño con los dedos.
—Gracias por venir —le agradeció Top antes de chocarle la mano—. No sabía que más hacer para convencerla de que era hora de marcharse.
—Tranquilo, nosotros nos ocupamos.
—JJ —canturree al verlo llegar.
—Hola, cari. Hora de irse a casa —anunció antes de acercarse a mí y subirme en brazos como a una princesa.
—¿Es así como conquistas a las chicas? —le pregunté entre risas apretando ligeramente uno de sus bíceps.
—¿Está funcionando? —me preguntó intentando ponerme nerviosa, pero tenía tanto alcohol en sangre que no funcionó.
—No, a mí me gustan más los morenos —mencioné antes de apoyar la cabeza en su hombro y relajarme entre sus brazos.
Escuché la voz de Topper de fondo hablando con los chicos, pero no pude entender una sola palabra. Transcurrieron unos minutos en los que los brazos de JJ me parecieron la cama más cómoda del mundo antes de sentir como empezaba a caminar, alejándose de la fiesta.
JJ me sentó en la parte trasera de la furgoneta, así que apoyé la cabeza en el hombro de la primera persona que vi, la cual me explicaron al día siguiente que había sido Kiara, antes de cerrar los ojos.
John B condujo hasta el Naufragio, pues insistía en que debía cenar algo para bajar la borrachera antes de irme a dormir. Yo no puse ninguna queja y me dejé guiar hasta que me sentaron en una de las sillas del local.
Mi mejor amiga se alejó de nosotros para hablar con sus padres y, unos segundos después volvió con una sonrisa en su rostro. Había conseguido convencer a su padre de que nos dejase cenar allí.
El padre de la morena nos trajo la cena y los chicos se pusieron a comer como animales antes de empezar a tirarse patatas fritas. Yo, en cambio, comí con tanta lentitud que Kiara tuvo que ayudarme mientras me obligaba a beber agua. Demasiada agua.
Cuando el restaurante quedó vacío, Kie puso música y al seguir con más alcohol en sangre de la debida, me levanté con dificultad antes de señalar a John B y hacerle un gesto para que se acercase.
—¿Yo? —me preguntó sorprendido, así que asentí con la cabeza—. ¿Crees que no me atrevo, Jade? —encogí los hombros en respuesta.
Sin dudarlo, se levantó antes de acercarse a mí y colocar una de sus manos en mi cintura y agarrar la mía con la otra. En algún momento, el resto del grupo se había alejado de nosotros para darnos intimidad, pero no recuerdo cuando, pues estaba inmersa en los ojos de mi mejor amigo.
—¿Siempre has tenido los ojos tan verdes? —le pregunté, haciéndolo reír.
—Oye, Pey. De verdad, siento mucho lo del beso —se disculpó, provocando que la sonrisa que se había formado en mi rostro desapareciera al instante.
Apoyé la cabeza en su pecho, intentando ocultar mi decepción.
—¿Por qué sigues disculpándote? —le pregunté dolida.
—Aunque digas que no es así, sé que te enfadaste, y es normal. Fui un idiota, no debería haber escuchado a JJ y... —antes de que pudiera decir cualquier otra tonteria lo interrumpí con un beso.
Él me apartó, lo que provocó que diera un paso atrás, casi tropezando, y que agachara la cabeza.
—Yo pensaba...
—Estás muy borracha para esta conversación, Pey —comentó antes de rodearme los hombros con un brazo—. Vámonos a casa —me pidió y, tras unos segundos, asentí con la cabeza.
El viaje en coche estuvo invadido por un silencio de lo más incómodo que ninguno supo como arreglar, así que nos mantuvimos en silencio hasta llegar al château, donde JJ me ayudó a llegar al sofá.
El nudo en mi pecho no había desaparecido, y las ganas de llorar tampoco, así que en cuanto el rubio se tumbó junto a mí, me acerqué a él y enterré mi cara en su pecho antes de empezar a llorar.
—Pey... —susurró mientras me acariciaba la espalda.
—Soy una idiota —sollocé y, en algún momento, entre lágrimas, me quedé dormida abrazada a JJ.
Cuando me desperté el dolor de cabeza fue lo primero que noté, lo siguiente es que estaba sola en el sofá cama. Miré a mi alrededor confusa antes de levantarme a beber agua. Me apoyé en la encimera intentando recordar la noche anterior, pero las lagunas que había en mi cabeza no me dejaban recordar apenas nada.
Escuché voces en el exterior, así que me puse las chanclas y salí al patio, donde divisé a los chicos en el muelle.
—Pero si es la bella durmiente. ¿Qué tal la resaca? —me preguntó JJ divertido.
—No vuelvas a dejarme beber —le pedí antes de sentarme y meter los pies en el agua—. ¿Hice mucho el idiota? —La mirada que todos se dieron entre sí me dio la respuesta—. Joder —mascullé tapándome la cara con las manos.
JB se acercó a mí antes de sacudir la cabeza como si fuera un perro, lo que me hizo sonreír.
—¿Si te tiro una pelota me la traerás? —le pregunté de manera burlona.
—Por ti sí —respondió, provocando que mis mejillas se pusieran rojas como tomates.
—Dejar de ligar hasta que nos vayamos —se quejó JJ, provocando que le sacase el dedo corazón, solo que esa vez no sonaba tan burlón como otras veces y me lo confirmó cuando me miró con duda.
¿Le había dicho algo la noche anterior?
No mucho después, JJ, Pope y Kiara se marcharon, dejándonos solos a JB y a mí. Él se sentó a mi lado antes de agarrar mi mano.
—¿Qué te pasa?
A veces odiaba que me conociera tan bien.
—No sé, JJ actuaba raro. Casi no se ha metido conmigo. ¿Qué pasó anoche? —le pregunté con duda, pero él apartó la mirada.
—Nada malo —me aseguró antes de volver a mirarme, pero esa vez era diferente, parecía casi preocupado de que pudiera ver algo en su mirada que no quería que supiera.
—Siento que todos me estáis mintiendo. Si ninguno quiere hablar de ello tiene que ser horrible.
—¿Sabes qué? Creo que deberías refrescar tus ideas —comentó antes de darme un empujón y tirarme al agua.
En cuanto subí a la superficie lo vi riéndose a carcajadas mientras lo fulminaba con la mirada.
—Eres una persona terrible.
—Yo también te quiero, princesa.
La primera vez que John B salió de casa tras la desaparición de su padre fue conmigo y no paraba de hablar de él y de cómo era imposible que hubiera desaparecido en el mar, así que le dije esa dichosa frase antes de empujarlo al agua.
Por primera vez en semanas, JB fue capaz de reírse de manera sincera y, honestamente, fue todo un logro para mí. Había echado de menos a mi mejor amigo, y sé que él también lo había hecho.
—Venga, ven, que te ayudo —me ofreció su mano, así que como buena mejor amiga, tiré de él hacia mí en cuanto la agarré.
Él no pareció muy contento, ya que empezamos una guerra de agua entre los dos. Si tenía sed al salir del château, ya no la tenía, pues me había tragado medio río, al igual que él.
Estuvimos jugando hasta que mi hermana mayor apareció en nuestro campo de visión, y no parecía muy contenta.
—Pey, te he estado llamando.
—Me he dejado el teléfono dentro. ¿Qué pasa? —le pregunté preocupada, ya que Sarah no hubiera ido hasta el Arrabal si no fuese importante.
—Hay un video, Pey.
—¿Un video de qué?
—De ayer a la noche, en el Naufragio —al ver mi cara de confusión, Sarah especificó—. Hay un video tuyo y de John B besándoos.
Mi cara palideció antes de que me apresurara a salir del agua. Agarré el teléfono de Sarah con las manos temblorosas, esperándome lo peor. En el video se nos veía claramente bailando, entonces me pegaba a él y acababa besándolo.
Así que eso era lo que no querían decirme.
Miré a mi mejor amigo, pero él apartó la mirada. Entré a la casa a por mi bolso y salí corriendo al coche de Sarah, sin importar estar mojada, cosa que tampoco pareció molestarla a ella.
Sin necesidad de decir nada, ella condujo hasta el bar en el que estaba Top con su hermano y el mío.
El lugar quedó en completo silencio cuando me vieron llegar y en cuanto divisé a mi queridísimo novio, me acerqué a él.
—¿Podemos hablar, por favor?
—Sí, claro —respondió él antes de seguirme.
Todas las miradas estaban puestas en nosotros, pero estábamos lo suficientemente lejos como para que nadie fuese a oírnos.
—Siento haberte metido en esto —me disculpé, pues sabía que aquello también le afectaba a él.
—No te preocupes, Pey, de verdad —me aseguró colocando su mano en mi brazo.
Una valentía que creía que no poseía me recorrió de pies a cabeza, permitiéndome hacer lo que había estado queriendo hacer durante meses.
—No puedo seguir con esto, Top. No puedo seguir fingiendo ser algo que no soy. No es justo para ti, ni para mí cuando ambos queremos estar con personas diferentes —confesé nerviosa, ya que no sabía cómo iba a reaccionar.
—Ey, Pey. Eres mi mejor amiga y quiero lo mejor para ti. Además, yo también había estado pensando en terminar nuestro pequeño trato, así que no te preocupes.
—¿De verdad? —le pregunté con una sonrisa.
—Con tu bendición, le pediré a Sarah que venga conmigo al evento de mitad de verano —me pidió.
—Por supuesto —respondí emocionada, pues sabía que mi hermana tenía sentimientos por Topper, aunque jamás me lo hubiera dicho.
Sin necesidad de más palabras, ambos nos envolvimos en un abrazo de lo más cómodo. Estaba muy emocionada por poder ser tan solo su amiga de nuevo, aunque no me hacía ni la mitad de ilusión que poder intentar algo real con cierto Pogue moreno con ojos verdosos.
Volví al coche con Sarah quien me miraba con el ceño fruncido, confusa con por qué estábamos sonriendo y abrazándonos Top y yo tras difundirse una foto mía besando a otro chico.
—¿Me quieres explicar qué ha pasado? —me preguntó confusa.
—Top y yo lo hemos dejado.
—Pey...
—No, no, no, no. Estoy bien, hacía tiempo que debíamos haberlo hecho —le aseguré con una pequeña sonrisa—. ¿Te importa llevarme a la playa? Es que he quedado con los Pogues para hacer surf.
—Sí, claro —respondió aún algo perdida, pero no hizo más preguntas.
Al llegar, JB era el único que estaba allí, así que me acerqué a él antes de meternos en el agua y sentarnos en nuestras tablas a la espera de nuestros amigos.
—¿Has tenido muchos problemas por el beso? —me preguntó.
—Bueno, a la madre de Topper no le ha hecho mucha gracia, eso seguro, pero al menos me ha ayudado a decidirme —respondí sin mirarlo, ya que sentía que me temblaba el cuerpo entero.
—¿A decidirte respecto a qué?
—Top y yo lo hemos dejado. Hemos decidido que lo mejor es ser amigos, ya que a él le gustaba otra chica y a mí... —hice una pausa antes de dar una pequeña bocanada de aire, buscando un poco de valentía—, a mí también me gusta alguien más.
Ambos nos quedamos en silencio, pero pude notar la mirada de JB penetrar en mi piel. Él me estaba mirando, pero no me atrevía a devolverle el gesto.
—Oye, siento haberte besado ayer, iba muy borracha —me disculpé, lo que le hizo sonreír.
—Bueno, yo te besé primero —me recordó, relajando el ambiente entre ambos.
—Vaya mejores amigos estamos hechos —comenté, haciéndonos reír, cosa que agradecí, pues sentía que si seguía apretando la mandíbula unos segundos más iba a rompérmela.
—Pey —me llamó, provocando que pusiera mi atención en él—. Ahora que estás soltera y no puedes meterte en problemas con nadie por besar a Pogues... ¿Querrías que volviera a besarte?
¿Acababa de preguntarme aquello?
Me quedé completamente inmóvil sin saber qué hacer o decir. Aquella era la última pregunta que me esperaba escuchar salir de su boca.
Sabía perfectamente la respuesta, pero, por alguna razón, ninguna palabra salió de mi boca.
—¡Ey! ¡Guardarnos algunas olas! —gritó JJ entrando al agua junto a Pope y Kiara.
Los cinco pasamos la tarde en el agua, olvidando todas nuestras preocupaciones, volviendo a ser los cinco amigos despreocupados que éramos antes de encontrar la brújula de Big John en aquel barco.
Había intentado no pensar demasiado en la pregunta que John B me había hecho, pero no podía ignorar mis sentimientos para siempre, sobre todo si quería convertirme en la señora Routledge en un futuro.
Llegamos tan cansados al château, que ni siquiera me molestó sentir el brazo de JJ sobre mi estómago.
De verdad ese chico no sabía dormir en su propio espacio personal.
A la mañana siguiente, al ver que había marea muerta, los cinco emprendimos viaje en busca del Royal Merchant, siguiendo las indicaciones de Big John. Al llegar, JJ echó el ancla mientras se dirigía a las coordenadas exactas.
—Señores y señoras... —anunció John B, haciendo que Kie y yo rodásemos los ojos—. Por ser de los Kooks —se excusó antes de lanzar el dron que habían robado el día anterior al agua.
Kiara tenía agarrada la cuerda a la que estaba atado el dispositivo para que éste no bajase demasiado deprisa, pues podía romperse si chocaba con alguna cosa. Pope y yo observábamos la pantalla en la que se veía la transmisión de la cámara del dron mientras JJ intentaba mantener el barco en la misma posición, cosa complicada, ya que el tiempo comenzó a hacer de las suyas.
Con el tiempo empeorando cada minuto que pasaba, el dron estaba casi en su límite, trescientos metros, pero seguía sin haber rastro del Merchant.
De un segundo a otro, la imagen cambió, dejándonos a todos sorprendidos.
¿De verdad estaba ocurriendo?
—Es el Royal Merchant.
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