—Kacchan —llamó al rubio ceniza, que descansaba sobre la cama del pecoso.

—¿Qué?

—Venga, una vez más, hay que practicar hasta que puedas hacerlo.

Katsuki viró los ojos, cansado, lo había tenido todo el día haciendo lo mismo y todo su cuerpo —más que nada sus piernas y brazos— le dolían. Deseaba acabar y saciar los deseos del otro por una vez.

—Vamos, sé que puedes.

—Tsk.

—¿Shoto? ¿Has visto a Blasty? —preguntó buscando a su pareja.

—Creo que sí, estaba con Izu-kun —respondió, llamando de la misma forma cariñosa a su novio.

—¡Esta bien! Aunque, ¿en dónde? —volvió a preguntar.

—En nuestra habitación —dijo y se fue por algo de comer.

Curioso, subió las escaleras, preocupado y algo desconfiado. Sabía que Midoriya amaba con todo su ser al de quirk de fuego, pero por la forma en la que trataba a su mejor amigo era demasiado dulce.

—¡Ya, puto Deku! ¡Estoy malditamente cansado! ¡Me has tenido así todo el puto día! —gritó, para salir tirando la puerta, sin notar a su pareja.

—¿Eh? —Su mente no procesaba, estaba demasiado confundido.

—Vamos, mierda andante, quiero que me dés algo de “afecto”. —Bueno, sus dudas quedaban para después, Bakugou no todos los días pedía cariño. No iba a dejar pasar esa oportunidad.