𝐅𝐎𝐑𝐓𝐘 𝐅𝐎𝐔𝐑
𝐏𝐀𝐑𝐓𝐍𝐄𝐑𝐒 𝐈𝐍 𝐂𝐑𝐈𝐌𝐄 | 𝐬𝐞𝐚𝐬𝐨𝐧 𝐭𝐞𝐧
❛𝐍𝐀𝐓𝐓𝐘 𝐄𝐒𝐓𝐀́ 𝐌𝐔𝐄𝐑𝐓𝐀❜
˚ʚ♡ɞ˚
Tw- hay contenido sensible en este capítulo, si preferís saltarlo, en el próximo capítulo se explicará sin tanto detalle.
Habían pasado varias semanas desde el fallecimiento de los padres de las Rivera y Lia no había dicho ni una sola palabra desde entonces.
Había pasado los días encerrada en su habitación, intentando ignorar a los periodistas que esperaban en la entrada de su casa.
Solo dejaba pasar a Carl, y alguna vez dejó entrar a June y ambas lloraron juntas la muerte de sus padres.
Lip había estado cuidando de Henry mientras tanto, dejando a June sufrir tranquila su pérdida.
Pero ese día era el peor. Era el funeral y ninguna de las dos se sentía con fuerza para salir de la cama.
—Lia —la llamó Carl sentándose a su lado en la cama.
Con calma, él le quitó las sábanas de encima y tiró de ella para levantarla. Con los ojos hinchados, ella se apoyó en él y lo abrazó.
—No voy a soltarte la mano, muñeca. Te lo prometo —le juró, haciendo que Lia apretase ligeramente su agarre.
Tras unos segundos, ella asintió con la cabeza y se apartó de él. Carl dejó a su lado la ropa que Tyler le había preparado para el funeral.
Al ver que Lia no se movía y que seguía mirando un punto fijo, ida, se acercó a ella y le agarró la cara.
—Natalia, necesito que cooperes un poco, no puedo hacerlo todo solo —le pidió mientras ella le miraba a los ojos.
En ellos, Carl pudo ver el dolor y la culpa que su novia sentía, lo que lo mató por dentro. Odiaba no poder ayudarla a dejar de sentirse así.
La latina, muy a su pesar, se levantó de la cama y empezó a cambiarse. Él la ayudó como pudo, pero al fijarse en ella se dio cuenta de lo mucho que había adelgazado.
Apenas había estado comiendo y se le notaba demasiado. La menor hacía el esfuerzo cuando Carl le cocinaba por ver la ilusión que le hacía verla disfrutar de su comida, pero el resto del tiempo se lo pasaba tumbada en la cama llorando.
Una vez cambiada, Carl le puso las botas que le había regalado años atrás antes de agarrar su mano y llevarla hasta el coche, donde June y Tyler los esperaban.
—Hola, mi niña —la saludó él antes de darle un beso en la cabeza.
Él fue el que condujo el coche hasta el cementerio, que estaba repleto de periodistas incordiando.
Carl, con su chaqueta, tapó la cabeza de Lia y la llevó hasta el lugar dónde se haría la ceremonia, intentando evitar a los buitres que los rodeaban.
—Tío Marcus —lo saludó June en un suspiro antes de abrazarlo, lo que tensó a Lia de pies a cabeza.
Miró al frente y vio a la última persona que esperaba ver allí, dado que hacía años que no sabían nada de él.
Marcus Rivera.
Él palideció al verla frente a él, como si hubiese visto un fantasma.
—Natty... —susurró sin creerlo.
La latina, inconscientemente, se aferró con más fuerza al brazo de su novio, lo que le hizo fruncir el ceño.
—Tía Lia —la llamó Franny antes de abrazarla con fuerza.
La mayor la abrazó de vuelta sin dejar ir la mano de Carl, aterrada.
—Marcus, que bien que hayas podido venir —se alegró Jack al verlo—. ¿Cómo lo llevas?
—Llevaba años sin hablar con mi hermano. No puedo creerme que haya muerto —respondió él dolido, ganándose un abrazo por parte de Jack.
June no pudo evitar fruncir el ceño al ver que su hermana ni siquiera se acercaba a su tío. Hacía años que no lo veían, debería estar feliz de verlo.
—No puedo creer lo mucho que han crecido las niñas —comentó él mirándolas, sobre todo a la menor de las hermanas.
—Sí, el tiempo pasa volando —respondió Logan.
—¿Y quien eres tú? —le preguntó a Carl, sin reconocerlo.
—El novio de Lia, Carl Gallagher —se presentó estrechando su mano libre con la del adulto.
—¿Lia? —preguntó confuso.
Tan solo escuchar su nombre salir de sus labios, hizo que un escalofrío recorriese el cuerpo de la menor de pies a cabeza.
—Ya nadie la llama Natty, Marcus —le dejó saber Jack.
No tardaron mucho en empezar la ceremonia y, tal y como había prometido, Carl no se separó de Lia ni un solo segundo.
Al terminar, la menor se acercó a su hermana, quién estaba esperando a Lip para que la llevase a casa.
—¿Puedes venir a casa conmigo? —le preguntó la menor con la voz temblorosa, lo que sorprendió a June.
—Voy a pasar la noche con los Gallagher, quiero estar con Henry.
—Por favor, June. No quiero estar sola.
—No va a pasarte nada, Carl puede quedarse contigo —le aseguró ella.
Lo que June no sabía era que Lia estaba aterrada y que no quería quedarse sola en casa sabiendo que Marcus Rivera estaba en la ciudad.
—Claro —accedió ella, entendiendo que su hermana quisiera pasar tiempo con su hijo.
El problema era que Carl tenía planes esa noche y Lia no quería volver a pedirle que los cancelase por ella.
Quizá June tenía razón y estaría bien.
Tyler volvió a conducir hasta la casa de las Rivera, donde Lia bajó del coche con las manos temblorosas.
—¿Segura que no quieres que me quede? Puedo cancelar la quedada con mis amigos —le preguntó Carl preocupado.
—No —respondió ella, sorprendiendo a su novio.
Era la primera vez en semanas que la escuchaba decir alguna cosa.
—Llámame si necesitas alguna cosa —le pidió él antes de darle un beso y volver a subir al coche.
Lia subió los escalones de la casa y, al entrar, miró a su alrededor paranoica antes de subir a su habitación.
Pasaron un par de horas antes de que la latina decidiese bajar a la cocina a por algo de cenar, ya que sabía que sino Carl la regañaría al día siguiente por no comer nada.
De repente, Lia escuchó un ruido en la sala de estar, por lo que se quedó inmóvil. Rápidamente, subió a la antigua habitación de sus padres, donde sabía que Paul guardaba una pistola en caso de emergencias.
La latina la agarró y bajó con cautela hasta que divisó a Marcus sentado en la cómoda de la sala de estar. En vez de bajar el arma, Lia la agarró con más fuerza, apuntando a su tío.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó ella sintiendo su sangre hervir.
—Natty... creí que estabas muerta —confesó él de lo más confuso.
—Natty está muerta —le aseguró ella con la voz temblorosa—. Murió el día que asaltaste ese autobús y mataste a su hermano.
—Natty, por favor. No digas eso, soy tu tío.
—¿Por qué crees que sigues vivo? —le preguntó con rabia.
Tenía al asesino de su hermano frente a ella y no era capaz de hacer nada.
—¿Crees que serías capaz de matarme, Natalia? ¿De verdad? —le preguntó divertido, sacando su verdadero yo—. Estoy seguro de que sigues temblando cada vez que escuchas un ruido fuerte. Igual de debil que tu padre —añadió acercándose a ella mientras la menor retrocedía—. Lo siento, Natalia, pero no puedo dejar cabos sueltos.
Tras escuchar esas palabras, Lia salió corriendo hacia la cocina para intentar salir por la puerta que había allí, pero Marcus la alcanzó antes.
—Esta vez no vas a escapar —le aseguró antes de lanzarla contra la encimera, golpeando su costillar con fuerza.
—¿Por qué? —preguntó ella dolorida en el suelo.
Ambos sabían lo que aquella pregunta significaba.
—Mi hermano siempre lo ha tenido todo. La puta vida perfecta. Estaba harto de ser un cero a la izquierda comparado con él. Quería que supiera lo que era sufrir de verdad.
—¡Mataste a mi hermano y a docenas de niños inocentes! —gritó mientras veía a su tío acercarse a ella.
—Y tú deberías haber muerto con ellos —sentenció mientras Lia sentía un terrible dolor recorrerle el costillar.
Su tío agarró un cuchillo y se colocó sobre ella antes de empezar a intentar apuñalarla, pero Lia usó toda su fuerza posible para detenerlo. Aunque no fue suficiente, pues Marcus tenía mucha más fuerza que ella y consiguió enterrar el cuchillo en su cuerpo múltiples veces antes de que la menor lo golpease con fuerza en la entrepierna.
Lia aprovechó el momento para arrastrarse hasta la puerta y, justo cuando estuvo a punto de abrirla, Marcus golpeó su cabeza contra el suelo, haciéndola soltar un fuerte grito.
Con las pocas fuerzas que le quedaban y la vista borrosa, Lia le dio una patada en la cara, haciéndolo retroceder lo suficiente como para que la menor pudiese abrir la puerta.
Con tantos periodistas fuera, Marcus ni siquiera se atrevió a volver a acercarse a ella.
Lia se arrastró hasta los escalones antes de caer por ellos y perder la consciencia.
Los periodistas salieron corriendo hasta ella mientras varios llamaban a emergencias.
—Natalia —la llamó una de ellos, pero la menor no daba señales de vida.
Un charco de sangre empezó a formarse a su alrededor mientras se escuchaban las sirenas de la ambulancia de fondo.
Nota de la autora:
Ya se sabe quién asesinó a Henry!
No sabéis las ganas que tenía de que supierais la historia completa de Lia.
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