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Capítulo dieciséis

¿Por qué diablos me pasaban estas cosas a mi? ¿Acaso tenía un maldito imán para los problemas relacionados con Bella Swan?

– ¡Respira por favor! – dije con esfuerzo mientras realizaba las maniobras de primero auxilios que sabía, que no eran muchas.

Bella lucía más pálida que el papel y sus labios estaban morados.

Al ver que no reaccionaba le dí una bofetada, lo cual no sirvió pero que disfruté por una fracción de segundo.

¡Respira idiota, dios por favor!

– ¿Está viva?– preguntó Leah a mis espaldas.

Tapé su nariz (cubierta por cinta médica, seguramente por el golpe que le dí hace algunos días) y abrí su boca para proporcionarle aire. Genial, así no imaginaba mi primer beso con una chica.

– No siento su pulso, ve por ayuda– le pido y ella asiente pero en ese momento Bella tose y expulsa el agua de sus pulmones.

– Ve a mi casa por ropa por favor, le quedará chica pero algo es algo– le pido a Leah quien ve con desagrado a la chica pálida tendida en la arena pero acepta mi petición. Seguramente ella la hubiera dejado ahogarse.

Bella se incorpora lentamente y pone una cara de dolor mientras se lleva la mano a la nariz.

– ¡Ah, mi nariz!– se queja sonoramente.

Acto seguido me observa y es entonces cuando estalla en llanto.

– ¡¿Por qué siempre arruinas todo?!– me grita hecha un mar de lágrimas, que indignante.

– Oye, ya basta. Estoy harta de ti, necesitas ayuda urgente. ¿Por qué carajos te lanzaste? Voy a llamar al psiquiátrico, loca.

– Quería que Edward viniera a mi, me he equivocado tanto. Por el dolor y la venganza lo perdí, igual a Jacob, perdí al amor de mi vida y a mi mejor amigo para siempre.– respondió llorando desconsolada y abrazando sus piernas.

— ¿Y ves a Cullen aquí? No, ¿Jacob está aquí rodeándonos con sus molestas preguntas? Tampoco, ¿Los sexys Cullen vinieron a tu rescate? Menos– respondo enojada por su actitud demente– estamos solo tú y yo; Bella, honestamente te aborrezco, eres todo lo que odio en persona, pero jamás dejaría que murieras, no soy una asesina, ni siquiera por omisión.

– Por eso ellos te prefieren a ti– respondió llorando.

Boom, eso no lo esperaba.

Pasaron varios minutos en los que la chica no dejó de llorar, como limpiándose de adentro hacia afuera. Me sentía profundamente incómoda al verla, no sabía como reaccionar pero no tenía el corazón para dejarla sola.

Fue en ese momento en el que me di cuenta que Isabella Swan se sentía sola a pesar que tenía a sus padres vivos, un novio dispuesto a todo por ella y un mejor amigo genial. Era tan poco amor en ella misma lo que le había hecho actuar de esa manera tan fría y egoísta, la inseguridad y la tristeza hace que te conviertas en alguien horrible. No disculpaba sus horribles acciones pero podía entenderlas.

Nada de eso justificaba lo maldita que había sido pero, en ese momento, ella necesitaba con quien desahogarse y yo estaba ahí, la salvé de ahogarse por una razón.

– Bella...– pongo una mano con dificultad en su hombro, como si me quemara– debes dejar de actuar como una maldita loca, no es sano para ti ni para nadie.

– Necesito salir de este pueblo... No quiero nada sobrenatural en mi vida, ya no...– reconoció Bella diciéndolo con los dientes apretados y siguió llorando, palmeé su cabeza (o lo intenté) en un incómodo gesto reconfortante.

– Tu padre no puede verte así, merece tener una vida plena y tranquila después de tanto.– respondo y ella asiente aún con lágrimas en los ojos.

– Si... Dios, lo he arruinado tanto. Hablaré con él y con mi mamá, ambos merecen que yo sea una mejor persona. ¿En qué demonios estaba pensando en dejarlos? También intentaré hablar con Edward y los Cullen– dice con voz triste más para ella misma que para mi y con mocos saliendo de su nariz, ew.

– Exacto, ese chico merece serlo al igual que toda su familia, no vuelvas a hacer algo que lo afecte a él o a los que ama, han pasado por mucho, ¿No crees?– mencioné recordando lo que Edward me había hablado de ciertos vampiros italianos superpoderosos, Bella era muy capaz de ir con ellos y causarles la muerte a los Cullen por obtener la inmortalidad.

Esta situación era de lo más bizarra, yo consolándola a ella cuando hace unos días quería ahorcarla, pero Bella colapsó enfrente de mi y portándome como perra no iba a poder ayudarla. Pronto llegó Leah con ropa que Isabella Swan se puso encima para calentarse y no morir de frío.

Mientras ella se cambiaba en su camioneta horrenda, no podía dejar de pensar en lo mucho que había llegado a querer a Edward como amigo, sinceramente salvé a Swan por él, por el dolor que le causaría su muerte pese a estar totalmente decepcionado de ella. Además pensé en lo estúpidamente afortunada que era Bella al tener a sus dos padres con vida, quiénes sin duda sufrirían toda su vida por la pérdida de su hija, aunque su hija fuera una completa idiota.

Tuve que acompañarla hasta su casa para asegurarme de que su única neurona funcionara para conducir, cuando nos detuvimos sobre la calle, volteó a mirarme; sus ojos lucían tristes y los enmarcaban ojeras pronunciadas.

– Sabes...– dijo de repente– no eres una peste tan mala después de todo, me alegra de que Jacob te tenga.

– Gracias, supongo– respondí incómoda– lo de Jacob y yo se acabó, por cierto.

– Que idiotas, se veían bien juntos, en fin– responde amargamente y frunce el ceño.

No respondo, así que ella vuelve a hablar.

– Gra...– se interrumpe y suspira apretando el volante, como recordando que se trataba de la chica a la que odiaba, que curiosamente también le había salvado su inexistente culo varias veces– gracias por salvarme.

– Estabas en mi reserva, además no lo hice cien por ciento por ti, Edward Cullen me importa demasiado y créeme, si le haces daño de nuevo, te arrepentirás.

Bajé de su camioneta y me adentre en el bosque, pensando en que probablemente sería la última vez que veía a Isabella Swan y para ser sincera, me sentía en paz conmigo misma por haberla ayudado.

– Así que te vas este fin de semana– dice Edward mientras yo estoy caminando sobre un tronco tirado en el bosque, en el territorio neutral del tratado.

– Yey, Papá nos llevará a Leah y a mí a ver un departamento cerca de la Academia, nos mudaremos juntas.– contesto sonriendo sentándome en la raíz de un árbol.

– Me alegra que estés cumpliendo tus sueños, mis hermanos y mis padres mandan felicitaciones– Edward contesta con su voz sedosa.

– No me gustan las despedidas pero...– saco de mi bolso un paquete envuelto en papel kraft amarrado con un listón– es para ti, regalo de despedida, me dió flojera envolverlo.

– No era necesario– declaró Edward divertido y lo abre, en él encuentra una retrato en acuarela de mamá que hice cuando tenía doce años, junto con una foto de ella y una copia casi exacta del libro de historias de mi madre.

– El libro lo hice inicialmente como proyecto escolar pero eso era plagio, es casi igual al que hizo mamá, además de un obsequio para ti, sé que al doctor Cullen le agradará conocer más información de los Quileutes, solo dile que no le diga a Sam, cosas de la manada, tú sabes.

Edward sonríe como un niño pequeño, lo cual me enternece.

– Gracias, yo también tengo algo para ti – Edward me entrega una gran bolsa de regalo, lo abro y suelto un gritito.

Era mucho, mucho material de arte. Pintura, pinceles, blocks, acuarelas.

– ¡Joder! No puedo aceptarlo– río emocionada y niego– ¡Qué carajos! Por supuesto que voy a quedarmelo, gracias.

Observo el fondo de la caja y veo una memoria USB en forma de lobo, lo miro alzando una ceja.

– Es una canción que le compuse a Helena cuando nos conocimos, no volveré a tocarla nunca, por eso hice esa grabación para que la escucharás, el detalle del lobo fue idea de Alice.

No puedo evitar abrazarlo y suspirar de nostalgia temprana, no sabía si lo vería de nuevo alguna vez. Dejar Forks no solo significaba dejar mi hogar y a papá, también ese mundo paranormal en el que estaba más que metida y Edward Cullen era parte de él. Las despedidas no me gustaban en lo absoluto, no estaba lista.

– No estoy preparada para decir adiós a esta vida, aún no, no quiero olvidar– le confieso.

– Nunca se está, yo mismo tuve que despedirme de Bella hace un par de días. Fue a vivir con su madre y pese a todo, tengo fe en que será feliz, además está recibiendo tratamiento psicológico.

Y Bella sí que lo necesitaba

– Además...– continúa Edward– y tú y yo estaremos en contacto, hace mucho tiempo pensaste que desperdiciamos nuestra inmortalidad y creo que tienes razón por lo cual se lo comenté a mi familia y decidieron hacer algo al respecto: Emmett y Rosalie han decidido ir a lugares donde los niños son grupos vulnerables, Rose ama a los niños y será implacable para mantenerlos a salvo; Jasper y Alice ayudarán a neófitos perdidos y desorientados; Esme y Carlisle tomarán una luna de miel y después, Carlisle ayudará a pacientes con enfermedades terminales.

Una idea se me vino a la cabeza y sonrío ampliamente.

– ¿Tu padre sabe de algo de cirugía estética?

– No mucho, pero conoce a varios de los cirujanos más importantes del mundo, ¿Por?– pregunta Edward y le muestro mi idea de una cirugía para el rostro de Emily, la prometida de Sam.

– Se lo comentaré a mi padre, aunque no se si Sam acepte nuestra ayuda– Edward hace una mueca.

– Sam haría lo que fuera por Emily, pero confío en que serán más que creativos para que su intervención sea secreta.

– Es un gesto muy noble de tu parte, pero deja de pensar en cómo nos pagarás. Carlisle tiene tanta bondad que sería incapaz de cobrarles nada. Hablaré con él y estoy seguro de que aceptará sin pensarlo.

– ¿Y tú qué harás ?– pregunto realmente conmovida por lo que me ha dicho pero preocupada por su futuro.

– Un tiempo, quiero viajar y tengo la impresión de que aún queda mucho camino por recorrer. Mi hermana Alice tuvo una visión y, aunque sus visiones cambian, creo que esta vez no será así– dice en un tono misterioso que me hace sonreír.

– Ese tono me agrada. Te extrañaré– le confieso con un poco de melancolía y lo rodeó con los brazos.

Fue un abrazo extraño, como abrazar una escultura de piedra que te responde al abrazo.

– Y yo a ti, es duro ver partir a mi única amiga.

Y yo ya estaba llorando. No quería olvidar todo lo que pasó en los últimos meses: me había convertido en lobo, me hice amiga de un vampiro, asesiné a un par de vampiros malos y me volví a enamorar de mi único y primer amor; pero sobre todo, creo que me había convertido en una mejor persona. La vida se trataba de un constante movimiento y tenía que seguir adelante, aunque me fuera con el corazón roto.

Además me llevaba a cada persona a mi alrededor, se quedarían conmigo en la raíz de mi ser, cada uno formaba parte de mi familia, familia que defendería sin pensarlo dos veces.

Jacob era la última pieza de mi rompecabezas, aún estaba profundamente dolida por su traición, pero no quería irme sin despedirme de él, por eso lo cité el día en el cual me iría a Seattle por la mañana.

Veía como las furiosas olas rompían y el agua alcanzaba mis pies descalzos sobre la arena; lo sentí llegar y suspiré, había postergado esta plática lo más que pude pero era el momento.

– Deni.

¡Oh mierda! Definitivamente no estaba preparada para esto.

– Hola Jacob, ¿Quieres caminar?– pregunté girándome para mirarlo, él asintió.

Caminamos un par de minutos en completo silencio. No puedo evitar recordar cómo eran nuestros días en la playa, lo feliz que me sentía en aquella época.

Sin duda mis días más felices habían sido con ese baboso.

– Así que... Hoy es el día– dice nervioso con voz temblorosa.

– Yep, hoy Leah y yo nos vamos, en unas horas– respondo mirando el mar y muerdo mis labios internamente para no llorar.

Jacob se quedó callado y aprovecho para echarle una mirada furtiva. Lucía igual de bien que siempre pero en sus ojos no se veía esa alegría natural que poseía.

– Te voy a extrañar, a penas y puedo pensar en eso sin que quiera detenerte– dice de repente tomando mi mano, en la cual no está la pulsera que me obsequió.

– Ni lo intentes porque no lo haré, estoy demasiado feliz con la idea de cumplir uno de mis sueños– respondí ante su inesperado ataque de sinceridad.

– ¿No hay algo que te haga cambiar de idea?– cuestionó él.

– Nop, ademas no tengo que ser yo la que debería sacrificarse esta vez, creo que ya lo hice y fue un error– respondí mirándolo directamente.

– Ya se que lo arruiné, pero no quiero que te vayas odiándome, ya ni siquiera usas tu brazalete– la voz de Jacob se quiebra y mis ojos comienzan a arder.

– No seas tonto Jake, no te odio. Me dolió mucho lo que pasó con Swan pero no me voy toda amargada llena de resentimientos, te perdono.– mi voz era firme porque las decisiones que tomé fueron las mejores.

Jacob me abraza y cubre mi cuerpo con el suyo, coloca sus labios en mi cabello y yo me permito perderme en su abrazo.

Era muy probable que no regresáramos a ser una pareja como tal, él en Forks y yo en Seattle, aún había heridas que sanar por parte de ambos, era también probable que él encontrará a su imprimación así como yo encontrará a mi alma gemela en esa gran ciudad. Pero todos estos razonamientos eran puestos a un lado cuando lo sentía cerca, lo amaba tanto... Con él se quedaría una parte importante de mi vida, una parte que estaba aprendiendo a darme cuenta que tenía que quedarse en la reservación, en La Push.

Pequeñas gotitas de agua salada salieron de mis ojos, tenía tantas ganas de quedarme ahí, en sus brazos, pero la realidad era otra. Mi confianza en él se había roto y tendría que pasar mucho tiempo para que volviera a creer en él y en sus supuestos sentimientos hacía mi.

– Voy a luchar por ti hasta que mi corazón deje de latir, así pasen cien años, lucharé por tu perdón– la voz de Jacob llega a mis oídos y más lágrimas salen de mis ojos.

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