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Capítulo doce

Mierda, mierda y más mierda.

Mucho tiempo, después de mi primera transformación, me había preguntado si existiría un dolor más grande que ese. Personalmente lo dudaba, la fiebre, los espasmos, el dolor, todo eso se conjuntaba hasta crear el peor de los dolores que yo había sentido.

Esto era algo diferente, era un dolor que neutralizaba, que te congelaba en tu lugar sin posibilidad de defenderte.

En ese momento lo supe, supe que Isabella Swan causaría que Edward Cullen y Jacob Black se matasen el uno al otro. Puede que ella quisiera eso, que ni siquiera le importaba las consecuencias de sus malditas acciones. Pero yo no quería verlo, preferiría largarme de Forks para siempre sin mirar atrás.

Jacob tomaba de la cintura a Isabella acercándola más a él mientras se besaban como si la vida dependiera de ello. Estaba segura que en ese beso se estaban confesando, confesando los sentimientos que no habían tenido tiempo de confesar. Se separaron por unos segundos y Bella se acercó de nuevo para volver a besarlo.

Tuve que desviar mi mirada, oculta entre los árboles cubiertos por la nieve de la tormenta de anoche.

– Jake yo...– Bella no pudo concluir su frase.

¿Qué mierda me pasaba? ¿Por qué carajos no podía moverme y largarme de ahí? Estaba congelada, no podía moverme. Era como si mi propio cuerpo me obligara a observarlos, como si yo misma me dijera: mira estúpida, míralo con tus propios ojos.

– Tengo que irme, necesito ver a Denahi. Esto me acaba de aclarar la cabeza– contestó Jacob con tono que no logro descifrar.

Al carajo.

Doy unos cuantos pasos saliendo de la protección que los árboles me daban hacía ellos y les gruño amenazante, ambos me miran sorprendidos. Por cómo me sentía ahorita, me sentía capaz de hacerlos pedazos a ambos sin ningún tipo de remordimiento.

Jacob y Bella me ven asustados mientras se alejan el uno del otro. Jacob me ve profundamente arrepentido, se ve reflejado en mis ojos e intenta acercarse a mi.

En ese momento recupero mi voluntad junto con la movilidad de mi cuerpo y me largo de ese maldito lugar.

No corrí mucho antes de que una satinada voz me llamara con urgencia. Era Edward, quien estaba detrás de mí mirándome con cautela.

– Denahi, no te haré daño– Edward extiende su mano hacía mí con mucha cautela y lentitud.

Solo bastó esa pequeña frase para que yo colapsara. Aullé como señal de lamento, no iba a llorar pero al ver la mirada dolida del vampiro no pude contenerme de soltar algunas lágrimas.

– No te vayas, no así. Pronto iniciará la pelea y me preocupa que vayas con ese estado de ánimo.

– Me quedaré aquí– le respondo mentalmente.

Edward se sienta sobre una roca para mirar las montañas y yo me recargo en él, haciendo lo mismo; tengo que ignorar su efluvio molesto y picoso en mi nariz. Un par de idiotas con el corazón roto, eso éramos, unos idiotas por creer en la persona equivocada. Yo podría recuperarme en cuestión de tiempo, estaba segura pero, ¿Y él?; Ya había perdido a mi madre, su primer amor, y ahora esto. Definitivamente él estaba más jodido que yo.

Edward ríe sin ganas, seguramente de escuchar mis pensamientos y niega con la cabeza.

Se levanta y me mira.

– Está por comenzar, no te alejes. Solo quiero que si las cosas se ponen difíciles, debes huir, si te digo que te vayas, te vas. Me he prometido a mi mismo mantenerte viva, se lo debo a tu madre– dice firmemente y asiento digiriendo sus palabras.

Edward se dirige al campamento y le otorgué unos minutos de privacidad con Bella.

Dejaríamos este dramón para después, si es que existía un después.

Me concentro lo suficiente para alcanzar a escuchar los pensamientos de los chicos a varios kilómetros de ahí, los notó emocionados y ansiosos. No escucho el pensamiento de Jacob, lo cual me genera una pizca de alivio.

– Tú y yo nos arreglaremos después Coleman, desobedeciste mis órdenes, las órdenes de tu Alfa. Después tendré tiempo para ti, ahora todos concentrados, ya vienen– ordena Sam y los demás responden con un aullido.

– Cuidate mucho Deni, no hagas nada estúpido– se despide Leah de mi, le muestro en mi mente una imagen de nosotras dos jugando en la playa cuando éramos pequeñas.

Llegó al claro donde se encuentran Bella y Edward hablando no sé de qué, ignoro a la primera y me acerco al lector de mentes.

– Ha iniciado.

Observó en la mente de mis hermanos la posición de los Cullen. Jasper junto a su pareja, la pequeña Alice, al frente. Todos los demás a un paso atrás de él. Todos tienen una cara de concentración absoluta.

Los neófitos entran al campo y los Cullen llegan a su encuentro. El primer contacto hace que me sobresalte, suena como un accidente de auto en el cual no queda nada más que chatarra.

Emmet y Jasper son feroces, más el primero quien no se mide en su fuerza a la hora de atacar, Jasper realiza ataques pulcros y ordenados. Alice Cullen es extremadamente rápida y hace maniobras dignas de una gimnasta olímpica; los padres de Edward, Carlisle y Esme, lo hacen en pareja, complementándose de manera espectacular.

Mis hermanos entran liderados por Sam al campo sorprendiendo a los neófitos que estaban cerca; Paul y algunos otros se la están pasando de maravilla destrozando vampiros con sus dientes. Leah también es rápida y certera, no deja que los neófitos se levanten y acaba con ellos de una vez.

Segundos después escucho los pensamientos de Jacob, quien llega agitado al campo.

– Jacob acaba de llegar– dice Edward en voz alta.

– ¡Busquen a la pelirroja!– les grité a los demás puesto que Victoria no se había aparecido hasta el momento y no había rastro de ella.

La escena era digna de una película de terror, todo era gruñidos, gritos y ese maldito sonido del cristal romperse cuando destruyen a un neófito. Los Cullen y los Quileutes trataban de no estorbarse los unos a los otros, incluso Paul y Emmett acabaron conjuntamente con varios neófitos.

Jasper se estaba encargando de supervisar y vigilar a cada uno de ellos, era impresionante la forma en la cual estaba acabando con los vampiros recién nacidos; Embry era atacado por uno de ellos que lo había logrado tirar, Jasper aparece y se lo quita de encima.

– ¿Alguien ha visto a la pelirroja?– pregunta Sam.

– No olviden al otro tipo, al que entró a casa de Bella, no lo he visto por ningún lado– respondo ansiosa.

– No están aquí, no los huelo– responde Quil mientras acaba con una neófita que tenía enfrente.

– No aparecen ninguno de los dos– interviene Leah.

¿Y si toda esa horda de vampiros era una distracción para que ellos dos llegaran aquí?

Victoria sabía de lo protector que era Edward, al no verlo en el campo sabría que estaba con Bella, seguir su olor sería fácil para dar con ambos.

– ¿Algún herido?– pregunta Bella sacándome de mis pensamientos.

El rostro de Edward se transforma en una máscara angustiada quien me mira directamente.

He acertado, Victoria viene para acá.

– Ella ya viene, escucho sus pensamientos. Ella lo sabía, lo sabía todo, captó mi olor. Sabía que no te dejaría sola– masculló Edward a toda velocidad.

– Nos encontró– Bella se esconde detrás de Edward.

– ¡Corre Denahi!– me ordena Edward y yo obedezco.

Capté el efluvio inmundo de Victoria que hace que tenga ganas de vomitar pero también siento en de alguien más, había una segunda persona con ella y mi cabeza no tiene que trabajar mucho.

El intruso de la casa de Bella, el rompecabezas estaba completo.

Edward tenía oportunidad frente a la pelirroja, podría acabar con ella, con dificultades pero podría, pero al haber un segundo vampiro las probabilidades de sobrevivir eran mínimas.

– Victoria apareció con el intruso– informé con voz neutra a los demás, estaba pensando a toda velocidad mientras corría por el bosque, alejándome del peligro como me lo había pedido Edward.

– Ven aquí Coleman, enviaré a alguno a cubrirte en unos minutos– me ordenó Sam Uley.

Pero Edward y Bella no tenían ese tiempo, morirían si no tenían ayuda pronto.

Si los dejaba estaban muertos, eso era seguro. ¿Pero, qué iba a poder hacer yo? La angustia y el miedo se apoderaba lentamente de mi.

Pensé en las personas que realmente me importaban en este mundo, en primer lugar estaba por supuesto mi padre, con su amor y su optimismo absoluto, mi dulce madre que había sido una guerrera en toda la extensión de la palabra. Después estaban los Clearwater: Leah, Seth y sus padres, quienes se habían convertido también en míos. Pensé en Jacob, quien, aunque acababa de machacar mi corazón, también lo había hecho volar por primera y única vez. Recordé a mis hermanos Quileutes y al final encontré, curiosamente, a Edward Cullen, el amigo más improbable que había tenido alguna vez.

No lo iba a dejar solo, tal vez Edward había prometido mantenerme a salvo pero yo también había hecho promesas y él ahora estaba incluido en ellas.

Escuché el grito ahogado de Jacob seguramente al escuchar mis pensamientos, pero no había nada ni nadie que me hiciera cambiar de opinión.

Te quiero Jake.

Detuve mi carrera haciendo que mis patas se enterraran en la tierra, sonreí internamente mientras giraba de nuevo con rumbo al campamento.

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