➛ ❪ 01 ❫ 'Condenados'
▌CAPÍTULO UNO :
❜𖥻...𝙲𝚘𝚗𝚍𝚎𝚗𝚊𝚍𝚘𝚜...𖥻❛
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𝓐𝕦𝕣𝕠𝕣𝕒 𝓕𝕝𝕒𝕟𝕒𝕘𝕒𝕟 :
¿Había alguna forma de escapar del destino?
Sentí mi garganta cerrarse fervientemente mientras me hacía aquella pregunta con demasiada ingenuidad.
Había momentos en los que deseaba hundirme en el mar hasta la desconocida profundidad y permanecer ahí, sin nada más que el sonido del agua a mi alrededor. La brisa de verano agitó mi cabello con vehemencia y me arrastró hasta la orilla del mar dentro de mi imaginación. En cuánto abrí los ojos, el paisaje ante mí era igual de reconfortante que una sopa de ostras luego de un día agotador; sin embargo, nada parecía ser lo suficientemente bueno como para hacerme olvidar la razón por la que había escapado de casa durante el desayuno. Recordar el rostro pálido y estupefacto de mi abuela durante el anuncio, me provocó la sensación de que clavaban una estaca en mi corazón, no una, sino tres veces, sin piedad alguna. Y como si eso no hubiese sido todo lo que faltaba para que corriera a ahogarme en mis propios pensamientos, Finnick se había encerrado en su baño sin decir ni una palabra. Lo único que pude escuchar antes de dejarlo solo, fue el agua fría de la bañera corriendo, seguramente, hasta cubrir su cuerpo entero.
Condenados. Siempre lo habíamos estado.
Escuché una pequeña piedra caer al suelo cerca de mí. Cuando volteé la cabeza a un lado, me encontré con un grupo de niños a unos metros de donde yo estaba, jugando algún tipo de juego en el que competían por lanzar piedras sobre el agua y hacerlas rebotar tantas veces como pudieran. Una sonrisa se dibujó instantáneamente en mi rostro al recordar los tiempos en los que Finnick y yo, siendo adolescentes, pasábamos nuestros ratos libres de la misma forma. Y recordé, también, nuestra inocencia. Una inocencia que se había deteriorado con el tiempo... y por el constante arrebato de la posibilidad a tener una vida normal.
Regresé la vista al frente y sentí cómo la arena se aglomeraba alrededor de mis pies, creando la impresión de estarme raspando la piel, mientras varios granitos de arena terminaban enterrados debajo de mis uñas. El ácido de mi estómago subió velozmente hasta mi garganta, provocándome enormes ganas de devolver el poco desayuno que había ingerido.
De repente, además del cansancio constante de mi cuerpo con el que comenzaba a familiarizarme poco a poco, me sentí agotada a nivel mental. Pensar todos los días a cada hora sobre las desgracias empezaban a cobrarme factura. Finnick era mejor en eso que yo. Podía manejar su preocupación y, aunque muchas veces me convencía de que se debía a mi propia imaginación, Finnick no parecía tener mucho interés en tomar conciencia sobre lo que podría estar ocurriendo fuera de nuestro distrito o del Capitolio. Podría ser una respuesta a los traumas tan intensos a los que fue expuesto desde niño; sin embargo, a veces pensaba que ignorar aquellos problemas —por muy reales que fueran—, era su forma de no caer en una tristeza abismal a la que la mayoría no pudo resistirse a lanzarse de cabeza o a clavar sus uñas en cada rincón luchando por escapar de un destino infernal para perder de igual forma.
Me recosté encima de la arena, escuchando las olas del mar y un par de aves, mientras me sumergía en recuerdos sobre mis padres. Al menos, aún podía recordar sus caras, y lo único que pude agradecer fue no haberlos visto el día de sus muertes ni el día siguiente; mi memoria solo guardaría sus sonrientes y radiantes rostros durante toda mi vida.
[...]
—No dejaré que Annie ni Mags vuelvan a pasar por eso —solté de forma decidida. Finnick estaba sentado en la punta de mi cama con sus ojos verdes mar atentos en mí, apenas podía percibir su respiración. Me acomodé bajo el umbral de mi ventana mientras acariciaba delicadamente una hermosa piedra blanca que había traído de la playa—. Solo puedo imaginarme los ojos aterrados de Annie y, aunque sé que mi abuela no demostrará su pavor, jamás dejaría que se la llevaran. Suficiente he perdido. Además, todos sabemos que tengo más posibilidades...; aunque decida no luchar contra nadie más —añadí.
Al fin lo escuché soltar un resoplido nasal y luego una risa corta, como si hubiese dicho algo completamente fuera de mis cabales. Volteé la cabeza hacia él y lo miré con total seriedad. Supongo que eso le confirmó la seguridad de mis palabras porque enseguida su piel dorada perdió una pizca de color.
—Son los Juegos, Aurora. —Cuando me llamaba por mi nombre, significaba que hablaba en serio. Tampoco necesitaba que hiciera eso, con solo verle el rostro, me dejaba en claro que no le había agradado en lo absoluto mi comentario—. Dentro de la arena no eres simplemente una persona, eres una apuesta; si quieres vivir, los patrocinadores lo hacen posible. Si no luchas contra nadie, ¿no crees que se aburrirán de ti y te querrán muerta?
Guardé silencio por un par de minutos mientras Finnick aún me observaba acariciar una piedra con curiosidad.
Cuando se puso de pie y caminó hasta detenerse frente a mí, alcé la mirada hasta encontrarme con sus ojos. Le hice un pequeño lugarcito para que se sentara a mi lado, y cuando lo hizo, apoyé mi cabeza en su hombro despacio. La luz del fuerte sol quemaba con fuerza nuestras espaldas y vislumbraba mi cuarto entero. Tuve que cerrar mis ojos un momento cuando volví a ver el cielo detrás de mí, en busca de que los rayos del sol me reconfortaran al menos un poco. Al regresar la mirada, me percaté de que Finnick había acercado una de sus manos hasta mi regazo y había estirado sus dedos hasta la piedra blanca. Empezó a brindarle caricias de un modo más delicado a como yo lo había estado haciendo, como si se tratase de un gato gordo y peludo que añoraba desde hacía tiempo.
—Como tu ex-mentor, lo repetiré: "Sobrevivir, eso es todo lo que te queda por hacer de ahora en adelante" —citó, como si aquellas palabras se hubiesen clavado en su memoria del mismo modo en que lo hicieron conmigo—. Y como tu mejor amigo, solo diré que desde que te conozco soy incapaz de planear un futuro sin visualizarte en él.
Una especie de nerviosismo recorrió todo mi cuerpo al oír sus últimas palabras. La comisura de mi boca se curvó temblorosamente de forma involuntaria mientras Finnick se volvía a enderezar.
El recuerdo de aquel día vagó por mi mente.
Las suaves caricias que dejó encima de mis mejillas con sus bronceados dedos provocaron un efecto inmediato en mí. Los vellos de todo mi cuerpo se erizaron y mi pecho dejó de apretar con demasiada fuerza. El alivio fue casi instantáneo; sin embargo, no fui capaz de controlar el notable temblor de todo mi cuerpo. No entendía si lo provocaba el frío del lugar o si era debido a la ropa que estaba hecha con algún tipo de tela delgada.
Cuando Finnick se dio cuenta, enseguida me rodeó con sus brazos por encima de mis hombros. Respiré profundamente y me animé a sacar fuerza de lo más profundo para poder rodear su cintura con los míos, pese a sentirme enteramente débil para hacerlo. Además de mi familia, Finnick era el único que podía reconfortarme mediante sus abrazos, como si, de algún modo, fuera capaz de quitarme el dolor y, al mismo tiempo, regalarme parte de su fortaleza. Se sentía mágico, casi imposible.
Se separó un poco y pegó sus labios en mi frente con cuidado. Tuve que cerrar mis ojos por unos segundos cuando mi corazón volvió a acelerarse de forma aún más violenta que antes. «Creí que había logrado calmar mis nervios», pensé. Extrañamente, se sintió diferente.
—No sientas pena por ellos, no te lo agradecerán, solo lo verán como una debilidad y lo usarán como ventaja. Haz lo que debas hacer, nadie nunca te juzgará por ello. Somos del 4, siempre esperan un espectáculo. Sobrevivir, eso es todo lo que te queda por hacer de ahora en adelante. Sea cual sea el resultado, vivir siempre ha sido un privilegio —habló como si estuviese enumerando una especie de reglas que debía seguir al pie de la letra. Se alejó aún más y apoyó ambas manos en mis hombros. Sus ojos parecían tener la intención de penetrar hasta mi alma y, de algún modo, lo logró—. No te quiero muerta, pero si el hecho de respirar te mata por dentro, prefiero que dejes de intentarlo.
Respiré hondo y asentí con la cabeza varias veces, aunque no estuve segura de entender a lo que se refería con la mitad de lo que dijo.
Finnick me sostuvo del rostro con sus manos y apoyó nuestras frentes mientras ambos cerrábamos los ojos. Sentí que su aliento chocaba con el mío debido a la cercanía de nuestros labios. Por un momento, tuve la impresión de que él estaba luchando contra alguna especie de instinto porque su respiración era irregular y el agarre de sus manos era cada vez más fuerte. Abrí mis ojos un poco y justo vi el instante en que se relamió los labios. Ni siquiera me percaté de que yo también estaba acercándome a él poco a poco, como si nuestros labios fuesen imanes. Alcé la mirada y Finnick abrió sus ojos ligeramente. Noté que en ellos había cierta desilusión, pero luego, solo hubo un alivio inminente.
—Te quiero, Rory —susurró cerca de mi rostro.
Apoyé mi mejilla en su pecho rápidamente y lo abracé con fuerza.
—Gracias por todo, Odair —murmuré completamente agradecida.
©-GIMEVERLARK-
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