11.- 𝗜𝗡𝗖𝗘𝗦𝗧



A veces, lo que más deseamos en el mundo es lo que tenemos enfrente pero no nos damos cuenta, y eso los hermanos Blythe lo sabían muy bien, desde una temprana edad, ambos habían perdido a su madre quedando así al cuidado de su padre, John Blythe, les había brindado una buena educación y siempre trató de darles todo su amor, se encargó de enseñarles lo que está bien y lo que está mal, tener y dar respeto, todo lo que un buen padre haría, desafortunadamente, una fría tarde de invierno, cuando los gemelos regresaban de sus clases, la señora que se encargaba de cuidar a su padre cuando ellos no estaban, les dio la terrible noticia de que su progenitor había fallecido.

Preocupado y agitado, el mayor de los Blythe entró corriendo a su residencia en busca del cuerpo inerte de su padre, con lágrimas en los ojos, cayó al piso de rodillas. Por otro lado, la hermosa pelinegra se encontraba agradeciendo a la amable anciana que se ofrecía a cuidarlo, le pagó por haberles ayudado y con toda la impotencia del mundo, dejó salir un grito desgarrador lastimándose la garganta, deslizándose por la pared hasta llegar al suelo y llorar abrazando sus piernas.

Habían pasado días desde aquel terrible suceso, la noticia estaba en boca de todos y ambos azabaches fingían una sonrisa de que todo estaba bien, Gilbert se mantenía serio y _____ creía que si seguía poniendo buena cara, se volvería loca. El funeral de John Blythe llegó, muchos amigos de la pequeña familia, entre ellos Los Cuthbert, asistieron al entierro. Su mejor amiga, Diana y la nueva pelirroja del pueblo, consolaron a la bella chica de ojos verdosos. Anne decidió también tratar de consolar al hermano de la que ella considera su amiga. Saliendo de la casa muy bien abrigada y a pasos acelerados, alcanzó al azabache.

—¡Gilbert! —comenzó a caminar a un lado de él, jadeando debido al frío—. Fue un funeral bonito, me pareció que vino al caso, todo estaba tan... blanco y tranquilo —volteó a verlo—. Siempre me ha parecido que el ministro sermonea con un tono melancólico, quedó muy bien —hizo una pausa, suspiró—. Los bautizos deben sonar terribles...

Gilbert parecía ignorarla, sin embargo, Anne estaba decidida a hacerlo sentir bien, en realidad, nuca se le pasó por la cabeza que, a diferencia de su hermana, él prefería estar solo.

—Ser huérfana tiene desafíos, pero ustedes tienen muchas ventajas, ¡Van a estar mejor que yo!— jadeó―Y... yo no, conocí a mis padres, murieron cuando yo era una bebé y no pude valerme por mi misma como ustedes —Gilbert aceleró su paso―. Y... yo no recuerdo como eran mis padres, pero ustedes siempre van a poder recordar a su padre, y bueno, ya que lo piensas, tienen mucha suerte... —el ojiverde detuvo su paso y la miró a los ojos.

—¿Crees que tenemos suerte? —alzó una ceja.

—Comparado conmigo, sí —sonrió.

—¿Y en esto qué tienes que ver tú? —la expresión de la pelirroja cambió. 

—No, no, nada... yo solo...

—Adiós.

Días más tarde, los gemelos Blythe habían estado más juntos que antes, una noche, Gilbert había escuchado unos sollozos provenientes de la cocina, al ir, se encontró con la imagen de su hermana llorando en la mesa, al verla tan vulnerable, su corazón se achicó y corriendo se acercó a ella tomándola en brazos.

—Por favor... —pidió—. Por favor, no me dejes sola, no te vayas de mi lado, tu no, ¡Promételo! ―un sollozo escapó de su boca, Gilbert dejó de acariciar su sedoso cabello y con sus manos tomó las mejillas húmedas de la chica y comenzó a depositar pequeños besos alrededor de todo su rostro probando las lágrimas saladas que resbalaban de las sonrojadas mejillas de su clon mujer, besó su respingada nariz roja y juntó sus frentes. 

—Lo prometo ―la miró a los ojos y un sentimiento extraño se hizo presente en ambos, un deseo por parte de los dos se emitía en sus iris, sin pensarlo y por impulso, juntó sus labios probándolos por primera vez, aquellos rosas y carnudos labios que su gemela poseía heredados de su madre que tanto había deseado saborear. Se separó rápidamente de ella, mirándola asustado por como vaya a reaccionar, no obstante, lo tomó del cuello para volver a besarlo, acariciaba con delicadeza sus mejillas y probaba con su lengua sus dulces labios. El mayor sujetó con fuerza sus caderas y la levantó haciendo que su hermana enredara sus piernas en su cintura, caminó con ella hacía su habitación y con cuidado la recostó en la cama.

Comenzó a deslizar sus bragas hacia abajo y con su vista fija en los ojos de la azabache, besó el interior de sus piernas, subiendo poco a poco hasta sus muslos, se separó de ella para desatarse el nudo de su pantalón de dormir y se subió encima de ella sin llegar a aplastarla, restregaba su erección contra su clítoris hinchado, chupó dos de sus dedos y con lentitud paseaba sus dedos por la vagina de la chica que estaba debajo de él, tomó su miembro y con suavidad se introdujo en ella creando una sensación placentera.

Sus pieles haciendo fricción, el ambiente cálido, los gemidos y jadeos que ambos ojiverdes soltaban y el sonido que hacía la cama de la menor de los Blythe gracias a las embestidas que cierto pelinegro proporcionaba. Puso una de sus piernas en su hombro mientras que la otra apretaba su cintura, sujetaba con firmeza su cadera acercándola más a él, veía como la mujer a la más amaba se retorcía del placer, arqueaba su espalda y gemía altamente cuando el ruloso acariciaba su clítoris, de vez en cuando se acercaba a su cuello y depositaba besos. Minutos después, ambos encontraron el mayor placer llegando juntos al orgasmo, se dejó caer a un lado de ella respirando agitadamente, pudo observar como el pecho de su hermana subía y bajaba debido a la aceleración, pasó su brazo por su pequeña cintura y se quedó dormido junto a ella.

Pasaron varias semanas desde lo sucedido y a pesar de que no se había vuelto a repetir, su amor como hermanos ya no existía, se veían con otros ojos y se sonrojaban cada vez que estaban juntos. Hubo una vez en donde estaban por volver a hacer lo de aquella noche, pero se vio interrumpido por Anne, Diana y Ruby quienes les llevaron un pastel de carne y la pelirroja aprovechó para disculparse por abrir su gran boca el día del funeral de su padre.

Un día que fue a comprar suministros para el mes, se topó con su gemelo saliendo de su casa, llevaba consigo una pequeña maleta y un abrigo negro que le proporcionaba el calor suficiente para no pasar frío. 

—¿Gilbert? —preguntó—. ¡Gilbert! ¿A dónde vas? —su ceño se fruncía cada vez más.

—Lo siento, pero no puedo, ya no puedo —negó, su voz sonaba apagada y tenía un golpe en el pómulo derecho, se había peleado con Billy por defender a su hermana y su padre que en paz descanse.

—¿De qué hablas?

—Me voy ―los ojos de la menor de los Blythe se empezaron a cristalizar.

—¿Qué, por qué? Gilbert, ¿Por qué te vas? —su voz salió en un hilo.

—Necesito alejarme de todo esto, en verdad, lo siento mucho, hermosa —se acercó a ella para darle un beso en la frete y abrazarla por ultima vez, hasta dentro de ocho meses.

—Déjame ir contigo —el ruloso negó—. Gilbert... comenzó a caminar alejándose de ella

—¡Gilbert!, ¡Gilbert Blythe, lo prometiste!, ¡Prometiste no dejarme sola, no abandonarme! —los ojos del chico comenzaban a picar y lo único que quería era no alejarse de su chica y decirle que la amaba, besarla, que fuera suya, pero no podía, la sociedad no los dejaría—. Lo prometiste... 

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30/01/2024













Este one shot fue anteriormente publicado en 2021.

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