Todo su salón de clases le parecía una completa pérdida de su tiempo, los odiaba con toda su alma.

Siempre hablaban o hacían cosas estúpidas que en sus mentes parecía lo más divertido del mundo, pero para él era algo incoherente y con falta de sentido, además que su entretenimiento favorito era molestarlo, como si no tuvieran consideración por ningún ser existente.

Esa gente siempre buscaba arruinarlo, sin temer las consecuencias ya que, al parecer, sus padres jamás les enseñaron que existían.

Eran gente insoportable, descuidada, que al ver a alguien diferente lo atacaban y humillaban de formas variadas ya sea bullying físico o cibernético, filtrar información privada, juzgarlos por la más mínima cosa, inventar chismes para que otros salones lo vean mal... Todo esto le había sucedido al pobre chico, no importaba como buscaba librarse, siempre se veía envuelto en otro escándalo provocado por sus compañeros.

Solamente tiraban de la cadena, gritaban "¡Fuego!" y luego corrían.

El simulacro de incendios solo era un chiste, una diversión pasajera para ellos, quienes algún día dominarían el mundo. Los aborrecía, a esos falsos sin personalidad.