En el piso de la cocina, un pequeño niño se encontraba tirado, tratando de abrir los ojos poco a poco, lo cual se le hacía muy difícil.

Todo su cuerpo le dolía de maneras inimaginables, como si una aplanadora le hubiera caído encima.

Tenía moretones en diferentes partes de su cuerpo y de colores horribles, serían demasiado complicados de ocultar cuando asista al día siguiente a la escuela. La sangre que salía de su nariz no parecía querer detenerse, era una sensación desagradable. Se sentía mareado, al parecer el último golpe recibido en su cabeza lo dejó peor de lo que pensaba, veía algunas cosas a su costado moverse, todo esto producto del golpe.

Quería llamar a su hermano, pero sería imposible que él viniera, pues este no se encontraba en casa, la cual ya casi no frecuentaba; y aunque estuviera allí tampoco serviría de mucho, pues su pobre garganta le dolía de manera horrible, fue golpeado muy fuerte en esa parte, siendo imposible gritar por ayuda.

Alzó ligeramente su mirada y vio a la persona que lo dejó en ese estado, pensó: "Estoy muy asustado" Eras mi oso de peluche... Todo era agradable hasta que intentaste asesinarme...