El Cupcake de Cupido
Disclaimer:
Bungō Stray Dogs|文豪ストレイドッグス
y sus personajes, son propiedad intelectual de Kafka Asagiri, ilustrado por Sango Harukawa.
Géneros:
| Omegaverse | AU |
| Fluff | Bromance |
Nota:
AU de El chico del Café.
Es como un desarrollo alternativo de esa historia pero en un universo omegaverse, con roles distintos para los personajes y situaciones distintas ambientadas en el mismo lugar.
A Chuuya le encantan los dulces. Es una pasión secreta que posee, pues, aunque normalmente no puede permitirse el lujo de sentarse en su cafetería favorita a degustar su cupcake favorito junto a un café especial, procura hacerlo al menos dos veces en el mes. Por lo usual, lo atienden los mismos chicos, pues frecuenta ir por la tarde, algo que coincide con el turno de medio tiempo del par de estudiantes.
En la caja está Atsushi Nakajima, un muchachito bastante alegre y jovial de cabellos albinos, que atiende a todos con una sonrisa tímida, aunque a su compañero de turno suele extenderle una más nerviosa que otra cosa. Dicho compañero es Ryounosuke Akutagawa, alguien de aspecto introvertido, tosco y cerrado, acentuado por sus cabellos azabaches, que expresa abiertamente su desprecio hacia el primero; pero que prepara los mejores cafés, mismos que entrega al final de la barra. La extraña combinación de este par le aporta a la cafetería un buen ambiente, Atsushi con su carisma y Akutagawa con su mano de obra, atraen buenas propinas. Y contrario a lo que parece, Nakajima es un alfa y Akutagawa un omega recesivo.
Chuuya llega a la caja luego de formar una larga fila al cabo de veinte minutos, pues el par de muchachos se las ingenia para atender rápido. Atsushi ya sabe lo que va a pedir, pero aun así sigue el protocolo, le saluda, anuncia las promociones del mes y las bebidas de la temporada. Ocasionalmente, el pelirrojo cambia de bebida cuando el café de temporada le atrae, sin embargo, no su postre.
Un cupcake Red Velvet decorado con crema batida y un pequeño corazón de chocolate blanco, pintado de rojo con colorantes para alimentos. Un venti* de mocaccino con crema batida, espolvoreado con cocoa y un toque de canela, acompaña al postre en el asiento frente a la ventana que difícilmente ha logrado conseguir; su lugar favorito, debe admitir. Ver hacía la calle, la gente pasando, viviendo el día a día. El tráfico, los árboles plantados cuidadosamente en las aceras. Es una buena vista.
Chuuya se sienta a disfrutar de su café de ocasión y su postre, y entra en su propio mundo, su espacio. Uno donde no es juzgado en el dōjō donde es instructor de taekwondo por ser un omega, por ser demasiado fuerte o por poder derribar a un alfa del doble de su tamaño. Un espacio propio donde no importa que, una semana cada tres meses, tenga que quedarse en casa por su propio bienestar. Su pedacito de cielo, donde no cabe un alfa o un rol familiar.
Chuuya Nakahara es huérfano, no cree en el "felices por siempre" y definitivamente no tiene planes de entrar en el estereotipo de omega delicado; así que celebrar el día de San Valentín, no es algo emocionante de esperar. Recibe regalos anónimos en su casillero del dōjō, seguro de admiradores cobardes, incapaces de reconocer que un omega les puede patear el trasero, pero que aun así no pueden evitar ver su figura y sentirse naturalmente atraídos. Claro, ser pelirrojo y poseer ojos azules tampoco ayuda a mimetizar con los demás. Para su pesar y orgullo, es un chico bastante atractivo.
Perdido en "su espacio", con la cafetería llena por culpa de esta fecha próxima y las promociones que vienen con ello por el mes entrante, Akutagawa lo toma por sorpresa al acercarse y dejar a su lado un plato de postres con un cupcake muy diferente al que siempre ordena.
― Eh, espera, yo no ordené esto.
― Lo sé, señor Chuuya ―responde escuetamente, dando poca importancia a su intento de queja. Antes de volver a su puesto de trabajo, añade―: se lo ha enviado un cliente.
― Por favor devuélvelo, Akutagawa.
― No es posible, ya se ha retirado y está pago.
― ¿Puedes quedártelo?
― La política de la empresa no lo permite. Y odio los dulces.
Resignado, Chuuya opta por conservar el postre. A simple vista, resalta que es de chocolate. Reacio, lo toma y da un mordisco, la masa es esponjosa y algo húmeda, justo en su punto y resulta muy de su agrado. En realidad, es de chocolate oscuro, el glaseado de chocolate dulce, para balancear. Tiene perlas comestibles en color dorado y debajo del cupcake reposa una servilleta, que por el aire acondicionado que la mueve levemente, Chuuya se percata de que la han utilizado para dejarle una nota.
"Me parece que se te acabó el
postre muy pronto, con este quizás
te alcances a terminar tu café. :)"
Es extraño, sí, pero aún más raro que alguien te envíe algo a cambio de nada y que no deje ni su nombre, o su aroma impregnado ―algo que le desagrada pero que es común―. Chuuya ha pasado por momentos así desde la secundaría; alfas que te regalan cosas con notas, incluso betas, pero que te dejan su número o mínimo su nombre, con la esperanza de que aceptes sus cortejos; pobres idiotas. Pero una nota anónima, esto sí lo desconcierta.
La semana siguiente logra acudir a la cafetería por unos ingresos extras que obtuvo en el trabajo, y la escena del postre se repite con una inquietante naturalidad. En su desespero por tal gesto, Chuuya interroga a los muchachos tras la barra para conocer al extraño que le envía los cupcakes con notas. Atsushi desconoce la situación, él solo cobra, y muchas personas ordenan ese postre, aunque sea algo más caro por no ser de temporada. Pero Akutagawa debe notar cuando dejan la nota y naturalmente, es a quien le han pedido dos veces entregar el postre. Debe haberlo visto.
Para sorpresa de Chuuya y el mismo Atsushi, Akutagawa se sonroja al responder. Desvía la mirada y confiesa en voz baja, que conoce al alfa de las notas. El verdadero interrogatorio está por llevarse a cabo, cuando un desconocido para Chuuya, se apoya en la barra con una sonrisa que Chuuya clasifica como autosuficiente, viendo a los tres chicos.
― Estás poniendo nervioso a mi estudiante. ¿Es tan malo recibir un postre gratis? ―el hombre, alto y castaño, se revela así mismo como el autor intelectual del aparente delito, con solo interferir. Chuuya no lo nota por el aroma mismo de la cafetería, pero el tipo desprende un aroma a café fuerte mezclado con chocolate.
― Lo es, podría contener alguna droga o algo.
― ¿Insinúas que venden postres alterados aquí? ―señala, atrayendo ipso facto la atención de otros clientes, algo que perjudicaría incluso, a los jóvenes dependientes que ha tomado por algo más que conocidos en el tiempo que lleva consumiendo en el lugar.
Temiendo aquello, aclara―: Claro que no, me refiero a ti.
― No creo que Akutagawa permitiera que alguien adultere un postre frente a sus narices y sirva de mediador para entregarlo como regalo.
― Bueno, es cierto, pero-
― Además, es algo comprado aquí mismo, no hay forma de que esté adulterado, pequeño.
― Es verdad, pero, aun así-... ¿Cómo me llamaste? ¡¿tienes algún problema con mi estatura?!
― Ninguno ―afirma con una sonrisa infantil―. Si supiera tu nombre, tal vez no te llamaría pequeñín.
Y con ese truco barato, Chuuya terminó diciéndole su nombre a Osamu Dazai, el tutor de matemáticas de Akutagawa. Aún luego de discutir el asunto por media hora e incluso ganarles un llamado de atención a los pobres Atsushi y Ryounosuke, Chuuya no pudo evitar que los cupcakes siguieran llegando a su mesa, esta vez traídos directamente por aquel "insoportable" alfa. Ni que este se adueñara de su pequeño espacio de paz, tomándose la libertad de sentarse a su lado a disfrutar de su propio café.
Aquel día de San Valentín, no esperaba la acosadora llegada de un paquete al dōjō, ni que este fuera un regalo de su parte. Al menos el contenido inusual, logró hacer de Dazai un pretendiente aceptable, sin que Chuuya se diera cuenta por sí mismo. Un par de guantes rojos para taekwondo, con los dedos descubiertos. Si Chuuya alguna vez había recibido mejor regalo que ese, no lo recordaba.
Debía admitirlo. Osamu Dazai, a pesar de que lo molestaba por su estatura y llevaba su ira al borde del colapso, era alguien de su agrado; aunque era uno de los alfas que tanto despreciaba. Y estaba muy seguro de que él, si bien entendía que estaba lejos de ser el prototipo de omega perfecto, lo seguía viendo románticamente.
Quizás la idea de tener una pareja había dejado de ser tan lejana.
Encontrarse una vez a la semana en la cafetería, a veces dos, se volvió una costumbre. A veces Dazai invitaba, y otras dejaba a Chuuya pagar la cuenta, lo cual lo hacía muy feliz, por reconocer sus capacidades. Dazai era muy diferente a muchos alfas de los que Chuuya se había topado en su vida; no, corrección, muy diferente a cualquier persona.
El pelirrojo nunca se imaginó coqueteando con un alfa. El castaño nunca se vio rindiéndose con un omega que podía lanzarlo contra el suelo. Y el postre que los unió inesperadamente, se hizo el favorito de los dos. Quizás, era un cupcake de Cupido.
Fin.
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