𝗼𝗻𝗲 | o.p
(𝗼𝗰𝗲𝗮𝗻 𝗲𝘆𝗲𝘀 𝗯𝘆 𝗯𝗶𝗹𝗹𝗶𝗲 𝗲𝗶𝗹𝗶𝘀𝗵)
OSCAR PIASTRI x FEM! oc
❝ 𝐓𝐇𝐄 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓 𝐑𝐄𝐒𝐓 ❞
Oscar Piastri había estado corriendo sin descanso durante semanas. Las luces brillantes de los circuitos de Fórmula 1, el rugir de los motores, el murmullo constante de los fanáticos, el estrés de las cámaras siempre enfocadas en cada uno de sus movimientos. Necesitaba escapar. Necesitaba un lugar donde pudiera ser simplemente Oscar, sin el peso de la fama sobre sus hombros.
Por eso, decidió viajar a una pequeña ciudad costera, un pueblito alejado del bullicio, casi olvidado por el mundo. Era un lugar que había visto en una recomendación en las redes sociales de un amigo, y que parecía lo suficientemente tranquilo como para que pudiera recargar energías. El pequeño hotel frente al mar era modesto, pero acogedor. Nada lujoso, pero todo lo necesario para desconectar: un rincón de paz.
Los primeros días los pasó en solitario, explorando las pequeñas calles empedradas del pueblo y paseando por la costa desierta. La playa se extendía ante él como un lienzo en blanco, solo interrumpido por el sonido de las olas rompiendo suavemente contra las rocas. Aquí, no había cámaras, no había prensa, no había preguntas sobre el rendimiento del último Gran Premio. Aquí, podía ser solo él mismo, sin el manto de la perfección que siempre debía portar en su vida diaria.
Una tarde, mientras caminaba por la orilla, vio a una mujer que caminaba con paso lento, con los ojos fijos en el horizonte. No estaba apresurada, no parecía tener prisa, como si estuviera en un mundo diferente al de las preocupaciones diarias. Su figura se recortaba contra el cielo azul que comenzaba a desvanecerse en tonos dorados al caer el sol. Llevaba un vestido blanco que se movía con suavidad con el viento, y su cabello castaño caía en suaves ondas alrededor de su rostro mientras su morena piel resplandecía bajo el sol. Algo en ella captó su atención, una calma en su presencia que no había sentido en mucho tiempo.
Oscar dudó un momento, como si no quisiera romper esa serenidad que ambos compartían, pero la tentación de salir de su burbuja de aislamiento fue más fuerte.
—¿Te importa si me uno a ti? —, preguntó, con una sonrisa tímida, como si temiera interrumpir algo sagrado.
La mujer levantó la vista, sorprendida, y luego sonrió. Sus ojos, de un verde profundo, brillaban con una calidez inusitada.
—Claro —, dijo ella, moviendo la mano hacia un lado para señalar la arena a su alrededor —. El mar es lo suficientemente grande para los dos.
Oscar se sentó junto a ella, sintiendo que sus pies se hundían levemente en la arena tibia. Miró hacia el horizonte, luego hacia ella, esperando que dijera algo, pero Lía, como le explicó al poco tiempo, parecía disfrutar del silencio tanto como él.
—Soy Lía —, dijo después de un rato, como si la conversación no necesitara formalidades.
—Oscar —, respondió él, sonriendo levemente. No esperaba que la mujer reconociera su nombre, ya que ese lugar no parecía ser el tipo de sitio donde un piloto de Fórmula 1 se detendría a descansar. No obstante, no había ninguna sorpresa en su rostro. No parecía importarle lo más mínimo, lo que fue un alivio para él.
Los dos comenzaron a caminar por la orilla, sin rumbo fijo, mientras la luz del sol se desvanecía, dejando un cielo rojo y violeta. Hablaron de cosas simples al principio, de cómo el mar parecía infinitamente más grande que cualquier problema que pudieran tener, de las pequeñas historias del pueblo que ella le contó, como si Oscar fuera un visitante más, sin el peso de su fama. Lía le habló de su trabajo como diseñadora de interiores, de la ciudad, de cómo a veces sentía que vivía atrapada entre paredes y estructuras, sin espacio para respirar. Le contaba con pasión cómo su amor por los espacios abiertos la había llevado a este rincón apartado del mundo.
—Necesito este descanso más de lo que pensaba —, dijo Lía, mirando al horizonte —. A veces, las paredes de la ciudad me aprisionan.
Oscar sonrió, sintiéndose en cierta manera reflejado en sus palabras. —Creo que todos necesitamos un respiro de vez en cuando.
Entonces, comenzó a hablar de la Fórmula 1, pero de una manera que rara vez hacía. No le habló de los podios o las victorias, ni de los contratos o los equipos. Le habló de la sensación que experimenta cuando está al volante, del rugir del motor, de la concentración absoluta que requiere cada curva. Pero también de la soledad.
—Las carreras son todo lo que la gente ve. Pero hay una parte que no ven —, dijo, mirando las olas que se estrellaban suavemente contra las rocas —. La presión nunca se detiene. El miedo a no estar a la altura de lo que todos esperan de mí.
Lía lo miró, observando cómo el peso de esas palabras lo afectaba, cómo se dejaba ver un poco más vulnerable de lo que jamás había permitido mostrar. A ella, la vida de Oscar le parecía una mezcla de logros asombrosos y una constante lucha por mantenerse al margen del caos.
—Debe ser difícil —, dijo Lía después de un largo silencio —. Siempre bajo observación, siempre corriendo para llegar a la meta.
Oscar asintió, algo sorprendido por lo aguda que era su observación —. A veces me pregunto qué hay después de la meta —, confesó, sin saber por qué sentía que podía decirle eso a una desconocida.
El sol comenzó a ponerse lentamente, bañando el cielo con colores cálidos que hicieron que el momento se sintiera casi mágico. Ellos, ahí, en silencio, mirando cómo el día terminaba, compartían un respiro, un instante en que no había presiones, solo la belleza de la naturaleza y la conexión que comenzaba a crecer entre ellos.
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Al día siguiente, no se encontraron por casualidad, como la primera vez. Oscar había ido a una pequeña cafetería local, buscando un poco de café y algo de tranquilidad. Allí estaba Lía, sentada junto a la ventana, mirando distraídamente los barcos que partían. Cuando ella levantó la mirada y lo vio, una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Pensé que ya te habías perdido por completo —dijo en tono de broma, como si todo fuera parte de la misma conversación.
—Imposible perderme aquí —respondió él, riendo suavemente.
Pasaron horas conversando, tomando café y observando cómo el pueblo seguía su curso ajeno a los grandes eventos del mundo. Lía le contó más sobre su trabajo, sobre lo que la había llevado a buscar descanso en ese lugar. Oscar habló de la Fórmula 1, pero sin la pasión competitiva que todos solían ver. Le habló de sus sueños, de las cosas que le gustaban fuera de las carreras: la música, la lectura, las películas. Le contó que a veces se sentía un poco perdido entre la fama y la obligación, que el descanso no siempre era suficiente para encontrar lo que realmente necesitaba.
Esa tarde, cuando el cielo ya se oscurecía y las luces del pueblo comenzaban a encenderse, Oscar sintió que algo en él había cambiado. No solo había encontrado un rincón de paz, sino que había encontrado a alguien que veía más allá de su vida pública. Alguien que no lo trataba como una estrella, sino como una persona real, con sus inseguridades y deseos.
—Eres el primer hombre al que no le importan los títulos ni las carreras —le dijo Lía con una sonrisa juguetona, mientras ambos caminaban de regreso hacia el hotel —. Creo que eso es lo que más me gusta de ti.
Oscar la miró, un poco sorprendido, pero también agradecido —. A veces olvido que hay algo más fuera de los podios.
—Y eso es lo que lo hace interesante —respondió ella —. No todos los días se conoce a alguien tan... auténtico.
El día terminó con un abrazo sencillo, pero cargado de promesas no dichas. Oscar, aún con la brisa del mar acariciando su rostro, le preguntó con voz suave, casi incierta:
—¿Te gustaría salir conmigo la próxima vez que esté en la ciudad? —preguntó, sin rodeos, como si su pregunta fuera tan natural como el sol poniéndose frente a ellos.
Lía lo miró, sus ojos brillaban bajo la luz dorada del atardecer —. ¿De verdad me estás invitando? —preguntó. sonriendo con suavidad —. ¿No tienes que ir a una carrera o algo así?
—Sí, tengo que ir a muchas cosas —respondió él —, pero a veces uno tiene que hacer una pausa.
—Entonces... supongo que aceptaré —dijo ella, eligiendo el momento con cuidado, como si estuviera saboreando la idea de lo que podría ser.
Oscar sonrió, un peso inexplicable levantándose de sus hombros. Tal vez no todo en la vida se trataba de carreras, ni de podiums, ni de la próxima victoria. Tal vez había algo más importante: un descanso perfecto, un momento de paz compartido, una conexión genuina.
▬▬ 𝗔𝗨𝗧𝗛𝗢𝗥'𝗦 𝗡𝗢𝗧𝗘
Primer shot de este libro, ¿qué tal les pareció?
¿De quien más les gustaría que escriba?
Los leo
© mansxvy
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