𝐯𝐢. 𝗏𝗂𝖾𝗃𝗈𝗌 𝗋𝖾𝖼𝗎𝖾𝗋𝖽𝗈𝗌
❛ 𓄼 CAPÍTULO SEIS 𓄹 ៹
°𖥸°
Después de quedar siete a cinco, Zach perdiendo, cabe recalcar, dejamos de jugar a las cartas.
—No recuerdo que fueras tan buena —me dejó saber, haciéndome reír.
—Siempre he sido mejor que tú, Maclaren —le aseguré, haciendo que negase con la cabeza con una pequeña sonrisa en la cara.
—¿Quieres que te recuerde aquella vez en la que hicimos una competición de baile? —me preguntó.
—No, yo no recuerdo nada —mentí intentando ocultar una sonrisa.
—¿De verdad? Porque yo lo recuerdo bastante bien —me aseguró mientras se sentaba a mi lado en el sofá—. ¿Cómo era? —preguntó fingiendo intentar recordarlo.
—No se te ocurra, Maclaren —le advertí.
—Con una condición —me dijo, provocando que frunciera el ceño.
—¿Qué condición?
—¿Me leerías una de tus historias? —me preguntó, pillándome desprevenida.
¿Quería escuchar mis trabajos?
—¿Por qué? —le pregunté confusa, ya que ni siquiera parecía interesado cuando éramos amigos.
—Porque es importante para ti, lo que lo convierte en importante para mí. Además, me gustaría saber qué es lo que pasa por esa cabecita tuya —me dejó saber, lo que me hizo sonreír ligeramente.
Aparté la mirada rápidamente, dándome cuenta de que le estaba dando más importancia de la que tenía.
Zach recordaría todo pronto y dejaríamos de ser “amigos”, o lo que fuera que fuésemos en ese momento.
—No creo que te gusten —le aseguré, ya que los últimos meses apenas había tenido tiempo de escribir novelas, así que me limité a escribir poemas, y todos trataban de él y lo idiota que era Zach.
—Prueba —me retó, así que, tras unos segundos, saqué mi cuaderno de escritura y me senté a su lado, no dejando que viera las hojas del libro.
AVISO: los siguientes poemas son míos, ORIGINALES, así que no permito que nadie los copie/plagie o utilice en ningún sitio. Si alguien lo hace, será reportado y bloqueado de todas mis redes sociales.
—Este trata de mi hermana —le expliqué, pero no respondió, pues se quedó mirándome a la espera de que lo leyese.
Me aclaré la garganta y, algo nerviosa, me posicioné erguida en frente de él.
“Tus mechones dorados
siempre fueron mi gran debilidad
pues quedaron grabados
junto a tu bondad
en mi alma por una eternidad”
Leí y pude ver los ojos de Zach iluminarse mientras una sonrisa se formaba en su rostro.
—Es precioso —me aseguró—. ¿Hay algún otro?
—No sé si debería leerte este —le expliqué.
Más que nada, porque hablaba de él. Ese poema lo escribí después de que dejásemos de ser amigos, por lo que refleja el dolor que sentía en aquel momento.
—No voy a juzgarte si es lo que crees —me aseguró, así que, tras unos segundos, decidí leérselo.
De todos modos, no recordaba en absoluto que estuviésemos enfadados, ¿verdad?
Por lo menos así podría desahogarme y dejarle saber cómo me sentía, aunque no fuese de manera directa.
“Antes éramos todo
y ahora eres solo un extraño más.
Recuerdo aquel apodo,
todo aquello atrás.
Quisiera no haberte amado jamás”
No pude descifrar la emoción de Zach por su cara, ya que me estaba mirando de una manera que jamás había visto antes.
—No tienes que decir nada —le aseguré avergonzada.
Pocas veces dejaba que las opiniones de la gente me afectasen cuando se trataba de mis poemas, pero esa vez me molestó más que de costumbre.
—Es solo que... No sé qué decir —admitió—. No sabía que eras tan buena, Sum.
—¿Qué? —pregunté confusa.
—Es increíble, bebé.
Me quedé tan sorprendida, que ni siquiera contesté, simplemente me limité a mirarlo en completo silencio.
—¿Summer? —me preguntó Zach tras unos segundos, haciéndome volver a la realidad.
—Gracias —mascullé antes de levantarme del sofá y empezar a caminar hacia mi habitación, donde guardé el cuaderno.
—No tienes que avergonzarte —escuché que me decía desde el marco de la puerta.
—¿Perdona? —le pregunté sin entender a qué se refería.
—Te han hecho daño. No es nada de lo que avergonzarse, Sum —me aseguró, pero no respondí—. Ven, quiero enseñarte algo.
Tras unos segundos, accedí y le seguí hasta el piso de abajo, donde empezó a colocarse la cazadora.
—¿Qué haces?
—Ponerme la chaqueta —me respondió como si fuese obvio.
—¿Pero, por qué?
—Porque vamos a salir —me dejó saber antes de tenderme mi chaqueta.
Algo confusa, me la coloqué y, una vez bien abrigada, Zach me agarró la mano y me sacó al patio trasero, desde donde se veía un bar a lo lejos.
—Siéntate —me pidió antes de sentarse en un pequeño banco, gesto que imité.
—¿Puedo saber ya qué hacemos aquí fuera? —le pregunté algo confusa.
—Siempre nos gustaba imaginarnos lo qué decía la gente de la calle —me explicó antes de señalar a la gente saliendo del bar.
Más en concreto, una pareja, la cual parecía algo bebida para la hora que era.
—Venga ya, no puedes hablar en serio. ¿Te gusta el color azul? —imitó Zach al hombre, así que, con una sonrisa, le seguí el juego.
—¿Cómo no te gusta a ti? Mira a tu alrededor —dije yo, fingiendo ser la mujer.
—Solo te veo a ti, y no me pareces un pitufo —anunció, haciéndome reír—. No te veo bailando —añadió antes de apoyar su espalda en mi hombro y empezar a bailar, lo que me hizo reír aún más.
—Eres un idiota —le aseguré dándole un golpe en el brazo mientras él se reía conmigo.
—¿Te parece bien llamar idiota a tu novio? —me preguntó, haciendo que dejase de reírme.
Un nudo se había formado en mi pecho, haciéndome recordar que yo no era la chica que Zach quería allí, sino a su novia.
Algo incómoda, me levanté y caminé de nuevo hacia la casa mientras él llamaba mi nombre, pero lo ignoré.
Una vez en la casa, me quité los zapatos y el abrigo antes de intentar subir las escaleras, pero Zach me agarró del brazo.
—¿Qué ha pasado? —me preguntó de lo más confuso.
—Nada —le respondí antes de intentar volver a subir las escaleras, pero me volvió a detener.
—Sum, habla conmigo. Estábamos bien y, de repente, algo ha cambiado en ti.
—Nada ha cambiado —le mentí y debí cansarlo, ya que tiró de mí hasta llegar a la sala.
—Si nada ha cambiado, demuéstralo.
—¿Cómo? —le pregunté queriendo que aquello acabase de una vez.
—Baila conmigo —me pidió.
—No hay música —puse cómo excusa, así que Zach se acercó a la radio y puso música antes de extenderme la mano.
Suspiré cansada antes de agarrar su mano. Al final, la manera más sencilla de acabar con aquello era haciendo lo que me pidiera, después podría irme a la habitación e ignorarlo.
Me acercó a él antes de que colocase sus manos en mi cadera, así que yo coloqué las mías en su cuello.
No voy a mentir, sentí un pequeño revoloteo de mariposas en el estómago por la cercanía, las cuales no me estaban gustando.
No podía pasar.
No me gustaba Zach.
¿Segura?
Sí. No. ¿Puede...?
Ambos empezamos a bailar lentamente y, de un segundo a otro, Zach apoyó su frente con la mía, haciendo que mi pulso se acelerase notoriamente.
Pude notar el agarre de Zach apretarse ligeramente en mis caderas antes de que empezase a inclinarse hacia mí, gesto que imité inconscientemente.
Cuando nuestros labios empezaron a rozarse, la puerta principal se abrió de golpe, ocasionando que me separase de Zach de manera impulsiva.
—¿Interrumpimos algo? —preguntó Avery con una sonrisa traviesa.
—No, nada —les aseguré antes de fingir tranquilidad y acercarme a mi hermana—. ¿Lo has pasado bien, mi amor?
—Sí, Avery y yo hemos tenido una pelea de bolas de nieve —me contó, haciéndome sonreír.
—¿Quién ha ganado?
—Obviamente yo —respondió Livy.
—Yo ganaré la próxima —le aseguró Avery antes de subir al piso de arriba, gesto que imité.
Necesitaba estar sola. Necesitaba pensar. Pero, sobre todo, necesitaba dejar de pensar en Zach Maclaren.
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