𝐢𝐢. 𝗉𝗈𝗋 𝖿𝖺𝗏𝗈𝗋, 𝗇𝗈 𝗍𝖾 𝗆𝗎𝖾𝗋𝖺𝗌
❛ 𓄼 CAPÍTULO DOS 𓄹 ៹
°𖥸°
Pasaron un par de horas en las que apenas vinieron clientes. Un par de adolescentes buscando libros para clase y unos cuantos padres con sus hijos buscando libros infantiles, pero, a parte de eso, fue tranquilo.
Pero todo cuento de hadas tiene su final.
Levanté la cabeza al escuchar la campana de la puerta y pude divisar a nada más y nada menos que a Zach Maclaren.
No pude evitar rodar los ojos al verle, cosa que pareció hacerle gracia.
—No me extraña que no venga gente si los miras a todos así —me aseguró divertido.
Fingí reírme ligeramente antes de sacarle el dedo corazón y apartar la mirada de nuevo al libro.
Zach caminó hasta el mostrador y se apoyó en él esperando a que lo mirara, pero no sucedió hasta que fingió una tos falsa.
—¿Qué quieres, Maclaren? —le pregunté sin ganas de entrar en su pequeño juego.
—He venido a por un libro —me explicó, cosa que era obvia.
—¿Sabes qué? No estoy de humor para esto. ¿Por qué no vuelves cuando mi jefa esté aquí para que puedas molestarla a ella?
—¿Qué gracia tendría eso? —me preguntó divertido, haciéndome suspirar cansada.
—Eres peor que un grano en el culo.
—Gracias —dijo con una sonrisa, sabiendo que me molestaría.
No quise entrar en su juego, así que me limité a hacer mi trabajo.
—Los libros de texto están en frente, ficción a la derecha y los no ficticios por allí —le expliqué señalando la sección y, sin hacer ningún otro comentario, Zach se alejó de mí.
Cuando creí que por fin me había deshecho de él, volví a escuchar su horrible voz.
—¿Tienes algún libro sobre “Battletoads”?
—¿Es eso historia medieval o una banda de metal? —le pregunté de manera sarcástica, haciéndole rodar los ojos.
Misión cumplida.
—Es un videojuego —me explicó.
—No, no tenemos libros así —le respondí y, al verle suspirar, no me quedó otra que hacer mi trabajo, por mucho que odie a Zach, y eso implica ser amable—. Podría pedirlo para ti —sugerí.
—Sí, sí, eso sería genial —me aseguró acercándose de nuevo al mostrador mientras yo buscaba el libro en la tienda—. Hay dos opciones: “la guía de idiotas para Battletoads” o “Battletoads para tontos”.
—Dios, los dos suenan horribles, ¿verdad?
—Bueno, un tonto es alguien de baja inteligencia, aunque también puede significar suspender un examen, tonto. Pero un idiota es simplemente un idiota —le expliqué, dándome cuenta de lo sabelotodo que acababa de sonar.
—Vamos con tonto —me dijo finalmente.
—Bien —respondí por lo bajo mientras pedía el libro.
—Gracias.
—Debería estar aquí el miércoles.
—¿Trabajas aquí el miércoles?
—Trabajo aquí todas las tardes —le respondí algo confusa.
—Genial —me respondió con una sonrisa un tanto sospechosa antes de sacar la tarjeta de crédito.
—Ya estoy de vuelta —anunció Collette entrando en la tienda.
—Hola, Collette —la saludé con una sonrisa mientras pasaba la tarjeta de crédito de Zach por la máquina.
—¿Sabes que los videojuegos son la mayor causa de los divorcios? —le pregunté a Zach, haciéndole reír.
—¿Quién dice eso?
—Las estadísticas. ¿Sabes lo que son? Esos estudios que se hacen para comprobar cosas —le expliqué como si fuese tonto.
—¿Sabes lo que es una vida social? Ya sabes, cuando sales con gente y lo pasas bien —me dijo, haciéndome apretar la mandíbula.
—No todos tenemos el lujo de poder gastar el dinero de papá en todo lo que queramos.
—Nos vemos el miércoles —dió por terminada la conversación Zach antes de salir de la tienda.
En cuanto miré el mostrador, vi la tarjeta de crédito de Zach, por lo que suspiré antes de agarrarla y salir detrás de él.
—¡Zach, te has olvidado la tarjeta de crédito! —le grité, pero ya estaba subido en su bici.
Tras maldecir por lo bajo, salí corriendo detrás de él durante unos metros antes de verle girar una esquina.
—¡Zach! —lo llamé de nuevo, haciendo que girase la cabeza, pero, cuando lo hizo, un coche salió del aparcamiento, atropellándolo.
Mi corazón se detuvo durante unos segundos antes de que volviese a la realidad.
—Mierda —mascullé antes de salir corriendo hacia él.
Me arrodillé a su lado preocupada y algo asustada mientras el conductor del coche salía del vehículo tan preocupado como yo.
—No quería... ¿Está bien? Ha salido de la nada y... —balbuceó él mientras intentaba despertar a Zach.
—Zach, venga ya, despierta por favor —le pedí preocupada, pero no respondía—. Llame al 911 —le ordené al conductor, quién seguía balbuceando nervioso.
No ayudó para nada tampoco que la gente de nuestro alrededor empezase a acercarse a nosotros, rodeándonos.
—Zach, por dios, no te mueras.
—Quieren saber si respira —me dejó saber el conductor y acerqué mi mano a la nariz de Zach, pero no podía determinarlo.
—No lo sé —le respondí y él se lo dejó saber a la persona al otro lado de la línea telefónica.
—Dicen que le hagas el boca a boca —me dijo, haciéndome fruncir el ceño.
—¿Perdona?
Antes de que el hombre pudiese contestar, Zach abrió los ojos, haciéndome suspirar aliviada.
—¿Dónde estoy? —me preguntó confuso.
—¿Sabes el susto que me has dado, idiota? —le pregunté molesta mientras le daba un golpe en el pecho.
—¿Qué ha pasado? —me preguntó perdido.
—Has tenido un accidente —le expliqué mientras el conductor seguía hablando con el hospital—. La ambulancia está de camino.
—Quieren hablar contigo —me informó el conductor antes de extenderme el teléfono, el cual agarré antes de llevarme a la oreja.
—¿Está consciente? —me preguntó una mujer.
—Sí, está bien, está vivo —les repsondí mientras sentía mi mano temblar—. Está respirando y hablando.
—Mantenlo despierto —me ordenó y, al ver a Zach cerrando los ojos, volví a golpearlo en el pecho.
—¿Cuál es tu nombre?
—¿Mi nombre? Summer —le respondí.
—¿Por qué me has golpeado? —me preguntó Zach aún atontado antes de centrar su atención en mí—. Summer. Gracias a Dios que eres tú —dijo antes de suspirar y levantarse del suelo.
Antes de que pudiese siquiera pensarlo, Zach me abrazó, lo que me dejó de lo más confusa.
—Estás bien. La ambulancia está de camino —le avisé mientras le daba pequeños golpes en la espalda, de lo más incómoda.
¿Por qué narices me estaba abrazando?
De repente, sentí como Zach me daba un beso en la cabeza y, de seguido, me dio uno en la mejilla. En cuanto intentó moverse hacia mis labios, me aparté de él de lo más confusa.
—Ya está —le pedí—. ¿Te encuentras bien?
—Sí, todo bien —me aseguró mientras lo empujaba hacia el suelo para volver a tumbarlo.
Escuché la ambulancia acercándose, pero, antes de que pudiese darme cuenta, Zach me estaba agarrando la mano.
Fruncí el ceño sin entender nada y agradecí que los paramédicos llegase y tumbaran a Zach en la camilla antes de hacerle un examen superficial.
—¿Va a estar bien? —le pregunté a la mujer que lo estaba examinando.
—Probablemete —me respondió ella antes de apartar la pequeña linterna de Zach—. Vamos a llevarte al hospital para chequearte —le explicó la mujer.
—Vas a venir conmigo, ¿verdad? —me preguntó Zach mientras el paramédico le quitaba el aparato para medir la tensión.
—¿Al hospital? —le pregunté confusa.
—Necesito que vengas, por favor —me pidió.
—Lo mejor es que vengas para mantenerlo tranquilo —me explicó la mujer, así que, tras mirar la hora y ver que quedaban todavía unas horas para que tuviera que ir a buscar a Livy del colegio, accedí.
—Vale.
—Gracias —me susurró Zach con una sonrisa mientras agarraba mi mano de nuevo.
Collette apareció de repente con mi mochila en la mano y me disculpé con ella con la mirada.
—No te preocupes, corazón —me dijo antes de extenderme la mochila.
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