diciotto.

Convencer a mis padres de que Sunghoon viniera a casa no había sido fácil. En especial mi padre, que desde el principio mostró una reticencia casi impenetrable. Intenté explicarle una y otra vez que esto no era solo un capricho, que Sunghoon significaba más para mí de lo que él podía imaginar, pero no era sencillo que lo entendiera. Mi madre, por otro lado, parecía más dispuesta a dar una oportunidad, aunque en el fondo podía notar la misma preocupación que mi padre: la diferencia entre nuestras familias, nuestros estilos de vida.

La noche anterior, me había encerrado en mi cuarto, luchando con las dudas que me invadían. No quería que este encuentro saliera mal, pero el constante rechazo de mi padre me hacía dudar si realmente podría funcionar entre Sunghoon y yo. Después de muchas conversaciones y súplicas, finalmente logré convencer a mi papá de que le diera una oportunidad, aunque su aprobación no fue más que un resignado asentimiento.

El día había llegado, y Sunghoon se presentó en mi casa con una vestimenta formal, algo que no era habitual en él. Lo noté nervioso desde el momento en que llegó, ajustándose la chaqueta una y otra vez, esforzándose en aparentar una tranquilidad que no sentía. Lo admiré por intentarlo, por querer ganarse a mis padres, especialmente a mi padre, que desde el momento en que Sunghoon cruzó la puerta no había hecho más que mirarlo con desconfianza.

Nos sentamos a la mesa para cenar. El ambiente era tenso, como si cada palabra estuviera cargada de una expectativa latente, una bomba de tiempo a punto de explotar. Sunghoon intentaba ser lo más amable posible, hablaba con mi madre sobre su trabajo, sonreía cuando debía, pero mi padre permanecía callado, mirándolo con ese semblante crítico que siempre reservaba para los momentos en los que quería dejar clara su desaprobación.

Y finalmente, llegó el comentario que temía.

-Dime algo, Sunghoon -dijo mi padre con una frialdad evidente mientras dejaba el tenedor sobre el plato-, ¿cómo alguien como tú planea sostener a mi hija?

El silencio se hizo inmediato, y sentí mi corazón acelerarse. Sabía que algo así venía, pero no esperaba que fuera tan directo, tan... hiriente. Sunghoon tensó la mandíbula, pero mantuvo su sonrisa educada.

-Yo... planeo trabajar duro -respondió con calma-. No tengo todo resuelto ahora, pero sé que juntos podemos construir algo...

-¿Construir qué? -interrumpió mi padre, su tono más cortante-. ¿Un capricho temporal? ¿O algo basado en... sexo, quizás? Porque si es eso, entonces puedes salir por esa puerta en este mismo instante.

La palabra resonó en la mesa como una bofetada, y me quedé congelada, incapaz de reaccionar de inmediato. Vi cómo el rostro de Sunghoon palidecía y luego se tensaba aún más, sus manos apretándose en puños sobre sus piernas. Mi madre intentó intervenir, poniéndole una mano en el brazo a mi padre, pero él la apartó con brusquedad.

-Papá, basta -intervine finalmente, mi voz temblando.

-No, basta -me respondió con severidad, sus ojos fijos en Sunghoon como si quisiera intimidarlo-. Si este chico solo está aquí por un rato de diversión, no tiene lugar en esta casa, ni en tu vida.

-Eso no es verdad -Sunghoon intentó hablar, pero su voz sonaba tensa, como si estuviera conteniendo una gran cantidad de emociones-. Yo no estoy aquí por eso. Yo...

-Entonces, ¿por qué estás aquí? -lo cortó de nuevo mi padre, su tono lleno de desprecio-. No eres capaz de ofrecerle nada a mi hija. No puedes darle lo que necesita. No eres lo suficientemente bueno para ella.

Esas palabras fueron demasiado. Pude ver el enojo encenderse en los ojos de Sunghoon. Se levantó de la mesa bruscamente, la silla rasgando el suelo con fuerza. Me levanté tras él, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

-Sunghoon, espera... -lo llamé mientras él se dirigía hacia la puerta.

-¡Déjalo ir! -gritó mi padre, levantándose también de la mesa para seguirnos-. ¡Es un bueno para nada! ¡No tiene nada que ofrecerte, y no es lo suficientemente bueno para ti!

Sunghoon se detuvo en seco en la puerta, girándose con los ojos llenos de furia contenida. Por un segundo, pensé que le respondería de forma más agresiva, pero cuando habló, su voz era firme, aunque cargada de enojo.

-¿Sabes qué, señor? Puede que no sea millonario, y puede que no pueda comprarle una casa o un carro de último modelo, pero puedo darle los mejores momentos de su vida. Y créame, su hija no es tan santa como usted cree -respondió, con una calma tensa en cada palabra, sus ojos desafiando la mirada hostil de mi padre.

Sin esperar una respuesta, Sunghoon salió por la puerta. Corrí tras él, mi mente luchando por encontrar las palabras correctas, algo que pudiera calmarlo, pero cuando alcancé a ponerme a su lado, lo vi completamente devastado.

-Sunghoon, por favor... -empecé a decir, pero él me interrumpió.

-Me veo como un puto idiota vestido así -dijo con una risa amarga, ajustándose la chaqueta con una mueca de desprecio hacia sí mismo-. ¿Para qué vine? Ni siquiera me dieron cinco minutos para hablar, para explicarles cuánto te amo. ¿Sabes qué? Esto nunca funcionará. Nosotros... tú y yo... simplemente no somos lo mismo.

Sentí que mi estómago se retorcía de angustia. No quería escucharlo decir esas palabras, no quería que pensara que esto era el fin.

-Sunghoon, no digas eso -susurré, intentando alcanzarlo con la mirada-. Podemos encontrar una forma de hacerlo funcionar.

Pero él negó con la cabeza, sin detenerse.

-No. No puedo competir con lo que tus padres quieren para ti. Siempre estuviste fuera de mi liga, y yo... chicos como yo no terminan con chicas como tú. Nunca funcionará. Tú deberías volver a tu casa.

Me detuve por un segundo, sintiendo cómo todo se desmoronaba a mi alrededor.

-Quiero ir contigo -dije con voz temblorosa, pero él negó de nuevo, con una tristeza en su mirada que nunca antes había visto.

-No. No puedes.

-¿Quieres romper conmigo? -le pregunté, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de mí.

Sunghoon se detuvo en seco, girándose para mirarme con una expresión dolida.

-No, nunca dije eso. Solo... no sé qué hacer ahora mismo. Todo esto es demasiado.

El silencio entre nosotros se hizo palpable, y ambos nos quedamos allí, sin saber cómo avanzar ni qué palabras podrían salvarnos de lo que parecía inevitable.

Sunghoon no se movió, su cuerpo rígido mientras se debatía en silencio. Yo podía sentir la tensión en sus gestos, en el aire que lo rodeaba, como si estuviera conteniendo algo que no quería decir en voz alta. Mi corazón latía desbocado mientras lo miraba, esperando alguna señal de que aún no estaba todo perdido.

-No deseo eso -murmuró finalmente, su voz apenas un susurro. Había una tristeza infinita en su tono, algo que me rompió por dentro.

-¿Es mi culpa? -pregunté, sintiendo cómo el nudo en mi garganta crecía más y más. No quería pensar que yo era la razón de todo esto, pero una parte de mí lo temía. ¿Habría hecho algo mal? ¿Era yo quien estaba complicando todo? Sunghoon negó rápidamente, sus ojos finalmente encontrando los míos, llenos de una mezcla de frustración y cariño.

-No, no lo es -respondió, y pude ver la sinceridad en sus palabras-. No eres tú quien arruinó esto.

Su voz se quebró al final, y de alguna manera, esas palabras solo hicieron que las lágrimas que había intentado contener comenzaran a salir. Las sentí correr por mis mejillas antes de poder detenerlas, y antes de que pudiera decir algo más, Sunghoon ya estaba acercándose a mí, envolviéndome en sus brazos.

-No llores, por favor -susurró, atrayéndome hacia su pecho-. No quiero verte así.

Sentí su calor, sus brazos alrededor de mí, y algo en mí se relajó un poco. Pero la sensación de desesperanza seguía latente, como si, a pesar de su cercanía, no pudiera aferrarme a él del todo.

-Solo quiero estar contigo ahora -le dije en un murmullo apenas audible, temiendo que si hablaba más fuerte, todo se derrumbaría de nuevo. No importaba lo que pasara con mis padres, no me importaba lo que el resto del mundo pensara. Solo quería estar con él.

Sunghoon suspiró, una mezcla de resignación y comprensión, mientras pasaba una mano por mi cabello con suavidad.

-Tus padres se enojarán conmigo... y contigo también.

-No me importa -contesté sin dudar. Y realmente no me importaba. En ese momento, nada era más importante que él.

Finalmente, después de un momento de silencio, Sunghoon asintió, y su mano buscó la mía.

-Está bien -susurró, rindiéndose a lo inevitable-. Vámonos.

Caminamos juntos hacia su auto, sin decir una palabra más. Mis manos temblaban mientras las entrelazaba con las de él, buscando en su contacto alguna certeza, algo que me recordara que esto seguía siendo real, que no lo había perdido. Subimos al auto y nos alejamos de mi casa, de los gritos, de las miradas críticas y de las expectativas sofocantes. Solo éramos nosotros, los dos, escapando por unas horas del mundo.

Después de conducir por un rato, llegamos a un lugar apartado. Sunghoon estacionó el auto cerca de un campo abierto, donde el cielo se extendía inmenso sobre nosotros, cubierto de estrellas. Era un lugar tranquilo, lejos del ruido, un pequeño rincón del mundo donde podíamos sentirnos libres. Apagó el motor, y sin decir nada más, nos subimos a la parte delantera del auto, ambos mirando hacia el cielo.

El silencio que nos envolvía era reconfortante, aunque también cargado de una extraña tensión. Miré las estrellas, tratando de encontrar algún consuelo en su brillo, pero mi mente seguía dando vueltas alrededor de las palabras que habíamos compartido momentos antes.

Después de un rato, Sunghoon rompió el silencio.

-¿Vas a estar callada todo el tiempo? -preguntó, con una ligera sonrisa en los labios. No era una burla, sino un intento de aliviar la tensión que aún quedaba entre nosotros.

-No sé qué decir -admití. Todo lo que quería expresar parecía demasiado grande para ponerlo en palabras, y tenía miedo de que cualquier cosa que dijera pudiera empeorar la situación.

Sunghoon se rió suavemente, una risa casi sin alegría, pero que al menos rompió un poco la barrera que había entre nosotros.

-Está bien -dijo, volviendo a mirar al cielo-. Supongo que tus padres nunca me aceptarían de todos modos.

Sentí un leve pinchazo en el corazón al escucharlo decir eso, y me giré para mirarlo.

-¿Qué quieres decir con eso?

Sunghoon suspiró y bajó la mirada, jugando con los dedos de sus manos nerviosamente.

-Son estrictos, por decirlo de alguna forma... idiotas estrictos, sin ofender -dijo, tratando de suavizar su tono con una ligera sonrisa-. Traté de ser amable con ellos, lo juro. Pero no puedo soportar sus actitudes. Y ahora estamos aquí, los dos, viendo las estrellas, algo súper romántico, como en una película cliché.

No pude evitar sonreír un poco ante su comentario.

-Supongo que somos bastante cliché, en general -respondí, y él soltó una leve risa, una que sentí más en su pecho que en su voz.

-Sí, somos el típico cliché -murmuró, y luego me miró de nuevo, sus ojos buscando los míos-. Princesa... no te veas triste. Sonríe para mí.

Quise hacerlo, quise sonreír para él, pero las palabras que me había dicho antes seguían pesando en mi pecho. Me mordí el labio, incapaz de seguir adelante sin preguntar.

-Estaba pensando en lo que dijiste antes.

Sunghoon arqueó una ceja, claramente confundido.

-¿Qué dije?

-Que no eres bueno para mí.

Lo vi fruncir el ceño, y su mirada se oscureció un poco.

-Porque es la verdad -respondió, su tono mucho más serio ahora-. Vamos, tú lo sabes. Nunca te imaginaste con alguien como yo. Tu familia es... bueno, tu vida es muy diferente a la mía.

Sentí cómo el peso de sus palabras me golpeaba de nuevo, y sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos. Intenté pararlas, pero era inútil. ¿Cómo podía pensar eso? ¿Cómo podía creer que yo era tan superficial como para valorar algo así por encima de él?

-Eso no es cierto -dije, mi voz quebrándose mientras las lágrimas caían por mis mejillas.

Sunghoon me miró en silencio por un momento, y por primera vez en mucho tiempo, no supe qué estaba pasando por su mente. Me sentí vulnerable, pequeña, incapaz de hacerle ver lo mucho que me importaba, lo mucho que significaba para mí.

Sus ojos llenos de una intensidad que hacía difícil sostenerle la mirada, pero no podía apartarla. En esos ojos, vi todo el peso de sus pensamientos, de sus miedos y de las emociones que parecían sobrepasarlo.

-No llores, princesa -me dijo en voz baja, su tono suplicante-. No me gusta verte así, por favor.

Me abrazó con tanta suavidad que, por un instante, el mundo alrededor dejó de existir. Era solo él y yo, perdidos en este momento, intentando encontrar una manera de permanecer juntos a pesar de todo lo que nos rodeaba. El calor de su abrazo me inundó, y cerré los ojos, apoyando la cabeza en su pecho.

-Todo va a estar bien, ¿de acuerdo? -susurró, su voz vibrando contra mi piel-. Te lo prometo.

Pero no podía simplemente dejarlo así. Había algo más, algo que no podía ignorar. Me alejé un poco para mirarlo a los ojos, las palabras saliendo de mis labios antes de que pudiera detenerlas.

-No me gusta cuando hablas así de ti mismo. Quisiera que te trataras mejor -dije, sintiendo un nudo en mi pecho. Él era mucho más de lo que creía, pero parecía no verlo.

Sunghoon esbozó una pequeña sonrisa, una mezcla de tristeza y gratitud.

-Eres demasiado buena para mí -murmuró, pasando sus dedos por mi cabello suavemente-. Me haces muy feliz, lo sabes, ¿verdad? Eres la mejor persona que he tenido en mi vida... A veces siento que eres lo único bueno que tengo, y no quiero perderte. No quiero... no puedo. Te amo demasiado para dejarte ir.

Sus palabras eran sinceras, cada una de ellas llenando el vacío que el miedo y la inseguridad habían dejado en mí. Lo amaba, y en ese momento, más que nunca, quise que lo supiera.

-Yo también te amo -dije, mis palabras resonando en el silencio de la noche.

Sunghoon me miró con una chispa de esperanza en sus ojos.

-Dilo otra vez -pidió, su voz apenas un susurro.

-Te amo, Sunghoon -repetí, con toda la certeza que sentía en mi corazón.

Una sonrisa genuina se extendió por su rostro, iluminando sus facciones de una manera que pocas veces había visto.

-Me encanta cuando dices eso -murmuró antes de inclinarse y besarme.

El mundo pareció detenerse mientras nuestros labios se encontraban, un beso suave al principio, pero que pronto se convirtió en algo más profundo, algo que hablaba más de lo que las palabras podrían. Sus manos recorrieron mi rostro, mi cuello, como si quisiera grabar cada parte de mí en su memoria, como si necesitara asegurarse de que yo estaba ahí, con él.

Cuando finalmente nos separamos, el aire entre nosotros era pesado, cargado de emociones no dichas.

Sunghoon soltó un leve suspiro, casi de alivio, como si esas palabras fueran todo lo que necesitaba escuchar para sentirse completo.

-Necesito saber si me necesitas tanto como yo te necesito a ti -susurró, sus ojos buscando los míos con una intensidad que me dejó sin aliento.

-Te deseo, Sunghoon. Te deseo más de lo que jamás podría expresar -respondí, con la misma intensidad.

Nos besamos de nuevo, pero esta vez fue más largo, más lento, como si el tiempo no existiera. Era un beso lleno de promesas, de todo lo que habíamos pasado y de lo que aún estaba por venir. Cada roce de sus labios contra los míos me aseguraba que, a pesar de todo, lo que teníamos era real, era nuestro.

Cuando finalmente nos separamos, Sunghoon me acarició la mejilla suavemente, sus ojos fijos en los míos.

-Siempre serás la persona más importante en mi vida, ¿sabes? -dijo, su voz segura-. Cuidaré de ti, y nunca te haré daño. Te lo prometo. Prometo ser el hombre que necesitas, el hombre que mereces. No me importa lo que los demás digan. Puede que no tenga una casa costosa o un anillo de mil dólares, pero nadie te amará como yo te amo.

Sentí un nudo formarse en mi garganta. Sus palabras eran todo lo que había necesitado escuchar, y más.

-Eres todo lo que deseo, lo único que necesito -continuó-. Me voy a asegurar todos los días de que sepas cuánto te amo. No habrá un solo día en que no te lo demuestre.

Lo miré, mis ojos llenos de lágrimas de nuevo, pero esta vez no de tristeza, sino de una emoción tan profunda que no podía contenerla.

-Yo también te amo, Sunghoon -dije, mis palabras quebrándose un poco al final.

Nos besamos una última vez, sellando cada promesa entre nosotros. Y en ese momento, supe que, sin importar lo que sucediera, estaríamos juntos. No importaba lo que el mundo nos arrojara, nos teníamos el uno al otro.

Cuando finalmente nos separamos, nos quedamos en silencio, mirando las estrellas sobre nosotros, tan brillantes y hermosas como siempre. El cielo parecía extenderse infinitamente, y por primera vez en mucho tiempo, no sentí miedo. No sentí que estuviera caminando en un suelo frágil. Me sentí segura, porque Sunghoon estaba a mi lado.

-No importa lo que pase -murmuré, apoyando mi cabeza en su hombro-. Estaremos juntos.

-Siempre -respondió él, su voz suave, pero firme-. Te lo prometo.

Nos quedamos así, bajo las estrellas, con el silencio de la noche rodeándonos. No necesitábamos decir nada más. Habíamos hecho nuestras promesas, y mientras estuviéramos juntos, el resto del mundo podría esperar.

Y así, con el cielo como nuestro único testigo, supimos que, sin importar las adversidades, nuestro amor sería suficiente.

El peso de sus promesas, de nuestras promesas, se sintió sólido, como si fuera una verdad inquebrantable. Y mientras el cielo comenzaba a cambiar de color, con los primeros destellos del amanecer asomando en el horizonte, supe que no importaba lo que nos esperara en el futuro. Mientras estuviéramos juntos, podríamos superarlo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top