━Capítulo Cinco





























❝𝐍𝐎 𝐄𝐑𝐄𝐒 𝐔𝐍 𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐑𝐔𝐎, 𝐂𝐀𝐑𝐈Ñ𝐎❞


































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〘 ✰.༄☼︎ 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟓☼︎༄.✰ 〙

–— lunático —–

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31 de Octubre, 1976
Sexto Año.

A

QUELLA MAÑANA LA QUINTA MERODEADORA CAMINABA ALGO APRESURADA POR LOS ENORMES pasillos del colegio intentando que no
se cayeran sus libros mientras hacía un esfuerzo por atarse bien la bufanda escarlata de su respectiva casa, pues el frío se hacia cada vez mas presente.

La clase de Herbología ya había comenzado pero por alguna extraña razón se había quedado dormida.

Y para su sorpresa ni siquiera estaba en
su dormitorio si no en la cama de nada más y nada menos que Remus Lupin. El chico de amable sonrisa y ojos avellana.

Lo único que recordaba era que
la noche anterior le había pedido
al castaño que le leyera un poco
para aminorar su cansancio.

Para cuando despertó no había nadie en los dormitorios y sus amigos no estaban por ninguna parte. Lo que si estaba por toda la cama era ese embriagante aroma a chocolate tan característico de Remus.

Estúpido chocolate.

Si alguien sabía como desatar un sinfín de emociones dentro de la mente de Adelaide Black sin estar presente ese era Remus John Lupin, el chico de tierna sonrisa y ojos color avellana.

Es un amigo, solo eso.

Amigo.

Pero ella era conciente que si no ponía un hasta aquí las cosas irían avanzando mucho más y cuando quisiera detenerlo iba a ser muy tarde para ello.

¿Pero como lidear con algo que nunca pudo controlar?

Iba tan concentrada en la regañada
que le daría la profesora por llegar tarde que no se dió cuenta que alguien estaba siguiendola desde hace rato hasta que el espía tiró de su muñeca y la empujó consigo a una de las paredes del colegio.

—¿Pero que demonios? —exclamó Adelaide a punto de soltarle un golpe al joven que la secuestro pero se detuvó al ver quien era —. ¿Reggie? ¿Qué haces?

—Solo quería hablar contigo —respondió el pelinegro mirando a todos lados, buscando intrusos —. A solas.

—¿Exactamente de qué? —preguntó
ella frunciendo ligeramente el ceño mientras se cruzaba de brazos no tan contenta —. ¿Es que reconociste lo patán que fuiste aquella vez o acaso mamá te dió algunos consejos para mejorar tus golpes? ¿Es eso?

—Adelaide, por favor. Vengo en son de paz —empezó a decirle mientras tocaba su cuello repetidas veces con vergüenza por lo ocurrido hace semanas —. Se que estuvo mal lo que hice. No hay forma de que simples palabras arreglen la cagada que hice pero prometí ser tu apoyo y me estoy convirtiendo en algo que te daña. Solo quería disculparme, no soportaría la idea de perder a mi hermana mayor.

—Yo támpoco quiero perderte,
Reg —musitó Addy con melancolia acercandose para abrazar a su hermanito menor —. Eres parte importante en mi vida pero cada vez
me es más dificil reconocerte...

El chico de elegante porte solo ignoró las palabras de su hermana puesto que no sabía con exactitud que responder.

—¿Vendrás a casa, cierto?

—Reggie.. la verdad no estoy segura de
quierer regresar. Ese nunca ha sido mi hogar —musitó aferrada al cuello del slytherin, intentando que no se le fuera la voz —. Tú sabes bien que Walburga Black nunca ha sido una madre para mí. Esa casa a la que llamó hogar no me ha traido más que misera y tristeza. Volveré a recoger mis cosas y me marcharé con Sirius. Espero puedas entenderme, si me quieres estoy segura que lo harás.

—¿Te irás como lo hizo él? —preguntó en voz baja nuevamente recordando aquel día.

Adelaide evitó su mirada y con una ligera mueca en su rostro asintió. De verás que le dolía decirle aquello pero era ser feliz o seguir soplrtando malos tratos que no merecía solo por hacer felices a los demás. Por una vez en su vida debía ponerse primero antes que al resto.

—Debo ir a clase —se apresuró a decir zafandose del abrazo ante la mirada sin expresión del chico —. No vemos luego.

—No creo que puedas irte —musitó Regulus en voz baja, deteniendo el andar de la pelirroja que quedo muda por tales declaraciones —. Ellos nunca
te dejarán marcharte.

—Eso ya lo veremos.






























































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Cuando creía que el día no podía
estar peor era porque aún no había llegado la hora del descanso. Las mesas estaban repletas de estudiantes de sus respectivas casas cotillando entre sí.

Eso sumado al hecho de que hoy habría luna llena ponía de un humor pesimo
al pobre Remus Lupin, que por desgracia tenía que soportar como cada mes las consecuencias de su licántropia.

Posiblemente en otras circunstancias el de ojos color avellana estaría más que  maravillado con la prefecta decoración que adornaba el Gran Comedor.

Estas visperas eran las favoritas de los alumnos de Hogwarts, no había nada mejor que comer dulces hasta reventar y contar historias de fantasmas. Pero por desgracia los merodeadores no podían decir lo mismo.

El sonido de los cubiertos chocando entre sí y las voces a su alrededor hacían que el castaño quisiera arrancarse el cabello de lo mal que lo hacía sentir.

Pero él no era el único irritado por culpa de la luna llena, el resto de sus amigos támbien se ponían en un estado similar.

Después de tanta tranquilidad llegaba el día que más odiaban del mes. Cada mes.

Curiosamente los chicos hablaban
entre sí en voz baja para no irritar más a su amigo pero la conversación acabó cuando James vió a su amiga a un par de metros venir hablando con Lily Evans.

Eso fue suficiente para que su rostro se iluminará por completo.

No tenía idea de que decían pero
ambas hablaban de algo. Antes de irse
la de bellos ojos esmmeralda hizo un asentimiento y se fue a sentar a su respectivo asiento con sus amigas.

—¿De que tanto hablaban?

—De tí por supuesto —se apresuró a decie Adelaide tomando asiento a lado de un muy desanimado Remus.

—¿Enserio?

La sonrisa de James no podía decir aún más lo euforico que lo ponía aquello. Desafortunadamente no era así.

—No todo gira en torno a tí, Potter —respondió la pelirroja antes de rodar
los ojos divertida, el rostro de James se endureció —. Le comentaba a Lily que Remus no se sentía muy bien para sus rondas de prefecto así que ella accedió
a cubrirlo esta noche.

Adelaide miró a su compañero quien solamente picoteaba su comida sin ganas de siquiera existir.

—Tienes que comer algo, Rem —
pidió la pelirroja sobando su espalda cariñosamente en son de confort.

—Tengo el estomago revuelto —
contestó él en voz baja, provocando miradas de lastima de sus amigos
—. Chicos, no quiero más dolor.

No era fácil para ninguno de los
cuatro ver a Remus en aquel estado
tan decaido.

Pero la más afectada resultaba ser
Addy quien solía quedarse el resto de
la madrugada hasta el amanecer con Remus, quien luego de que la luna se fuera volvía a su forma humana.

Ambos se quedaban hasta el amanecer juntos. Addy solo escuchaba los sollozos del castaño lamentandose ser como era mientras ella murmuraba palabras de bonitas de apoyo a su oído a la vez que acariciaba su cabello intentando hacer que durmiera o al menos se calmará.

—Tranquilo, todos estaremos esta
noche para tí —musitó ella a su oido dulcemente, acariciando su espalda
—. Ahora por favor has un esfuerzo e intenta comer algo, necesitarás fuerzas para está noche.

Con una mueca en su rostro, Remus empezó a probar bocado poco a poco mientras los merodeadores se daban miradas preocupadas entre ellos.




















































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La tarde ya se estaba yendo. Los requicios de la luz del día se ocultaban tras las montañas dando paso a la oscura noche, solo era cuestión de un par de horas para que la luna llena adornara el cielo nocturno y el caos se desatará por completo.

El mayor de los hermanos Black
se encontraba apoyado en uno de los pilares de piedra que sostenían la estructura del mismo material del primer piso.

Veía con la mirada perdida como
las hojas de aquel árbol frente a él se balanceaban de un lado a otro por culpa del frío aire invernal que no dejaba de alertar que las vacaciones de navidad estaban cada vez más cerca.

Desde que se enteró los problemas
por los que su hermana había estado pasando durante las vacaciones de verano las cosas se empezarón a complicar para ella.

Mentiría si dijera que el asunto supo manejarlo con tranquilidad y delicadeza porque no fue así. Después de aquella conversación con Addy tenía en mente que ella aceptaría irse a vivir a la casa de los Potter con tal de poder ser libre.

James para nada estaba molesto al contrario se sentía afortunado de que tendría a sus dos mejores amigos juntos en su casa. Y obviamente la señora Potter adoraba a Adelaide como si fuera esa hija que nunca tuvó. Así que no había ningún problema con eso.

El problema con el que había estado intentando lidear era con las posibles represalias que tomará Walburga Black contra su propia hija. Porque sí, ella era lo suficientemente sádica como para seguir abusando de su poder y tratar a su hija como se le diera la gana hasta sentirse satisfecha por darle una lección.

Y eso era su peor temor.

Si cuando él decidió fugarse de casa Walburga había enloquecido hasta el punto de dañar a cualquier individuo que se le pusiera enfrente no quería saber como reaccionaría cuando se enterará que su saco de boxeo se iría támbien.

Probablemente se arrancaría su tan
perfecta y canosa melena de lo furiosa que estaría o quemaría la fotografía de su hermana de su tan preciado tapiz con los nombres de tan respetable linaje tal como hizo con él al enterarse de que había huido de casa para vivir libre.

Así que con esos pensamientos en
su mente desde hace días su única fiel compañía nocturna había sido una cajetilla de cigarrillos con la que podía desahogarse de sus problemas un rato.

Finalmente decidió volver con sus amigos y su hermana para prepararse antes de ir a encontrarse con Remus transformado en la casa de los gritos como cada luna llena.

Así que le dió una última calada al cigarrillo entre sus manos antes de tirarlo al suelo y aplastar la colilla con ayuda de su zapato.

Después de eso se dió la vuelta y comenzó a caminar hacia la torre de Gryffindor donde seguramente ya lo esperaban los merodeadores.

Pero desafortunadamente esa noche no saldría como lo tenían planeado.

Al girar el pasillo se encontró con un no tan agradable rostro que para su mala suerte era nada menos que su enemigo.

—¿Qué diría Dumbleadore si viera a uno de sus estudiantes inhalar sustancias ilicitas dentro de sus instalaciones?

—Sal de mi camino, Quejicus —gruñó
el pleinegro ignorando por completo la presencia del chico de pelo grasiento.

—¿Y qué si no lo hago? ¿Vendrá a protegerte tu patetica hermana? —empezó a decirle con sorna soltando
una no tan disimulada risa —. Oh, lo olvidaba. Se supone que tú la proteges y lo único que haces es herirla más. Por eso Addy escogío a Regulus antes que a un fanfarrón como tú.

—Más te vale cuidar tus palabras, imbecil —soltó Sirius girandose con furia solo para encararlo —. Adelaide
no es patética y lo que pase en mi vida
es muy asunto mío.

—Me das lastima —comentó Severus mirandolo de arriba abajo como si fuera la peor cosa existente —. No puedo creer como ella sigue queriendote apesar de la porquería de hermano que eres.

Sirius estaba apunto de sacar su
varita y desatar la furia que traía
desde hace mucho pero con una tranquilidad impacible se relajó.

—No quiero discutir esta noche contigo, Quejicus.

—Claro, lo entiendo —musitó Severus meditando cuidadosamente la bomba que soltaría —. Deben estar ocupados pleando la manera de fugarse junto con Lupin del colegio.

El rostro del Black se desfiguró por completo ante tal revrlación pero en eso una idea que probablemente terminaría trayendoles mas problemas a los merodeadores surgió de la nada.

—¿Creías que no me había dado
cuenta de lo Lupin es? Me sorprendo que lo dejarán entrar a Hogwarts aún sabiendo lo que es —soltó el chico
de pelo grasiento con burla, girando alrededor de él —. ¿No crees que es extraño que su madre se enfermará
una vez al mes siempre? Y acabo de confirmar mis sospechas al ver a Madame Pomfrey escoltarlo al Sauce Boxeador como cada luna llena.

Entonces eso fue el detonante perfecto para que Sirius soltará información que podría poner en riesgo a muchos.

Pero no estaba en sus cincos sentidos como para razonar las consecuencias de sus actos y el hecho de que su hermana, que era la voz de la razón entre ambos, no estuviera ahí solo lo empeoro todo.

—¿Por qué no vas y lo descubres por
ti mismo? Apuesto que Remus necesita algo de compañía —soltó Sirius con una sonrisa maliciosa antes de seguir su camino —. Solo inmoviliza el árbol presionando el nudo en su base y listo.

Con eso en mente el Black mayor se fue tranquilo hacia la torre de Gryffindor para contarles a sus amigos la pequeña broma que acababa de jugarle al chico de slytherin.

Lo que no sabía es que se arrepentiría de ello.


























——— ✮✧☾✧✮ ———





























































La tarde de aquel treinta y uno de octubre todos los merodeadores habían suspendido sus actividades diarias para estar al pendiente de Remus esa noche.

La pelirroja del grupo más desastrozo de Hogwarts estaba en el dormitorio de los chicos preparando como cada noche de luna llena una pequeña maleta con ropa limpia, una manta y un improvisado botiquín que más tarde utilizaría.

James y Peter por otro lado parecían tranquilos mientras esperaban que su amiga terminará de hacer lo que hacía para así poderse ir a ver a Remus.

De pronto apareció Sirius con una  sonrisa maliciosa que abarcaba por completo su rostro.

—¿A que se debe esa sonrisa, Canuto?

El pelinegro simplemente tomó asiento en la cama cercana a donde estaba Addy terminando de empacar las cosas que le servirían para cuidar de su amigo.

—Creo que lo sabran cuando
Quejicus vuelta al colegio gritando
como un maldito cobarde —respondió
encogiendose de hombros, haciendo
que los chicos se miraran confusos.

—¿Por qué volvería gritando como un cobarde? —preguntó Adelaide con una notable confusión, frunciendo el ceño —. ¡Sirius Orion Black te estoy hablando!

—Digamos que estuvo molestandome hace rato diciendo estúpideces —empezó a relatarles haciendo una mueca de odio —. Supongamos que era hora de que alguien lo pusiera en su lugar y que mejor que Lunático.

—¿A qué te refieres?

—A que Snape recibirá las respuestas que tanto ha estado anhelando por años.

—¿Le revelaste el secreto de Remus?

—No, solo le dí instrucciones de como entrar al Sauce Boxeador —respondió recostandose en la cama con una gracia y tranquilidad digna de él —. Remus se encargará de que no vuelva a molestar.

En cuanto su hermano terminó de
decir aquellas palabras el rostro de la pelirroja se endureció por completo. Su mente analizando las consecuencias que tendría aquella bromita.

—¿Cómo pudiste, Sirius? —exclamó Adelaide exaltada mirando hacia su hermano y luego a sus amigos asustada —. Lo matará si no hacemos algo o peor seremos expulsados todos...

Rápisamente terminó de guardar todo y practicamente corrió hacía el baúl por el mapa del merodeador antes de dirigirse a sus amigos con furia por lo nerviosa que se encontraba.

—¿Qué esperan ustedes dos? —
preguntó con colera al pelinegro y al rubio que solo se miraban confusos —. ¡Vamos, tenemos que evitar que Remus se convierta en un asesino!

Los chicos no dudaron en seguir
las ordenes de la merodeadora. Sin embargo, cuando estaban a punto
de cruzar la puerta la chica notó que Sirius se preparaba para ir tras ellos.

—Tú no irás a ninguna parte.

—¿Por qué?

—¿Acaso preguntas el por qué? —exclamó Adelaide encarandolo con colera, si no fuera por sus amigos probablemente lo habría golpeado —.
¡Tú fuiste el imbecil que decidió hacerle una bromita a Severus! ¡Ahora por tu maldita culpa Remus podría ser expulsado por asesinato y a nosotros por estar involucrados en algo de lo que ni siquiera fuimos participes! ¡Así que te quedas porque ya tuve suficiente de tí!

El pelinegro no se movió, tampoco fue capaz de articular palabra alguna pues sus cuerdas vocales no emitian ni un balbuceo. Solo escuchaba la furia de las palabras de su hermana calarle dentro.

Entonces se sintió como un mal amigo, un mal hermano y un verdadero pátan.

Debía estar demasido ciego como para no notar que cuando Adelaide mencionó las posibles repercusiones que tendrían contra Remus sus ojos se cristalizaron.

A ella enserio le preocupaba Remus, muchisímo y él lo arruinó.

Sin decir nada más la pelirroja salió corriendo del lugar siendo seguida por James y Peter, quienes aún seguían algo aturdidos por la reciente discusión.

—¿Estás bien, Addy?

—Lo que importa ahora es llegar a Snape y detenerlo antes de que sea tarde —respondió mientras se quitaba una lagrima rebelde de la mejilla, ignorando la pregunta del miope —. Peter, ve con Madame Pomfrey y Dumbleadore e informales lo que sucedió. James y yo intentaremos detenerlos.

El más pequeño de los merodeadores asintió y susurró "suerte, chicos" antes de dirigirse en dirección contraria para ejecutar el plan de su amiga.

—¿No crees que fuiste muy dura con Canuto?

—No hay tiempo para lamentarse —respondió viendo el mapa apresurada, después a su compañero —. Solo espero que no sea demasido tarde.

James sacó su capa y rápidamente se cubrieron con ella para así poder pasar desapercibidos por entre los inmensos pasillos y fugarse del colegio en busca de Severus Snape. No tenían mucho tiempo.

Resiste un poco más cariño, repetía
Addy en su cabeza con la esperanza de que Remus no hubiera echo algo de lo que pronto se arrepentiría.

Maldita sea, Canuto. ¿Por qué siempre hayas la manera de cagarla en grande?


































——— ✮✧☾✧✮ ———











































































































La emoción inundaba por completo a Severus Snape, quien después de un par de minutos caminando había llegado a su destino. Tal como le dijo Sirius Black, inmovilizó el Sauce Boxeador con una palanca y tuvó acceso a un túnel, que sin saberlo lo llevaría a la Casa de los Gritos.

Aunque la palabra ansioso se quedaba corta con la sensación que inundaba su estomago. Después de seis largos años por fin tendría pruebas suficientes de que Remus Lupin era un hombre lobo así como támbien podía revelar toda esa información a Dumbleadore de una vez por todas y expulsar a aquel grupito.

Con eso en mente avanzó un poco más alzando su varita entre la oscuridad de aquel lugar.

—¡Snape, detente!

El pelinegro al instante se giró luego de escuchar aquella voz que tanto odio le causaba.

—Regresa al colegio, no es seguro —informó Adelaide con una expresión
de terror en su semblante, mientras se apoyaba en sus rodillas cansada.

—¿Por qué tendría que hacerlo?

—Severus, por favor...

—Así que todo este tiempo tuve razón —musitó el chico con una sonrisa triunfal, saboreando las palabras —. Lupin es un licantrópo, un hombre lobo.

—¡Te equivocas Remus no es un hombre lobo!

—He descubierto su secretito no hace falta que sigas fingiendo, Black —soltó en tono de burla, mirandola de arriba abajo con odio —. Ahora todo encaja. La madre enferma, justamente en una luna llena. Las cicatrices que siempre lleva en su rostro, una nueva siempre.

—¡Basta él no es lo que tú dices! —exclamó la pelirroja furiosa sacando su varita para apuntarla hacía él.

—¡Es un monstruo! —exclamó Snape haciendo una mueca de horror que solo irritó más a la chica —. No entiendo como es que Dumbleadore permitió que una criatura tan abominable como Lupin se colará en el colegio haciendose pasar por un alumno común y corriente. Pero cuando se lo informé todo su estúpido grupito serán expulsados junto con Remus.

Literalmente Adelaide estaba a
nada de irse encima de Snape así fuera sin ayuda de la varita y usando esas tecnicas muggles que su hermano le enseñó pero James la obligó a seguir
en su posición.

—Por favor, Severus. Tenemos que irnos antes de que...

Pero antes de que James pudiera completar la frase se escuchó un aullido de lobo demasido cercano que confirmó las sospechas de los dos jovenes.

El hombre lobo sabía de ellos.

Ambos sabían mejor que nadie lo peligroso que era estar en aquel lugar sin su forma animaga pues convertidos el hombre lobo los reconocía como uno más de su manada y no los dañaba sin ello eran su próxima cena.

—Aún podemos regresar, vamos —pidió James con desesperación.

Severus por otro lado lo ignoró completamente y pronto se percató de una trampilla justo encima de él.

Y apesar de las inútiles suplicas de
los dos merodeadores no había forma de que regresará, no sin antes terminar su cometido y volver con pruebas que los pusieran en una peligrosa situación que terminará por expulsar a los cinco.

Así que rápidamente tiró de la trampilla y cuando las escaleras se desplegaron las subió corriendo, directamente a la Casa de los Gritos.

—¡Maldita sea! —exclamó Adelaide antes de arrastrar a su amigo junto a ella en un vago intento para detener al slytherin —. ¡Detente Snape! ¡Es una locura, vuelve!

Ambos chicos Gryffindors corrieron apresurados tras del chico pero no fueron lo suficientemente rápidos.

Severus ya estaba a nada de la puerta, si la abriría estarían en serios problemas.

Apesar del miedo que sentía al ver los rasguños tanto en en las paredes como en los polvorientos muebles y los vidrios rotos en el suelo no intentó volver. Él no se irían sin sus anheladas pruebas pero ese fue su peor error.

—¡Snape, detente!

Pero fue demasido tarde para las advertencias, cuando tuvieron la oportunidad de huir no la usaron y
ahora pagarían las consecuencias.

Snape abrió la puerta y en un rincón
de aquella habitación de hallaba una criatura de poco pelage gris con varios arañazos en su espalda sangrante.

Sin querer al intentar dar un paso más la madera crujió bajo sus pies y ese fue el detonante para que el hombre lobo se diera la vuelta y lo encontrará ahí. Una vez estuvo de pie descubrieron que era mucho más alto que cualquiera de ellos.

El Slytherin permanecía en su sitio, congelado debido al miedo sin poder moverse porque su cuerpo no estaba respondiendole. Era tanto su pavor que su varita se resbaló de sus manos.

El hombro lobo se acercaba a él lentamente gruñendo furioso y enseñando sus colmillos, listo para atacar al chico.

El joven esperó asustado el ataque
del hombre lobo luego de que este se
le lanzará encima, pero este nunca llegó. En cambio miró sorprendido a su salvadora.

—¡Rápido, corran! —exclamó Adelaide bajo la atención del honbre lobo a la vez que sentía un ardor en sus brazo —. ¡Yo lo distráere, vayanse ya!

—¡Addy! —gritó James en respuesta al ver el estado en el que se encontraba su amiga —. ¡Estás sangrando!

—¡Maldita sea, James! —se quejó ella endureciendo la expresión en su rostro —. ¡Por una vez confía en mí y larguense!

—Pero Addy...

La chica de pronto se convirtió en
una hermosa loba de pelaje blanco
cual paisaje cubierto de nieve que al instante se robó la atención del hombre lobo.

La loba rápidamente salió corriendo lejos de la habitación siendo seguida por aquella peligrosa bestia, alejandolo por completo de los jovenes desprotegidos.

—¡Es una locura! —gritó Snape antes
de tomar su varita y salir corriendo apresurado por donde había venido.

—¡Espera, Quejicus! —gritó James saliendo tras de él.

Las cosas se pondrían feas.











































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La luna llena poco a poco se iba ocultando y el estado del licántropo se aminoraba hasta volver a su forma humana. Una luna llena más en la que la transformación era demasido dolorosa.

Dos jovenes se encontraban sentados
en el viejo suelo de la Casa de los Gritos. Tal como cada que le tocaba guardia, Adelaide no dejó solo a Remus esa noche apesar del accidente ocurrido.

Addy estuvó con el castaño el resto de
la madrugada curando con delicadeza cada nueva cicatriz que el licantrópo esa misma noche se provocó al descargar toda esa frustración y ira en su cuerpo.

Remus sollozaba envuelto en una
manta mientras Adelaide lo envolvía con amor entre sus brazos, dejando delicadas caricias en su cabello para intentar calmar sus espasmos.

—Odio esto, odio ser un monstruo...

—No eres un monstruo, cariño —respondió Addy tomando suavemente el mentón del chico para que la mirará a los ojos —. Eres una buena persona, si te encierras es para no dañar a nadie.

—Te hice daño, Addy...

—No fue tu culpa, Rem —musitó ella quitando una lagrima que resbalaba por su mejilla —. No estabas en tus cinco sentidos. Tú jamás me dañarías y lo sé, fue un pequeño accidente.

Pero al contrario de eso, Remus empezó a sollozar negando repetidas veces con la cabeza. Nunca podría perdonarselo.

Ahora por su culpa Adelaide llevaría
por siempre una horrible cicatriz en su brazo causada por esa horrible parte suya que no podía evitar.

—Debes odiarme.

—Nunca podría hacerlo, no soportaría tenerte lejos de mí —susurró la ojiazul sonriendole débilmente, antes de que él buscará refugio en sus brazos de nuevo —. Estaremos bien, cielo. Tranquilo...


























































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QUINTO CAPÍTULO PUBLICADO

Aquí de nuevo yop, trayendoles este nuevo capitulo. Tomenlo como un pequeño regalito para comenzar el 2024. Espero les guste mucho <3

¿Opiniones del cap? Preparense porque en el próximo se vienen varias complicaciones en cuando a estos dos muchachitos. En fin.

No se les olvide dejar su votito, comentar y si gustan agregar el fic a sus listas de lectura para saber cada que actualizo.

Les dejo mis redes sociales por si gustan seguirme en ellas. Un besote y feliz año nuevo amores <33













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