MARATÓN 2/3.
Capítulo Especial.
Sophia's POV.
—Sophia, no necesitamos terapia prematrimonial —Harry me miró fijamente cuando se cerraron las puertas del ascensor—. Es una pérdida de tiempo.
—No he dicho que la necesitáramos. Solo he sugerido que deberíamos asistir a una sesión para asegurarnos de que nuestras expectativas con respecto al matrimonio son similares.
—¿A qué expectativas te refieres?
—Te darás cuenta cuando lleguemos. —sonreí y él miró al techo rodando sus preciosos ojos color esmeralda.
Le había propuesto asistir a algunas sesiones antes de casarnos, solo para estar seguros de que coincidíamos en lo básico y nos conocíamos el 100%.
Él, por supuesto, estaba en contra de la idea, pero después de explicarle que me haría «feliz», cedió. Harry siempre cede. Siempre me da la razón y siempre hace todo lo que deseo.
Habíamos concertado una sesión de dos horas con la empresa de asesoramiento de Waldo Emerson & Asociados. Me habían dicho que sería un proceso fluido y ligero del que Harry y yo saldríamos más unidos, y creo que es lo mejor que podría sucedernos. Hice que volviese de Londres exclusivamente para esto, aunque me advirtió que volvería ni bien terminemos con la sesión.
Cuando el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, vi que no había nada delante. Ni una recepción ni una secretaria, solo un cartel que anunciaba que estábamos en Waldo Emerson, y tampoco se podía observar nada que indicara que estábamos en una consulta de asesoramiento profesional. El suelo estaba cubierto de arena blanca, las escasas columnas estaban separadas entre sí más de tres metros y decoradas con peces de colores.
Además, había tres bolsas de semillas calentándose alrededor de una improvisada fogata.
Antes de que pudiera acusar a Harry de haber manipulado la sesión, apareció ante nosotros un hombre vestido con una túnica blanca.
—Ohhh... —dijo sonriente—. El señor y la futura señora Styles... Bienvenidos a Waldo's, terapias prematrimoniales. Soy el doctor Hamilton, y los guiaré durante la primera sesión.
—Espere un minuto. —negué con la cabeza—. Se supone que debemos reunirnos con el doctor Clinton. ¿Nos hemos equivocado de piso?
—No. Están en el lugar correcto.
—Entonces, ¿dónde está el doctor Clinton?
—Se retiró la semana pasada, ¿no se lo comunicó por correo electrónico?
Negué de nuevo.
—Oh, bueno, lo siento. La empresa me contrató para ocupar su lugar el mismo día que se fue.
Nos dio instrucciones para que nos quitáramos los zapatos y nos acompañó hasta las bolsas de semillas.
—Entonces... —se puso las gafas para mirar un papel—. Señorita Gosling, observo que ha solicitado una sesión de dos horas. ¿Es correcto?
—Sí.
—Y cuando se le preguntó cuál era el tema que quería tratar... —dio la vuelta al papel—, usted mencionó los problemas que tienen en el tema «intimidad».
Harry se volvió hacia mí con rapidez, arqueando una ceja.
—No. Nunca he dicho eso. Lo que dije fue que...
—Bien, bien, bien... —chasqueó la lengua—. Está aquí anotado. Mi secretaria no se equivoca nunca.
—Ni siquiera nos...
Harry comenzó a fastidiarse.
—Shhh... —se inclinó hacia delante y me apretó el lápiz contra los labios—. No se avergüence de los problemas que pueda tener en la cama, señor Styles. Cada pareja tiene los suyos, es el pan nuestro de cada día.
Notaba que Harry me miraba, rogándome que le diera pie para decir algo, pero mantuve los ojos clavados en un punto fijo.
—Si están sufriendo por algo, por pequeño que sea, estas dos horas son el momento perfecto para dejarlo salir. —respiró hondo y luego cerró los ojos y soltó el aire lentamente—. Desahóguense.
Se quedó sentado durante al menos dos minutos con los ojos cerrados, al estilo indio, con la cabeza alzada hacia el techo, y Harry me hizo una señal para que nos fuéramos y pusiéramos fin a esta de sesión, pero el doctor Hamilton abrió los ojos de repente.
—Ahora que estamos en sintonía —dijo—, vayamos al grano. Señor Harry, ¿por qué está aquí hoy?
—Para ayudar a solucionar a mi prometida los problemas de intimidad.
—¿Ve, señorita Gosling? —me dijo el doctor—. Él también quiere arreglar las cosas. Bien, en una escala del uno al diez, ¿qué grado de satisfacción tiene usted, señor Statham con su vida sexual?
—Diez.
—Muy bien, eso es genial. ¿Y usted, señorita Gracen?
—Diez —dije con voz de obviedad. Harry era excelente en la cama, eso era imposible de negar.
—Mmm... Ya veo. —Escribió algo y nos tendió dos tarjetas—. ¿Qué es lo que le gustaría cambiar en sus actuales intercambios sexuales?
Miré a Harry y vi que escribía algo, pero a mí no se me ocurría nada. De repente, me sentí culpable por haber sugerido que realizáramos esta sesión. Quería creer en mi cuento de hadas, y no, no cambiaría nada. Ni una maldita coma. Claro, Harry y yo discutíamos de vez en cuando, siempre que trataba de dejarme afuera de sus cosas—algo que hacía con demasiada frecuencia—, porque él fuera tan reservado, porque yo quisiera involucrarme una y otra vez... Pero, en general, todo estaba bien, aunque aún tengo ese presentimiento de qué me falta saber algo de su pasado.
—¿Sophia? —El doctor me arrancó de mis pensamientos—. No está escribiendo nada. No tenga miedo de dar rienda suelta a la sinceridad. Tiene que hacer saber a su prometido cómo se siente en realidad. No puede esperar que la situación cambie si no hace nada por mejorar la intimidad. A menos que quiera seguir sin disfrutar del sexo durante el resto de su vida..., claro.
Puse los ojos en blanco antes de escribir algunas palabras para que pareciera que estaba esforzándome. Cuando miré de nuevo a Harry, me di cuenta de que seguía escribiendo.
«¿Tanto tiene que decir?».
—¡Se ha acabado el tiempo! —El doctor sonrió—. Ahora, antes de alimentar el fuego, vamos a intercambiar las tarjetas y a leerlas en voz alta.
No sabía que era necesario leerla. Así que he escrito algo que...
—¿Qué te pasa, cariño? —Jonathan sonrió de nuevo mientras mantenía su tarjeta alejada de mí—. Pensaba que estábamos trabajando para tener expectativas reales de nuestro matrimonio.
Suspiré y le entregué mi papel arrugado, y luego cogí su tarjeta, aunque no me molesté en mirarla.
—Señor Styles, usted primero —dijo el doctor—. ¿Qué es lo que su futura esposa cambiaría de su intimidad actual?
Harry miró la tarjeta y se volvió hacia mí, sonriendo, con una ceja arqueada.
—Solo dice que quiere tener «una comunicación mejor» —su sonrisa se hizo más amplia, y yo solté el aire, aliviada.
—¿Y usted, futura esposa? ¿Qué ha puesto su futuro esposo sobre usted?
Le di la vuelta a la tarjeta y me obligué a bajar la vista hacia las letras.
« Estimada futura esposa: Lo único que me poder cambiar sería haberte dejado dormir hasta tarde esta mañana, porque te he despertado temprano para que te ducharas y acudiéramos a esta reunión estúpida. Sin embargo, ahora que estamos aquí, quiero que seas plenamente consciente de que justo después de que termine voy a asegurarme de que los conceptos "terapia de pareja" y "problemas de intimidad" no salen de tu boca nunca más... »
Me sonrojé.
—Él dice lo mismo.
—De acuerdo, bien. Estamos en el buen camino. La comunicación es muy importante para que una relación íntima funcione. Pensemos en una semana normal: ¿cuántas veces mantienen relaciones sexuales, futura esposa? Y sea sincera, ¿son satisfactorias?
—Un par de veces... —solté, esperando que pasáramos a otra cosa.
—¿Un par de veces? —Harry me miró a los ojos—. ¿Estás siendo realmente sincera?
Era evidente que disfrutaba con mi humillación.
—Doctor, ¿qué es para usted «un par de veces»? —Harry no apartó los ojos de los míos.
—Dos o tres veces a la semana, señor Styles.
—Mmm..., ¿y «muchas veces»?
—Bueno, supongo que unas ocho o diez a la semana.
—Qué interesante... —se inclinó hacia delante y me puso los dedos en el collar dorado con el ancla—. Entonces, Claire, a la vista de eso, ¿crees que «un par de veces» describe con precisión lo que hacemos?
—Sí.
No quería que el psicólogo se metiera en nuestra vida sexual. No quería. Cuando había concertado la cita, estaba segura de que nos íbamos a centrar en las expectativas que teníamos para el futuro: nuestras metas a largo plazo y nuestros sueños. Nadie me había mencionado que íbamos a comentar lo que hacíamos en el dormitorio, y estaba muy segura de que no había dicho nada de «problemas de intimidad».
—Me siento herido por estas afirmaciones, doctor —Harry se puso la mano sobre el pecho—. Es decir, que el amor de mi vida diga que se siente como si tuviéramos relaciones sexuales solo un par de veces a la semana es, sencillamente... Llegados a este punto, ¿se me está permitido llorar?
—Sí, señor Styles. Deje salir su dolor.
Él sonrió.
—¿El sexo no es memorable para ti, Soph? No debe de serlo si piensas que solo mantenemos relaciones sexuales dos o tres veces a la semana. Quiero un matrimonio sincero, así que me parece que sí tenemos problemas de intimidad, ya que piensas algo tan terrible.
—Lo hacemos todos los días —claudiqué—. Todos-los-días. A veces más de una vez, e incluso de dos. Y en cada ocasión resulta memorable. ¿Contento? —entrecerré los ojos y me besó en la mejilla.
—Mmm... —el médico se ajustó las mangas de la túnica—. Bueno... Esto... Muy bien por los dos. A continuación, vamos a dejar un poco de lado la intimidad, ¿de acuerdo?
—Gracias —dijimos los dos a la vez.
Cuando la sesión de asesoramiento llegó finalmente a su fin, estrechamos la mano del doctor Hamilton con la promesa de que nos pondríamos «en contacto» con él para concretar la próxima cita. En cuanto se abrieron las puertas del ascensor, me metí dentro y apreté el botón una y otra vez para cerrarlas, ansiosa por alejarme de aquel lugar de arena blanca y tarjetas invasivas.
—¿Tienes mucha prisa, futura esposa? —Harry se colocó justo delante de mí y me obligó a pegar la espalda contra la pared—. ¿Otra reunión que no puedes perderte? ¿Otro lugar al que ir a discutir «problemas de intimidad»?
—Nunca dije que tuviéramos problemas íntimos. Eso ha sido un error del doctor, y lo sabes.
—Mmm... —pasó los dedos por mi collar.
—No me puedo creer que me hayas decidido a hablarle de nuestra vida sexual.
—Me preguntó.
—No tenías por qué decirle la verdad.
—Pensaba que se trataba de ser sinceros —se pasó las manos por el pelo alborotándolo—. Y ya te he dicho un montón de veces que yo no miento.
—Bueno, ¿entonces por qué no me habías dicho antes que Charlotte O'Marks fue el gran amor de tu vida? ¿Por qué decidiste ocultarme que mi media hermana era tu novia? ¿Por qué jamás puedes mirarme a los ojos y decirme qué mierda te traes con ella?
Miré los números de los pisos, que brillaban sobre las puertas mientras íbamos bajando: ocho, siete, seis... Y lo empujé, apartándolo de mí.
—Casi hemos llegado al vestíbulo —murmuró.
—No. No es así —apreté el botón de parada—. De hecho, creo que tienes un enorme problema de sinceridad, Harry.
—¿De qué hablas, Sophia?
—Sabes perfectamente de lo que estoy hablando.
—Si crees que voy a considerarme feliz en mi matrimonio cuando ni mi propia esposa es capaz de decirme lo que quiere, estás muy equivocada, Sophia —me mantuvo inmóvil.
—Mírame a los ojos y dime qué ya no sientes nada más por esa chica... y si dices que no, volveremos a casa felices a preparar nuestra boda, pero si dices que aún le quieres te juro que jamás volverás a verme.
—Te amo, Sophia —me besó en la frente mientras tocaba mi collar—. No sé por qué estás pensando en Charlotte, pero no debería ser así. Deberías ser capaz de decirme lo que estás sintiendo siempre que quieras, y me aseguraré de que lo hagas —me besó de nuevo y me rodeó la cintura con los brazos mientras me llevaba al aparcamiento.
Según nos acercábamos a los coches —su Bugatti y el mío—, me hizo darme la vuelta para que lo mirara.
—¿Todavía crees que necesitamos terapia prematrimonial? ¿Debemos discutir otros problemas de intimidad?
—No...
—Mmm... —apretó los labios contra los míos—. Tienes suerte de que tenga que tomar un vuelo en este momento —aseguró cuando alejó su boca de la mía, apretando una tarjeta arrugada contra mi mano—. Nos vemos en unos días.
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