𝖵𝖨𝖨. ¡𝖶𝖾𝗅𝖼𝗈𝗆𝖾 𝗍𝗈 𝖬𝗈𝗇𝗍𝖾 𝖢𝖺𝗋𝗅𝗈!
Narrador Omnisciente
Hamptons, Long Island.
—Por enésima vez Sophia; no iremos —negó Harry poniendo sus pertenencias en la maleta.
—¡Harry no puedes hacerme esto! —exclamó ella—. Eran nuestras vacaciones y tú lo sabías. No sé por qué de repente no quieres ir.
—Amor, si quiero ir, pero sólo contigo —bufó entrecerrando los ojos mientras Sophia hacía puchero mirándolo—. Creí que iríamos por el festejo de nuestro primer año juntos pero...
—Harry, no entiendo en qué te perjudica que dos de tus mejores amigos y sus novias vayan a Bora Bora junto a nosotros —se quejó poniendo sus botas sobre la cama—. Es absurdo.
—Ya no quiero discutir sobre esto.
Harry dió un portazo saliendo de la habitación con muchísima rabia acumulada, se decidió por ir al buffet, ordenó un Martini y caminó hasta el jardín frente a la piscina dónde tomó asiento al borde de ella. Su reloj marcaba las once treinta de la noche en los Hamptons y las cinco treinta en Londres.
Miró al cielo deseando estar con Gemma en estos momentos y justo alguien se sentó a su lado metiendo los pies en el agua.
—¿Cómo estás? —dijo Blair.
—¿Cómo me veo? —preguntó Harry.
—Pues... mal —admitió Blair y se formó un silencio—. Harry, ¿puedo hacerte una pregunta un tanto personal?
Él asintió.
—¿Por qué sigues con Sophia si no es a quien quieres? —Harry la miró y no contestó porque era evidente que su pregunta no tenía respuesta, o por lo menos él aún no lo sabía.
—La quiero —dijo en seco—. Aunque me cuesta demasiado todo esto, es muy extraño estar aquí con Charlotte revoloteando por ahí.
—Has cambiado tanto —suspiró—, bueno... todos hemos cambiado y crecido mucho estos últimos años
La que antes tenía el pelo rosa ahora era castaño. Harry observaba la luna y disfrutaba de la brisa de verano mientras escuchaba a Blair filosofar.
—Me pone los pelos de punta el hecho de saber que Zayn y Charlie están juntos en este instante en las paradisíacas playas de Bora Bora —gruñó—, y me da rabia, no debería importarte qué rayos hace con su vida, pero no puedo evitarlo.
Blair sonrió.
—¿Y por qué no vas por ella? —preguntó.
—No todo es tan fácil —negó Harry suspirando.
—Si nunca lo intentas nunca lo sabrás. Luego de Bora Bora, Charlotte regresará a Paris... ¿dejarás que Zayn se salga con la suya? —se puso de pie lentamente dejándolo pensar durante su última noche en Long Island. Por la mañana, por suerte, estaría muy lejos.
Monte Carlo, Mónaco, Francia.
Charlotte
Caminamos hacia la entrada y Zayn abrió la puerta de la casa, el guardaespaldas del morocho dejó la maleta que traía en el suelo y se despidió asegurándole que podía llamarlo a él en cualquier momento que deseara.
—Adiós —me despedí con la mano.
—Adiós, Charlotte —me sonrió amablemente. Zayn salió a acompañarlo y yo me di vuelta para adentrarme un poco más en la mansión. Hacia muchísimo tiempo que no venía, ya que desde que mi padre me obsequió esta casa, había permanecido cerrada durante largos meses. Sentí la presencia de alguien a mis espaldas y giré sonriendo hacia él.
—¿Y? ¿Qué te parece? —pregunté—. Sé qué no es Bora Bora pero...
Zayn elevó sus cejas y sonrió.
—¡Es enorme! Tienes que darme un tour —sus ojos estaban en todas partes.
—¿Vamos? —comencé mostrándole la sala principal, la gigantesca área al aire libre frente a la casa, luego le mostré la cocina que contaba con un comedor, una larga barra y una sala, pasamos por la biblioteca, la sala de cine, un pequeño gimnasio, subimos y le mostré las habitaciones y finalmente el patio trasero dónde había camillas para recostarse al sol y una enorme piscina con vistas a toda la ciudad. Era una enorme ventana que la casa esté sobre una colina, desde aquí, veías absolutamente todo.
—Este lugar es hermoso —dijo Zayn dejándose caer en una de las camillas.
—Lo es —asentí—. Estoy muriendo de hambre, ¿quieres algo de comer?
—Por supuesto que quiero —le sonreí mientras estiraba una mano hacia él para ir a cocinar.
Llegamos a la cocina y nos pusimos a revisar qué opciones teníamos para cocinar. Zayn pidió que hiciéramos sándwiches de albóndigas, en realidad, me rogó para que hiciéramos eso y decidí conceder su deseo. El proceso fue divertido, Zayn parecía un niño pequeño en cuánto a cuestiones de comida.
—Si aprendieses de mi, serías un experto culinario —afirmé riendo.
—Realmente apesto en esto —rió también—. Sería un placer que me enseñes.
—Si, eres muy malo —entrecerró sus ojos y eso hizo que riese aún más.
—Pero soy excelente en otras cosas —giré mis ojos sabiendo a que se refería e ignoré el cosquilleo que sentí en mi estómago al oírlo decir eso. Besar, por ejemplo, era algo que hacía demasiado bien.
—El que mucho presume, poco tiene —me encogí de hombros y bebí lo último de mi copa relajándome.
—Mira tú, que graciosa —hizo cara de pocos amigos.
—Es tarde, tuvimos un vuelo larguísimo, estoy agotada y sé que tú también —solté sin más.
—Ve a la cama, yo limpio esto —señaló los platos sucios y asentí agradeciéndole.
A medida que subía las escaleras recordé que aún no sabía dónde Zayn dormiría por lo que elegí la habitación más cerca de la mía.
—Tu habitación es la segunda a la izquierda —grité desde arriba—. Espero que duermas bien.
—¡Gracias! Que descanses Charls —oí desde abajo y sonreí. Me desvestí rápidamente y me metí en la ducha, al cabo de unos minutos salí y me puse la pijama.
Caminé por mi habitación hasta los ventanales y corrí las cortinillas dejando que la luz nocturna de la ciudad ilumine mi alcoba. Me metí en el edredón y suspiré exhausta. Había sido un día larguísimo, largas horas de viaje desde Nueva York hasta Paris y luego de Paris hasta aquí. Definitivamente, era lejos pero la compañía de Zayn hacía que mi viaje sea mucho más divertido, siempre decía alguna estupidez que me hacía reír.
Quedé dormida en cuestión de segundos. Los viajes largos me dejaban exhausta.
Zayn
Luego de terminar de asear la cocina y dejar las tasas para el desayuno de mañana, decidí subir a mi habitación y ducharme, me tomé veinte minutos en eso ya que chequeaba mi celular a medida que estaba en la ducha, vi algunos posts de Harry y Sophia quienes al parecer renunciaron a Bora Bora y se encontraban en Miami disfrutando y nada era mejor para mi que Harry estuviese lejos de Charlie.
—¿Charlie podrías... —me callé automáticamente al verla dormir plácidamente sobre su cama, sonreí y me quedé a su lado mirándola unos segundos.
¿Cómo Harry pudo haberla herido tanto? Si es la mujer más hermosa y buena que he conocido. Charlotte me parecía increíble, era tierna, amigable, fuerte, soñadora y muy alegre por sobre todas las cosas. No creo estar a su alcance ni mucho menos a parecerme a todos los que desean estar con ella, pero la quiero y daría lo que sea por una chance con Charlie.
Me metí en su edredón y la tomé por la cintura pero minutos después Charlie se removió sobre la cama y se giró encontrándose con mis ojos marrones mirándola pacientemente.
—Así vale la pena dormir —musitó y se aferró a mi pecho para volver a quedarse dormida.
—Adiós pequeña.
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