𝐂𝐎𝐍𝐅𝐄𝐒𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐍𝐎𝐂𝐇𝐄. || 7

El día de la "piJamada" llegó. Kisugi vino acompañado de su mamá, quien quería conocer a la mía.

Mamá los recibió muy bien a ambos.

—Hola, Teppei— le dio un beso en la mejilla—. Gracias por integrar a Abril.

—De nada, señora Horie— dijo con una sonrisa. Además, lo que me gusta de su sonrisa es que se le forman hoyuelos. ¡Es muy tierno!

—Jeje, por favor, llámame Yuki— dijo mi madre.

—Está bien, Yuki.

—¿Subimos?— lo tomo de la muñeca y lo llevo jalando a mi habitación, jeje.

Mi madre y la de Kisugi se quedaron hablando. Llevé a la habitación los panchos y las papitas que hice con ayuda de mi madre, y los dejé en una mesita pequeña que tengo.

Es la primera vez que hago una piyamada en siglos. La última fue con Kamiko...

¡Uffff, debo dejar de pensar en el pasado! Esta noche es sobre el futuro. Tengo un nuevo amigo, y tengo que tener la mente despejada para pasar una noche inolvidable.

—Me gusta tu habitación— se quitó los zapatos y se sentó en la cama.

—Jeje, me alegro— tomé un pancho—. Come.

—Gracias— rio y le dio una mordida al otro pancho.

—Y bueno... ¿qué te parece si nos contamos cosas de nuestras vidas?

—Ahí está. Esto era lo que quería. Eres mi amiga y tengo que saber cosas de ti.

—Te prometo contarte todo, pero primero quiero que empieces tú.

—¿Yo?

—También tengo que saber cosas de ti, Teppei.

—Lo sé. Bueno. Te contaré cada detalle.

Y así fue como me dijo de su vida, que su papá fue a Estados Unidos por un trabajo especial, ya que la familia de él no tenía dinero a causa del cierre de un banco donde guardaban los ahorros de la empresa del padre (el banco no les devolvió ni un yen), y está por regresar a Japón luego de cinco años. Pobre Teppei, lo que debió de extrañar a su padre. Su mamá trata de conseguir horas en otros colegios para poder mantener a Teppei. Ella trabaja como profesora de Química. Y tiene un hermano bebé llamado Tomoe. Algo de esa historia me hizo acordar a mí, ¿pero qué es?

¿Acaso será, que no tiene una familia cien por ciento perfecta así como yo? Sí, debe ser eso.

—Vaya historia.

—Sí. Extraño mucho a mi papá. Lo bueno es que podrá volver dentro de dos meses— se le iluminó el rostro.

—Eso me alegra. Quisiera conocerlo una vez que regrese.

—¿Me acompañarías al aeropuerto ese día?

—Por supuesto— sonreí.

—Ahora quiero que me cuentes de ti.

—¿De mí?

Llegó la hora de confesarlo todo frente a él. Aquí y ahora.

—Bueno— tomo aire y lo dejo salir.

Entonces empecé a contarle desde mis inicios: cómo conocí a Kamiko, su muerte, la violación por la que tuve que pasar, el miedo que me embargó ese día en ese campo en la noche, la pérdida del trabajo de mi padre en la fábrica de zapatos y las constantes peleas en las noches...

Antes de darme cuenta, ya estaba llorando, gritando, y mi cuerpo saltaba con cada hipo. Kisugi me abrazó e intentó consolarme. Mamá golpeó la puerta de la habitación y nos preguntó si estaba bien. Yo le dije que sí y ella se fue, dejándonos solos.

—Tranquila, Abi— acaricia mi cabello mientras me abraza.

Dejé salir rencor en el llanto. Detesto a las personas. No comprendo a la gente ni a la maldad. Sólo sé que dejé de ser yo.

Pero al menos, tengo a alguien que no es así.

Que me defiende de todos mis problemas.

Que me quiere.

—Fue espantoso lo que te pasó. Debió ser horrible ver cómo Kamiko fue brutalmente atropellada, o estar en un lugar muy lejano con solamente la luz de la luna sufriendo lo más bajo que se le puede hacer a una mujer. Ahora puedo comprender por qué estabas tan triste todo este tiempo...

—Es mi culpa. Debí moverme cuando el camión me iba a atropellar, y también debí haberme ido con mi padre luego del cumpleaños de Ohana. Yo tuve la culpa de este destino cruel.

—Claro que no. Son cosas que pasan. Tú no eres culpable de nada. Este mundo es cruel, eso es todo. Quisiera regresar en el tiempo y evitar la muerte de tu amiga, o tu abuso, o que despidieran a tu padre. Prometo hacer cosas que estén a mi alcance para que seas feliz— me sonríe.

—Gracias, Teppei— me limpio las lágrimas con el antebrazo y le dedico una gran sonrisa, volviendo a hundirme en otro abrazo.

Se siente bien dejar salir todo el dolor que solía sentir.

Teppei es mi razón para sonreír.

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