𝐂𝐇𝐈𝐂𝐋𝐄 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐏𝐄𝐋𝐎. || 9

Esta semana pasó algo lenta, las siguientes un poco más rápidas. Las agresiones continuaban, pero ya no eran tan terribles como las primeras, y estoy segura de que fue a pedido de Teppei. Tal vez haya pedido que no me agredieran más, pero nadie le hizo caso y sólo le bajaron el nivel a las agresiones.

Ayer en el patio me confesó que una vez puso en su lugar a Shina cuando trataba de molestarlo.

—¿La golpeaste?

—Sí. Fue el año pasado cuando me hacían bullying. Yo estaba sentado en mi lugar leyendo un libro aprovechando que estábamos en hora libre, cuando Shina se paró frente a mi pupitre y con los brazos en jarra me preguntó: "¿Qué lees con esa cara tan seria?". Yo no le respondí, y me sacó el libro a la fuerza. Se lo lanzó a Leiko, yo me paré para recogerlo pero Leiko se lo pasó a Aide, y luego a Eiri y así sucesivamente hasta que Genji, el líder del grupo, se cansó y miró lo que leía. Yo estaba leyendo una historia de amor, y todos se burlaron de mí porque creían que estaba enamorado de alguien. Entonces Shina largó una carcajada cruel: "¡Éste se piensa que puede enamorar a una chica sólo leyendo!". Y fue ahí que exploté: le lancé un pupitre directo en la cabeza. Todos quedaron en shock. Arrastré el pupitre y lo alzé encima de mi cabeza para poder darle con ella con todas mis fuerzas. Cuando terminé, le dije que no se metiera más conmigo porque sino las cosas serían peor para ella, y para todos los demás. Pero tristemente fui llevado a la Dirección, bajo la aterradora mirada del director, y le conté todo lo que sufría por parte de la mayoría de mis compañeros de clase. Él lo entendió y se hizo cargo de suspenderlos por algunos días. Aunque yo realmente esperaba a que hicieran algo más que eso. Y también me dijo que no era lo correcto pagar con la misma moneda.

—Wow... Yo... no sé qué decir...

—Bueno, yo sí: ten mucho cuidado con ellas. Son muy peligrosas— me tomó de las manos.

—Puedo estar tranquila siempre en cuando estés tú— los dos nos sonreímos, pero el sonido del timbre de Música arruinó ese momento...

Ahora estamos en hora libre por la ausencia del profesor de Física. Kisugi y yo nos sentamos juntos a jugar Tutti Frutti. Realmente amo ese juego. Kamiko solía jugar conmigo a esto cuando teníamos horas libres...

¡Uffff, tengo que dejar de pensar en ella!

—Abi. Abi.

—¿Eh? Ah, sí, perdón.

—¿Tienes nombre con t?

—Teppei.

—¡Yo también puse el mismo!— nos reímos.

En ese momento, llegan Shina junto con Leiko y Aide.

—Vaya, vaya, ¿te hiciste un amiguito nuevo, error?— preguntó Leiko con un tono burlón.

—¿Recién te das cuenta?

—Ya lo veníamos viendo, error— dijo Aide.

—¡Oigan, no le digan así!— interrumpió Kisugi.

—Oh, pero si el caballero llegó para salvar a la damisela en apuros— dijo Shina en tono de burla, provocando las risas de los demás.

—¿Qué te pasa, idiota? ¿Quieres que te dé una golpiza? ¿No te bastó con la golpiza que te di el año pasado?

—¡Esa, Kisugi! ¡Groso!— gritaron Taki e Izawa.

Este niño es un hombre, literalmente.

—Ya veremos quién recibirá la golpiza, rulitos— siseó Leiko bien frente a Kisugi, exhalando bocanadas del chicle de menta que mascaba. Las tres salieron del salón para ir al baño.

—Ha, zorras drogadictas— dijo con enojo.

—Les tengo miedo— dije.

—Tranquila. No dejaré que nada te pase— me susurró en mi oído, seguramente para que los demás no nos escuchen, y que no se arme un papelón—. Pero son unas drogadictas mal: recuerdo una vez que me invitaron a una piyamada (obviamente me engañaron con el "cuentito de la amistad"), Leiko puso en un plato de plástico chocolate en polvo, y Shina hizo con billetes de veinte pajillas, y empezaron a aspirarlo con la nariz como si fuese cocaína.

—Wow...

—Y una vez me contaron que probaron condones de sabores. Son unas zorras.

—Mal.

El timbre de Física terminó, dando por terminada la hora libre. Ahora tenemos Biología.

La profesora trajo la tele para mirar un documental del cuerpo humano. Todos hicimos filas tipo en el cine. Teppei se sentó a mi izquierda, y Gumi a mi derecha.

El documental fue interesante. Cuando sonó el último timbre, el de salida, me paré de mi asiento y me dispuse a guardar mis cosas. Entonces veo que detrás de mí estaban las chicas tapándose la boca para contener su risa. ¿Qué me habían hecho ahora?

—Abi— dijo Gumi.

—¿Sí?

—Tienes chicle en el pelo.

Inmediatamente me lo toqué para confirmarlo. Y era verdad: tenía el pelo pegajoso.

Las risas de varios se dejaron oír, y sentí mi rostro arder.

—¡Aaaaah! ¡Fue suficiente!— gritó Teppei, dando una gran pisada que resonó en todo el salón.

—Tranquilícese, señor Kisugi— dijo la profesora—. ¿Quién fue responsable de esto?

Nadie habló.

—Bien, como nadie quiere confesar, tendré que poner observación grupal— amenazó—. No puedo creer que le hayan hecho eso a la compañera. Qué feo, ¿eh?— y se fue con la tele y su bolso.

Yo sé que fueron Aide, Shina y Leiko. Y sé que le pude haber dicho a la profesora que fueron ellas, ¿pero y si eso hacía que quieran vengarse de mí? ¡Son capaces de hacerme de todo!

Tengo miedo. Mucho miedo.

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